martes, marzo 20, 2012

Anécdotas mundialistas: el trofeo Jules Rimet

Esta nota la escribí hace varios meses. Pero es de las que me gustan. Aclaro, como siempre, que el diario limita la expresión, tanto por el espacio asignado como por el tono que hay que utilizar. Pasen y lean que linda toldería (?)



El Mundial de 1966 disputado en Inglaterra tiene/tuvo tela para cortar, muchísima tela. Hoy, 46 años después seguimos hablando de esa Copa y no paramos de lamentar la expulsión de Rattín. Pero vayamos de a poco, por partes, en orden.
Durante los Juegos Olímpicos de Roma 1960, Inglaterra fue elegida sede de la 8va Copa del Mundo. Los ingleses habían inventado el juego más popular del planeta y la fiesta futbolística por excelencia viajaba hacia su tierra originaria. Para ayudar a que todo saliera diez puntos (?), en 1961, Stanley Rous, un ex árbitro inglés y secretario de la FA (Federación de Fútbol Inglesa), asumía como presidente de la FIFA.
Las anécdotas picantes, las buenas, esas que había a roletes en el fútbol de antes de la caída del Muro de Berlín, empezaron cuatro meses antes del inicio del torneo de 1966. La Copa FIFA, esa que todos conocemos, la que parece un bate de béisbol chiquito y deforme, debutó en el mundial de 1974. El trofeo anterior se llamaba Jules Rimet, en homenaje al dirigente francés que “inventó” la Copa del Mundo. Estaba estipulado que aquel país que ganara el mundial tres veces consecutivas se quedaría con el trofeo. Después cambiaron la norma ya que nadie iba a ganar tres veces seguidas y le sacaron la parte de “consecutivas” a la frase.
La leyenda cuenta que durante la segunda guerra mundial, Ottorino Barassi, el vicepresidente italiano de la FIFA y presidente de la Federación Italiana de Fútbol, retiró el trofeo en secreto de un banco en Roma y lo escondió en una caja de zapatos debajo de su cama para impedir que los alemanes se apoderaran del mismo.
Ya sin olor y con el brillo dorado de siempre, la estatuilla de oro macizo daba vueltas por toda Inglaterra para que todos la pudieran observar. Corría el mes de marzo del mismísimo 1966. El trofeo estaba expuesto en el Salón Central de la ciudad de Westminster, bajo la atenta mirada de cinco guardias permanentes. Al parecer, el policía que estaba de turno se fue a buscar un café o a escuchar un partido por la radio, y cuando volvió ¡oh, caramba! El trofeo no estaba más. Las autoridades entraron en pánico.


La Scotland Yard armó un mega operativo para recuperar la estatuilla. Pasaban los días y nada, ni una pista. Una semana después, David Corbett andaba tranquilamente por la ciudad, paseando a su perro Pickles (en Inglaterra, nombrar así a un perro es igual de original que ponerle Donald a un pato, Gardfield a un gato o Batman a un murciélago (?)). En un momento, el canino huele algo raro y empieza a cavar un pozo al lado de un árbol. Su dueño, con esa característica tranquilidad inglesa, lo dejó hacer tranquilo al perro, suponiendo que había encontrado un hueso. Pero no, envuelta en papel de diario, atada con una cuerda, se topó con la Jules Rimet, la copa que todo el país andaba buscando. El tipo, sorprendido, se dirigió a la seccional de policía más cercana, donde rápidamente lo metieron preso al no creerle ni un gramo la historia que estaba contando. Al rato, nobleza obliga, se dieron cuenta que un tipo que le pone “Pickles” a su perro no podía ser el ideólogo de semejante robo. David Corbett, pero fundamentalmente la mascota, fueron héroes nacionales, invitados a todos los partidos del mundial, he incluso al banquete de celebración que les ofreció la Reina al plantel ganador del mundial. Además, Corbett recibió una recompesa de 5000 libras por haber encontrado el trofeo. Al perro le regalaron alimento gratis durante toda su vida y unas 60 libras diarias en concepto de vaya a saber qué…
Avispada, la FIFA decidió fabricar una réplica para ser utilizada en esta serie de exposiciones y mantener a salvo el trofeo. Inglaterra ganaría el mundial en casa al vencer por 4 a 2 a los siempre difíciles alemanes.
Cuatro años más tarde, Brasil ganaría la Copa del Mundo de México 70 y se quedaría para siempre con la Jules Rimet, que era mucho más linda que la actual. Pero la historia no se acaba aquí. La copa fue robada nuevamente el 19 de diciembre de 1983, cuando fue tomada de una exhibición en la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol en Río de Janeiro. El trofeo se encontraba en un gabinete con un frente de cristal antibalas, pero su parte posterior hecha de madera fue abierta con una palanca. El trofeo nunca fue recuperado, lo que sugiere que pudo haber sido fundido. Eventualmente, cuatro hombres fueron juzgados y declarados culpables por el crimen. La Confederación encargó la fabricación de una réplica, pero el daño ya estaba hecho.
Esta fue la historia del primer trofeo de los mundiales. Hay más historias que involucran la Copa del Mundo de 1966, no sean impacientes. Hasta la próxima. Abrazo de perro.

Decí que la encontramos, que sino...

sábado, marzo 17, 2012

Carlos Salvador Bilardo

Comparto la nota que escribí para el Diario Alfil en motivo del cumpleaños de Bilardo. He modificado algunas cosillas de la versión original impresa. Acá, en mi blog, en mi espacio, puedo poner lo que realmente quiero poner. Espero la disfruten.


El Bilardo rockero de los setentas



Hoy es el cumpleaños de un personaje que marcó un antes y un después en el fútbol argentino, es una bisagra en la historia nacional de este deporte. Amado u odiado, es imposible hacerse el boludo ser indiferente ante su figura. Carlos Salvador Bilardo cumple 73 años. Repasaremos aquí su trayectoria adentro de la cancha, sentado en el banco y realizando otras actividades más alejadas a la pelota.
Al igual que el Señor Burns, Bilardo parece no haber sido joven jamás. Pero sí, lo fue. Y niño también. Comenzó a jugar a la pelota a los 5 años en San Lorenzo de Almagro/Boedo/Bajo Flores y realizó todas las inferiores hasta llegar a primera en 1959. Dos años formó parte del plantel superior siendo partícipe secundario del título del ’59 (partícipe secundario quiere decir que jugó poco y se colgó una estrella en el pecho). En 1961 pasó al poderoso Deportivo Español, que militaba en la segunda categoría. Finalmente, en 1965 llegaría al club con el cual se identificaría para siempre: Estudiantes de La Plata. Con el Pincharrata quebraría la hegemonía de los “cinco grandes” al conseguir el título de 1967, de la mano de Osvaldo Zubeldía, el entrenador que lo marcaría a fuego. Tres Copas Libertadores (1968-69-70), una Intercontinental (1968, venciendo nada menos que al Manchester, en Old Traford) y una Interamericana, fueron los títulos que obtuvo Bilardo con Estudiantes. En 1970, con tan sólo 31 años, se retiró del fútbol.
Un año después se recibía de Médico en la UBA y asumía la conducción del equipo platense que luchaba por no descender. Al parecer el vestuario era un quilombo. Zubeldía ya se había ido y los muchachos, acostumbrados a pelear torneos, no podían asimilar el hecho de estar peleando por no perder la categoría.
Al título de técnico lo consiguió recién en 1973, año en que volvió a dirigir a Estudiantes, alternando campañas entre regulares y buenas. En 1976 emigró a Colombia para probar merca de la buena dirigir al Deportivo Cali, con quien obtuvo tres subcampeonatos seguidos y lo llevó a la final de la Libertadores de 1978, donde Boca Juniors, campeón defensor, lo derrotó.
En los años siguientes tuvo a su cargo a San Lorenzo de los Mencionados Barrios y a la selección colombiana, y no le fue bien. Volvió a sentarse en el banquillo de Estudiantes en 1982 y obtuvo un nuevo campeonato que le sirvió de trampolín para calzarse el buzo de entrenador de la Selección Nacional.
Su etapa en la albiceleste es conocida. Los datos dicen que es uno de los tres técnicos (junto con Vittorio Pozzo -1934/38- y Franz Beckenbauer 1986/90) en la historia de los mundiales en llegar a dos finales consecutivas, consiguiendo la copa en México 86 y el subcampeonato en Italia 90.
Luego de alejarse de la selección anduvo por Sevilla (donde tuvo su momento de gloria al ser captado por la televisión buchona española diciendo la inocente frase “¿¡qué me importa el rival?! písalo, matalo”) Anduvo por el Boca pre-cabaret y nuevamente Estudiantes, donde asumió para salvar al equipo del descenso e iniciar la senda de la gloria platense que disfrutamos en la actualidad. También condujo a las selecciones de Libia, donde se hizo amigo de Gadafi , y a Guatemala, donde no sé muy bien cómo le fue ahí.
Hasta ahí el palmarés del “Doctor”. Pero Bilardo no ha sido una persona ajena a la polémica. Su juego siempre ha estado emparentado con el resultadismo a ultranza, con la lógica de la victoria, del fin por sobre los medios. En realidad, él tenía “otros” medios y éstos no eran compartidos por una amplia mayoría careta. Y hay que sumarle a esto sus declaraciones filosas y el enfrentamiento (muchas veces fogoneado por la prensa) con César Luis Menotti, el otro técnico campeón del mundo que tampoco está ajeno a las polémicas.

Los amistosos previos a la Copa del Mundo del 86 mostraban a un equipo que jugaba horrible no encontraba el rumbo. Pero, el rendimiento en los 7 partidos del Mundial de México fue de menor a mayor y Argentina logró su segundo y último campeonato del mundo. Claro, el periodismo tuvo que hacerse el boludo, olvidarse de lo que dijo y chuparle el pitito al narigón cuando trajo la copa al país.
En 1990 la cosa fue distinta. Armó un plantel combativo, dejando afuera a muchos de los campeones y con Maradona lesionado. Llegó a la final jugando mal, pero llegó (penales de Goyco y bidón a Branco incluidos). De no ser por Codesal, Argentina hubiera sido el campeón más horrible de la historia de los mundiales. Pero no, él no quiso.
La imagen actual de Bilardo sería otra si se hubiera quedado mudo después del 90. Pero no. Se convirtió en un Charly García, pensando que él era más grande que el fútbol mismo, que era la estrella del show. Perdió el lastre. Cada declaración suya era una incoherencia, una frase que se contradecía con otra dicha meses atrás.
Digamos que su personaje es materia discutible, los logros en la Selección no. Al tipo lo podrán tildar de mil maneras pero jugó los 7 partidos de dos mundiales. Es un enfermo de la táctica, del estudio del rival y fue un revolucionario en muchos aspectos. Minimizar sus logros diciendo que Maradona jugaba solo es una ridiculez. Pensemos en Messi y la selección actual.
Hoy tiene un lugar en la albiceleste, aunque nadie entienda bien qué hace ahí. Se desempeña como mánager o secretario de Selecciones Nacionales, que para el caso da lo mismo. También nos sacó a Maradona del cargo después del Mundial de Sudáfrica y eso dolió bastante.
Fue (o es) periodista, candidato a presidente (en las elecciones de 2003 con el Partido de la Unidad), Secretario de Deportes de la Provincia de Buenos Aires (2006/7), jugador y técnico. Muchas veces la prensa se encargó de agrandar sus dichos y de tejer historias que pudieron ser ciertas o no pero que Bilardo tampoco se encargó de desmentir enérgicamente.
Carlos Salvador Bilardo. El Doctor, el Narigón o el Flaco. Director Técnico Campeón del Mundo. Sólo dos lo pueden decir. Se merece el homenaje. Hasta la próxima. Abrazo de gol.



Dejo un videito de recuerdo de un gran programa con un gran plantel, tan bueno que hasta jugaban con uno menos Nicolás Repetto.

miércoles, marzo 07, 2012

La Verdad




Ismael nació en el campo, en el campo profundo.
De padre y madre pastores, de cuidar un campo del viejo rico, de alimentar a los animales, de agarrar a los que se pierden.
Ismael tenía el horizonte,
era suyo, allá en el medio del todo.

No conocía la música, jamás había escuchado el sonido de un instrumento.
Su padre le señaló un pájaro
y aproximó una idea.
Le habló de aparatos, de miles de sonidos de pájaros combinados,
de animales llamados guitarra, bombo, violín, flauta.
Para Ismael
la música era la voz de su padre
ahí
en el medio del todo.
El mundo era ese horizonte en los cuatro puntos,
donde sea que girara su cabeza.
Su padre
la verdad
el campo.