domingo, noviembre 29, 2009

Lo lindo de ser feliz en casa


El histórico y siempre disponible "Boquita" Guyón se hizo cargo de Belgrano hasta...


Para hablar siempre de lo mismo mejor callar. Mejor llamarse al silencio hasta que algo sacuda lo conocido. Y que Belgrano gane y que encima haya jugado bien no es cosa de todos los días; entonces me autoconvoco a las palabras y vuelvo a las crónicas de días celestes y soleados.
Este es el partido que yo vi/viví. De esta manera abro la(s) puerta(s) de todas las opiniones, de todos los ojos que estuvieron en el estadio, de todas las patas que saltaron, las gargantas que se agitaron, y que venga el viento y que lleve y traiga lo que quiera, lo que le plazca. Alguno manoteará algo, como hojas de otoño y las guardará como verdad.
El primer mensajito de texto sonó temprano, a eso de las once de la mañana: "Donde comemo el asado?" El Gringo Fede estaba seguro que al levantarse tendría, por lo menos, cuatro llamadas perdidas y nueves mensajes violentos, con severos insultos, con interrogantes similares a los que él planteó a las once de la mañana, cuando se levantó y vio su casilla vacía. Le respondí que mi casa estaba siempre dispuesta, pero que esta vez yo no iba a mover un dedo para comprar la carne, carbón, pan, verdura, Fernet(*), coca, etc. Al final, como buenos compañeros, dividimos tareas y todos contentos.
Hubo asado, hubo Fernet(*), hubo cantos previos y hubo un nuevo hincha. Sí, porque convencimos a un santafecino amigo para que se calzara la celeste y nos acompañara (por primera vez en su vida) a una cancha de fútbol. Creemos que fue una de las cábalas y le prometimos que le pagaríamos una parte del pasaje para el último partido de local contra los putos de Quilmes.
Entramos rápido porque había poca gente. Los que también entraron rápido en el partido fueron los de Merlo, porque nos clavaron un gol apenas empezado el juego. Un lateral de mierda, la defensa que duerme, el delantero que pone el botín con los ojos cerrados y gol. Un puñado de jugadores abrazándose y de vuelta esa sensación de mierda de ser humillados en nuestra propia casa. Hago un breve paréntesis: la imagen de los jugadores visitantes festejando es de lo más triste en el fútbol de estos días, en el fútbol de las categorías de abajo (no tan abajo, como el Argentino A). Si uno está distraído, borracho, cantando, charlando, comprando una gaseosa, meando en el baño, mandando un mensaje de texto o chamuyando a alguna mina, puede suceder que jamás se entere de que el rival marcó un gol. La red visitante se infla y no hay sonido que te haga dar cuenta del gol, o sí, el no-sonido, el silencio frío y duro, el peor de los silencios: el nuestro.
Así, sin merecerlo, Merlo se puso uno a cero. Digo sin merecerlo porque a mi parecer Belgrano no estaba jugando tan mal e incluso no dejó de hacerlo después del gol en contra. Y el premio llegó a los 23 minutos: después de una serie de amagues que dejaron a dos defensores en ridículo, desbordó el "Picante" Pereyra, metió el centro atrás y Mariano Aldecoa la tocó solo frente al arquero para marcar el empate. Ambos jugadores, de a poco, y con buen juego, me van callando la boca con los apodos: Pereyra parece ser ese "Picante" de Unión de Santa Fe y Aldecoa deja de ser "Flancito" para ser sólo Aldecoa.
Belgrano jugó, tocó, salió desde abajo siempre que pudo y casi nunca lo atacaron con seriedad durante todo el partido. En el segundo tiempo, cuando todo empezaba a terminarse, y después de una linda jugada, Vázquez metió un buen cabezazo para dar vuelta un partido complicado. Fue un 2 a 1 con alta sensación de justicia.
Después vino lo de siempre, los quince minutos "de Belgrano" (iba poner "a lo Belgrano" pero sería una falta de respeto usar esa bella frase que le da nombre a un muy buen blog que salió a luz hace poco y que recomiendo su visita). Nos metimos atrás, muy atrás, demasiado atrás. La mejor chance del Deportivo Merlo para llegar al empate vino luego de, algo así, como doce errores seguidos de la defensa de Belgrano. Al final Turús la terminó sacando en la línea. Los últimos minutos (los del "tiempo recuperado") se desarrollaron en el campo visitante, con el equipo local dominando la pelota (fueron tres minutos, no más).
Belgrano ganó y no jugó mal. Todavía no me animo a armar la frase de la manera más linda: Belgrano ganó y jugó bien. Habría que repetir partidos como este, con resultados similares, para ilusionar, de una vez por todas, a toda esa gente que está siempre: en las buenas y en las malas.


(*) El Word te cambia una de las palabras más cordobesas, Fernet, por "Bernet". ¿Alguien tiene el teléfono de Bill Gates para explicarle un par de cositas?

sábado, noviembre 28, 2009

Palabras




Cuando sus faenas terminan, al caer de la tarde o a la noche, estos hombres apasionados que no tienen pasiones, se reúnen en pequeñas tertulias, con uno o dos amigos. El Hombre de Corrientes y Esmeralda es un misántropo que odia la soledad personal. No puede estar solo. La soledad lo contraría y atrista. Las tertulias se instalan en el interior de una casa o café. El estado de ánimo no se modifica. El café rebosa. En torno a cada mesa hay un grupito de hombres solos. Los hombres de una mesa evitan mirar a los vecinos… Las mujeres están excluidas de esa grey. Son hombres que hablan poco y en voz baja, como si bisbisiearan un rezongo. Es muy raro que discutan o promulguen ideas o sentimientos. Su conversación es casi siempre una conversación desquiciada, con más pausas que palabras, una conversación que no quiere predominar. "Hoy el jefe me dijo que las planillas ya no estaban como ayer. El jefe está medio loco". Alguno se copla sin entusiasmo: "Tu jefe, si sigue así, no va a durar mucho". Suena un tango, la densidad del silencio se intensifica. Cesan los rumores y los ruidos. Todos callan. El café es un templo de atrición. Los hombres encorvan ligeramente sus testas y distraen sus ojos en el borde de la taza en que desprenden la ceniza de los cigarrillos. Meditan. Están ensimismados. Hurgan sus días irreconciliablemente distanciados de la realidad. Divagan. En su fantasía moldean sus vidas como una miga de pan. La desunen, la reconstruyen, la llenan de perspectivas. Son artistas sin otras materias plásticas que sus propias existencias. Sueñan. Es una decepción más que se infiltra en sus ánimos. Cuando el tango termina, los ojos cansados tienen rastros de un desgano que conoció la aventura. Alguien comenta: "Este pasquín tiene pocas noticias de fútbol". Y siguen esperando otro tango.

Raúl Scalabrini Ortiz. "El hombre que está solo y espera".

jueves, noviembre 19, 2009

Feliz cumpleaños: 15 de noviembre

Como los márgenes me quedan chicos
te dedico
hermana
un lugar central.

Acá van algunas fotos/recuerdos digitales,
no tan viejos, obvio.

Van en el MISMO tono familiar con el que nos hemos tratado TODA la vida.
JA
JA
JA

En Francia, creo:




Llorando como nenita cuando te ibas para España:



Tus 90/60/90:



Con el otro traidor de Ramiro (los dos de rosa... putazo):





Bueno, no tengo muchas más.
Capaz que te traen un lindo recuerdo.
Feliz cumpleaños
Te quiero, che.

Un abrazo!

jueves, noviembre 12, 2009

Agua

Esta fue la columna del programa de radio del miércoles pasado.
Ahora, sin música, sin cortinas, sin voces en el dial
con palabras, con tiempo, con imágenes, con voces... las que cada uno imagine.



Agua



Si es verdad que somos de todos lados y de ninguna parte
o la y viceversa de todas las frases.

Si es así que somos sin serlo
las patrias nuestras y ajenas, las tierras y los lugares de la cadena de ancestros.

Si es así ¿Qué queda como nudo, como corazón que ata y no suelta?
¿Qué somos?



Soy el agua que me dio vida, que me vio crecer.
Soy la manifestación acuosa de los sentimientos.
Soy el llanto de mi madre (sus felicidades, sus penurias)
Soy el sudor de mi viejo y del suyo; la transpiración de lo que supo ser una relación de palabras inseparables:
Dignidad y trabajo.

Soy las lluvias de ayer, las que hoy se ruegan, los llantos sufridos del cielo.
Soy la crecida del canal, el desborde del río,
la primera vez que vi el mar, la vez que casi me ahogué,
las camas mojadas de niño, los mates amargos,
las gotas de amor con vos, amor, la humedad de las sábanas,
las bombuchas del carnaval cordobés,
la cancha embarrada, el barro, la piel de barro, la sangre, el vino,
la ventana de lluvia, los vidrios empañados, los que limpian vidrios y los que miran sin animarse a mirar los rostros mojados.

Soy el gusto de mi agua: la más pura de las verdades, la respuesta única a las preguntas, el alivio que encuentro cuando me pierdo y me olvido de lo que soy.
El alivio de saber qué responder
cuando alguien me pregunta
de dónde soy.

Tan hermoso
Como eso.

lunes, noviembre 09, 2009

El concepto Platense-Ferro




Por fin, después de tiempo vuelvo aquí, a las palabras. Harto de escribir crónicas derrotadas y asumiendo un poco de espíritu exitista, me siento en esta silla a contar de la manera que se me cante lo que pasó y no pasó ayer en Alberdi.
"¿Qué carajo tiene que ver ese título?", preguntará alguno. Paciencia, hacia allá voy. Jugando un poco con la literatura y razonando los sentimientos futboleros (o sea alejándome del sentido más o menos acabado que se tiene acerca del fulbo) voy a tratar de explicar las cuatro palabras titulantes de esta crónica.
Cuando uno habla de partidos malos, de encuentros que a priori no generan la más mínima expectativa de buen fútbol, de equipos tan intrascendentes, tan malos, tan asociados con el gris, con la nada, con el fu ni fa, con las tribunas semidesiertas, con transmisiones televisivas que se asemejan en emoción a un partido discreto de golf, uno está en presencia de un concepto llamado: Platense-Ferro (o Ferro-Plantese, como el lector guste). Quizás porque recuerdo mucho aquellos "partidos de los lunes" que solía transmitir TyC, en los que se enfrentaban los equipos de mierda del torneo de primera división: o sea una oportunidad para verlo a mi Belgrano en aquellos años en que jugábamos en la máxima categoría.
Uno prendía la tele e iba directamente al (ex)"canal número uno en deportes" y podía disfrutar o vomitar un vibrante Mandiyú-Deportivo Español o un seguramente inolvidable Argentinos Juniors-Banfield. Los partidos se jugaban de noche (generalmente a las 21hs) y casi siempre la cancha estaba embarrada; no me pregunten porqué, pero así colecciono mis recuerdos.
¿Adónde quiere ir el cronista? Es simple: quiero jugar un rato con las palabras, con los recuerdos, con el presente y con el fútbol. Quiero demostrar que las cosas se pueden decir y sentir de otra manera. Quiero desbordarle y cagarlo a goles al patético periodismo deportivo, que se limita a copiarse a sí mismo y a cambiar las fechas, los goleadores y algunos nombres, manejando siempre el mismo vacío esquema de análisis.
Belgrano viene mal. Sería un completo idiota si conjugo el verbo en pasado (el verbo "ir"). La victoria de ayer ante Platense no invita a pensar en una mágica y, porqué no, milagrosa remontada. Ganamos, y punto. Y a esta última frase la podemos atar con el concepto Platense-Ferro. La victoria de ayer no podía ser de otra manera, no. Jugamos contra Platense. El partido fue terrible: por momentos aburrido, por momentos malo o muy malo. La gente no alentaba, no puteaba, no nada. Eso: la nada. Los goles de Belgrano los metieron los peores jugadores del equipo: Mariano "flancito" Aldecoa (un golazo encima) y Luciano "juego con los botines cambiados" Lollo. Después nos expulsaron a uno y al ratito nos metieron el descuento de pelota parada (no podía ser de otra manera). Platense tiró 35 pelotazos en el área y sus delanteros ganaron por lo menos 32 de ellos, solamente que ninguno se llama Palermo, Henry o Drogba, con lo cual no tuvieron remates directos al arco.

Primer milagro: el viernes por la noche cayeron un par de gotas, pero eso no alcanza para aliviar la sed de la tierra. Segundo milagro: Belgrano ganó de local… ¿hace falta completar la metáfora?

domingo, noviembre 01, 2009

Afuera Ramia por lesión

Viernes 30/10. 20.30hs
Transmisión radial. La previa de Belgrano-CAI, por la 12ª fecha de la B Nacional.


- Comentarista: En Belgrano se confirmó la ausencia de Ramia por una seria lesión sufrida ayer, Jueves, al bajarse de un colectivo.

- Relator: Bueno, aprovechamos desde aquí para mandar nuestro afectuoso saludo a Ramia, como así también a la familia. Seguramente Belgrano notará la ausencia de este baluarte para el partido de hoy. Volvemos a estudios centrales.


Viernes 30/10. 11.30hs.

Comunicación telefónica:

- ¡Vos sos un pelotudo! ¡Cómo te vas a tomar un colectivo! ¡Cómo vas a exponerte a semejante riesgo en la víspera de un partido tan importante! Hay que hablar con Pérez (Pérez: gerenciador de Belgrano) para que nos ponga unos taxis a disposición.
- Tenés razón, Fede, tenés razón.


Jueves 29/10. 16.45hs.

Mi vieja me contó que antes de salir de casa para el hospital el numerito ubicado en la esquina inferior derecha del televisor decía algo como 43.5°. Un calorón cordobés de aquellos. A eso de las cuatro y media de la tarde, con enorme coraje, me calcé la mochila y salí para la facultad a entregar un trabajo para la única materia que curso en este cuatrimestre. Miré el reloj. Calculé mi velocidad de caminata, la transpiración por minuto, las ganas y la potencia del sol. Decidí tomarme un colectivo. No vivo muy lejos de la ciudad universitaria (unas 15 o 20 cuadras, no más) pero el calor estaba matando y como tenía un cospel disponible…
Después de unos minutos de espera lo vi llegar, bien desde el fondo de la Belardinelli, al bólido Azul de la empresa de Transporte Ciudad de Córdoba. Era el A6 (el ex 56). Subo, pago mi carísimo boleto y me quedo parado. Total me bajaba en unos minutos. La sensación térmica en el colectivo rondaba los 63°. Mucha cara de orto, mucho aire hirviendo.
Cuando voy llegando a mi corto destino final me agarro del caño y toco el timbre. El bondi frena de golpe, como siempre, y me dispongo a bajar. Un guaso, que estaba al lado de la puerta, me mira y con un gesto de brazo me hace entender que baje primero. Así que ahí voy, a "mi corto destino final". Cuando muevo mi pie derecho para apoyarlo en el primero de los altísimo escalones de descenso, siento que me raspo un poco a la altura del tendón de Aquiles con el filo del escalón. No le doy bola y termino de bajar. Hago dos pasos, el colectivo arranca y se va. Hago otros dos pasos y me miro la pierna. Sangre. Sigo caminando. Más sangre. Pienso "pucha, parece que fue más que un raspón". Encaro para el edificio de la "Escuelita" para ir derecho al baño a limpiarme. Cada paso que doy es un chorro de sangre más que se me va metiendo adentro de la zapatilla. Definitivamente es algo más que un raspón.
Entro al edificio y lo veo a uno del centro de estudiantes (nota: ese día eran las votaciones para centro, consejo consultivo y consejo superior).

- Che, maestro, ¿no tienen un botiquín en el centro?
- ¿Para qué?
–pregunta el pelado, más atento a la charla con la minita que a mi requerimiento.

No le dije nada y le mostré el tobillo rojo.
¡Uh, loco, eso es para llamar a Ecco! ¡Vení, vení!
Mientras caminábamos de una punta a la otra de la Escuela el guaso no paraba de decir que "ni siquiera en la escuela hay botiquín / esto es un desastre / nosotros de pedo tenemos unas gasas y agua oxigenada / ahora mismo llamo a la ambulancia / por favor no dejes de votarnos".
Como Córdoba es chica y la ciudad universitaria más chica y la Escuela de Ciencias de la Información una familia loca, me lo crucé a Juan Cruz, uno de mis concubinos.
"Juan, dame una mano que creo que me corté".
Así que ahí fuimos, con la sangre derramada sobre las consignas electorales. Juan hizo los mejores primeros auxilios: primero me limpié la pata en un pico, después me tiraron toda el agua oxigenada posible, luego el "pervinox", unas vueltitas de gasa y a esperar la ambulancia.
"Sí, viejo, esto es para puntos sí o sí", sentenció el paramédico.
Después que los guasos de Ecco hicieran exactamente lo mismo que Juan Cruz (agua oxigenada, pervinox y gasas) tuve que esperar como media hora hasta que alguien les dijera, Nextel mediante, adónde iban a aceptar mi tendón sangrante con mi obra social.
- Como vos quieras pibe: te vas por tus propios medios o si querés te llevamos nosotros en la ambulancia. Pero mirá que si hoy hace 40 grados, atrás hace como 50.
Era verdad, adentro de la ambulancia estaba imposible.
Llegamos con el Juan al hospital y me depositaron directamente en una camilla.
El médico Andrés Acosta: sí, va a haber que hacer puntos internos y externos. Tenés el músculo y el tendón expuestos. Esperame un cachito acá que voy a buscar la anestesia y el resto de las cosas.
Después se iría el Juan y llegaría mi vieja. Después pasaría un médico y otro y otro y yo escucharía cosas como "Mariana, vení, vení; mirá: ¿ves? Tendón expuesto. ¿Ves? Mirá." Esas frialdades médicas que hacen que uno se sienta un objeto de estudio. Después me pincharían, me coserían, me reiría, me dolería, me levantaría y me iría a mi casa. Rengueando, obvio.



Viernes 30/10.

Comunicación telefónica:

- Sebastián ¿te duele la pierna? ¿necesitás algo? ¿podés caminar bien? Si no te sentís bien no vayas a trabajar.
- No mami, no me duele casi nada; me molesta un poco pero nada más.

Mentira, me dolía como la concha de la lora. No podía caminar. Me costaba desplazarme, moverme para cualquier cosa. En mi casa no había nadie y todo me lo tuve que alcanzar yo solo y con tremendo dolor. Para bañarme tuve que cortar tres bolsas de supermercado y encintármelas alrededor de la venda. Así y todo fui a trabajar. Terrible idea: no podía estar parado. Decí que trabajo con "compañeros de trabajo" que te bancan todas. Estuve un rato largo sentado, cobrando, atendiendo poco, explicando a los que me preguntaban por mi renguera. Ayudó que se haya cortado la luz muchas veces. Cuando el calor y el dolor eran suficientes, cobré el día y me fui.
Durante toda la tarde no pararon de llegar mensajes de textos del tipo: "esta noche nos vemos en la cancha puto!", de mi tribunero amigo Martín Cardo. Otro del pelado Dubicki, que hace como un año que no pisa en el Gigante: "che, esta noche puedo ir a la cancha, nos vemos ahí?". Uno del fino: "nos comemo un asado en Bedoya esta noche?". No sólo que no podía hacer nada de todo esto sino que tampoco podía contestar ya que mi celular entró en una parálisis facial en la que los botones de la izquierda dejaron de andar: el 1, el 4 y el asterisco. Entonces no podía usar para mensajes de textos las letras h, i, j, ni tampoco los signos de puntuación. Un desastre por todos lados el viernes.
No hubo asados, no hubo tribuna, no hubo cerveza, no hubo "gracias Belgrano querido, gracias por las emociones (...)", no hubo victoria celeste, no hubo gritos, ni bailes. Hubo, sí, abrazos de consuelo que me ayudaron a cerrar un día difícil. Hubo, cuando la noche era bien noche, lindas sonrisas.

Sábado 31/10. 12.30hs.

El médico Andrés Acosta, luego de sacar la venda y examinar la herida ya cosida, asintió con conformidad y dijo "esto está excelente. Nada de deportes por 30 días y venite dentro de 15 días así sacamos los puntos ¿eh? Ahora esperá acá un ratito que ya viene la enfermera así te ponen la vacuna".
- Bajesé los pantalones por favor –me dijo la experimentada enfermera.
¡Pum! Una en cada cachete del culo. La antitetánica, por si acaso, me dejó dos marquitas en el trasero. Al salir, sobándome con ambas manos, le dije a la enfermera: "gracias por la gentileza, eh". Las enfermeras, que eran dos, se miraron y me dijeron "no seas tan mamita que no duele nada". Se me cagaron de risa. Yo también.



Domingo 01/11.

Ya puedo caminar. Me estoy preparando para llegar en óptimas condiciones al próximo partido. Belgrano me necesita y yo necesito de él.

p.d: Belgrano 1 - 3 CAI.