martes, agosto 31, 2010

Las cosas de Barrio Las Flores VI

Residentes y visitantes se prestan las experiencias. En un dar y tomar se intercambian sus respectivos pasados en las veredas del barrio. Apoyan las espaldas en las verjas, reposeras, sillones o en el respaldar del aire y hablan. Intercambian sus lugares comunes acerca de las mujeres, de los hombres, el cuarteto, los autos, el tráfico, la presidente, Tinelli, Talleres, Belgrano, Instituto, Racing, Las Flores o San Lorenzo.

Parece que los Sánchez se van a ir de vacaciones a las sierras este año.

Al viejo de la esquina se le murió un perro. Sí, pobrecito, está destruido. Lo pisó un auto. Pobre. Encima que la mujer… Sí, cáncer. Y… estaba viejita. Pobre, Victor, pobre. Es que por esta calle pasan echando puta. Sí…

La Romina se ha recibido de enfermera ¿te enteraste? Le hubieras visto la cara a la madre. Orgullosa estaba…

Los de la esquina van al Sargento Cabral esta noche. Se juntan en el kiosco a chupar algo, después buscan a las minas y salen nomás.

Escuché que lo asaltaron al Daniel; sí, el de la verdulería. Eran dos. Quince años habrá tenido el más grande. Ya no se puede vivir…

¡Es un varón! ¡La Claudia tuvo un varoncito!

Las mujeres, las niñas adelantadas caminan con los pantalones ajustados. Atraen los pares de ojos, se llevan los silbidos y los piropos para su casa. En la soledad de sus habitaciones, tratan de entender todo lo que recibieron. Tienen edad de muñecas pero ya quieren jugar a la realidad. La doña barre la vereda por no llorar. Otras planchan, lavan, retan a los críos, se preocupan por todo, escriben el pizarrón con tiza, ven la novela, discuten la novela, sufren la novela, juegan a la novela. Juegan a la canasta, toman vino blanco, hacen el amor, culean, laburan, duermen y despiertan.

Los guasos atienden las despensas, patean una pelota en la plaza, andan en bici, se escavian en la esquina, aprietan con las guachas, hacen los deberes, pizzas y lomitos, lavan el fiat uno y el 147. Comparan celulares, se acomodan la gorrita, chorean zapatillas, manejan bondis, silban una de La Mona, van a la facultad, cambian el cuerito de la canilla, miran cualquier partido, escriben textos para radio, hacen el amor, culean, laburan, duermen y despiertan.

Acá pasan cosas. A ver, el tiempo pasa, eso es innegable. Se nota en los codos de las viejas, en las arrugas del Quique, en la pintura de las paredes, en los perros que ladran afónicos. Pasa. Transcurre. Al calendario no se lo puede detener. Las hojas se caen todos los días y la gente se acomoda como puede.
Pero el tiempo, o mejor dichos LOS tiempos van en otra velocidad. Es como que el barrio tiró el ancla en su tierra. El suelo, a veces blando como la arena, otras duro como la arcilla, juega con la barriada, estirando el paréntesis del tiempo.
¿¡Cómo les puedo explicar que acá todavía hay reposeras en las veredas?! Que los viejos de Ejército juegan al tejo en un pedacito de jardín. Que los vecinos me miran a los ojos y me saludan, levantan la mano o mueven la cabeza, me dicen "eh, qué hacé? Cómo andá?" Que a las compras las hacemos en René, o en Walter, o en Los Lentos, o en lo de la Estrella o en donde antes tenían la despensa Los Chicos. Que cuando caen dos gotas el barrio se inunda todo y hay que ver cómo sube el agua. Que los pendejos andan en bici y juegan a la pelota. Que esto no es un paraíso, no es lo ideal, no es un el sueño dorado de casi nadie. Es lo que es y con eso basta. Porque los falsos castillitos de naipes se derrumban con el primer estornudo.

Yo vine y me quedé.
Todavía no soy uno más pero sin dudas no soy uno menos.
No hay moraleja… la historia empieza y termina todos los días.

sábado, agosto 21, 2010

La fuerza de las evidencias

Y sí...
Domingo 20 de agosto.
Invierno.
Un sol precioso que nos permite el coraje de andar de mangas cortas.
Juega Belgrano de local.
El asado y el fernet aguardan su lugar en los estómagos...

Y sí... Es un día peronista...