domingo, febrero 19, 2012
Abebe Bikila. El hombre descalzo
Pa Diego.
Los Juegos Olímpicos están plagados de historias impactantes, de gestas heroicas, de grandes fracasos, de demostraciones de valor, coraje y superación. El lema olímpico "más alto, más rápido, más fuerte", sirve para entender el espíritu del hombre en el deporte. Los Juegos son la cita deportiva más importante de casi todas las disciplinas (en realidad de todas, menos del fútbol). Hay momentos que son una bisagra en la historia. Abebe Bikila, famoso maratonista, fue el protagonista de uno de ellos.
Nació en Etiopía, el 7 de agosto de 1932 en Jato, un pequeño pueblo a unos 130 km de Addis Abeba, la capital etíope. Su familia era muy pobre y él comenzó a trabajar de pastor para ayudar a sus padres. Completó varios años de estudio, cuando decidió alistarse en la Guardia Imperial de su país para escapar de la miseria.
Una postal romántica del inicio de su carrera recorre todas las biografías: dicen que una vez vio a varios muchachos vestidos con la indumentaria oficial olímpica y quedó deslumbrado. Los pantalones y la campera con los colores patrios y la palabra Etiopía en las espaldas. Era el abrazo de la bandera al cuerpo, la representación de la patria ante el mundo. Esto deslumbró a Bikila y soñó con poder vestir algún día las ropas de su país.
La carrera de Bikila está plagada de curvas y contracurvas, de casualidades y causalidades. Como si el destino hubiese estado escrito en constantes zetas, dibujando una vida increíble. A sus 19 años, mientras contemplaba un desfile de atletas que en 1956 representarían a la nación en los Juegos de Melbourne, conoció al entrenador sueco Onni Niskaken. Este hombre finés nacionalizado sueco había sido contratado por el gobierno etíope para preparar a los potenciales atletas del país. En poco tiempo, vio talento en Bikila y lo convocó a una prueba. Se anotó en la competencia, en la que participaba el ídolo de su país: Wani Biratu. Abebe ganó, probablemente sin saber que por esa actuación tomaría el avión a Roma a último momento, porque Biratu se había lesionado un tobillo en un partido de fútbol. Así, el ignoto Bikila fue integrante de la delegación etíope. Su destino empezaba a escribirse, con suerte y muchísimo talento, con azar y determinación.
La maratón es una de las disciplinas más importantes de las olimpíadas y es quizás la que mejor representa el espíritu de superación propia de los Juegos. Competición atlética introducida en 1896 (año de la celebración de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, en Atenas) en recuerdo de la legendaria hazaña del guerrero griego Filípides, que, según la leyenda, corrió 42, 195 kilómetros desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria de los griegos contra los persas en el año 490AC y cayó muerto de cansancio después de dar la noticia.
Bikila llegaba a los Juegos Olímpicos de Roma 1960 siendo un total desconocido para sus rivales y el público. El día de la prueba, Bikila salió a probarse el calzado de Adidas, el sponsor oficial de la competencia. Quedaban pocos pares y no conseguía su medida. Entonces, antes de quedarse con unas que le fueran incómodas, prefirió salir con los pies desnudos. Sí. Descalzo, como se entrenaba en su pueblo. El sol comenzaba a ocultarse en el verano romano, el disparo sonó y los corredores largaron.
A todos les llamaba la atención la falta de calzado de Bikila y, a medida que la carrera progresaba y el etíope se mantenía en el lote de los punteros, el público comenzó a alentar al africano. Cuando promediaba la competencia, dos corredores se mantenían adelante, Bikila y el marroquí Rhadi Ben Abdesselam. La noche se hacía presente y la Via Appia se iluminaba con antorchas para marcar el paso de los atletas. Cuando faltaba poco más de 1 kilómetro, Abebe Bikila aceleró y dejó atrás al marroquí. Corrió solo los últimos 500 metros y así, descalzo y casi sin inmutarse, como si no hubiera estado más de dos horas corriendo, cruzó la línea final. Los relojes se detuvieron en 2h15m16s, convirtiéndose en el nuevo récord mundial. Con tan sólo 24 años de edad, Abebe Bikila se transformaba en el primer africano en conseguir una medalla de oro en la historia de los Juegos Olímpicos. El continente más postergado hacía suya la victoria, y colocaba a Bikila en el podio de los héroes.
Durante los cuatro años siguientes ganó todas las competencias en las que se presentó. El destino trazó un nuevo zigzag: a tan sólo un mes de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, le detectaron una apendicitis aguda y tuvo que ser intervenido. Parte de su entrenamiento consistió en correr por los patios del hospital. Muchos dudaban de su participación pero finalmente fue de la partida, esta vez con zapatillas. Nuevamente quebró todas las lógicas al consagrarse ganador de la maratón y quebrando su propio record mundial con 2hs12min11seg. Nadie había logrado imponerse dos veces consecutivas en la histórica disciplina.
Llegó a los Juegos de México 1968 como favorito, pero una lesión en su rodilla derecha lo obligó a abandonar en el kilómetro 17. La victoria fue para su compatriota Mamo Wolde, para mantener la supremacía etíope en la competencia. Esa fue la última vez que Bikila corrió.
Un año después sucedería lo inesperado: en un choque con su auto, Abebe Bikila sufriría graves heridas que lo dejarían cuadripléjico. Luego, tras ocho meses de intervenciones en Inglaterra, lograría recuperar la movilidad de la cintura para arriba quedando parapléjico. El hombre que volaba corriendo quedaba condenado a la silla de ruedas.
A los 41 años, el 25 de octubre de 1973, falleció de un derrame cerebral, en el hospital de la capital de su país. Allí, el cuerpo de Bikila se rindió ante una enfermedad que lo había carcomido físicamente durante el último tiempo. Más de 65.000 personas participaron de la despedida al héroe africano.
Abebe corrió toda su vida haciendo historia. Lo logró, cruzó la meta y quedó grabado en la memoria de muchos. Hasta la próxima. Abrazo final.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Impresionante historia. O sea que Africa entraba en la historia a pesar de andar en patas...es una imagen muy fuerte.
(Casi como "Como si el destino hubiese estado escrito en constantes zetas": un Naroski legítimo, usted...)
No creo que haya sido falta de talle lo de las zapatillas adidas, si no que estaba incomodo y acostumbrado a correr descalzo, para Tokio 64 ya tenia sus zapatillas.
Publicar un comentario