lunes, abril 28, 2008

Feliz cumple, vieja.

No suelo usar el blog como diario íntimo, pero las circunstancias a veces lo ameritan. El 21 de este mes cumplió años mi mamá. No habrá foto, ni texto alusivo, pero aprovecho para volver a postear el regalo que le hice para el día de la madre del año pasado.
Espero sepan entender el amor que mueve en un hijo la existencia de una madre.
Acá va...


TERCER DOMINGO DE OCTUBRE


¿Me querés? –pregunta la vieja.
¡Por Dios! Yo no sé si esas ridiculeces se le ocurren ahora, que los años se empiezan a notar en el espejo de sus hijos. Mi mamá tiene esas cosas. Con una pregunta directa, de obvia respuesta, trata de lograr una expresión en mí, un gesto que tape mis dos décadas y media de silencios, mutismos, esporádicos gestos. Stop. Corrijo. Suponiendo que aprendí a hablar a los…, no sé, ¿dos? ¿tres años? (¿cuándo fue, mamá? Vos seguro que sabés) Y que mis primeras palabras no deben haber sido demasiado razonadas. Bueno, cierro en una década y media. Prosigo.
¿Me querés? –pregunta la vieja.
Lo que pasa, mamá, es que yo no funciono así. Ni siquiera sé muy bien cómo carajo funciono. Sé que tu pregunta esconde el deseo que yo venga, de la nada, y te diga que te quiero mucho, y vos me vas a preguntar “¿hasta dónde?”, hasta el cielo, mamá; como cuando era chico ¿te acordás? Siempre me decías que era un chico muy cariñoso con la gente y que de un momento a otro dejé de serlo. ¿Por qué pasó eso, mami? Vos me conocés de arriba abajo, de izquierda a derecha. Y a veces nos separa un mar, o un arroyito que parece minúsculo pero imposible de cruzar. Vieja, te quiero hasta el cielo. “¿Hasta dónde?”, le preguntás a ese rubio flaquito que soy yo hace muchos años. Hasta el cielo. “¿Hasta el cielo nomás?” Bueno, hasta las estrellas. Y mucho más. Lo sabés. Pero querés que te lo diga.
¿Me querés? –pregunta mi mamá.
Me hacías la leche en el jarrito de loza azul, ese que era chiquitito y que alcanzaba para dos tazas nomás. ¿Te acordás? A mí me gustaba la taza amarilla, y a la Luciana también. Y vos nos arreglaste a los dos y conseguiste que cada uno tuviera una amarilla. Y fin del asunto. Ojalá. Después quería la verde. Y de vuelta a recuperar la verde. Me curaste las rodillas mil veces. Esa bici roja me acompañó hasta el final de mi infancia, y vos también, y mucho más. Los años pasan. Y no te das cuenta que de un día para el otro tus hijos, el fruto del amor, tienen que volar, hacer sus vidas. Y las cosas, vieja, no van a ser como vos querías, porque ahora decidimos nosotros ¿entendés? Pero creeme, mami, que ponemos todo para que vos estés orgullosa de nosotros. Porque nos pone feliz verte sonreír. Porque tu felicidad es nuestra vida. Y vos sos mi orgullo porque sos mi mamá, mi vieja.
¿Me querés? –pregunta la gorda.
Y todavía no entiendo, hoy que han pasado años de ese apodo, que te siga molestando tanto. ¿No ves que te lo decimos, en parte, por cariño, y en otra porque nos encanta hacerte enojar? ¡Es que es tan fácil! Y a vos gritar no te cuesta mucho. Pero no te preocupes porque para mí siempre vas a ser mamá, mami, o má. Y esas dos letras bastan nomás para que vos vengas corriendo a mi socorro cuando vuelo de fiebre y me caigo al piso porque deliraba con la temperatura ¿Te acordás, vieja? Maaaaaaaa, gritaba desde la pieza, quiero esto, aquello, y eso otro; y vos dejás todo para que yo tenga una sonrisa en mi cara, para que yo no me enoje, porque a vos te brillan los ojos cuando yo estoy feliz, lo sé, lo veo, lo siento. Y hoy, todavía, a pesar de que ya soy grandote de cuerpo, pero niño en tantas cosas, seguís detrás de mí, en silencio, tratando de no decirme lo que tenés ganas de decirme porque yo, al igual que antes, me enojo. Y a veces parece que mis momentos de felicidad se agotan y que no tengo nada para darte. Con una sonrisa vos estás hecha y yo tantas veces ni siquiera puedo dártela. Y a vos no te importa porque a pesar de todo, vos estás orgullosa de mí, de tus hijos. Y sé que quisieras que fuéramos el uno para el otro pero antes de eso tenemos que ser el uno para el uno y superar tantas cosas, tantos silencios.
¿Me querés? –pregunta la mami.
Me enseñaste a cruzar la calle, a sumar y a restar, a comer helado, a rezar, a atender el teléfono, a sonreír, a ser lo que soy, a andar en bicicleta, a no faltar el respeto, a comer con la boca cerrada, a no limpiarme la boca con el mantel, a no eructar en la mesa, a leer y escribir, a soñar y miles de cosas más que no me alcanzarían las palabras para nombrar. Muchas las lograste a pesar de que siga eructando y que vos me grites. Mami: me enseñaste a ser lo que soy. Sos mi vida. Con mis fallas, mis defectos, y las virtudes que tengo y que tantas veces niego, por miedo, por timidez, soy esto que ves. Mi corazón tiene mucho que ver con el tuyo. ¿Entendés? Y vos me preguntás si te quiero… y me doy cuenta que tendría que decirlo más seguido.
¿Me querés? –pregunta la mamá.
Y a esa pregunta desesperada que me tirás muchas veces las respondo con frialdad. Perdón. De vuelta, perdón. Mamá, por supuesto que te quiero. Hoy más que nunca. Hoy que ando a los tumbos por mis días. Hoy que ya no compartimos el mismo techo. Hoy que lloro, en parte por dolor, y en parte por felicidad, por saber que también puedo amar, que no soy una piedra, como en algún momento pensé. Estas lágrimas, las mías, y las tuyas, son el reflejo de todo lo que siento, lo que sentimos. Si vos no estuvieras yo no sé que haría. No quiero ni pensarlo. Te quiero tanto, tanto, tanto. Feliz día mamá. Hoy, y mañana, y pasado. Todos los días de tu vida, que es la mía.

¿Me querés?
Sí, mami, hasta el cielo. Y si me olvido de decirlo nunca dejes de preguntarme.

Feliz Día de la Madre.

lunes, abril 21, 2008

Maullando por ahí


Nunca fui muy amigo de los gatos. Desde chico me gustaron los perros, los perros grandes, amigotes, siempre dispuestos a jugar.
Hasta que un día apareció "mancha", y la hija de puta se metió en el corazón de todos los que vivimos en casa. Se hizo amiga de la "negra poli", nuestra perra y tenía entrada libre en el hogar.
Tristemente tuve que presenciar el paso del puto colectivo... y se la llevó.
A ella, este pequeño homenaje. La más grossa, y la más linda gata que tuve.
Seguí maullando por ahí...



Era bien linda la guacha

Poli y mancha jugando


"Yo no fui"





viernes, abril 04, 2008

Ruidos cotidianos

algunos ruidos que me molestan (mucho, poco, pero molestan)

- Ruidos de autos (motores, bocinas, frenadas, etc)
- Los frenos de las bicis mojados.
- Ladridos de perros (ha sido progresivo. Con el paso de los años me molestan más y más los perros que ladran a todo y a nada. Pero creo que lo que me violenta son los pelotudos de los dueños)
- Los gatos cogiendo (hacen ruidos como llanto de bebé... no está bueno eso) (y siempre de noche)
- Los bebés/niños llorando (yo sé que a veces pueden ser tiernos, pero esos llantos incomprensibles, o esos gritos sin lágrimas..., me superan, y a veces me irritan)
- Una canilla goteando (¡¡¡callateeeee!!!)
- Unanimidad: el despertador (pi-pi-piiiiii.... pi-pi-piiiii.... ¡aaaaaaaaaaaaah! ¡callate!)
- Las madres gritando
- Chirridos: la tiza en el pizarrón, un tenedor contra un plato, etc. (destruyen los dientes)
- Los caños de escape de mierda de las motos (encima están de moda...)
- Las impresoras viejas, esas que estaban antes en todas las oficinas (chiiiiic, chiiiiiiic, creo que se llaman impresoras con cinta de tinta)
- El torno del dentista (HIJO DE PUTA)
- Tus viejos cogiendo en la pieza de al lado.


uuuuuuuuuuuuuuuuh, hay como pa tirar manteca al techo.
Espero los suyos (estos son más jodidos que los anteriores)