jueves, septiembre 27, 2007

Yerba mate libre

Me llegó un libro de un autor del que no había oído nunca. Se llama Guillermo de Posfay. Investigando en internet, y preguntando otro tanto a algunas personas, me enteré que tiene muchos libros escritos. En un lenguaje cotidiano, profundo, y bien pensado, ha tocado mi corazón en algún modo. Este estracto es de la novela: Yerba mate libre. Un poco de lo que siento por esa infusión y por el amor.
Espero les guste. Espero lo lean.
(tiene una página en internet. Pongan el nombre en el google y "click")



"Al llegar a casa Henna no está. Preparo un mate, escondo la yerba bajo un tirante del piso de madera y subo al techo a pensar. Miro. Tantos edificios y ventanas de donde puedo ver otras construcciones como en la que estoy. Las ciudades ya han sido pensadas, y a partir de allí, está mal visto pensar. Una ratonera organizada ¿cómo es que hacen para controlar todo esto? Y sin embargo, lo controlan, o al menos en apariencia. Dicen controlarlo, y también tienen el control de lo que dicen. Tienen poder para investigarte, ubicarte, perseguirte. Todo lo pueden hacer sin que lo sepas. No los ves, pero te miran. Y cuando no pueden verte tu cabeza es un caos. Millones de ondas y frecuencias cruzan el cielo. De una antena a una radio, de un teléfono a un satélite, de un transmisor a un radar Eso altera los pensamientos ¿no creés? Eso hace inestable la concentración. Vigilan porque tienen miedo en realidad, y su misión está en infundírtelo. Por eso interrumpen, rompen, destruyen. Por eso aman las cadenas, que no dan frutos, ni florecen, ni respiran. Así son mis enemigos, y sus amigos, y los mendigos de su amistad. Cuando luchás por la vida, todo parece poco. Todo, pero no sabés... Un buen aprendizaje llega lejos. Un recuerdo bien guardado tiene más poder que el mismísimo presente. Cualquier acto puro, vigoroso, con toda la esencia de tu ser volcada sobre el mensaje, perdura inagotablemente. Un niño puede olvidar fácilmente las miles de horas que pasó frente a una pantalla pero nunca olvidará el momento en que por primera vez anduvo solo en bicicleta. Todos tus actos son ejemplos. Hacer significa no ver. Hacer deshaciéndose de lo hecho. Es hermoso, nada igual. Así mismo, cuando luchás a favor de algo verdadero, a su vez estás luchando contra todo lo falso y mentiroso. Me siento mucho más útil sembrando una planta que quitando los cascotes que no le permiten crecer. Me siento mucho más útil regando esa planta que volviendo a quitar nuevos cascotes. Me siento infinitamente más útil comiendo de esa planta que rompiendo cascotes sin comer. A la tierra hay que ablandarla, abonarla, servirla. Mi oportunidad es ahora, la única vida que conozco late en mí. Y como aprendí a ser libre, voy en contra de la ley del mismo modo que la ley va en contra de nosotros. Cuanto más libre soy, más quiero. Mi libertad continúa donde comienza la del otro. Estoy aquí, en el momento más insoportable de la Cruzada contra la Yerba, tan tranquilo como desesperado. Empuño el mate, lo mantengo firme, no olvido que mi amor es más fuerte que mi brazo ¿quién puede deshacerse de su sangre? Ahora miro hacia el interior, veo la yerba, la reconozco como planta que nació de la tierra de donde creció todo incluso yo mismo. No es venenosa y por lo tanto inofensiva, ¿acaso me lleve a algún lugar donde no puedan vigilarme? Iré hacia allá de todos modos. Cuanto más lejos llegue más cerca estaré de conocerme ¿voy a privarme ese placer porque algunos quieren conservar al mundo privado? Como yo entiendo esta vida, como yo disfruto la yerba que trago, esto es un dominio sobre las tradiciones. Y no hablo de tradición en el sentido ordinario de la palabra. Tradición como contrario de traición. Es cierto que gracias a la yerba y a los avatares que implica comprarla usarla y venderla, descubrí a las personas y muchos aspectos de ellos que desconocía. Es cierto que hubo cientos de veces que me pregunté cómo seguir. Reflexionaba esto sentado, quieto, con las manos cansadas. Miraba la ventana y el viento. La primera rota, el segundo soplando en contra de mi aliento. Millones saben lo difícil que es subsistir y lo fácil que es soñar en Sudamérica. Pronto comprendí que en esa posición me hundía. Entonces me levanté, me moví, le di trabajo a mis manos. Supe mi dirección sin saber el camino conveniente ¡y vaya que lo busqué y di vueltas sobre el asunto! Todas y cada una de mis dudas, al resolverse, me fueron dando seguridad ¡cuántas certezas les debo a mis dudas! Porque en esta ciudad que ahora contemplo he movido dos o tres toneladas de yerba de un lado a otro en pequeñas y grandes cantidades. Tomé mate en calabazas, vasos, chupitos, tapas de envases plásticos, capuchones de lapiceras, dedales. Tomé con yerba usada, yerba negra, yerba podrida. Tomé y convidé, porque un mate no se le niega a nadie, y menos a todo un pueblo. Para que la yerba deje de estar prohibida, hay que permitírselo a los demás y a uno mismo. Para que las plantas dejen de estar prohibidas, debemos amar la tierra y todo lo que de ella crece. Si las comunidades logran eso, deberán crear rápidos anticuerpos contra la opinión pública que está manipulada por intereses privados y que siempre estuvo suscrita a la posición oficial y sus leyes represivas, su propaganda infundada y su desinformación. Los injustos pueden decir y hacer cualquier barbaridad sin que los desaprueben porque de ellos es la ley y la ley premia a los mayores delincuentes. El que tiene senderos en su mente debe ocultarlos con matorrales, debe tolerar lo que no le toleran. Será siempre así mientras lo manejen los ceros negativos de solidaridad, mientras enviemos nuestras ideas en un buzón que lleva cartas al centro de la tierra. ¡Bum! ¡que salte todo! ¡que estalle como la primavera! Hay que luchar por la libertad donde quiera que esté, ella o nosotros. Hay que procurarse nacer muchas veces... y morir una sola. Termino el mate y bajo a mi pieza. Vuelvo a mirar si la yerba está donde la dejé. Bien, los duendes todavía no la descubrieron. No puedo evitar pensar que es un montón y resuelvo sacármela de encima rápidamente. A medianoche regresa Henna. Entra como un rayo y parece asustada. Luego de abrazarme me cuenta que en un noticiero vio que habían atrapado a los viejos con yerba en un galpón, y creyó que yo... ¡qué alegría le da verme! La noticia me paraliza por completo. Descargo toda la tensión en un llanto. Después prepara un cimarrón. Mientras ensilla el mate le cuento atropelladamente cómo me apretaron. Me pregunta si los viejos saben dónde vivimos. Supongo que sí, tranquila... no van a delatarnos. Suena el timbre. La electricidad me toca el miedo. Nos miramos con Henna fuertemente. Ella se levanta decidida y va a atender."

lunes, septiembre 17, 2007

Al título lo pone el que lo lee


Antes de que la inspiración se me vaya te quería contar que otra lágrima se desprendió de mis secos ojos. Y ya no sé por qué me pasa lo que me pasa. Te quería decir que a pesar de haber visto ese gol tantas veces no puedo evitar emocionarme. Si tuviera que buscarle una explicación, te puedo confesar que nunca busco evitarlo, y me contradigo a cada rato. Que son cosas que uno a veces piensa pero que no siente en lo más mínimo. Quiero decirte gracias por sostener tantos años mis alegrías y las de tantos. Con dos piernas, y principalmente con esa zurda mágica, nos hiciste, y nos hacés gritar, saltar, aplaudir. Vos ya sabés lo que hiciste, pero yo quiero ahora decirte lo me hiciste a mí. Se habla mucho, y a veces se habla de más. Y eso no lo puedo soportar. Te quiero contar que hoy me sentí vulnerable ante tantas sensaciones. Porque pasaste a medio equipo inglés y mucho más: pasaste a la historia. El gol más visto del mundo. El gol más bonito. El gol con más trascendencia. El gol de los mundiales. El gol. Tan simple y tan enorme como eso. El ejemplo de gol sos vos, lo que hiciste, lo que les hiciste. Y también hiciste el otro, el primero, y todo en un mismo partido. Porque fuimos y somos manoseados constantemente. Nos meten la mano en el bolsillo y el dedo en el culo. Y vos, saltando con tu estatura de duende, con el sol como testigo, te burlaste de todo un país, de toda una potencia, de los “inventores del fútbol”, de los que colonializan, matan, humillan y roban en todo el mundo. Y les robaste a ellos. Y tenés cien años y toda la eternidad de perdón. Aunque sabemos que Dios se debe estar cagando de risa por ahí. Y el pueblo se abrazó. Y nos uniste a todos, porque tenés ese don. En este país de ladrones y de honestos, de corruptos y trabajadores, de blancos y negros, opresores y oprimidos, todos quedamos boquiabiertos con el corazón tratando de entender todo eso que pasaba. Y después quisiste mostrarles a todos que podías hacer lo que querías con una pelota. Gambeteaste a la tristeza y a la pobreza pisando la pelota una y otra vez. Después te salió al cruce la violencia y la dejaste atrás. Con el panorama y la idea fija en la cabeza, enganchaste rápidamente y la amargura y el dolor de un país quedaron atrás. Te quiso agarrar de la camiseta la historia, para que no siguieras avanzando, para que las cosas siguieran en el lugar de siempre, pero no pudo. Enfrentaste, finalmente, al imperio, no sin antes dar una miradita al costado para contemplar a tu gente, que corría al lado tuyo desde que empezaste: Fiorito, tu viejo, los pibes, el hambre, la miseria, Boca, Argentinos, Argentina, Valdano y Burruchaga. Y con un toquecito de zurda terminaste de pintar una obra inigualable, escribiste la vida de todos, y nos abrazaste, te juro que nos abrazaste. Y nosotros, aunque fuera sólo por noventa minutos, dejamos todo eso atrás y más.
Estas lágrimas, estas palabras y las que vendrán, para vos. Ya sos eterno.