jueves, mayo 31, 2012

el grito de gol en tu parlante

viernes, mayo 25, 2012

El mejor George


Providencial pase de la efeméride que abre la jugada para recordar a un gran jugador, un personaje increíble dentro y fuera de la cancha. Hablamos, por supuesto, de George Best.
Nació en Irlanda del Norte, el 22 de mayo de 1946. Parece que de chico ya movía el balón bastante bien. Un reclutador del Manchester United llamado Jorge Griffa Bob Bischop tomó nota y le envió un mensaje de texto telegrama al entrenador Matt Busby con la frase: "te encontré un genio". Con 15 años, George Harrison se mudaba a Inglaterra para formar The Beatles empezar a escribir su historia. Armó un bolso, se despidió de los amigos de la cuadra y les dijo: "No voy a poder jugar el picado de las tres. Me voy al United". 

Hizo las inferiores y en 1963, a los 17 años, debutó en la primera de los Diablos Rojos y durante diez años sería uno de los mayores ídolos del club. En una época donde no había internet y videos de youtube consiguió, gracias a su extrema calidad con la pelota, hacerse conocido en todo el mundo. 



Best era zurdo pero manejaba muy bien ambos perfiles, lo cual le permitía tener un panorama de la cancha y de las posiciones de los jugadores, envidiable. Enfrentaba en el mano a mano a cualquiera, tenía un pique devastador y encima era goleador. Gambeteaba en una época de canchas con barro, en la que si te la pasabas de listo estaba permitida la guadaña a lo Krupoviesa. Es sorprende ver cómo el tipo dribleaba, sorteaba jugadores, patadas y tackles. Le tiraban a matar, lo golpeaban, trastabillaba, caía, se levantaba y seguía. Después capaz que intentaba pasar al arquero en vez de darle la pelota a un compañero que estaba mejor ubicado. A veces terminaban en golazos (muchas veces para ser franco) y otras… bueno, era George Best. 


El mismo reconocía su talento, su capacidad para tener el balón y no perderlo: "Siempre me vi como un entretenedor. Yo sabía que podía hacer cosas para que la multitud se levantara. Si había un rival que me tenía a mal traer, agarraba la pelota y lo llamaba, le pedía que viniera a marcarme, lo desafiaba y la gente se ponía como loca. Era todo un gran teatro".
Para Best la vida era eso, un teatro, una actuación, y hubo un momento en el que la realidad y la ficción se confundieron. Era un joven talentoso, con carisma y buena pinta en la Manchester de los años setenta. Un soltero suelto en una ciudad revolucionada. Las locuras que hacía en la cancha no eran nada comparadas a las que hacía de noche. Como tantos otros ingleses, George tenía una debilidad con el alcohol incontrolable: le requetecontra cagaba de gusto.  

                   Genio y figura de la noche

Su cara comenzó a aparecer más en las revistas de moda que en las de fútbol, transformándose lentamente en un Ogro Fabbiani pero con más facha y con muchísimo más talento. Mientras estuvo en buen nivel el club toleró sus exabruptos. El técnico del equipo, el legendario Matt Busby intentó de todas las maneras persuadir al joven de que abandonara ese estilo de vida pero fue imposible y el propio Best  lo reconoció: "El hizo todo lo posible. Me habló con calma, me gritó, me suspendió, me dijo ‘largá el escabio, pelotudo, vas a terminar en Defensores de Belgrano como Donkey Ortega’, me abrazó y me habló como a un hijo. El hizo todo pero el que podría haber hecho más era yo".  

Facherazo y jugadorazo... yo hubiera llevado la misma vida


Diez años estuvo en el Manchester United. Consiguió dos títulos de liga y la Copa de Campeones de Europa en 1968, ante el poderoso Benfica de Eusebio. En aquella final Best jugaría uno de los mejores partidos de su carrera, definiendo el pleito en tiempo suplementario y consiguiendo uno de los goles. Best jugaría también la final de la Intercontinental que perdieron 1 a 0 en Inglaterra ante el Estudiantes de La Plata de Osvaldo Zubledía, Verón, Pachamé y Carlos Salvador Bilardo (con quien tendría alguno que otro encuentro durante el partido), entre otros. Después de una década regando de magia el Old Trafford, los dirigentes le metieron un patadón en el culo y lo fletaron. Jugó su último partido en 1974. Tenía tan sólo 27 años.
Luego comenzó un declive penoso. Asumiendo su adicción al alcohol pero sin ponerle muchas pilas a dejar el escabio, deambuló por varios clubes de Estados Unidos, Inglaterra, Sudáfrica y de Irlanda del Norte, su tierra natal. En Estados Unidos la pasó bomba. Los gambeteaba a todos y salía de joda con todos esos jugadorazos como Pelé, Cruyff, Giorgio Chinaglia, Carlos Alberto, que fueron a llenarse de guita y a tomar merca en los setentas (a Beckenbauer no lo invitaban, por alemán botonazo de la FIFA). Se retiró en 1984 manchando mucho su prestigio. 

George junto a dos fiesteros que debutaron con pibes como Pelé y Elton John. 

Se podrían escribir largas páginas con su vida afuera de la cancha. Además, él mismo hacía gala de su pasión por la noche, regalando frases increíbles como: "He gastado mucho dinero en mujeres, alcohol y coches. El resto lo he despilfarrado". "Tenía una casa en la costa, pero para llegar a ella había que pasar por un bar. Nunca llegué a ver el mar". "En 1969 dejé las mujeres y el alcohol, fueron los peores veinte minutos de mi vida". "Pelé debutó con un pibe".  

Siempre estuvo con buenas minas o minas que estaban buenas

Hay algo que llama mucho la atención en este tipo de jugadores, en su procedencia, sus costumbres, su forma de jugar y en el amor incondicional de la gente. Corbatta, Housemann y Ortega, fueron el ejemplo argentino de un tipo de jugador, de cuna pobre, origen humilde, que les gusta/ba mucho el alcohol, que tropezaron muchas veces y que desplegaban un fútbol en la cancha que enamoraba hasta al plateísta más facho y silbador de cualquier cancha. ¿Cuál es el hilo conductor entre estas tres características? ¿Acaso ellos jugaban como vivían o vivían como jugaban? Estos tipos agarraban la pelota y parecían niños, gambeteaban constantemente, les gustaba tenerla, cuidarla, divertirse. En Brasil sobran los ejemplos, aunque quizás sea Garrincha quien represente a todos ellos y, en la actualidad, con diferentes matices, Ronaldinho.
El tiempo pasaba y George Best no le aflojaba al chupi. Se casó por segunda vez con una mina que estaba bastante buena y que intentó que dejara de tomar, que se hiciera tratar pero la situación era inmanejable. En los años siguientes, y quizás tardíamente, recibió varios homenajes en Irlanda y, por supuesto, en Manchester, donde hay una estatua de los tres grandes ídolos: Bobby Charlton, Dennis Law y él. La estatua los muestra abrazados, como si volvieran del festejo de un gol en el que el trío participó.
Finalmente, el 25 de noviembre del 2005, con tan sólo 59 años, su cuerpo dijo basta. Años y años de excesos le produjeron serios problemas en el hígado. En sus últimos momentos, consciente de lo que habían sido su vida, pidió que se publicara una foto de él en la camilla con la leyenda: "Don’t die like me" (no mueran como yo) 

Su funeral convocó a miles de personas en Belfast. En Inglaterra es ídolo y el dicho popular así lo dice: "Pelé, good. Maradona, better. George Best". Hasta la próxima. Abrazo de gol. 


Aquí dejo un documental que cuenta de dos partes. Está en inglés pero aquel que entienda un poquito el idioma va a poder disfrutar de unas buenas imágenes y testimonios sobre este grandísimo jugador. Click acá.

miércoles, mayo 16, 2012

Los reflejos del arquero


Los reflejos del arquero

Se podrían escribir varios libros con el anecdotario del fútbol. En una cancha de fútbol (y fuera de ella) se han dado las situaciones más absurdas, ridículas, pintorescas, sospechosas, alegres y tristes. Con esto me refiero a todas esas cosas que van más allá del fútbol y, muchas veces, por fuera del reglamento. Tanto es así, que la mayoría de las veces se han tenido que inventar reglas ante situaciones nuevas. Un ejemplo de esto fue la prohibición de ingresar a la cancha pintado; ley, regla o artículo redactado especialmente ante la locura del fallecido Darío Dubois, quien jugara varios partidos con la cara pintada a lo Kiss.
Una semana atrás se enfrentaron Unión de Villa Krause y Huracán Las Heras, por el Torneo Argentino B. Ambos equipos necesitaban la victoria para pasar de ronda y mantener vivas las esperanzas de ganarse un lugar en la categoría superior, el Argentino A (que sigue siendo amateur) Se enfrentaban en el Estadio del Bicentenario, en la Provincia de la minería internacional, impopular y sin impacto ambiental, de San Juan.
A los cinco minutos, Silvio Molina abrió el marcador para Unión con un terrible remate desde afuera del área, lo que demuestra que en la B se juega mejor que en la A (?). Promediaba la primera etapa. Corner para Huracán y si dos cabezazos son gol en todo el mundo, en la cuarta categoría del fútbol también lo es: Juan Suraci marcó el empate para el delirio de los “Guerreros Laserinos”, como se hacen llamar y el delantero festejó haciendo una  mortal a lo jugador nigeriano o camerunés o senegalés, que para el caso da lo mismo porque son todos iguales. Rodrigo Rivero, el árbitro del partido pitó y se fueron al descanso.
No era un partidazo. Había llegadas de uno y otro equipo pero al encuentro le faltaba chispa, explosión, tensión. Entonces pasó lo que tenía que pasar (?): la agarra el “Luto Molina” por la punta derecha y habilita a su homónimo Silvio Molina, éste cabecea al área, Sánchez se la baja a Sosa, Huracán intenta tirar el achique, la pelota queda rebotando en el área chica, Sosa se la pica al arquero De la Riva, y van dos jugadores por ella, uno para marcar, el otro para despejar; se chocan y el balón va hacia el arco y cuando todos los Azules gritaban gol… Ahí aparece el fútbol, y su color (dirán unos) o su miseria (dirán otros): Fernando Espinoza, arquero suplente de Huracán Las Heras, que realizaba trabajos de precalentamiento atrás del arco, llega hasta la línea, mete la mano y rechaza la pelota. Luego barre un defensor y el árbitro cobra saque de esquina. 
El momento clave: Espinoza saca a relucir sus reflejos (confiado de que el Director Técnico lo está viendo y tomará nota de sus reflejos)

Claro, uno no mete la mano, hace una de campito en el Argentino B y sale como si nada (que fue exactamente lo que hizo el arquerito suplente: darse vuelta y seguir calentando como diciendo “¿qué pasó? ¿ah? ¿eh? No escucho muy bien. ¿Qué qué? Yo no vi nada”) Y sí, lo esperable, lo que haríamos todos si fuéramos jugadores del poderoso Unión de Villa Krause de Rawson de San Juan (en serio, así se llama): se armó un quilombazo importante. Una linda batahola como las de antes, con jugadores, cuerpo técnico, periodistas y auxiliares pegando para todos lados y la Policía haciendo como que hacía algo para detener la trifulca. El fútbol vive en sus bases, de eso no hay duda.
Luego, el juez del partido comete un error garrafal, se olvida completamente del reglamento, amonesta a Espinoza y da el tiro de esquina. Hubiera correspondido un bote a tierra (un pique) y la expulsión del jugador en cuestión. Y acá es cuando la cosa empieza a ponerse rara. Ponele que no viste lo que hizo el arquero (“la mano de D12s”), ponele que te la morfaste. Es raro, pero puede pasar. Ahora, el partido estuvo parado 11 minutos y el hombre de negro decide adicionar tan sólo 5. No sólo no adicionó recuperó lo que debía sino que se morfó varios minutos del tiempo de juego. Algunas decisiones son por lo menos sospechosas.

El arquerito suplente haciéndose el pelotudo mientras sus compañeros se cagan a trompadas y aguantan los trapos. 

Cuando las aguas se calmaron los muchachos siguieron jugando. El partido se hizo de ida y vuelta con muchas llegadas de ambos lados, demostrando nuevamente la superioridad futbolística e individual del Argentino B por sobre el A (¿). Hubo un penal clarísimo para Huracán que el árbitro no sancionó. Claro, no iba a pitar nada en contra de Unión ni siquiera si un defensor sacaba un cuchillo y apuñalaba en el área a un delantero mendocino. Eso se llama compensar, existe en todas las canchas de todo el mundo. Al final, empataron. Ambos conjuntos quedaron eliminados y fue Guaymallén de Mendoza quien se cagó de risa pasó a la tercera fase del interminable Torneo Argentino B.
Las imágenes están en youtube, las fotos también. La situación, de suma tensión en el momento del partido, hoy forma parte del anecdotario diario. Quizás se deba a que sucedió en uno de los torneos de ascenso, donde muchos piensan que se juega un protofútbol. Pero allí también hay jugadores, hinchas, entrenadores, dirigentes y expectativas, allí también se juegan la felicidad de la semana muchísimas personas.  


El periodismo que le gusta a la gente (?)

El compacto del partido fue lo mejor que me pasó en toda mi carrera periodística (?) Claramente el relato era de una radio partidaria de Huracán y la voz transmitía con toda emoción las alternativas del encuentro hacia los cientos de miles (?) de mendocinos que escuchaban ansiosos desde la tierra del vino rico (en tu cara San Juan) y las acequias la suerte del poderoso Huracán Las Heras.
En el minuto 5 del video, el delantero del Globo se cae en el área rival producto del nudo que se hace en ambas piernas y el relator grita “pennnaaaaalll”. El árbitro no cobra nada porque no pasó nada. Pero el tipo se queda un rato diciendo cosas como “¡no te lo puedo creer, no lo cobró, Dios mío!”. A esta altura la población mendocina comenzaba a construir barricadas y a pedir la renuncia de todos, sí, de TODOS.
“¿Querés que te diga una cosa? Me da la impresión que a un par de jugadores de Unión de Villa Krause les falta actitud…” Con ese comentario cerraba la primera etapa el, a esta altura, relator del pueblo.
Comienza la segunda etapa y seguimos notando cómo el tipo se las arregla para imprimirle dramatismo y peligrosidad a cada llegada pedorra de Huracán, como así también  las atajadas del arquero De la Riva, figura del encuentro. “Te lo decía cuando veníamos en el auto: en el mano a mano De la Riva te mata”. (Bonus track: ver en el minuto 9: “¡le sacó el gol hecho!)
Otra increíble contribución son las risas, los gritos y los comentarios que se escuchan de fondo. La transmisión es solamente del relator del pueblo (hay un comentarista que no comenta nunca) pero se ve que además había un par de amigos o colaboradores en la cabina. Al final del video notamos que todos comentan, que la Ley de Medios se aplica y la pluralidad de voces pasa de la utopía a la realidad. Ya veremos que el aporte de uno de los Julios Ricardos mendocinos fue vital.
En el minuto 9:07 del video comienza la jugada polémica. Bueno, ya sabemos todos cómo fue, pero el relator del pueblo parece no percatarse. Se escucha que un amigote le dice algo y él pregunta “¿Cómo que la saca Espinoza? Usted me quiere volver loco. De-la-Riva saca la pelota”. El tipo cambia rápidamente de opinión y pasa a relatar el terrible quilombazo que se produce.
Al minuto 10:48 “the rélator of the people” dice “veremos cuánto adiciona el árbitro del encuentro, a ver si es justo… ¡Cinco minutos! ¿Cómo que cinco minutos? No puede ser”. Los suplentes de Unión también se muestran disconformes.
Luego el video nos muestra un montón de llegadas y uno sospecha si todo eso pasó en los cinco minutos y la Virginia es el té. Nunca lo sabremos, porque pasó en otra provincia, en el interior profundo, en la barbarie pura e irremediable (?)
Claro, la reacción de los Azules no se hizo esperar y sus altos dirigentes están golpeando las puertas de AFA donde los recibirá Grondona. Seguramente, el presidente de la institución rectora del fútbol argentino, tomará cartas en el asunto (?). Se esperan renuncias y despidos masivos en las dirigencias locales e internacionales. 
Sus hinchas, a través de foros y páginas más o menos oficiales, cargaron contra el árbitro Rodrigo Rivero y, en un texto para nada redundante y escrito como por un niño de 10 años o un hincha enojado , mostraron su malestar: "Cuando la pelota tenía destino de red, el arquero suplente Fernando Espinoza metió la mano y sacó la pelota en la línea. El juez del partido, se limitó a amonestar al jugador visitante y Unión se quedaba sin su clasificación. De no creer pero real, el árbitro dejaba bien en claro que es un DELINCUENTE, porque la ley dice que adueñarse de algo que es de otro, es ROBAR, y los que roban son DELINCUENTES, por ende, el arbitro del partido Rodrigo Rivero es un DELINCUENTE ya que le robó a Unión la clasificación a la siguiente fase". ¿Queda claro? Repasemos las palabras claves: ROBAR-DELINCUENTE. Dejaré a disposición de todos aquellos que aun no entendieron un Power Point mucho más pedagógico que el texto. 


El antecedente

El hecho ocurrió durante la 6ª fecha del Nacional del ’67 (Fue el 18 de octubre de 1967) Rosarui Central perdía 2 a 1 contra San Martín de Mendoza y se jugaba el todo por el todo para buscar el empate quedando expuesto a los contragolpes. Al parecer (de los hinchas de Central, obvio) el árbitro estaba teniendo una actuación desleal. Entonces varios muchachos de la hinchada comenzaron a hacer un hueco en el alambrado de la tribuna para ir a decirle al árbitro, en lenguaje apropiado, lo que pensaban sobre su desempeño. En ese momento hay una contra para San Martín. Valencia se va con el balón y se la pica al arquero Andrada, que estaba adelantadísimo. La pelota estaba yendo a su destino de red, cuando de repente se mete a la cancha Orlando Antonio Espip, conocido como el Turco, frena el balón, gambetea a un jugador mendocino, se la da a un defensor de Central y corre a increpar al referee. El Turco tenía 20 años. Han pasado 45 años y al día de hoy lo siguen llamando de radios y periódicos para que cuente esa historia. Está filmada, se puede encontrar.
El fútbol, lo sabemos, no es la vida, pero se le parece mucho. Hasta la próxima. Abrazo de gol. 



lunes, mayo 07, 2012

Volver a Boedo

Aquella tarde soplaba un vientito agradable. Estaba fresco, claro, por la época del año. Ese grupo de jóvenes se frotaba las manos, con esa mezcla de nerviosismo y frío; se miraban entre ellos y no lo podían creer. La gente había llegado desde temprano y la emoción se adueñaba de todo. Ahí estaban todos juntos para jugar otro partido de fútbol, esta vez en la nueva casa, en el nuevo estadio donde esos pibes imaginaban las jugadas por venir, los goles por gritar. El sueño crecería, se haría gigante, desbordaría la imaginación hasta hacerse realidad. Hubo años felices, largos y continuados. Pero un día comenzó a ganar el insomnio y luego la pesadilla. Lo inimaginable volvió a desbordar y todo fue una triste realidad. Aquel 8 de mayo de 1916 el Club Atlético San Lorenzo de Almagro enfrentaba a su par de Estudiantes de La Plata, un duro rival, por el Campeonato Oficial. Los “Santos” ganarían por 2 a 1, bautizando su tierra victoriosa para siempre. Lo que en un primer momento fue un potrero con cerco perimetral, una casilla para los equipos y los jueces, y dos bancos, con el tiempo fue sumando comodidades, tribunas y mística. El equipo andaba bien, ganaba mucho y perdía poco. La gente acompañaba las campañas. Boedo crecía como barriada de tango, bares, inmigrantes, porteños y futboleros. San Lorenzo era puro barrio. En 1931 comenzaba la era profesional en el fútbol argentino y el club ya tenía un estadio gigante, acorde al movimiento masivo que significaba cada partido como local. El fútbol crecía en el país y se multiplicaban sus practicantes y sus espectadores.
San Lorenzo sacaba pecho y se convertía en uno de “los grandes”. Comenzaba a ganar títulos y a llevar cada día más y más gente. Su estadio, bautizado el Gasómetro, por el parecido que tenía su estructura exterior con los gigantescos depósitos de gas licuado, llegaba a albergar a 80.000 personas. Era enorme, redondo, con tribunas de maderas. Lo llamaban el “Wembley argentino”, por su similitud con el mítico estadio inglés. La particularidad gaucha eran los tablones. Miles de personas llegaban en procesión al estadio. En tranvías, camiones, colectivos, a caballo o a pie. Era una verdadera marea azulgrana. La Selección Nacional jugaba muchas veces de local allí. Además del fútbol, la gente se congregaba masivamente para ver boxeo, ciclismo o básquet. Espectáculos musicales y culturales, carnavales y kermeses. ¡Si hasta Santana tocó allí!
Pasaron los años, los equipos, los títulos, la alegría de las victorias y la tristeza de las derrotas. El país también vivía sus emociones, sus cambios de rumbo, la violencia, las corridas y las dudas. San Lorenzo parecía indiferente a todo: campeón en 1959, 1968, 1972 y 1974. Y entre medio de tanto grito de victoria buenas campañas, momentos de gloria y de felicidad popular. Pero los ritmos del país eran demasiados fuertes como para ser ajenos a los mismos. Llegó 1976 y todo se puso oscuro. Acorde al país, San Lorenzo comenzó a tener problemas económicos. El club también sufrió su intervención militar y su vaciamiento. Grandes jugadores comenzaron a abandonar la institución, las campañas pasaron de buenas a regulares y de regulares a malas. El descenso parecía una posibilidad concreta. Un mal día se apagaron las luces del estadio. San Lorenzo empataba 0 a 0 con Boca y sus hinchas se volvían a casa con la cabeza gacha, pateando piedritas. Estaban mal pero no imaginaban lo que vendría. La deuda del club era grande y sus propias autoridades, corruptas y traidoras, instalaron la idea de que la única salvación era la venta de los activos. Claro, no sería fácil llevar a cabo tal maniobra. Para eso necesitarían un apriete, algo característico en los años de plomo. El Intendente de la Ciudad de Buenos Aires era el Brigadier Osvaldo Cacciatore. El 3 de septiembre de 1980 la Municipalidad dictó la Ordenanza para expropiar los terrenos que ocupaban el estadio, la sede social y todo el predio donde se realizaban más de 20 disciplinas deportivas. La causa formal que se alegó para la erradicación del Gasómetro fue la necesidad de la apertura de las calles Muñiz y Salcedo, cuya prolongación virtual atravesaría el predio de Avenida La Plata. Se construirían allí varios complejos habitacionales y una escuela. Nada de eso pasó. Y el final es más conocido. Por una suma ridícula de dinero, San Lorenzo fue despojado de sus bienes y luego, los terrenos fueron vendidos a Carrefour. Como un chiste de mal gusto, el supermercado está pintado con los colores azulgranas. En 1983, con todas las señales que presagiaban la caída, San Lorenzo descendió por primera y única vez a la B. Diez años más tarde construiría su cancha, el Nuevo Gasómetro, en otro barrio, cortando el hilo de su historia, los lazos sociales y culturales del club y su zona.
Hoy, con el equipo peleando por no descender, por no repetir la historia, miles de hinchas luchan por vías legales para que se le restituyan los bienes robados. Más de 100.000 personas se congregaron en frente de la Legislatura porteña para que se aprueben los proyectos para volver a Boedo. El presente deportivo de San Lorenzo es tan complicado que hacen que estos proyectos parezcan inoportunos e imposibles. Pero basta una mirada al pasado y, fundamentalmente al pasado reciente, para darse cuenta que siempre va a ser ya para la vuelta, para la concreción del sueño que un día les robaron. Es cierto, las urgencias son otras: sanear económicamente a la institución y salvarla del descenso. Ambas vitales para el futuro, y si no se consiguen el regreso al barrio se alejará. Parece imposible pero sabemos que en el fútbol todos los milagros pueden suceder. En una carta que el escritor Osvaldo Soriano le mandaba a su par uruguayo, Eduardo Galeano, le contaba: Te cuento que el otro día estuve en el supermercado "Carrefour", donde antes estaba la cancha de San Lorenzo. Fui con José Sanfilippo, el héroe de mi infancia, que fue goleador de San Lorenzo cuatro temporadas seguidas. Caminamos entre las góndolas, rodeados de cacerolas, quesos y ristras de chorizos. De pronto, mientras nos acercamos a las cajas, Sanfilippo abre los brazos y me dice: "Pensar que acá se la clavé de sobrepique a Roma, en aquel partido contra Boca". Se cruza delante de una gorda que arrastra un carrito lleno de latas, bifes y verduras y dice: "Fue el gol más rápido de la historia". Concentrado, como esperando un córner, me cuenta: "Le dije al cinco, que debutaba: no bien empiece el partido, me mandás un pelotazo al área. No te calentés que no te voy a hacer quedar mal. Yo era mayor y el chico, Capdevilla se llamaba, se asustó, pensó: a ver sino cumplo". Y ahí nomás Sanfilippo me señala la pila de frascos de mayonesa y grita: "¡Acá la puso!". La gente nos mira, azorada. "La pelota me cayó atrás de los centrales, atropellé pero se me fue un poco hasta ahí, donde está el arroz, ¿ve?" –me señala el estante de abajo, y de golpe corre como un conejo a pesar del traje azul y los zapatos lustrados-: "La dejé picar y ¡plum!". Tira el zurdazo. Todos nos damos vuelta para mirar hacia la caja, donde estaba el arco hace treinta y tantos años, y a todos nos parece que la pelota se mete arriba, justo donde están las pilas para radio y las hojitas de afeitar. Sanfilippo levanta los brazos para festejar. Los clientes y las cajeras se rompen las manos de tanto aplaudir. Casi me pongo a llorar. El Nene Sanfilippo había hecho de nuevo aquel gol de 1962, nada más que para que yo pudiera verlo. Hoy, que de a poco se saca la basura que estuvo tantos años debajo de la alfombra, que reescribimos la historia, que le ponemos nuevas palabras a las palabras, hoy vale la pena intentarlo. Vuelva a casa, San Lorenzo, que lo estamos esperando. Hasta la próxima. Abrazo de gol.