domingo, abril 26, 2009

Ahora lo digo ¿lo leen?

Es tanta la emoción que tengo que ni siquiera sé cómo empezar este texto. Hay un cúmulo de sensaciones, apiladas una arriba de otra, como trastos desordenados, que me imposibilitan ordenar las ideas. Pero no puedo parar, no. No puedo sucumbir ante la vagancia y la falta de voluntad para expresar los remolinos del alma. Y tan convencido estoy que hasta me permito escribir frases estúpidas y cursis como “remolinos del alma”. Así que hacia allá voy, con un dominó empujando al otro.
Lo que viví ayer fue hermoso, sí, hermoso. Pasó en la casa que me vio crecer: la de mamá, papá y Luciana (bueno, y yo). La noticia de la remodelación la tomé con algo de desinterés. La casa fue siempre chica y cuando se acabó el espacio para robarle al patio nunca más se pudo ampliar. La idea (de mi vieja, todas las ideas son de mi vieja) es tirar la pared de la cocina que da al garaje y hacer el garaje más, por así decirlo, habitable.
- Sebastián ¿podés venir a darnos una mano el sábado para mudar todas las cosas del garaje a la pieza? (aclaración: “la pieza” supo ser “MI PIEZA”. Los cretinos transformaron mi antiguo dormitorio en… casi una oficina; pero ese es otro cantar)
- Y, sí. (puteadas internas, desgano y otras quejas más).
Cuando llegué mi panorama emocional cambió totalmente. Por fin destapábamos la olla, removíamos las telarañas, prendíamos una luz en la cueva para ver qué había adentro. En ese garaje se acumulan “veinticinco años ininterrumpidos de guardar basura” (palabras de mi viejo… echando culpas a todos, menos a él) ¡Ver toda esa cantidad de… de hermosa basura me emocionó hasta los calzones! Cada caja era/es un universo por conocer. Era tal la intensidad de lo que estaba viviendo, tal la velocidad de los pensamientos, la avalancha de recuerdos, que tuve miedo de perderlos. Entonces rápidamente busqué una lapicera y un papel para anotar todo. Pero me di cuenta que eso nunca me funcionó, y que más bien convenía disfrutar de ese momento y dejar que la explosión de la escritura elija, casi por sí sola, las cosas a describir/les.
Me topé con libros viejos, con recortes de diarios, con cajas con rótulos del tipo “ganchos para colgar cosas”, “adornos de navidad” o “fotos de Villa Gessel 1998”. Aparecieron manuales escolares: de mis viejos, de mi hermana y míos (el “Ibáñez”, de Historia Argentina se repetía siempre) Ventiladores rotos, relojes de pared, valijas, bolsos y bolsitos, sombrilla y reposeras, frascos vacíos, vajilla y afines por doquier, una guitarra eléctrica destruida, paletas de paddle, macetas rotas, cargadores de celulares que ya no existen, ropa vieja y hasta un álbum de figuritas de casi cincuenta años de edad. Y en todo este inventario no incluyo el rubro “herramientas”. Aunque, para dar un mínimo detalle, puedo decir que podríamos reparar un edificio con la cantidad de boludeces que encontramos: enchufes, cables, tronillos tornillazos y tornillitos, lo mismo con los clavos, las cosas de pintura y albañilería y todo lo relacionado con la mecánica del automotor. Testigos todos ellos de la época en que mi papá arreglaba todo él solo.
En un momento dado aparecieron los juguetes. Y ahí vino el baldazo de mi niñez… de nuestra niñez, hermana. Porque sé que también anduviste conmigo por ese garaje; hoy a doce mil kilómetros de distancia y ayer también cuando nos encerrábamos entre la mugre para no hacer tanto ruido. Vi tus juguetes. Los pin y pon, la granja de Fisher Price, la tortuga verde que flotaba en el agua y alguna que otra muñeca. Quedate tranquila, no tiramos nada.
Fueron varias horas lindas, lindas, lindas. Hasta creo que disfruté de los gritos y las órdenes de dos padres que parecen no soportarse mucho y que tienen que lidiar con la idea de tener a sus dos hijos fuera de casa. Mi viejo yo cargando un mueble pesadísimo (con todo lo que implica eso: diferentes percepciones acerca de cuál es la mejor forma para trasladarlo y ubicarlo en su nuevo destino), mientras la vieja ofrecía ayuda y hablaba al mismo tiempo por teléfono con su hija en España.
Creo que eso es todo. Me traje para mi casa unos vasos de plástico, un póster de Los Piojos de un recital del ’99, una tostadora y un cubrecama. Y por supuesto, libros. Entre el polvo encontré “Cien años de soledad”. Lo abrí y leí la dedicatoria en voz alta: “Dicen que la palabra es más profunda cuando es fallada; pero no puedo resistir a decirte que sos un pelotudo”. Grandiosa dedicatoria a mi parecer. “Ese me lo regaló el gordo Bertschi”, comentó el viejo entre risas mientras acomodaba una caja.
Me traje el libro con la promesa personal de leer alguna vez a García Márquez.
También se vinieron conmigo algunas certezas…
que los quiero a los tres…
aunque casi nunca lo diga.

miércoles, abril 22, 2009

¡Atento universitario, atento!

De pies a cabeza, este es le manual de moda del universitario progre de la UNC.

- Zapatillas Converse. Tienen que ser negras sí o sí. Pueden ser de las botitas o de las otras y también estar un poco viejas. Esto se repite para casi todos los ítems: todo tiene que aparentar uso y vejéz. O zapatos (marrones)
- Las medias (aunque a veces no se vean) pueden ser, para el invierno, los infaltables zoquetes de lana gruesa. Sí o sí: marrones.
- Pantalones: los lompa de trabajo marca Ombú o Pampero o en su defecto las bombachas de gaucho de la misma marca. Colores: marrón (en sus diferentes tonalidades) o el azul. También depende en qué agrupación militás. En algunas se aceptan los jean gastados.
- Y arriba tenemos, si es verano, las camisas: sí o sí camisas (también puden ser Ombú o Pampero) o alguna remera con inscripción del tipo: "por una nueva ley de radiodifusión" o algo contra los yanquis o cualquier reivindicación que casi nunca va a salir de la universidad. Y para el invierno el infaltable poulover de llama, o cualquier cosa que tenga pinta de venir del norte del país: todo lo del norte sirve. TODO. Los buzos están casi prohibidos.
Este look viene con la infaltable barba. Y el BOLSITO TIPO MORRAL.
Y como siempre hay una mejor forma para decir las cosas y como aprendí a poner videitos de you tube, acá les doy pa que se entienda algo de lo que quiero decir.
Yo me visto así, así que.............

viernes, abril 10, 2009

Memoria II

Parece que fue hace tanto..., como que nunca exisitó.
En Córdoba, una vez, gritamos algo así como "¡abajo la LES, abajo la LES!".
Éramos muchos por aquellos días...
Fue hace tanto..., como que nunca existió; pero sí; incluso dijimos "wisky", sonreímos, y nos sacaron una bonita foto.

jueves, abril 02, 2009

Memoria

Hace un tiempo encontré a una persona que tenía la misma inquietud: qué hacer con la memoria. Afortunada o lamentablemente poseo una memoria..., cómo decirlo, ¿gigante? ¿fiel? No sabría qué adjetivo ponerle. La cosa es que puedo recordar mucho, entonces el olvido no es algo que abunde en mi vida. Los dolores y las felicidades ocupan de igual manera su lugar en mi cabeza, con sus imágenes, diálogos, sensaciones y olores.
Encima vivo en un país raro. Acá la memoria funciona de una manera extraña. Limpiamos, borramos de la historia miles de momentos que nos incomodan. También tenemos eso..., eso que no sé cómo nombrar, que a veces me encanta y otras no: solemos rescatar sólo lo lindo, lo feliz de las personas, de la historia, de las anécdotas, de todo. Recuerdo a mi viejo contándome (con grandes carcajadas) que una vez juntaron muchísima pólvora y volaron dos metros de vereda. Y con la misma alegría también me contó que su papá (mi abuelo) ejercía una justicia (educación le decían) a los golpes. ¿Por qué se recuerda con alegría las cachetadas? ¿Por qué le anulamos el dolor a la memoria? Sí, lo sé, es más fácil así y no hay otra.
Tampoco digo que deberíamos traer el dolor al presente. Evidentemente somos seres de olvido, me dijo mi amigo Barnes, sino no podríamos vivir. Es cierto. Pero lo que me preocupa es la capacidad de minimizar, de hacernos los pelotudos, por así decirlo.
Toda esta introducción, que dejó de serla para ser parte del nudo, era para tratar de explicar lo que me generó todas las palabras leídas y escuchadas por la muerte de Alfonsín. "Padre de la democracia", "Luchador de la libertad", "Cambió la vida del continente", "Dispuesto a dar la vida por los derechos humanos", y faltaba decir que cocinaba bien, era un excelente amante y nadie le ganaba jugando al truco. Yo escuché (demasiado de cerca) todas esas frases pero en mi cabeza sólo cabían dos: "Obediencia debida", "Punto final". (o tres: "La casa está en orden").
Ahora bien, no tengo edad para hablar con el conocimiento de la experiencia. Nací en 1982 y los cálculos son fáciles para el descrédito a mi opinión. Pero no soy estúpido y tengo ese ridículo hábito de leer, leer mucho. Y también mantengo esa (aun más) ridícula costumbre de leer historia. Además, para decir que "era un padre de la democracia" no hay edades, ni inteligencia, ni sinceridad para vetar la opinión. Pero resulta que contradecir el sentido común y (peor aun) expresarlo parece ser una falta de respeto.
No pido una condena social por la muerte de Raúl Alfonsín, tampoco quiero que no vaya nadie a despedir sus restos, ni tampoco pido que dejen de decir que fue un "luchador de la libertad". Si hay personas que lo sientan así me alegro por ellas. Ni siquiera creo que el tipo haya sido un hijo de puta, o algo así; no siento eso. Me molesta la hiporcresía y el homenaje de los grandes rotativos que dos décadas atrás ayudaron a voltearlo. Y más importante: lo que me llama la atención es la poca bola que se le dio a la misma "cuestión de los derechos humanos". Esas dos leyes mandaron a la mierda todo y desaparecieron a los desaparecidos mucho más de lo que ya estaban. Y ahora que se levanta la tapa, que algo parece querer cambiar, escucho la peor mierda, desde el algo habrán hecho y por algo será, a las más recientes "derechos humanos para todos", "fue una guerra" o "ESTA ES UNA MANIOBRA DE LOS KIRCHNER PARA GANAR ESPALDA POLÍTICA". Puta-madre-que-lo-parió: si para ganar votos acá lo que más conviene es ser un hijo de puta, un asesino y un entregador de indultos. Todos se hacen los pelotudos y les molesta cuando alguien urga en el pasado. Y sí los Kirchner ganan crédito por la condena a los genocidas: en buena hora ¿qué pretenden? ¿Que no ganen simpatías? Lograron la carcel común y efectiva para Menéndez y cia y eso no es poco.
Y yo empiezo hablando de la memoria, de mi viejo, de Alfonsín, de las palabras... y termino hablando de la tristeza. Es que me duele por todos lados... y no puedo olvidarme.
Quizá me equivoque. O quizá no. De algo estoy seguro: el tiempo NO DIRÁ.