sábado, mayo 31, 2014

El Diario Mundial. Día -11



Lo anuncian con una gran placa: TN ya llegó a Brasil. Y ahí está el boludo de Sergio Gendler, sonriendo, contento por acudir a una nueva cita mundialista. No es para menos. Ir a un Mundial debe estar buenísimo. 
La primera frase de este texto iba a decir “Lo anuncian con bombos y redoblantes”, pero TN es demasiado gorila para anunciar algo con esos instrumentos tan populares de percusión. No sirve para nada lo que estoy diciendo, pero lo quería decir. Ellos están en Brasil y nosotros estamos todavía acá, pero nos hemos puesto en movimiento. 
Este sábado soleado cordobés fue el escenario de nuestra nueva juntada de planificación, la tercera desde que decidimos emprender el viaje. Esta vez fue más productiva. En la primera comimos un asado, cantamos, alentamos, nos emborrachamos y nos envalentonamos pensando en que íbamos a pegarle a los hooligans. En la segunda nos comimos un alto guiso por quince peso, nos emborrachamos, fantaseamos con coparle la parada a los brasileros, en levantar la copa, en recostarnos en la playa pensando en que éramos los mejores del mundo. La única certeza de esas dos primeras juntadas era que íbamos a salir el miércoles 11 de junio rumbo a Reconquista, Santa Fe, hacer noche y salir rumbo a Misiones para cruzar por ahí hacia Brasil. Este sábado de tallarines caseros con salsa nos encontró más lúcidos, con menos días en el calendario para boludear, y, también, con más ganas de tener certezas. 
Ahora cambió el recorrido. Iremos hacia Santa Fe, pasaremos por Entre Ríos y cruzaremos la frontera por Uruguaiana. Saldremos ese miércoles a las seis de la tarde. Habrá que ver dónde hacemos noche. El jueves y viernes serán dos días claves para viajar a con ritmo sostenido. Estaré cumpliendo años en alguna parte de Brasil. 
Creo que la planificación ha llegado a otro nivel. El primer paso lo dio Finito. Me llamó hace unos cinco días: 
- Compré tres cajas de fernet –dijo contento, decidido. 
- Tres cajas, bien hecho. 
- Trescientos y algo de pesos cada una, o sea que cada botella nos quedó a cincuenta y dos pesos. 
- Ta re bien. Bien hecho. 
- Gracias. 
Tres cajas, dieciocho botellas. Fin de la polémica*. 
Llevaremos un disco grande y uno chico para cocinar lo que sea y, si la situación lo permite, para vender algunos platos. Parrilla, una cruz (sí, una cruz)  para asar algo con fuego, heladerita, herramientas, la guitarra, sombrilla, carpas, bolsas de dormir, equipo de mate y un montonazo de giladas más harán que viajemos apretados, apretados pero con todo lo que haya que llevar para hacer nuestra estadía más feliz y sustentable. 
Faltan once días, casi nada. Será un miércoles el que nos vea partir. 

* La Polémica era si había que llevar dos o tres cajas. 

miércoles, mayo 28, 2014

Diario Mundial: día -15


Faltan quince días, o sea dos semanas, o sea poquísimo. Dos semanas para el inicio del Mundial y el inicio de nuestro viaje. La salida está pautada para el día 11 de junio. Nuestros familiares, amigos y seres queridos (?) nos irán a despedir, correrán al costado del auto como si fuera un tren partiendo de la estación, las enamoradas darán un suspiro, mamá llorará, papá pensará que estamos locos, Castelli ladrará y nosotros sentiremos que estamos a bordo de la motocicleta revolucionaria del Che. El fútbol es un territorio de exageraciones literarias, claro está.
No sé a ciencia cierta en qué parte de Latinoamérica estaremos el 13 de junio. Ese día festejaremos mi cumpleaños donde el itinerario lo marque. Al costado de la ruta, en un parador inhóspito, en una ciudad gigante y desconocida, en una estación de servicio de mala muerte o en la casa de algún extraño en vías de conocimiento. Será raro pero será hermoso. Trataremos de reproducir el festejo multitudinario en donde sea. Seremos millones, ¡haremos un maracanazo!
En el laburo estoy convenciendo a un compañero que me regale 100 reales que le quedaron de algún viaje que hizo. “Esto (por el viaje) lo hago también por vos, loco. Hace como 30 años que no salimos campeones”. Van 28 años sin levantar la copa. Es mucho tiempo, pasa que desde que se fue el Diego hemos acumulado frustración tras frustración en los mundiales.
En el 90 tenía ocho años. El día del partido contra Camerún (o contra la URSS, quién sabe) mi vieja nos mandó al colegio. En las calles no había nadie y en la escuela tampoco, claro. Tengo pocos recuerdos: al partido contra Rumania lo vimos en la casa de mi ya fallecido tío Dardo. Una tarde entré a mi casa y estaba mi viejo gritándole al tele “la puta que te parió recién entrás y no le ganás éste que está hace como dos horas en la cancha”; jugábamos contra Yugoslavia y estábamos en los 30 suplementarios. Luego el Goyco arreglaría los mocos de Troglio y el Diego. Pobre Diego, errar un penal, justo él, contra ese arquero (Ivkovick) que ya le había cagado la vida en un partido del Nápoli contra el Sporting Lisboa por Copa Uefa. A la semifinal contra Italia la vimos en el colegio. Había televisores en todos los grados, era un hermoso quilombo, niños corriendo por todos lados, la mayoría sin siquiera prestarle atención al partido. Y a la final la vimos en la casa de Carlos Martín, un amigo de mi viejo. A pesar de la derrota, nos subimos a un auto celeste al que le cruzaron una tela blanca y salimos a festejar al centro. El Goyco era el ídolo popular y mi hermana estaba orgullosa porque su comida favorita eran los ravioles con salsa, como ella. Esas imágenes deambulan todavía por mi memoria. De los partidos en sí, poco y nada.
En el 94 ya tenía doce años. Había vuelto el Diego. Vi el partido contra Grecia en la casa de los Falco, con todos los amigos de la cuadra. Contra Nigeria también. No recuerdo el de Bulgaria. Sí recuerdo que contra Rumania estaba en mi casa. Que grité mucho y que cuando terminó el partido me fui a llorar afuera. Lloré mucho, como el niño que todavía era. Afuera en octavos.
El resto de los mundiales me encontró con edades más maduras, entendiendo el juego, y sufriendo las mismas frustraciones, una y otra vez. ¿Cómo mierda puede ser que te agarre mal parado un pelotazo de 80 metros? ¿Cómo puede ser que no le metamos un gol a Suecia? ¡A Suecia! ¿Cómo puede ser tan boludo de sacarlo a Riquelme cuando le estábamos pegando un baile bárbaro a los alemanes, cuando nos sobraban piernas y ellos no podían ni moverlas? ¿Cómo puede ser que esos mismos hijos de puta no nos hagan uno ni dos ni tres sino cuatro goles?
Este equipo entusiasma menos que el resto. Pero cuando la fecha se acerca no importan los equipos. Importa la camiseta, los colores y el fútbol.

Faltan quince días, dos semanas, muy poco. Falta cada vez menos. 

martes, mayo 20, 2014

Escena

Mientras meaba pensaba, pensaba como piensan los que ya tomaron algo. Profundamente. Introspectivamente. La sacudió, volaron las gotas para todos lados. Adentro. Afuera. Se subió la bragueta y tiró del fierrito donde nunca hubo un botón.
Se lavó las manos y miró el espejo, miró como miran los que ya tomaron algo. A fondo. Atravesándose. Se mojó la cara, volaron gotas para todos lados. Adentro. Afuera. Se secó, se refregó. Se vio viejo.
En el sillón estaba el Perro, poniendo una canción.
- Perro… me siento viejo –dijo.
- Y bue… qué se le va a hacer –respondió sin mirarlo el Perro.
- Pero yo no quiero ser viejo –insistió.
- No queda otra –respondió el Perro.
- ¿Vos querés ser viejo? En serio. -
No sé, no lo pienso. Supongo que lo acepto. 
- Yo no lo acepto. Y no creo que nadie quiera ser viejo –sentenció.
 El Perro miró a su amigo. Lo vio desde que era chico hasta ese preciso momento en el living de su casa.
- No vayas más al baño, te hace mal.

lunes, mayo 19, 2014

Diario Mundial: día -23



Primeras letras. En Córdoba nos vamos quedando sin sol y el frío se va haciendo un lugar entre nosotros. Hoy es lunes y el sábado hubo reunión de viajeros: Kero, Finito y yo. Bebimos, comimos y bebimos algo más. Cuando la gente nos pregunta si ya tenemos todo planificado, si ya reservamos alojamiento, si ya calculamos los gastos, si marcamos la ruta de viaje, si nos pusimos la vacuna contra la fiebre amarilla y si sabemos hablar portugués, nosotros levantamos los hombros y hacemos ese gesto con la boca, como diciendo naah. Si le sumamos a toda nuestra planificación el hecho de no tener entradas, los interlocutores nos miran con cara rara. Sean amigos o no. De repente todos parecen ser viejas chotas que nos hablan de lo peligroso que es Brasil, de las barras, de la policía, de que si llegamos a ganar nos van a matar. No entienden cómo puede ser que hagamos semejante viaje sin tener entradas ni reservas ni nada. Y nosotros no entendemos cómo puede ser que no nos entiendan. Si es tan obvio…
Ir al Mundial es el sueño de mi vida. La frase, siendo trillada y casseteada, no tiene vueltas, es así. A los once años mi vieja me regaló un librito de tapas amarillas llamado El Libro del Mundial. Con toda la “historia, estadísticas y protagonistas” de todas las copas del mundo desde 1930 a 1990 y un informe detallado de todas las selecciones que se preparaban para disputar el Mundial por venir, USA 94. Desde esa edad y antes también, leía sobre fútbol. Ahora, cada cuatro años, todos los diarios te sacan un suplemento con toda esa información y más, con fotos, con más anécdotas, más datos y más de todo. Pero en aquel entonces, sin internet, con diarios que recién empezaban a abandonar el blanco y negro, mi librito amarillo era lo más.
Me sabía todos los campeones, los subcampeones, ¡hasta los semifinalistas! de todas las Copas jugadas. Los países organizadores, los goleadores, los partidos memorables, las anécdotas. A los once años poseía un montón de información que, a oídos de los que me rodeaban, era inútil. El tiempo diría lo contrario. Seguí absorbiendo más y más. Compraba El Gráfico, recortaba diarios, guardaba todo. Era muy difícil toparse con contenidos audiovisuales. Si salía algún VHS lograba comprarlo y lo miraba una y otra vez. Y volaba, viejo, te juro que volaba. Tribunas repletas, sombreros, el Mundial del 30, Vittorio Pozzo, El Maracanazo, la Hungría de Puskas, el debut de Pelé, la dinastía brasilera, la expulsión de Rattín y el gol de Hurst que no fue, la final del 70, la camiseta de Holanda, Clemente pidiendo tirar papelitos, la expulsión del Diego, los dos goles del Diego, las lágrimas del Diego, el grito desaforado ante la cámara del Diego, el pelotazo de 150 metros a Bergkamp, el tiro libre de Svensson, el ingreso de Julio Cruz y Messi sentado comiendo un yuyo, el gol de Martín a Grecia. Son miles de imágenes y estuve en todas, colado en una foto que no era mía, recortado y pegado con voligoma.

Estoy casi seguro que nunca más tendré la posibilidad de ir a una Copa del Mundo. No tenemos entradas ni certezas. Iremos a estar, a vivir. Faltan 23 días y a nosotros ya nos transpiran las manos.