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sábado, junio 14, 2014

Diario Mundial: día 2

Se van a arrepentir de habernos dejado entrar. Lo decimos nosotros, fuera de todo slogan publicitario.
Nos levantamos cuando nos levantamos. Un desayuno discreto, agua en los termos y a recorrer Paso de los Libres en busca de un par de cosas necesarias: garrafita de gas, mate cosido para Guada y Lisandro, algún medicamento y adquisición de reales.
En la frontera argentina nos dijeron “suerte muchachos, vuelvan con la Copa. Argentina está orgullosa de ustedes y el espírtu de 40 millones los acompañará en esta travesía”, o algo así. Cruzamos el puente que divide los países alentando, cantando con La Mona, felices de estar haciendo este viaje. Pusimos cubierta en tierra brasilera y los policías de aduana nos mandaron de vuelta a Corrientes porque si bien nuestro seguro estaba en regla no reconocían al representante del seguro en Brasil. Hijos de puta. Volvimos a nuestro país. En una oficinita húmeda, con huellas de tierra roja, nos hicieron un seguro por un mes para poder circular en el país vecino. Doscientos cinco pesos y ya. Nos quedamos con ganas de presentar una queja en el consulado e iniciar un conflicto diplomático pero no teníamos tiempo. Ya van a tener suficiente escarmiento cuando les ganemos la copa. Pequeña venganza: pasamos dos salames de la Colonia en contra de todas las leyes. Somos unos rebeldes importantes.
Ayer llovía y hoy también. Comenzamos la travesía por el Brasil profundo. Elegimos una ruta interna en discreto estado, con muchos camiones pero poco tránsito vehicular. El paisaje es similar al litoral argentino, mucha llanura, humedad, algo de agricultura, pocos pueblos en muchos kilómetros y muchos arroyos, ríos y riachos. Cruzamos uno bastante imponente llamado Ibicuí. La Mona le cantaba al carcelero, a la marginalidad y a los gordos bolús. Un maestro.
En Sao Borja llenamos el tanque del auto y el nuestro: un par de pedazos de pan, mayonesa, algo de queso y el salame revolucionario. Unas jarritas de ferne y ya estábamos haciendo patria cordobesa. Todos hablan en brasilero y el idioma cordobés no es muy entendido.
Hemos decidido hacer nuestras paradas para ver los partidos. Ayer vimos Brasil-Croacia y hoy frenamos a ver España-Holanda. En una estación de servicio nos acomodamos y en menos de media hora pasaron no menos de diez argentinos, o porteños. ¡Qué lindo es el fútbol, carajo! Al final del primer tiempo empataban 1 a 1, en el segundo Holanda fue imparable un gol tras otro y no paraban. Orteada inapelable: 5 a 1 y pudieron haber sido más.
Mientras escribo esto estamos atravesando una oscurísima ruta. Las luces alumbran para cualquier lado y vamos a tener que parar en el primer rastro de civilización a regularlas. No para de llover. Nuestro destino de hoy es Passo Fundo. Mañana deberemos avanzar a buen ritmo. El partido es el domingo y no vemos las horas de estar ahí.

Se van a arrepentir de habernos dejado entrar. 


Crónica post crónica:

Al terminar las palabras el camino se puso más y mas oscuro. La ruta se puso pesada y una tormenta tremenda nos acompaño durante dos horas larguísimas de viaje. La pericia al volante de nuestro experimentado Kero hizo que sortéaramos la prueba con todo éxito. Luego, cuando la tormenta comenzó a amainar nos dimos cuenta que aquel pozo asesino que habiamos agarrado 30km atrás había tenido sus consecuencias: una cubierta pinchada, balizas, gato y auxilio. 
Es casi la una de la mañana del ahora sábado. Ya estamos en Passo Fundo. Ahora a descansar un poco. El festejo cumpleañero debera esperar. 

viernes, junio 13, 2014

Diario Mundial: día 1

A las once y media de la mañana pisamos la Avenida Sabattini rumbo a Brasil. Un pedacito chiquito en toda la ruta hasta el destino. Agarramos la ruta 19 y fuimos atravesando provincias. Primero Santa Fe, Entre Ríos y ahora Corrientes. También fuimos pasando por todo tipo de climas: un frío horrible, viento, oscuridad luego lluvia, luego viento, más lluvia y ahora calor. Debe haber 400% de humedad en Paso de los Libres.
Hicimos una parada de 10 minutos en San Francisco para ponerle unos sanguches de milanesas a los estomagos. Luego descansamos una hora en Viale, Entre Ríos, para ver un pedazo del robo brasilero a la pobre Croacia. Un café y a la ruta nuevamente. Me tocó manejar desde Concordia hasta la frontera.
Son las doce y diez de la noche y hemos decidido descansar nuestros motores en el Hotel Scorpio: habitación triple, una cucheta y una cama matrimonial. Finito mira la paliza que los Spurs le están pegando nuevamente a Miami. Kero intenta recomponerse de su estado de sinusitis. Yo escribo, cansado, con las piernas pidiendo un cambio y el espíritu viajero intacto.
Mañana partiremos hacia tierras brasileras. Cambiaremos a precio de usura nuestro dinero y pisaremos fuerte, como locales, como debe ser.
Ya es trece de junio.
Ya soy más viejo, y también más joven.
Ya estamos en el Mundial.

sábado, mayo 31, 2014

El Diario Mundial. Día -11



Lo anuncian con una gran placa: TN ya llegó a Brasil. Y ahí está el boludo de Sergio Gendler, sonriendo, contento por acudir a una nueva cita mundialista. No es para menos. Ir a un Mundial debe estar buenísimo. 
La primera frase de este texto iba a decir “Lo anuncian con bombos y redoblantes”, pero TN es demasiado gorila para anunciar algo con esos instrumentos tan populares de percusión. No sirve para nada lo que estoy diciendo, pero lo quería decir. Ellos están en Brasil y nosotros estamos todavía acá, pero nos hemos puesto en movimiento. 
Este sábado soleado cordobés fue el escenario de nuestra nueva juntada de planificación, la tercera desde que decidimos emprender el viaje. Esta vez fue más productiva. En la primera comimos un asado, cantamos, alentamos, nos emborrachamos y nos envalentonamos pensando en que íbamos a pegarle a los hooligans. En la segunda nos comimos un alto guiso por quince peso, nos emborrachamos, fantaseamos con coparle la parada a los brasileros, en levantar la copa, en recostarnos en la playa pensando en que éramos los mejores del mundo. La única certeza de esas dos primeras juntadas era que íbamos a salir el miércoles 11 de junio rumbo a Reconquista, Santa Fe, hacer noche y salir rumbo a Misiones para cruzar por ahí hacia Brasil. Este sábado de tallarines caseros con salsa nos encontró más lúcidos, con menos días en el calendario para boludear, y, también, con más ganas de tener certezas. 
Ahora cambió el recorrido. Iremos hacia Santa Fe, pasaremos por Entre Ríos y cruzaremos la frontera por Uruguaiana. Saldremos ese miércoles a las seis de la tarde. Habrá que ver dónde hacemos noche. El jueves y viernes serán dos días claves para viajar a con ritmo sostenido. Estaré cumpliendo años en alguna parte de Brasil. 
Creo que la planificación ha llegado a otro nivel. El primer paso lo dio Finito. Me llamó hace unos cinco días: 
- Compré tres cajas de fernet –dijo contento, decidido. 
- Tres cajas, bien hecho. 
- Trescientos y algo de pesos cada una, o sea que cada botella nos quedó a cincuenta y dos pesos. 
- Ta re bien. Bien hecho. 
- Gracias. 
Tres cajas, dieciocho botellas. Fin de la polémica*. 
Llevaremos un disco grande y uno chico para cocinar lo que sea y, si la situación lo permite, para vender algunos platos. Parrilla, una cruz (sí, una cruz)  para asar algo con fuego, heladerita, herramientas, la guitarra, sombrilla, carpas, bolsas de dormir, equipo de mate y un montonazo de giladas más harán que viajemos apretados, apretados pero con todo lo que haya que llevar para hacer nuestra estadía más feliz y sustentable. 
Faltan once días, casi nada. Será un miércoles el que nos vea partir. 

* La Polémica era si había que llevar dos o tres cajas. 

miércoles, mayo 28, 2014

Diario Mundial: día -15


Faltan quince días, o sea dos semanas, o sea poquísimo. Dos semanas para el inicio del Mundial y el inicio de nuestro viaje. La salida está pautada para el día 11 de junio. Nuestros familiares, amigos y seres queridos (?) nos irán a despedir, correrán al costado del auto como si fuera un tren partiendo de la estación, las enamoradas darán un suspiro, mamá llorará, papá pensará que estamos locos, Castelli ladrará y nosotros sentiremos que estamos a bordo de la motocicleta revolucionaria del Che. El fútbol es un territorio de exageraciones literarias, claro está.
No sé a ciencia cierta en qué parte de Latinoamérica estaremos el 13 de junio. Ese día festejaremos mi cumpleaños donde el itinerario lo marque. Al costado de la ruta, en un parador inhóspito, en una ciudad gigante y desconocida, en una estación de servicio de mala muerte o en la casa de algún extraño en vías de conocimiento. Será raro pero será hermoso. Trataremos de reproducir el festejo multitudinario en donde sea. Seremos millones, ¡haremos un maracanazo!
En el laburo estoy convenciendo a un compañero que me regale 100 reales que le quedaron de algún viaje que hizo. “Esto (por el viaje) lo hago también por vos, loco. Hace como 30 años que no salimos campeones”. Van 28 años sin levantar la copa. Es mucho tiempo, pasa que desde que se fue el Diego hemos acumulado frustración tras frustración en los mundiales.
En el 90 tenía ocho años. El día del partido contra Camerún (o contra la URSS, quién sabe) mi vieja nos mandó al colegio. En las calles no había nadie y en la escuela tampoco, claro. Tengo pocos recuerdos: al partido contra Rumania lo vimos en la casa de mi ya fallecido tío Dardo. Una tarde entré a mi casa y estaba mi viejo gritándole al tele “la puta que te parió recién entrás y no le ganás éste que está hace como dos horas en la cancha”; jugábamos contra Yugoslavia y estábamos en los 30 suplementarios. Luego el Goyco arreglaría los mocos de Troglio y el Diego. Pobre Diego, errar un penal, justo él, contra ese arquero (Ivkovick) que ya le había cagado la vida en un partido del Nápoli contra el Sporting Lisboa por Copa Uefa. A la semifinal contra Italia la vimos en el colegio. Había televisores en todos los grados, era un hermoso quilombo, niños corriendo por todos lados, la mayoría sin siquiera prestarle atención al partido. Y a la final la vimos en la casa de Carlos Martín, un amigo de mi viejo. A pesar de la derrota, nos subimos a un auto celeste al que le cruzaron una tela blanca y salimos a festejar al centro. El Goyco era el ídolo popular y mi hermana estaba orgullosa porque su comida favorita eran los ravioles con salsa, como ella. Esas imágenes deambulan todavía por mi memoria. De los partidos en sí, poco y nada.
En el 94 ya tenía doce años. Había vuelto el Diego. Vi el partido contra Grecia en la casa de los Falco, con todos los amigos de la cuadra. Contra Nigeria también. No recuerdo el de Bulgaria. Sí recuerdo que contra Rumania estaba en mi casa. Que grité mucho y que cuando terminó el partido me fui a llorar afuera. Lloré mucho, como el niño que todavía era. Afuera en octavos.
El resto de los mundiales me encontró con edades más maduras, entendiendo el juego, y sufriendo las mismas frustraciones, una y otra vez. ¿Cómo mierda puede ser que te agarre mal parado un pelotazo de 80 metros? ¿Cómo puede ser que no le metamos un gol a Suecia? ¡A Suecia! ¿Cómo puede ser tan boludo de sacarlo a Riquelme cuando le estábamos pegando un baile bárbaro a los alemanes, cuando nos sobraban piernas y ellos no podían ni moverlas? ¿Cómo puede ser que esos mismos hijos de puta no nos hagan uno ni dos ni tres sino cuatro goles?
Este equipo entusiasma menos que el resto. Pero cuando la fecha se acerca no importan los equipos. Importa la camiseta, los colores y el fútbol.

Faltan quince días, dos semanas, muy poco. Falta cada vez menos. 

lunes, mayo 19, 2014

Diario Mundial: día -23



Primeras letras. En Córdoba nos vamos quedando sin sol y el frío se va haciendo un lugar entre nosotros. Hoy es lunes y el sábado hubo reunión de viajeros: Kero, Finito y yo. Bebimos, comimos y bebimos algo más. Cuando la gente nos pregunta si ya tenemos todo planificado, si ya reservamos alojamiento, si ya calculamos los gastos, si marcamos la ruta de viaje, si nos pusimos la vacuna contra la fiebre amarilla y si sabemos hablar portugués, nosotros levantamos los hombros y hacemos ese gesto con la boca, como diciendo naah. Si le sumamos a toda nuestra planificación el hecho de no tener entradas, los interlocutores nos miran con cara rara. Sean amigos o no. De repente todos parecen ser viejas chotas que nos hablan de lo peligroso que es Brasil, de las barras, de la policía, de que si llegamos a ganar nos van a matar. No entienden cómo puede ser que hagamos semejante viaje sin tener entradas ni reservas ni nada. Y nosotros no entendemos cómo puede ser que no nos entiendan. Si es tan obvio…
Ir al Mundial es el sueño de mi vida. La frase, siendo trillada y casseteada, no tiene vueltas, es así. A los once años mi vieja me regaló un librito de tapas amarillas llamado El Libro del Mundial. Con toda la “historia, estadísticas y protagonistas” de todas las copas del mundo desde 1930 a 1990 y un informe detallado de todas las selecciones que se preparaban para disputar el Mundial por venir, USA 94. Desde esa edad y antes también, leía sobre fútbol. Ahora, cada cuatro años, todos los diarios te sacan un suplemento con toda esa información y más, con fotos, con más anécdotas, más datos y más de todo. Pero en aquel entonces, sin internet, con diarios que recién empezaban a abandonar el blanco y negro, mi librito amarillo era lo más.
Me sabía todos los campeones, los subcampeones, ¡hasta los semifinalistas! de todas las Copas jugadas. Los países organizadores, los goleadores, los partidos memorables, las anécdotas. A los once años poseía un montón de información que, a oídos de los que me rodeaban, era inútil. El tiempo diría lo contrario. Seguí absorbiendo más y más. Compraba El Gráfico, recortaba diarios, guardaba todo. Era muy difícil toparse con contenidos audiovisuales. Si salía algún VHS lograba comprarlo y lo miraba una y otra vez. Y volaba, viejo, te juro que volaba. Tribunas repletas, sombreros, el Mundial del 30, Vittorio Pozzo, El Maracanazo, la Hungría de Puskas, el debut de Pelé, la dinastía brasilera, la expulsión de Rattín y el gol de Hurst que no fue, la final del 70, la camiseta de Holanda, Clemente pidiendo tirar papelitos, la expulsión del Diego, los dos goles del Diego, las lágrimas del Diego, el grito desaforado ante la cámara del Diego, el pelotazo de 150 metros a Bergkamp, el tiro libre de Svensson, el ingreso de Julio Cruz y Messi sentado comiendo un yuyo, el gol de Martín a Grecia. Son miles de imágenes y estuve en todas, colado en una foto que no era mía, recortado y pegado con voligoma.

Estoy casi seguro que nunca más tendré la posibilidad de ir a una Copa del Mundo. No tenemos entradas ni certezas. Iremos a estar, a vivir. Faltan 23 días y a nosotros ya nos transpiran las manos.