miércoles, abril 24, 2013

Las cosas de Barrio Las Flores X

Los Lentos



Gran almacén, tipo ramos generales, ubicado en la siempre inundable esquina de Luis María Drago y Concejal Felipe Belardinelli. Un poquito de agua, un gallo, un estornudo con moco y el semáforo deja de andar. Todo parece dejar de andar sobre Belardinelli. Los Lentos siempre funciona, a su modo, a su velocidad pero siempre ahí, con su gente.

La atención al público es una mezcla de ritmo de pueblo santiagueño, burocracia estatal, inutilidad femenina, machismo de medio oriente, lentitud ante todas las cosas y algo de me chupa un huevo que la cola de gente se haga larga hasta dar vuelta a la manzana, no pienso apurar nada. Uno puede estar ahí, muy cerca de ser atendido, con tan sólo una persona adelante y puede pasar que dame medio kilo de Dogui, un pedacito de dulce de batata, cobrame la cabina, cárgame quince pesos en la tarjeta, una etiqueta de puchos, dos tiras de pan, un paquete de yerba, un sachet de crema de enjuague, seis cajones de cerveza, dos cajas de hamburguesas, un cuarto de queso cremoso, doscientos de paleta, doscientos de salame milán y ¿te dije Dogui? Mejor cambiame por Tiernitos. Se siente como un gol en contra en el último segundo.

El staff de Los Lentos está compuesto por tres señoras de entre 45 y 60 años. La verdad que se parecen entre ellas y que una foto diría lo mismo hoy que hace 20 años. También está el dueño. El tipo se sienta, cruza los brazos como jeque árabe, como sheriff de película, director técnico o capataz de estancia, y no hace nada. Trescientas personas esperando ser atendidas y nada. Maneja la plata, algunos proveedores, charla con los gitanos, habla por teléfono, pero ensuciarse las manos con billetes arrugados… para eso están sus mujeres.
En Los Lentos te podés poner de novio, pelearte y divorciarte. Podés tomar una cerveza en la dulce espera, podés emborracharte y recuperarte. Los bondis pasan llenos hasta tener turno a cargar la tarjeta. El sol sale, mete el pecho, se apichona y se va a dormir. La manteca se derrite, el fernet se calienta, el asado se enfría y las cosas se pudren. El tiempo va a otro tiempo. Los mosaicos guardan las marcas de las anteriores pisadas. En las paredes se leen los testimonios de todos aquellos que hicieron cola y murieron allí. Como una cinta de moebius estamos todos ahí, esperando, siguiendo la discusión que tienen las únicas dos que atienden con una vieja clienta: acá está anotado que debés treintaisiete con veinte; no, no sé, eso yo no lo compré, lo que yo debo son los ciento veinte de la vez pasada; ¿y estos treintaisiete con veinte?; no, no sé; esperá que lo llamo a Miguel (…) Miguel, sí, acá está Elsa, dice que ella no compró nada por esos treintaisiete con veinte que tiene anotados (…) (…) perá que le pregunto: dice si eso no lo sacó tu mamá; no, mi mamá no, no; dice que no, Miguel (…) bueno, dale, no te hagas drama que ya vemos. Y la fila se hace como un caracol, como el gusanito de los celulares viejos, como una tira de chinchulines o una prolongación de cable mal enrollada. Y sacamos partido. Y nos miramos todos a la cara y nos decimos sin decirnos apurate vieja culiada; yo me tomaría un porrón; yo pago los treintaisiete con veinte pero por favor muevan el culo; me esperan en casa con la cena lista; dejé la pava prendida; mi hermano se va a preocupar; dios, mirá la hora que se ha hecho, y cosas así.

En Los Lentos pasa que te toca tu turno y uno hace un paso hacia adelante con cara de satisfacción, de superación, como cuando llaman tu turno en el médico y sabés que hay alguno mirándote con envidia, pensando yo llegué primero y lo llaman a él primero. Con aire triunfador ponés los billetes sobre el mostrador y pedís la promo, la que junta un fernet grande con una coca de dos litros. Y la promo es tan buena y tan barata que terminás yendo siempre ahí, adonde te jurás que no vas a volver, porque uno quiere envejecer afuera y no adentro, ver las hojitas del otoño del barrio, agarrar el bondi, enamorarte, vivirla y divorciarte o llegar hasta que la muerte nos separe, todo, todo eso pero afuera. Pero la vida de estas fronteras que nos amontonan está llena de peros y viene el día en que el amigo te visita, la chica te mira con ojitos, falta poco para el partido o porque sí. Y, armado de coraje, te metés de lleno en un contradictorio y hermoso ‘pero’… y vas.

jueves, abril 11, 2013

El desastre de HiIlsborough

Esta nota fue escrita hace un montonazo. Allá en enero del 2011. Probablemente hoy la escribiría distinto. En aquel entonces la trabajé como si fuera para publicarse en el diario en el que trabajaba... pero internamente sabiendo que jamás la publicarían por su extensión. Por eso mismo, nunca fue revisada ni corregida. Así que va así como está... lo que habla muy mal de mí...

El desastre de Hillsborough






El 15 de abril de 1989 se produjo una de las tragedias más grandes del fútbol: 96 personas perdieron su vida en un estadio. Liverpool y NottinghamForest disputaban la semifinal de la FA Cup en Hillsborough, el estadio del Sheffield. Nada fue igual en el fútbol inglés después de ese suceso. Las imágenes son impactantes, los números también: 96 muertos y 766 heridos, todos hinchas del Liverpool.
El fútbol inglés era sinónimo de pasión popular. La forma en la que la gente acudía masivamente  a los estadios y cómo se comportaba, salvando ciertas distancias, era similar a las formas argentinas. No extraña, ya que fueron los mismos ingleses los que introdujeron el fútbol a estas pampas. Igual, es necesario repetir y remarcar: había rasgos similares pero para nada idénticos entre el fútbol argentino y el inglés. Las aproximaciones las utilizo para dar un acercamiento al fenómeno, para contextualizarlo históricamente y para que sirva de marco para entender cómo se llegó a la Tragedia de Hillsborough.
En los finales de los años setentas y durante todos los ochentas, la violencia en las tribunas era una constante en la liga inglesa. El fútbol era vivido muy intensamente. Inglaterra atravesaba una dura crisis interna que arrastraba a miles hacia el desempleo. En los ’80 el futbol funcionaba como un escape a la cruda realidad y eso provocaba arranques de felicidad y de violencia. Los “holligans” es el nombre  con el que se rotulaba a los que provocaban peleas, desmanes y un largo etc, dentro y fuera de los estadios. El crecimiento de la violencia en Inglaterra era real. La situación era, a primera vista, por un lado, tolerada, y por otro lado, inmanejable. Las masas acudían a las viejas y tradicionales canchas, se ubicaban, al igual que acá, detrás del arco y parados.
Por un lado, una sociedad deprimida y cargada de odio en la que el fútbol sirvió para descargar frustraciones. Por el otro, una infraestructura obsoleta. El fin de una época tuvo fecha: 15 de abril de 1989.
Los equipos ingleses pugnaban  una sanción de 5 años determinada por la UEFA, luego  de los incidentes protagonizados en Heysel, Bélgica, durante la final de la Copa de Europa entre Juventus  de Italia y, precisamente, el Liverpool, el 29 de mayo de 1985. Algunas de las causas fueron las mismas: una pésima organización, inoperancia policial y, esta vez, responsabilidad de los hinchas rojos. Empezaron las corridas en una de las tribunas y la gente empezó a correr desesperada provocando estampidas y amontonamiento.  En resumen: 39 personas murieron aplastadas, asfixiadas contra las rejas. Se había  prendido una alarma que nadie supo interpretar.


El partido estaba pautado para las 15hs. Era un día de sol, ideal para una jornada de fútbol. Al estar todavía vigente la sanción, la FA Cup tomaba mucha importancia en el ámbito local. Más de 10.000 hinchas del Liverpool se acercaron al estadio para ver ese partido. Faltaban pocos minutos para el comienzo del encuentro  y las tribunas ya estaban llenas. Afuera del estadio todavía había miles de personas esperando por ingresar y la situación era caótica. Habían muy pocos policías y la masa era incontrolable. Cuando el árbitro pitó el inicio del partido, la tragedia comenzaba a consumarse. La policía decidió abrir uno de los portones de acceso a la tribuna que ya estaba colmada de gente. Miles de personas corrieron hacia el túnel, pero no había luz después de la oscuridad. La situación en la tribuna era visiblemente caótica y desesperante. La gente que estaba contra las rejas no podía respirar, se escuchaban los gritos del público pidiendo ayuda, algunos se trepaban hacia la tribuna superior para escapar del apretamiento. Las imágenes de la transmisión televisiva son impactantes. La gente empezó a trepar los alambrados para saltar al terreno de juego y el partido seguía jugándose. Al minuto 6 un policía entró corriendo al campo y le pidió al árbitro que parase el partido. La confusión era total.
Cientos de hinchas ayudaban a sacar a la gente de la tribuna, a escalar las rejas que separan el campo de juego de las gradas. Había tan sólo una pequeña puerta de acceso por la que los desesperados hinchas querían escapar. A esta altura todo era un caos. Iba a ser un partido de fútbol, terminó en masacre.

Las causas

Uno de los primeros errores fue el de asignarle la tribuna con más capacidad (21.000 espectadores) a NottinghamForest y a Liverpool la más pequeña (14.600) siendo que el Liverpool es una  institución con muchos más seguidores y esa tarde se esperaba una multitud. Dos trenes que venían cargados de hinchas rojos se retrasaron lo que provocó que una masa de personas llegase sobre la hora y se acumulara en las pequeñas puertas de acceso al estadio. Ya dijimos que había poco personal policial y algunos novatos, sin experiencia en manejo de multitudes. Se calcula que había 5000 personas tratando de ingresar al estadio y que la policía, para descomprimir, abrió uno de los portones de acceso, el que no debió abrir nunca. Los hinchas corrieron hacia la peor de sus suertes.



Miles ingresaron por el túnel  empujando para poder entrar a una tribuna ya colmada, lo que provocó que la gente que ya estaba allí empezara a aplastarse contra las rejas. La gente que trataba de ingresar no sabía de la situación y seguía empujando. Muchos murieron parados, apretados contra otras personas.
La policía falló en la comunicación y mostró una inoperancia alarmante, siendo esta quizás, la mayor de las causas del desastre. Ni los oficiales que estaban afuera, ni los que estaban adentro del campo, sabían qué hacer. Cuando  el partido se detuvo, era la misma gente, los mismos hinchas los que arrancaban los carteles de publicidad, con el fin de utilizarlos como camillas para transportar a los muertos y heridos. En el césped empezaban a apilarse los cuerpos. En el gimnasio del club se armó una morgue improvisada donde los desesperados hinchas iban a ver  si sus  familiares y amigos estaban allí.
Afuera del estadio había 40 ambulancias de las cuales ingresaron muy pocas al terreno. Algunos todavía creían que había sido una pelea entre holligans lo que había ocasionado todo el desastre y frenaron el ingreso de los coches. Mientras todos corrían desesperados buscando ayuda, un grueso grupo de policías se limitaba a estar parados en la mitad de la cancha formando un cordón para separar un posible enfrentamiento con los hinchas del NottinghamForest.
La gente le hablaba a las cámaras de televisión: “nos abrieron el portón y nos dejaron pasar”. “Hay por lo menos 50 personas muertas ahí (en la tribuna)”. “Ustedes son nuestros ojos y nuestra voz, esto es un desastre”.

El día después

Rápidamente, la Asociación de Fútbol de Inglaterra reprogramó el partido para la semana siguiente en el estadio del Manchester United. Impactó mucho en la opinión pública la frialdad de la Federación al programar el partido tan sólo 7 días después del desastre. Finalmente se jugó un par de semanas después, en Old Trafford, y ganó el Liverpool 3 a 1, y finalmente se coronaría campeón al vencer al Everton por 3 a 2. Pero el título estaría manchado de sangre para siempre.
Las autoridades policiales se despegaron de las responsabilidades desde el primer momento. Las primeras investigaciones se centraron en el comportamiento de los hinchas, en la cantidad de alcohol que habían ingerido, en la posibilidad de que hubieran muchas personas sin entradas, en la agresividad del público, etc. Se trató de llevar el ojo hacia la misma gente, desligando a los encargados de mantener el orden. La versión oficial indicó que las muertes habían sido “accidentales”. Nadie fue procesado por la tragedia.
Algunos periódicos, como “TheSun”, hicieron eco de la versión oficial y sacaron una tapa muy controversial, con un título gigante que decía: “La Verdad. Algunos hinchas revisaban los bolsillos de las víctimas. Algunos hinchas meaban a los policías. Algunos hinchas le pegaban a los oficiales”. El diario, propiedad del magnate Rupert Murdoch, citaba como fuente a un anónimo policía. Los interiores no eran menos escandalosos, haciendo correr versiones de que los hinchas golpeaban a los médicos que intentaban dar los primeros auxilios a las víctimas. Una muestra de amarillismo asqueroso por parte de uno de los diarios más importantes de Inglaterra. Las imágenes televisivas demuestran totalmente lo contrario, ya que eran los propios hinchas quienes auxiliaban a los heridos ante la pasividad policial.
Un centenar de heridos aun permanecían en los hospitales locales y los Príncipes de Gales, Carlos y Diana (Lady Di) visitaron y saludaron uno por uno a los convalecientes. El plantel del Liverpool hizo lo propio, llevando camisetas y souvenires .En todo el país se organizaron colectas para ayudar a los familiares de las víctimas de la Tragedia de Hillsborough. La gente ocupaba el lugar que debería haber ocupado la mano del Estado.



En total murieron 94 personas aquel 15 de abril. Cuatro días después, en el hospital de Sheffield, murió Lee Nicol, de 14 años de edad. La última víctima murió en marzo de 1993: Tony Bland perdió su vida luego de estar 4 años en coma. Así se completa el fatídico 96. Es imposible calcular la cantidad de muertes posteriores o de personas que perdieron la vida a pesar de seguir viviendo luego de la horrorosa tragedia.
De los 96 fallecidos, 79 eran menores de 30 años. Entre ellos se encontraba Jon-Paul Gilhooley, de 10 años de edad, la víctima más joven de aquella tarde. Jon era primo de Steven Gerrard, actual capitán y emblema del Liverpool y de la selección inglesa.

Las consecuencias

Luego de la Tragedia, el gobierno de Margaret Tatcher inició una investigación  para saber qué pasó aquella tarde en Hillsborough. El Juez Taylor fue el encargado de la misma, además de mandar un paquete de medidas que cambiarían el fútbol inglés para siempre.
Lo que hoy vemos por televisión no es lo que siempre fue. El “Reporte Taylor” introdujo una serie de reformas: se eliminaron las vallas de contención. Empezarían a implementar una tarjeta identificatoria  para cada espectador para controlar a la gente asistente a los estadios (esto finalmente fue de difícil aplicación). Se eliminaron las ubicaciones de pie, y se colocaron butacas en todo los estadios. De esta manera se evitaron nuevos hechos como el de Hillsborough. Pero eso no fue todo.
Después de la Tragedia el fútbol comenzó a cambiar en Inglaterra. Los clubes aplicaron las medidas del Reporte Taylor. Pero no fueron los únicos cambios. En los ’90 la Liga Inglesa permitió el ingreso de capitales extranjeros. Subieron los precios de las entradas considerablemente. De esta manera, las clases obreras, las capas bajas de la sociedad no podían asistir  a los partidos. Hubo un corte en la tradición futbolística. El fútbol pasó a ser cosa de ricos y se perdió totalmente el espíritu histórico del deporte en ese país, el corte fue abrupto. El dinero de la televisión fue bien recibido por las instituciones y éstas aplicaron sin miramientos las recetas sugeridas: la Liga debía ser un producto “limpio y correcto” para vender al resto del mundo. Y era exactamente eso: el mundo estaba cambiando, y la exclusión se producía en todos los ámbitos.




El mercado se abrió y muchísimos jugadores de las más variadas nacionalidades llegaron a la Liga inglesa. Años más tarde, la situación empeoraría: más de la mitad de los clubes de primera división son propiedad de magnates extranjeros. ¿Cuál es el problema? Cuando un club se convierte en propiedad de una persona, el fin último es la rentabilidad y, como toda empresa, si las cosas no van bien, el buque  se llena y parte, y la gente queda huérfana de historia.
Liverpool recuerda a los 96 fallecidos con una emotiva canción llamada “You’llneverwalkalone” (nunca caminaran solos), grabada originalmente para el musical “Carrusel”, de 1945, pero elevada como bandera de recuerdo por los simpatizantes rojos: “Cuando camines a través de la tormenta, mantén la cabeza alta, y no temas por la oscuridad; al final de la tormenta encontrarás la luz del sol, y la dulce y plateada canción de una alondra. Sigue a través del viento, sigue a través de la lluvia, aunque tus sueños se rompan en pedazos. Camina, camina, con esperanza en tu corazón, y nunca caminarás solo, nunca caminarás solo”.
En el 2009 se cumplieron 20 años de la Tragedia. El minuto de silencio, el completo minuto de silencio de una multitud, fue emocionante. En aquel plantel del Liverpool estaba el argentino Javier Mascherano. Muchos documentales se transmitieron aquel día y los pedidos de justicia por parte de los familiares y amigos de las víctimas se hicieron más fuertes. Ellos siguen pidiendo justicia. En 2011, la Cámara de los Comunes autorizó la desclasificación de más de 40.000 documentos relacionados con la tragedia.
La muerte, como tantas otras veces, funcionó como bisagra de la historia. Nada fue igual después de Hillsborough, para bien y para mal. Pero siempre es importante preguntar, dudar, investigar, aprender y saber qué pasó en determinadas ocasiones. El fútbol lloró, y hoy se lamenta. Pensemos eso.
Hasta la próxima. Un abrazo.