jueves, mayo 24, 2007

Domingo 13/05


Parece que es la primera vez que lo notan
ingenuos, inmaduros, inconscientes
No vieron mis lágrimas, tampoco escucharon
mis llantos por las noches
insolentes, idiotas, imbéciles
No prestaron atención a esa lucecita
que se apagaba lentamente adentro mío
excusas, efímeras, estúpidas
Ahora, en boca de todos, en boca de ustedes
en hojas que convocan bocas
falsas, fáciles, fatídicas
Las sombras se corren de repente
me notan sin notarme, me hablan sin hablarme
gesticulan y no los escucho
se preocupan sin que les preocupe
No los entiendo, o sí, pero me duele
Mañana es lunes, mañana las sombras nuevamente
mañana igual que mañana
y pasado mañana

domingo, mayo 20, 2007

¿Quién no sueña con los aplausos?


¿Quién no sueña con los aplausos? Yo creo que todos, aunque seamos malos, deseamos que ese momento, ese instante de reconocimiento, nos llegue alguna vez. Miren que yo juego muy mal a la pelota, lo mío es entrega y orden. Eso se puede traducir en huevos. Porque es así y lo tenemos que admitir: los que no tenemos la habilidad en las piernas pero amamos el fútbol, tenemos pocas opciones. O nos quedamos en casa viendo por la tele las fantásticas jugadas o vamos y ponemos todo para hacer un papel digno en la canchita del barrio. Y los que pertenecen a mi club (Patas Duras Fútbol Club, o al otro Patadas Duras Fútbol Club) saben que hay días en que nos conviene enterrarnos en algún lado porque estamos haciendo todo mal. Uno puede jugar bien un partido, jugar mal otro, pero hay una gran diferencia entre ser un buen jugador y jugar bien. Si sos buen jugador, no importa el desempeño en este o aquel partido, el don lo tenés. En cambio si jugás para los míos, te tenés que tirar al suelo en todas, tenés que gritar, tenés que ordenar, por ahí te dan la cinta de capitán y le vas a discutir de todo al árbitro, y, por sobre todas las cosas, te tenés que quedar atrás, al fondo, condenado a la defensa. Sos el encargado de romper el juego del rival. Cuando se pueda, salir jugando, sino, mandar un pelotazo a cualquier lado y que la agarre el que pueda, si es uno de los hábiles nuestros, mejor. Cuando termina el partido, nuestro orgullo es saber que ningún gol de los otros fue por culpa nuestra. Eso es a lo máximo que podemos aspirar. Bah, en realidad, lo máximo es meter un gol. Pero esa palabra la tenemos tan olvidada, tan prohibida. Somos defensores, defendemos, o sea: no atacamos. La pelota que esperamos todo el partido es esa que no se mueve, la odiada por los que juegan bien, la metódica, la técnica, la que no se disfruta sino que se practica: la pelota parada. De un corner o un tiro libre que caiga al área, si tenemos la suerte de ir a cabecear, por ahí nos pega en alguna parte del cuerpo y la embocamos. Y les digo…, es indescriptible. Una alegría hermosa, fugaz e imposible de encubrir. Porque los que defendemos el cero en nuestro arco tenemos que tener la cara recia, dar la impresión de duros para amedrentar a los rivales. Pero el gol hace eso, el gol te saca la sonrisa a la fuerza, y volvemos a ser unos pibes que se reían todo el día. Es esa mueca de satisfacción de nene. La palmada en la espalda de los que saben y te quieren mucho y te dicen “¡bien, che!” y todos se ríen porque no lo pueden creer. Y con eso soñamos. Y eso nos desvela. Y somos perros y no podemos tener demasiado tiempo la pelota en nuestros pies pero, les digo, lo deseamos tanto. Todos y cada uno de los que jugamos al fútbol imaginamos a papá y a mamá al borde de la cancha festejando un gol mío en el último minuto. Y mis compañeros me llevan en andas y soy el héroe. O a mi novia, sentadita atrás del arco, aplaudiéndome porque hice una buena jugada o porque ordeno al equipo, y ella te mira, orgullosa, y te quiere cada día más; y cuando termina el partido, no le importa una mierda la transpiración, y te abraza y se besan de la manera más intensa, la más hermosa. O soñamos con la final, la esperada final en la que saco un tiro sobre la línea, o me paso a cuatro jugadores y defino por entre las piernas del arquero, o dejo todo en el campo y soy la figura. Nos gustaría estar en esa cancha llena. Las tribunas colmadas de personas que me van a aplaudir cuando levante los brazos y salude. Y se me hace tarde y tengo que terminar de cambiarme. Y se me hace tarde porque afuera están los chicos con la pelota en la calle, esperándome para jugar. Y se me hace tarde porque la cancha está llena y los muchachos ya están todos en el túnel, listos para salir. Y el árbitro nos apura. Y escucho los aplausos y veo la lluvia de papelitos. Y veo a mamá y a papá en la platea. Y te veo a vos, sentadita en el lugar de siempre, y sé que haga lo que haga, vos me vas a aplaudir…