miércoles, febrero 29, 2012

29/02

Esto que somo


Ay, negra
¿cómo hacemo para explicar todo esto?
Que yo no te prometo la luna
un sol
un te amaré para siempre
la caja de bombones, el ramo de rosas
nos vemos mañana y pasado.
Que no tallaré ningún árbol con nuestros nombres
ni dibujaré corazones.

Ay, negra
¿cómo hacemo para explicar todo esto?
Ve vo que casi nadie entiende
viste.
Que te prometo un asado
un mate amargo
un cuarteto de los conocidos
una vergüenza en público
el fuego del pucho
un cd grabado
una mirada.
Y que tus promesas
hombro a hombro
con éstas.

Y nada.
no entienden mucho.

Que este listado de palabras me sirve
simplemente
para explicarnos
cotidianamente
que nos queremos mucho.

domingo, febrero 19, 2012

Abebe Bikila. El hombre descalzo



Pa Diego.


Los Juegos Olímpicos están plagados de historias impactantes, de gestas heroicas, de grandes fracasos, de demostraciones de valor, coraje y superación. El lema olímpico "más alto, más rápido, más fuerte", sirve para entender el espíritu del hombre en el deporte. Los Juegos son la cita deportiva más importante de casi todas las disciplinas (en realidad de todas, menos del fútbol). Hay momentos que son una bisagra en la historia. Abebe Bikila, famoso maratonista, fue el protagonista de uno de ellos.
Nació en Etiopía, el 7 de agosto de 1932 en Jato, un pequeño pueblo a unos 130 km de Addis Abeba, la capital etíope. Su familia era muy pobre y él comenzó a trabajar de pastor para ayudar a sus padres. Completó varios años de estudio, cuando decidió alistarse en la Guardia Imperial de su país para escapar de la miseria.
Una postal romántica del inicio de su carrera recorre todas las biografías: dicen que una vez vio a varios muchachos vestidos con la indumentaria oficial olímpica y quedó deslumbrado. Los pantalones y la campera con los colores patrios y la palabra Etiopía en las espaldas. Era el abrazo de la bandera al cuerpo, la representación de la patria ante el mundo. Esto deslumbró a Bikila y soñó con poder vestir algún día las ropas de su país.
La carrera de Bikila está plagada de curvas y contracurvas, de casualidades y causalidades. Como si el destino hubiese estado escrito en constantes zetas, dibujando una vida increíble. A sus 19 años, mientras contemplaba un desfile de atletas que en 1956 representarían a la nación en los Juegos de Melbourne, conoció al entrenador sueco Onni Niskaken. Este hombre finés nacionalizado sueco había sido contratado por el gobierno etíope para preparar a los potenciales atletas del país. En poco tiempo, vio talento en Bikila y lo convocó a una prueba. Se anotó en la competencia, en la que participaba el ídolo de su país: Wani Biratu. Abebe ganó, probablemente sin saber que por esa actuación tomaría el avión a Roma a último momento, porque Biratu se había lesionado un tobillo en un partido de fútbol. Así, el ignoto Bikila fue integrante de la delegación etíope. Su destino empezaba a escribirse, con suerte y muchísimo talento, con azar y determinación.
La maratón es una de las disciplinas más importantes de las olimpíadas y es quizás la que mejor representa el espíritu de superación propia de los Juegos. Competición atlética introducida en 1896 (año de la celebración de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, en Atenas) en recuerdo de la legendaria hazaña del guerrero griego Filípides, que, según la leyenda, corrió 42, 195 kilómetros desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria de los griegos contra los persas en el año 490AC y cayó muerto de cansancio después de dar la noticia.
Bikila llegaba a los Juegos Olímpicos de Roma 1960 siendo un total desconocido para sus rivales y el público. El día de la prueba, Bikila salió a probarse el calzado de Adidas, el sponsor oficial de la competencia. Quedaban pocos pares y no conseguía su medida. Entonces, antes de quedarse con unas que le fueran incómodas, prefirió salir con los pies desnudos. Sí. Descalzo, como se entrenaba en su pueblo. El sol comenzaba a ocultarse en el verano romano, el disparo sonó y los corredores largaron.
A todos les llamaba la atención la falta de calzado de Bikila y, a medida que la carrera progresaba y el etíope se mantenía en el lote de los punteros, el público comenzó a alentar al africano. Cuando promediaba la competencia, dos corredores se mantenían adelante, Bikila y el marroquí Rhadi Ben Abdesselam. La noche se hacía presente y la Via Appia se iluminaba con antorchas para marcar el paso de los atletas. Cuando faltaba poco más de 1 kilómetro, Abebe Bikila aceleró y dejó atrás al marroquí. Corrió solo los últimos 500 metros y así, descalzo y casi sin inmutarse, como si no hubiera estado más de dos horas corriendo, cruzó la línea final. Los relojes se detuvieron en 2h15m16s, convirtiéndose en el nuevo récord mundial. Con tan sólo 24 años de edad, Abebe Bikila se transformaba en el primer africano en conseguir una medalla de oro en la historia de los Juegos Olímpicos. El continente más postergado hacía suya la victoria, y colocaba a Bikila en el podio de los héroes.
Durante los cuatro años siguientes ganó todas las competencias en las que se presentó. El destino trazó un nuevo zigzag: a tan sólo un mes de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, le detectaron una apendicitis aguda y tuvo que ser intervenido. Parte de su entrenamiento consistió en correr por los patios del hospital. Muchos dudaban de su participación pero finalmente fue de la partida, esta vez con zapatillas. Nuevamente quebró todas las lógicas al consagrarse ganador de la maratón y quebrando su propio record mundial con 2hs12min11seg. Nadie había logrado imponerse dos veces consecutivas en la histórica disciplina.
Llegó a los Juegos de México 1968 como favorito, pero una lesión en su rodilla derecha lo obligó a abandonar en el kilómetro 17. La victoria fue para su compatriota Mamo Wolde, para mantener la supremacía etíope en la competencia. Esa fue la última vez que Bikila corrió.
Un año después sucedería lo inesperado: en un choque con su auto, Abebe Bikila sufriría graves heridas que lo dejarían cuadripléjico. Luego, tras ocho meses de intervenciones en Inglaterra, lograría recuperar la movilidad de la cintura para arriba quedando parapléjico. El hombre que volaba corriendo quedaba condenado a la silla de ruedas.
A los 41 años, el 25 de octubre de 1973, falleció de un derrame cerebral, en el hospital de la capital de su país. Allí, el cuerpo de Bikila se rindió ante una enfermedad que lo había carcomido físicamente durante el último tiempo. Más de 65.000 personas participaron de la despedida al héroe africano.
Abebe corrió toda su vida haciendo historia. Lo logró, cruzó la meta y quedó grabado en la memoria de muchos. Hasta la próxima. Abrazo final.

lunes, febrero 06, 2012

El último calentón

Nota del 22 de diciembre del 2011.



Ayer ya había hablado del calor y de su consecuente inspiración (o excusa) para escribir sobre esos países extraños que están en nuestro mismo continente y de los cuales no tenemos la más mínima idea de nada sobre ellos: Surinam, Guyana y Guayana Francesa. Hoy hace más calor que ayer. Es inobjetable. Yo no recuerdo un día así. Los ánimos se van para cualquier lado, la gente se arrastra por las veredas con cara de no dar más. La gente se calienta. Y yo hacía bastante tiempo que quería escribir sobre este tipo, sobre este francés que, además de ser un fuera de serie, fue uno de los últimos calentones de en serio del fútbol de elite. El calor de Córdoba es real y me viene bárbaro para justificar esta historia, la vida y el fútbol de Eric Cantona.
Empecemos por el comienzo. Eric Daniel Pierre Cantona nació el 24 de mayo de 1966 en Marsella y no en Paris como mucha gente cree. El chico arrastraría una herencia combativa mucho antes de haber nacido. No quedan dudas de que si bien el apellido se afrancesó, el origen de la familia era italiano. La familia paterna había emigrado de Cerdeña y la materna era separatista catalana. De hecho el abuelo materno de Eric peleó contra el ejército de Franco en la Guerra Civil. Todo empieza a ser de película en la vida de Cantona.
El pibe tenía una habilidad con la pelota fuera de lo común, a la par iba forjando su peculiar carácter, su fuerte personalidad. Con 17 años debutaría en el Auxerre el 5 de noviembre de 1983 en una goleada ante el Nancy por 4-0, el club de donde surgió uno de los grandes ídolos franceses, Michel Platini. Al otro año le tocaría la colimba y a su regreso el Auxerre lo prestaría al Martigues donde estaría una temporada para volver al Auxerre y finalmente firmar su primer contrato profesional a la edad de 20 años. Y Cantoná la rompía. Siempre. Sus enormes perfomances lo llevaron a la Selección francesa. Pero enseguida tendría un problema disciplinario al trompear a Bruno Martini, el arquero de su equipo, a quien le dejó un ojo totalmente negro. Eso le valió una dura sanción, claro está. Su relación con la Selección sería siempre traumática, como ya veremos.
Su carrera fue siempre similar: en paralelo, se destacaba por sus goles, su juego, su velocidad y potencia como delantero, y, al mismo tiempo, sus desplantes, la agresividad hacia los rivales (o sus propios compañeros, no importaba), árbitros e hinchas. Se pueden encontrar en You Tube decenas de videos de sus grandes goles y sus grandes patadas, golpes, escupitajos y demás acciones violentas adentro de una cancha de fútbol. Sin dudas, era mejor tenerlo de tu lado. El tipo te clavaba un gol y después, para completarla, te raspaba todo. Antes se permitían un poco más este tipo de comportamientos. Era todo un poco más entretenido.
Deambuló por varios clubes de Francia sin poder encontrar su lugar en el mundo. Incluso en 1991 anunció su retiro. Michel Platini le aconsejó que se fuera de Francia, que fichara para otro club. Así, estuvo dos años en el Leeds United, donde jugó 35 partidos y convirtió 13 goles y salió campeón. Pero Cantona seguía sin poder explotar, hasta que un día el ya legendario Sir Alex Ferguson le puso el ojo y lo trajo para el Manchester United en 1992. Allí brilló durante cuatro años.
Pero el buen hombre no podía con su (mal) genio. El 25 de enero de 1995 el Manchester United visitó al Crystal Palace. El partido estaba empatado y Cantona se hace expulsar por un típico codazo a un rival. El árbitro le muestra la roja, se arma un pequeño tumulto y el Cantona, que ya sabía de memoria los caminos a los túneles, se va lentamente de la cancha. En eso pega un pique corto hacia la tribuna y se lanza con una patada voladora hacia un espectador. Recordemos que en Inglaterra no existen más los alambrados, los cercos perimetrales, las fosas ni nada. Como si fuera el cine, el público está sentado ahí nomás del césped. Al parecer el hincha le dijo algo como "Francés de mierda" y Eric, quién lo puede culpar, reaccionó como siempre lo hacía. La Federación lo suspendió por 9 meses, le hicieron pagar una multa de 20 mil libras y le dieron dos semanas de prisión, que fueron canjeadas por 120 horas de trabajo comunitario.
Sin embargo, a pesar de estos pequeños detalles violentos, Cantona fue un ídolo para los rojos de Manchester. Ganó allí varias ligas y él metió goles de todo tipo. La contracara de todo esto fue su relación con la Selección Francesa y esa sensación de haber estado en una mala época: Francia no clasificó a los mundiales de 1990 y 1994. Ya para la Copa de 1998 (que se disputó en la misma Francia) el técnico decidió apostar por el recambio y la jugada no le salió mal: la selección azul fue campeona por primera vez en su historia. Cantona se retira del fútbol ese mismo año con un historial increíble pero con la mancha de jamás haber disputado una Copa del Mundo.
Hoy, es una de las figuras de Nike. Es actor (ponele) y ha tenido roles en algunas películas de Hollywood. Tuvo alguna incursión por la música e incluso fue noticia por proponer una especie de corrida bancaria en una entrevista: “Tenemos que ir al banco. Así tendremos una revolución. No es difícil; en vez de salir a la calle, o manejar kilómetros en tu auto, simplemente vas a tu banco y sacás tu dinero. Y si mucha gente saca su dinero de los bancos, el sistema colapsa. Sin armas, sin sangre ni nada de eso.”
Eric Cantona, en la cancha, como en la vida, el mismo juego.
Hasta la próxima. Abrazo de golazo.