
Pienso, primero, en algunas de mis quejas, en las constantes dificultades que tuve para encontrar un lugar cómodo para escribir, un teclado como los nuestros, una silla, un escritorio, o eso que se llama ambiente. Pienso, luego, en los comienzos de un texto. Esto ocurre en el momento en que teóricamente todas esas condiciones que me impedían escribir se esfuman ante la presencia y la sensación de estar en "ambiente". Me siento por primera vez en muchos días al frente de una computadora. Nada sale. Ni siquiera tengo ganas de escribir. Cierro todo y vuelvo al blanco absoluto.
Horas más tarde camino por Madrid; me doy cuenta que todo es nada cuando uno no piensa, cuando no hay ganas de escribir, cuando los entusiasmos se duermen detrás de excusas, cuando no empujamos la voluntad. Llueve o nieva insistentemente, prepotentemente. Mientras camino empiezo a escribir sin papel. Vuelvo a pensar en los comienzos y caigo nuevamente a los lugares conocidos, a mis lugares felices. Cuando las palabras se empiezan a acumular en mi cabeza, cuando las imágenes se pegan una tras otra en un gran negativo de cine, sé que estoy listo. Busco la crónica, la vivencia, los lugares y ahí aparece Arlt, caminando al lado mío, fumando un cigarrillo, ofreciéndome una palabra que no se muere nunca, que acumula vigencia cada año.
Creo recordar un prólogo a una de sus (fantásticas) novelas: Los Lanzallamas. Voy hacia allá. Leo y encuentro una respuesta a mi presente, escrita hace más de setenta años. "Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana". Y sigue: "Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras".Las palabras me sacuden. Son el cross a la mandíbula que Arlt siempre buscó. Ante tantas cachetadas y sacudones sólo me resta renunciar a la dejadez y empezar a escribir.
Es muy fuerte: "cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte". Esa frase tiene mil traducciones; una de ellas, quizás, sea: "dale, pendejo, ponete las pilas". Arlt es un caudillo aconsejando al pibe que recién sube a primera. Lleva, sin dudas, la cinta de capitán, las medias gruesas, sin canilleras y juega siempre con los mismos botines (vieja cábala). Arlt nos apadrina a todos los comunes, los ordinarios, los cotidianos, los que, como él, "no escriben bien", no son refinados, no tienen "estilo". Somos del equipo del trabajo, que miramos con lástima a las estrellitas que se alumbran entre ellos, a los que viven con la paja mental, los que creen ser "los elegidos", la vanguardia literaria. En las concentraciones largas, en las noches de insomnio, nos dice, mientras tomamos un mate, que "para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad". Soberbio, Roberto, soberbio.
Dije, unos renglones más arriba, que había pensando en los comienzos. Es verdad. También dije, que había pensando en Arlt, en su prólogo, en su comienzo. Todo parece tener alguna coherencia; un poco frágil, pero mínima coherencia al fin. Y esto, que se suponía que iba a ser una introducción a algo, ahora es un texto propio. Y ahora quiero escribir sobre Arlt y no de ese algo. O, mejor aún, dejarlo hablar a él, que es un campeón y que siempre que define la manda a guardar, aunque no sea con una definición de lujo y los críticos digan que tiene suerte. Pero eso a la tribuna no le importa una mierda y delira cada vez que Arlt va fuerte al piso a trabar con el rival y la manda al lateral. El sudor de la camiseta no se olvida.
"El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.
Roberto Arlt"
Yo no puedo agregar nada más.