sábado, diciembre 19, 2009

Reuniones (2da y última parte)

No voy a extender ni propiciar ningún misterio así que hablaré brevemente sobre Matías Brex. Yo ingresé al colegio en cuarto año. Al llegar me sorprendió que nadie hiciera burla, que nadie molestase a Matías ya que, estaba más que claro, era bastante afeminado. Me sorprendía mucho porque el secundario puede ser muy cruel para algunos. Encima yo venía de un técnico, que era de guasos solos, donde el menor descuido te mandaba al muere. A lo mejor estornudabas en clase y a alguno se le ocurría empezar a joderte con eso hasta fin de año y la cosa se solucionaba buscando una superación de la joda insultante, o a las piñas, lisa y llanamente. Decía, entonces, que a Matías nadie le decía nada. Después me enteraría que en primer año lo hartaron tanto que las autoridades del colegio tuvieron que intervenir y cagar a pedos a todo el curso para terminar con la incómoda situación (para Matías).
Cuando llegué a la reunión saludé a todo el mundo y me senté. Como a los diez minutos de estar charlando o, mejor dicho, escuchando charlas, pregunté por Matías. El Pegoraro me miró con una cara desencajada (para hacerme entender que era un boludo) y me dijo, precisamente, "boludo, ahí está Matías". Lo miro y efectivamente, ahí estaba. No lo había reconocido. Lo saludé pensado que era el novio de Luciana Cabrera. El guaso estaba más flaco, con el pelo corto y con gel, bien pituco, toda una diva. Por lo que sé vive con un tipo, tiene una academia de baile y participó en uno de esos programas de mierda como Talento Argentino o algo así. (¡Por dios! Leo el nombre del programa, lo asocio con sus contenidos, y me cargo de bronca; pero bueno, eso podrá ser otro texto para otra ocasión).
La noche siguió su curso (6to A… (¿!)). Se armaron grupitos de charla, parejas para ir a fumar un pucho, secretitos, silla al lado de silla para ver un viejo álbum de fotos. En un momento, luego de habernos sacado una divertida foto grupal, el ahora gordo DiLucca, me decía:
- vení, vení, por favor, que quiero hablar con vos. A ver, contame. Vos me decís que estás trabajando en una fotocopiadora ¿verdad?
- Sí.
- Y que ganás ocho pesos la hora, o sea, un poco más de mil mangos al mes.
- Ajá.
- No lo puedo creer. O sea que no hacés planes para comprarte un auto, o una casa.
- Y no Lucas, la verdad que no.
- ¡No lo puedo creer! Te admiro loco.
La charla es irreproducible en forma de diálogo, pero sí puede ser contada más o menos de manera fiel. Dilucca, hoy dueño junto a sus hermanos de una empresa removedora de suelos, perforaciones, excavaciones, y demases, me mira asombrado ante mi "pobreza" económica (que tampoco es tal). No entiende, no entra dentro de sus parámetros, cómo puede vivir, alguien de mi edad, sin auto y casa propia. No me lo dice de mala manera, ni sobrando, ni nada, lo dice desde su lugar, desde lo que le tocó de chico, lo que fue y le fueron haciendo, desde el camino que él, casi con obligación, tenía que hacer en su vida.
- Qué se yo Lucas. Yo trato de ser feliz, con auto o sin auto.
Mi frase, más hippie que mi remera, era lo único que le podía decir al Lucas, a su empresa, su auto y su casa en el country.
Ya para las dos de la mañana, después de las pizzas y empanadas, el Paco y yo cargábamos con un buen estado. Yo le gritaba a mis compañeros "¡manga de putos, tomen fernét! ¿qué se hacen ahora los chetos? ¡Antes eran unos borrachos y ahora son unas mamitas!" Con una mano sosteniendo el vaso, la otra con el índice señalándolos y todo el resto del cuerpo apoyado en la pared, para que nada se derrumbara.
En total asistimos 16 ex compañeros. Faltaron muchos. Algunos, según los cálculos compartidos, viven fuera de Córdoba (Soledad Rodríguez, Soledad Salazar, Romina Lescano y Lucas Farías) de otros se perdió totalmente el rastro y un par confirmaron su presencia pero al final no fueron.
Se sabe que este tipo de reuniones pueden ser angustiantes para las almas con poca paz, para los que no pudieron o no quisieron seguir el "buen camino" del chango de clase media, del tipo que tiene 27 o 28 años y no tiene "su vida resuelta". Algunos se llenaron de guita, otros y otras se casaron y otros y otras tuvieron hijos. Esas tres categorías se alinean mágicamente en el mismo nivel para dar respuesta a la compleja pregunta "¿qué hiciste en estos diez años?" Para el sentido común argentino, para nuestra cultura, tener un hijo o casarse es hacer algo. Eso no es hacer "algo". Tuviste un hijo, te casaste, qué se yo, pero no hiciste nada. Llenarse de guita, en cambio, está más cerca de ese "algo". Yo, entonces, siguiendo esos lugares comunes, no hice nada. Fui a la facultad, conocí gente, me cagué de risa, salí en un libro (me faltó plantar un árbol), viajé a Buenos Aires amé, fui amado, ascendí a primera, volví a amar, descendía al nacional B, conocí más gente, tomé mucho pero mucho fernet, me fui a vivir con amigos, soy feliz, sigo en el nacional B y he vuelto a amar y ser amado. No tengo mucha plata, pero mi empresita funciona de maravillas.


Las chicas sacando fotos


Vanina Gardiol, Lucas Dilucca, Alejandra Herrera, el gran Paco, la Euge Magliano y la Laura Posse.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

q culiao q sos eh! si yo fuera minita diria "q divino" y me figuraria q sos un tipo re interesante... (la magia del blog, debe ser); y caería como una ingenua.
ahora... yo pregunto... de tus compañeros evidentemente nadie lee el blog. ¿o si?. curiosidad nomás.
otro punto: me quede esperando el antes y el depsues de esos pechos artificiosos y parados como mamas de maniqui, ex pasas de higo, ex tabla de lavar la ropa.
y finalmente, digo sí, afirmo rotunda y categoricamente que sí, que me dio mucho placer haber leido el texto en cuestion... un abrazo.

el caballero de la triste figura

Anónimo dijo...

Mirá quién te comentó!! te diste cuenta? todo un logro. Es muy largo de comentar todo esto, y hoy ando con pocas palabras, me gustó muchas cosas de las que dice y cómo las dice, y te iba a preguntar lo mismo que el caballero de la triste figura, ¿tus compañeros y compañeras, vieron esto? ¿qué pensaran de lo que vos pensás?

Abrazo de gol, con relato de Victor Hugo.

Barnes.