sábado, enero 02, 2010

Volver

Volver: Regresar. Retornar. Dar vuelta. Reaparecer. Venir. Llegar. Reanudar. Retomar. Reemprender. Insistir. Con la frente marchita las nieves del tiempo platearon mi ser. Aunque no necesariamente, digo, la parte de la frente marchita, o de la cabeza gacha, o de la tristeza o, digo, nostalgia, que hace del tiempo algo marchito para el alma, la frente, el ser, el sentir que es un soplo la vida, que se va, que todo es una brisa, un recuerdo efímero, un dolor presente, el miedo al encuentro con el pasado que vuelve.
Y digo, y vuelvo a decir, que no, que no necesariamente. Que algunas vueltas son insistencias, como dije, vueltas para dar vueltas, como esta, o aquella, o la tuya y la de ellos. A veces pasitos para atrás pero zancadas necesarias para adelante. Reaparecer. Retomar. Curar. Sanar. Insistir.
Una casa, por supuesto, la que me vio crecer, la que tiene una rodilla marcada con sangre, una televisión prendida, puertas cerradas alguna vez, un cachorro, otro sabio, la decepción de una vez y la alegría de otra, y las marcas del volver. Y a veces, también, sí se busca el regreso, sí se quiere, sí se ama a lo que se vuelve. Mi mirada a esta casa que ahora la nombro como debe ser, mi casa. Siempre se vuelve al primer amor. Un raro retornar que se siente en una caricia, la caricia de mi madre, de la vieja, que en todas las letras es siempre, sin buscar excepciones a las reglas, lo más grande que hay.
En el momento de dejar las metáforas, de poner palabras a las palabras, de decir lo que se quiere decir sin la otra cara de la moneda, sin dejar de buscar una melodía bella que abrace los cuerpos, como abrazaron el mío tantas veces, diré, digo, lo que quiero decir, cuando hablo de volver. Mi cuerpo cada día más viejo, aunque joven, acostado en una cama. El sonido, más bien ruido, de una tos horrible, la mía, no la de mi viejo, que es costumbre. Esta vez la mía, la herencia genética, quizás, la excusa ante los descuidos, las manos levantadas ante eso que se llama destino y del 'yo no tuve nada que ver'. Vuelvo a aquel día, para no desvariar. Antes de ese buenas noches, parecido al de toda la vida, pero no idéntico, la silueta de mi vieja avanzando hacia mi cuerpo 'levantate la remera, dale'. Me frota una crema para aliviar la tos y las esperanzas apagadas y la manifestación en mi cuerpo de una locura repentina, de las corridas idas y venidas de una cabeza confundida. Tomillo, 'uso: aplicar una pequeña cantidad y masajear suavemente'.
Volver. El tango. Muchas veces espejo de mi vida, aunque no necesariamente. Ahí está mi vuelta, sin miedos, pero con una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón.




p.d: la letra, por si acaso, para despejar la duda del plagio y acercar la afirmación de admiración a esos versos tan justos que hoy tomo prestados:

Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo:
"Tuya es su vida, tuyo es su querer",
bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver.

Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.

Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que, pobladas de recuerdos,
encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón.

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