miércoles, noviembre 17, 2010

Educación

Texto escrito para el programa de radio "Y viceversa". Aquí está minímamente "literalizado", por así decirlo. ¡Abrazo!



¿Qué es la educación?
¿Es lo mismo que aprender?
¿Es lo mismo que conocer?
¿Es lo mismo que saber?
¿Cómo es ser educado?
¿Cómo es ser maleducado?
Muchas preguntas. Muchas preguntas que quieren hurgar, buscar, encontrar, molestar a las afirmaciones dadas.
El tema de hoy es la (y abro comillas) la Educación. La educación oficial, institucional, el sistema educativo, las formas en las que el Estado va a permitir (prohibir) los contenidos, los “si” y los “no” y de toda la cuestión.
Entonces el quilombo.
Pero como esos son temas de mis compañeros periodistas, yo prefiero hablar de lo mismo, pero de otra cosa. Prefiero armar una cadena de momentos. Prefiero seguir con este hilo repetitivo, con esta forma que tengo de decir una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez………

La escolaridad es la bisagra fija de los primeros recuerdos. Desde que podemos recordar hasta la finalización, si es que eso sucede, de los estudios. Las experiencias se pegan con plasticola. Uno puede olvidar la edad se ciertas anécdotas, pero ahí viene el colegio, el secundario o la universidad a salvar a las papas, a ayudar a decir “di mi primer beso cuando iba a sexto grado”;
“casi me pisa un auto en segundo año”;
“Entre primero y tercer año de la facu me la pasé de joda”.

Y así…

Mi primera señorita se llamaba Mercedes, una vieja excepcional.
Mis amigos de primaria siguen formando parte de mi vida.
En quinto grado me saqué un par de malas notas.
Firmé el libro de disciplina alguna que otra vez.
Nunca fui candidato a ser abanderado.
Siempre tenía mi guardapolvo sucio y con algún botón salido.
En primero me gustaba Eliana Carrillo. De tercero a quinto Julia Pereyro, hasta que se cambió de turno y no la pude seguir viendo. En sexto y en séptimo todas y ninguna.

Vamo, dale que ahí arrancamos:

Las americanas, los chicos la bebida, las chicas la comida.
Las chupinas, las peleas, el “te agarro a la salida”.
El moquero, el gordo, la linda, la fea, el burro, el negro, el que jugaba bien a la pelota, el que no hablaba, el chupamedias, los putos del “b”, el gritón, el copión, el preferido, las ñoñas, los que repetían, los que nunca iban a los viajes, los que tenían todos los juguetes, el que llevaba cantimplora y no convidaba porque mi mamá no me deja, el mentiroso, el falso, el amigazo, el violento, la que nunca hablaba, Adrián Bazán, el gordo Cedano, Luisito Rodríguez, Daniela Arroyo, Pablo Paiva, la García, Betiana Moreno, la gangosa Cecilia, Juanca Teresín, … todos esos nenes de la foto… todos nosotros…

Todo está atado.

En el secundario los rótulos se hacen más fuertes y más violentos. Es una etapa dura para algunos y hermosa e insuperable para otros.
Los primeros granitos, los primeros pelos en la cara, la paja, las 12, 13, 14 y hasta 15 materias.
La corbata, la camisa y el pantalón.
Las amistades, el cambio de voz, los primeros amores, los segundos desamores. Matemática, Educación Cívica, contabilidad, gimnasia, el Técnico primero y el de barrio después.
Mis viejos, mi familia, las creencias, la religión, la rebelión, las dudas, las búsquedas, las rupturas, la inocencia, la inmadurez, las pendejadas.
Las historias, las cartitas, los machetes, las piñas, las amonestaciones, el fútbol, el himno, alta en el cielo un águila guerrera, la bandera, las lapiceras, el rock y el cuarteto.
Las minas, por dios las minas, las tetas de la Rodríguez, el culo de la Laura Posse, la profe de Química, la vieja culiada de Castellano.
Música, plástica, hora libre.
El escavio, la noche, las vacaciones, los repitentes, los putos del “b”, las minas del “b”, la reincorporación, Paco, las chicas, Ávila, Barrera y Pegoraro, los diplomas, fin de año, el viaje de estudios, una página que se termina y otra que empieza a escribirse.

La facu.
La joda, las experiencias, las rupturas con argumentos, la política, las mujeres, por todos lados mujeres, el fútbol, la cancha, el alcohol, las certezas y las dudas.
Los amigos, los compañeros, las noches, el mate amargo, el estudio, las fichas que caen una tras otra, la sensibilidad, la injusticia, las marchas.
Las notas, los bochazos, los finales, parciales y recuperatorios.
El sexo, el rock, las jodas, la mejor etapa de mi vida.
Los crónicos, los troscos, los reformistas, los chinos, las agrupaciones, los partidos, los independientes y los autoconvocados.
Los chamuyeros, los fachos, los copados, los hijos de puta.
Las miraditas, el filo, el sexo. Las novias, los huesos, el amor imposible, el chamuyo eterno, el éxito y el fracaso.
Las inscripciones, los expedientes, los trámites, secretaría de alumnos, centro de estudiantes, académica, extensión y secretaría de apuntes, regularización de analítico, timbrado y comprobante de pago.
La gente, toda la gente.
Los martes de vino tinto. Los sábados de fernet.
El tiempo que va rápido, despacio, monótono, fugaz o justo.
Los primeros en abandonar, los primeros en recibirse, los huevos la harina y la pintura. Las presiones, la militancia, la vida, la adolescencia, la despreocupación.
La transición, los años en la espalda, la barba, el trabajo, la adultez, las dudas, el sistema, los burgueses, los comprometidos, los progres, los caretas, los sinceros, los hijos de mamá, la empresa de papá, los rascas, los humildes y los tacaños.
El peronismo, las certezas, el fútbol, el título, la meta lejos, cerca, imposible, alcanzable, deseada o soñada.

Y el final, ese que parece imposible, pero llega, creeme que llega.
Con la lengua afuera, o con los pulmones llenos de aire, casi todos llegan a algún lado. Se multiplican los verbos, conocemos una cantidad increíble de sujetos y aceptamos con orgullo que no somos ni perfectos ni pluscuamperfectos.
Seremos lo que fuimos y las cosas que hicimos.

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