jueves, septiembre 22, 2011

Trabajo periódico

Hola, amigos. Iré subiendo por aquí las notas que vaya publicando en el diario. Salen casi todos los días (de l a v) así que haré una selección de las que más me gustan, aquellas que me han dejado más conforme.

Esta salió publicada el miércoles 21.
Se llama "Los locos del fútbol". Allá va!

Los locos del fútbol

En la historia del fútbol argentino se pueden trazar líneas, unir hilos conductores entre hechos, partidos o personajes. Levantando la cabeza, mirando el panorama y aceptando que las elecciones son siempre azarosas, subjetivas y personales, vemos la cancha con claridad, con la certeza de veterano de mil batallas; al trotecito se la paso al “loco”, para que haga lo que sabe.
Existieron y existen miles de jugadores apodados “loco”. Algunos por anécdotas personales, otros por portación de apellido, por inventivas de un relator, por deseos de la hinchada, por aspecto físico o por estar literalmente loco (o casi) Estos tres “locos” tienen similitudes en sus historias de vida, en su juego, en la trayectoria, en la gloria y en el ocaso. Acá están, estos son, los locos del balón.
El primero que inicia esta saga se llamaba Omar Orestes Corbatta. Si la locura se relaciona con la pérdida de razón, pues bueno, a este tipo el mote le venía bárbaro porque lo que hacía con la pelota no entraba en la cabeza de nadie. Era un wing imparable, encaraba por la línea con la pelota atada a los pies, desbordaba, echaba centros con precisión a la cabeza de los goleadores del Racing campeón de 1958 y 1961. Era petiso, tímido, analfabeto y alcohólico. Deambulaba con un diario debajo del brazo y miraba las fotos. Se casó cuatro veces: “Con la primera me fue muy mal; con la segunda me fue mal; con la tercera mal y con la cuarta, mal. Las cuatro me sonaron, pero las quiero lo mismo”, decía Corbatta.
Fue parte de aquel inolvidable equipo que disputó el Sudamericano de 1957, en Lima, los “Carasucias”. Y formó parte del recordado “desastre de Suecia”, en la Copa del Mundo de 1958. Fue dos veces campeón con Racing y con Boca, entre otros tantos logros.
Le decían el “dueño de la raya”, el “arlequín”, el “mago de la gambeta” o el “Garrincha argentino”. La comparación con aquel grandioso wing brasileño no es casual. Ambos vivieron una vida al palo. Fueron los reyes de la cancha y de la noche. Ambos murieron en la miseria total, quebrados, enfermos y solos. Corbatta falleció el 6 de diciembre de 1991 a los 55 años de edad producto de una cirrosis. Hoy, una de las calles que lindantes al Estadio de Racing, lleva su nombre.
Las características que unen a estos tres “locos” del fútbol van complementándose unas con otras. El segundo loco también era wing, petiso, encarador, despreocupado, amante de los amigos y del trago. Se llama René Orlando Housemann. René nació en Santiago del Estero y luego vivió en una de las tantas villas miserias de Buenos Aires. Jugó en Defensores de Belgrano y a los 20 años de edad llegó a Huracán y, de la mano de César Menotti, consiguió el campeonato de 1973, con uno de los mejores equipos de la historia del fútbol argentino. Dicen que jugó borracho, que se escapaba de las concentraciones, que se prendía en cualquier picado en la villa, que así y todo era muy querido por sus compañeros. Dicen que volaba en la cancha. Cuenta Fontanarrosa en su libro “No te vayas campeón”: “René era vértigo y freno. Cuando aparecía él, se aceleraba el partido y, como Ortega, había veces en que daba la impresión de no tener articulaciones”. Sí, eran parecidos y ya veremos porqué.
Houseman disputó el Mundial de Alemania de 1974 y fue campeón del mundo en Argentina 78. Nunca le interesó el dinero. Tuvo mucho y lo perdió. Como un boxeador en decadencia, estuvo a punto de la muerte. Su familia y los amigos lograron alejarlo del alcohol. Hoy, trabaja en el club Huracán de Parque Patricios. Los que lo vieron jugar dicen que con René se fue el último wing.
Por último, más cerca en el tiempo, escribiendo las últimas páginas de su historia está Ariel Arnaldo “el Burrito” Ortega. A éste no le decían loco, pero por su forma de juego, sus idas y venidas, su relación con el alcohol y por el cariño incondicional de la gente, entra en esta saga.
El “Burrito”, al igual que Houseman, nació en el interior profundo de Argentina, más precisamente en Ledesma, provincia de Jujuy. Con 16 años debutó en River Plate, de la mano de Daniel Passarella. Jugó 3 mundiales (94, 98, 2002), fue múltiple campeón con los “millonarios”, y también logró un título con Newells Old Boys. Fue transferido a Europa en varias oportunidades y jamás se sintió feliz. No pudo desplegar su fútbol de gambetas rebeldes. Su lugar en el mundo era en River.
En los últimos años fue noticia por los faltazos a las concentraciones, por su problema con el alcohol y por ciertos incidentes que la prensa no dudó en mostrar. Viene deambulando por varios clubes, con estadías cada vez más cortas. Hoy viste (como lo hiciera alguna vez Houseman) los colores de Defensores de Belgrano, en la Primera B Metropolitana.
A pesar de todo, a pesar de tanto, Ortega, al igual que Corbatta y Houseman, es querido por sus hinchas. A los locos de la gambeta no hay con qué darles. Hasta la próxima. Abrazo de gol.

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