Mostrando las entradas con la etiqueta córdoba. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta córdoba. Mostrar todas las entradas

lunes, septiembre 14, 2009

Mujeres que me conmueven I

A la chica del Bar de Mario


Hace un montón de años que estás acá.
Sí.

Ella es una parte de Córdoba. Como cualquiera, como todos, pero más, un poco más.
Ella sonríe y levanta los hombros.
Le digo eso, vos ya sos una parte de Córdoba.
Ella sonríe y levanta los hombros.
Junta los labios, baja las comisuras y sube los hombros. Como cuando uno quiere dar a entender un no sé. O un qué se yo.
Yo le hablo mucho, como si la conociera.
Le digo eso, yo vengo acá y siento que sabés quién soy, que nos conocemos.
Ella asiente y me dice que se acuerda de mi cara.
Me reconforta su respuesta. De las cuatrocientas quince mil doscientas ocho caras que pasaron por sus ojos, ella dice retuvo mínimamente la mía. En esa perspectiva me sentí algo.
Empiezo a preguntarle cualquier cosa. Me fascina su lugar en el mundo. A cada respuesta suya surge una pregunta mía. Sus respuestas son interesantísimas: sus palabras son sus hombros levantados.
No sé.
Qué se yo.
Bueno.
Y sí.
Le cuento una anécdota. Una vez vine y me hice el pistola, te señalé el cartel (“esto es un bar. Acá no se pide música”) y te dije si te podía pedir un tema, con una amplia sonrisa, y vos me despachaste antes del primer chiste. Me sacaste cagando.
Ella parece avergonzarse un poco, casi nada y me dice que la próxima vez, cuando haya poca gente, puedo pedirle algún tema.
Me interesa muchísimo saber qué carajo hace una persona que tiene los horarios cambiados, que vive cuando el resto duerme, que duerme cuando el resto…
Le pregunto eso, qué hacés todo el día, estudiás.
Los hombros levantados. Me dice que no hace nada.
¿Nada?
Nada.

Sonríe.
Me resisto a creer su nada absoluta.
¿Leés?
No.
¿Escuchás música?
No, escucho todas las noches música. Cuando llego a mi casa quiero silencio.

¿Qué hace entonces?
¿Qué hacés entonces?
Duermo.

No acepté su respuesta y contraataqué con todo. Te gustaría viajar, ¿verdad?
Sí.
Y ahí estaba. El recorte de imaginación que la conmovía. A eso no le levantaba los hombros. A eso le sonreía, sí, pero no creo que lo anduviera mostrando mucho.

Miro para atrás y me doy cuenta que se está calentando la cerveza que me mandaron a comprar hace diez minutos.
La dejo de molestar.
Le digo eso, te dejo de molestar.
Todo bien.

Sonríe.
Me voy.
Me vuelvo.
Algún día voy a escribir algo sobre vos.
Levanta los hombros, sonríe.
Sé que no me cree.