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domingo, noviembre 01, 2009

Afuera Ramia por lesión

Viernes 30/10. 20.30hs
Transmisión radial. La previa de Belgrano-CAI, por la 12ª fecha de la B Nacional.


- Comentarista: En Belgrano se confirmó la ausencia de Ramia por una seria lesión sufrida ayer, Jueves, al bajarse de un colectivo.

- Relator: Bueno, aprovechamos desde aquí para mandar nuestro afectuoso saludo a Ramia, como así también a la familia. Seguramente Belgrano notará la ausencia de este baluarte para el partido de hoy. Volvemos a estudios centrales.


Viernes 30/10. 11.30hs.

Comunicación telefónica:

- ¡Vos sos un pelotudo! ¡Cómo te vas a tomar un colectivo! ¡Cómo vas a exponerte a semejante riesgo en la víspera de un partido tan importante! Hay que hablar con Pérez (Pérez: gerenciador de Belgrano) para que nos ponga unos taxis a disposición.
- Tenés razón, Fede, tenés razón.


Jueves 29/10. 16.45hs.

Mi vieja me contó que antes de salir de casa para el hospital el numerito ubicado en la esquina inferior derecha del televisor decía algo como 43.5°. Un calorón cordobés de aquellos. A eso de las cuatro y media de la tarde, con enorme coraje, me calcé la mochila y salí para la facultad a entregar un trabajo para la única materia que curso en este cuatrimestre. Miré el reloj. Calculé mi velocidad de caminata, la transpiración por minuto, las ganas y la potencia del sol. Decidí tomarme un colectivo. No vivo muy lejos de la ciudad universitaria (unas 15 o 20 cuadras, no más) pero el calor estaba matando y como tenía un cospel disponible…
Después de unos minutos de espera lo vi llegar, bien desde el fondo de la Belardinelli, al bólido Azul de la empresa de Transporte Ciudad de Córdoba. Era el A6 (el ex 56). Subo, pago mi carísimo boleto y me quedo parado. Total me bajaba en unos minutos. La sensación térmica en el colectivo rondaba los 63°. Mucha cara de orto, mucho aire hirviendo.
Cuando voy llegando a mi corto destino final me agarro del caño y toco el timbre. El bondi frena de golpe, como siempre, y me dispongo a bajar. Un guaso, que estaba al lado de la puerta, me mira y con un gesto de brazo me hace entender que baje primero. Así que ahí voy, a "mi corto destino final". Cuando muevo mi pie derecho para apoyarlo en el primero de los altísimo escalones de descenso, siento que me raspo un poco a la altura del tendón de Aquiles con el filo del escalón. No le doy bola y termino de bajar. Hago dos pasos, el colectivo arranca y se va. Hago otros dos pasos y me miro la pierna. Sangre. Sigo caminando. Más sangre. Pienso "pucha, parece que fue más que un raspón". Encaro para el edificio de la "Escuelita" para ir derecho al baño a limpiarme. Cada paso que doy es un chorro de sangre más que se me va metiendo adentro de la zapatilla. Definitivamente es algo más que un raspón.
Entro al edificio y lo veo a uno del centro de estudiantes (nota: ese día eran las votaciones para centro, consejo consultivo y consejo superior).

- Che, maestro, ¿no tienen un botiquín en el centro?
- ¿Para qué?
–pregunta el pelado, más atento a la charla con la minita que a mi requerimiento.

No le dije nada y le mostré el tobillo rojo.
¡Uh, loco, eso es para llamar a Ecco! ¡Vení, vení!
Mientras caminábamos de una punta a la otra de la Escuela el guaso no paraba de decir que "ni siquiera en la escuela hay botiquín / esto es un desastre / nosotros de pedo tenemos unas gasas y agua oxigenada / ahora mismo llamo a la ambulancia / por favor no dejes de votarnos".
Como Córdoba es chica y la ciudad universitaria más chica y la Escuela de Ciencias de la Información una familia loca, me lo crucé a Juan Cruz, uno de mis concubinos.
"Juan, dame una mano que creo que me corté".
Así que ahí fuimos, con la sangre derramada sobre las consignas electorales. Juan hizo los mejores primeros auxilios: primero me limpié la pata en un pico, después me tiraron toda el agua oxigenada posible, luego el "pervinox", unas vueltitas de gasa y a esperar la ambulancia.
"Sí, viejo, esto es para puntos sí o sí", sentenció el paramédico.
Después que los guasos de Ecco hicieran exactamente lo mismo que Juan Cruz (agua oxigenada, pervinox y gasas) tuve que esperar como media hora hasta que alguien les dijera, Nextel mediante, adónde iban a aceptar mi tendón sangrante con mi obra social.
- Como vos quieras pibe: te vas por tus propios medios o si querés te llevamos nosotros en la ambulancia. Pero mirá que si hoy hace 40 grados, atrás hace como 50.
Era verdad, adentro de la ambulancia estaba imposible.
Llegamos con el Juan al hospital y me depositaron directamente en una camilla.
El médico Andrés Acosta: sí, va a haber que hacer puntos internos y externos. Tenés el músculo y el tendón expuestos. Esperame un cachito acá que voy a buscar la anestesia y el resto de las cosas.
Después se iría el Juan y llegaría mi vieja. Después pasaría un médico y otro y otro y yo escucharía cosas como "Mariana, vení, vení; mirá: ¿ves? Tendón expuesto. ¿Ves? Mirá." Esas frialdades médicas que hacen que uno se sienta un objeto de estudio. Después me pincharían, me coserían, me reiría, me dolería, me levantaría y me iría a mi casa. Rengueando, obvio.



Viernes 30/10.

Comunicación telefónica:

- Sebastián ¿te duele la pierna? ¿necesitás algo? ¿podés caminar bien? Si no te sentís bien no vayas a trabajar.
- No mami, no me duele casi nada; me molesta un poco pero nada más.

Mentira, me dolía como la concha de la lora. No podía caminar. Me costaba desplazarme, moverme para cualquier cosa. En mi casa no había nadie y todo me lo tuve que alcanzar yo solo y con tremendo dolor. Para bañarme tuve que cortar tres bolsas de supermercado y encintármelas alrededor de la venda. Así y todo fui a trabajar. Terrible idea: no podía estar parado. Decí que trabajo con "compañeros de trabajo" que te bancan todas. Estuve un rato largo sentado, cobrando, atendiendo poco, explicando a los que me preguntaban por mi renguera. Ayudó que se haya cortado la luz muchas veces. Cuando el calor y el dolor eran suficientes, cobré el día y me fui.
Durante toda la tarde no pararon de llegar mensajes de textos del tipo: "esta noche nos vemos en la cancha puto!", de mi tribunero amigo Martín Cardo. Otro del pelado Dubicki, que hace como un año que no pisa en el Gigante: "che, esta noche puedo ir a la cancha, nos vemos ahí?". Uno del fino: "nos comemo un asado en Bedoya esta noche?". No sólo que no podía hacer nada de todo esto sino que tampoco podía contestar ya que mi celular entró en una parálisis facial en la que los botones de la izquierda dejaron de andar: el 1, el 4 y el asterisco. Entonces no podía usar para mensajes de textos las letras h, i, j, ni tampoco los signos de puntuación. Un desastre por todos lados el viernes.
No hubo asados, no hubo tribuna, no hubo cerveza, no hubo "gracias Belgrano querido, gracias por las emociones (...)", no hubo victoria celeste, no hubo gritos, ni bailes. Hubo, sí, abrazos de consuelo que me ayudaron a cerrar un día difícil. Hubo, cuando la noche era bien noche, lindas sonrisas.

Sábado 31/10. 12.30hs.

El médico Andrés Acosta, luego de sacar la venda y examinar la herida ya cosida, asintió con conformidad y dijo "esto está excelente. Nada de deportes por 30 días y venite dentro de 15 días así sacamos los puntos ¿eh? Ahora esperá acá un ratito que ya viene la enfermera así te ponen la vacuna".
- Bajesé los pantalones por favor –me dijo la experimentada enfermera.
¡Pum! Una en cada cachete del culo. La antitetánica, por si acaso, me dejó dos marquitas en el trasero. Al salir, sobándome con ambas manos, le dije a la enfermera: "gracias por la gentileza, eh". Las enfermeras, que eran dos, se miraron y me dijeron "no seas tan mamita que no duele nada". Se me cagaron de risa. Yo también.



Domingo 01/11.

Ya puedo caminar. Me estoy preparando para llegar en óptimas condiciones al próximo partido. Belgrano me necesita y yo necesito de él.

p.d: Belgrano 1 - 3 CAI.