sábado, mayo 09, 2015

El hombre que quería escribir. Octava entrega. "El Negro Ríos I"



Me golpeé la cabeza con el marco de la puerta. Entré sobándome al ambiente contiguo, rascándome con la palma de la mano el marote, y las miradas me pegaron por todos lados, creo que hasta se escuchó el sonido de los ojos al moverse. Me sentí intimidado y un poco salame. Nada nuevo: desde que me bajé de colectivo vengo sintiéndome así.

Dos viejos jugaban al dominó. Otros cuatro le daban al truco en una mesa al fondo. El resto un montón de tipos solos que miraban una tele colgada en una pared. ¿Cuál de todos estos negros es mi negro? ¿Ese que está tomando un sodeado? ¿O es aquel otro que se está durmiendo sobre un vaso de cerveza caliente?

- ¿Qué hacés acá pendejo de mierda? –sentí la voz y la mano pesada apoyándose contra mi hombro. Me di vuelta con el pis a punto de salirse.
- Te cagaste todo, pendejo –me dijo el Negro Ríos cagándose de risa.
Listo, encontré a mi negro, contuve mi pis y los huevos fueron descendiendo a su lugar.
Largué una risa como pude:
- ¿Señor Ríos? –pregunté.
- ¿Señor? –preguntó el Negro- Decime Negro. Acá todos me dicen Negro –completó.
Levantó la cabeza y le habló a los guasos:
- ¡¿Cómo me llamo yo?! –gritó a todos.
Algunos levantaron la mirada, otros no le dieron ni bola.
- ¡Negro culiado te dicen a vos! –se escuchó desde el fondo, seguido de algunas carcajadas.

Nos sentamos en una mesa de plástico. Mi silla, también de plástico, parecía que se iba a partir. Pensé en la humillación de que se me rompiera la silla, me voy a caer y se me van a cagar de risa todos. Me cambié a una de Quilmes. El Negro me miraba hacer. Yo sabía que él sabía que estaba nervioso, y jugó acorde. No podía ser más local el tipo y yo no podía ser más visitante. Parecía un equipo chico.

- Bueno –dije arrimando la silla hacia adelante. En el impulso moví la mesa y se cayó un vaso de plástico que por suerte ya había sido escabiado. Fue como cuando apenas empieza el partido y uno se manda una burrada como sacar desde el arco y mandarla lejos al lateral.
- ¿Qué vamos a tomar entonces? –dijo el Negro cuando estaba por agacharme a buscar un vaso vacío.
- No sé. Lo que usted quiera.
- ¿Cerveza?
- Cerveza.
El Negro corrió la silla hacia atrás con cuidado, se levantó y fue a buscar la bebida. Quedé solo. Miré hacia los costados y a nadie parecía interesarle mi presencia. Mejor, me siento más tranquilo así.
- ¿Así que vos sos escritor? –me preguntó el Negro Ríos, dando vueltas el vaso con un poquito de cerveza, mirando el remolino y empinando.
- Sí –dije con mentirosa seguridad.
- Ah, vos también –sonrió arqueando las cejas.
No entendí.
- Hace unos años vino a verme un escritor. Escritor o periodista, no sé –agregó.
Maldición, competencia, pensé. Este tipo no sólo era escritor sino también periodista. Con eso no podía competir.
- ¿Y? –pregunté estúpidamente porque no sabía qué decir. Pero paradójicamente la pregunta pareció desconcertar al Negro, que se quedó pensativo.
- Removí muchas cosas, pibe –dijo, y parecía estar conteniendo una emoción. Yo no dije nada. Lo dejé mirando hacia adelante pero mirando hacia adentro, hacia alguna historia, hacia algo que yo desconocía.
- Nunca nadie me agradeció por el ascenso del 2006 –dijo a punto de quebrarse.
Se sirvió un vaso. Lo tomó. Todo. La cerveza lo trajo nuevamente.
- Me dijo que iba a volver. Todavía lo estoy esperando –dijo forzando una sonrisa. Creo que publicó un libro. Nunca lo vi –perfecto, lo que necesitaba: encima el tipo ya había publicado un libro.
- Lo que yo quería era charlar con usted porque quiero escribir un libro –dije, contratacando a nadie y cambiando de tema.
- ¿Un libro de qué?
- No sé muy bien –y quise sonar seguro- estoy en la búsqueda de historias, de cosas que le pasan a todos, a la gente común, a los que quedaron afuera –terminé de decir eso y no podía creer haber tenido esa claridad para decir algo, me sentí el dos del equipo pasando rivales y la platea parándose de a poco. Cuando el dos sale hasta la mitad de cancha cualquier cosa puede pasar. El Negro asintió. Había ganado su confianza.
- A los que quedaron afuera… -dijo pensativo, dejando la flotar la frase.

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