Los lanzallamas
La frase me había quedado rebotando en la cabeza. Llegué al
call y lo segundo que hice fue poner la frase en google. Lo primero: el mate.
Hace como 8 años que trabajo en la misma multinacional de mierda y soy una
especie de inimputable. No es que hago lo que se me da la gana pero casi. Se
puede tomar café, gaseosas, energizantes y, como tantos, merca en el baño, pero
mate: ah, eso sí que no. El mate está asociado a la vagancia. Por culpa de un
par de gordas que a las diez de la mañana deciden hacer su descansito en su
siempre estatal trabajo la liga el mate, y de paso los criollitos. Nadie puede
tomar mate en el call, salvo yo.
- - ¡Por prepotencia de trabajo! –exclamé mientras cargaba agua caliente del dispenser.
Armé mi pequeño guetto: mate, termo, bombilla, un paquete de
Porteñitas. Inicié sesión, como todos los iguales días de mi vida. Mientras
esperaba miraba mi pequeño mundo a los que los genios le llaman Box. Box es
caja. Somos un montón de cajitas en una gran caja. Un par de recortes pegados,
cronogramas de trabajo, números, internos, un escudo de Las Flores y una foto
de un viaje a las sierras que hicimos con la banda hace ya muchos años.
Resulta que los Lanzallamas es una novela de un tal Roberto
Arlt. Que apellido raro: Arlt. Ni siquiera se puede pronunciar: arrrlllllltttt.
Resulta que la frase que da vueltas por mi cabeza corresponde al prólogo de los
Lanzallamas. No sé si entiendo todo pero de algún modo me vuela la cabeza leer
lo que dice.
Con Los lanzallamas
finaliza la novela de Los siete locos.
Estoy contento de haber
tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar
fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en
redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.
Digo esto para
estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el
procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe
en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o
el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.
Este tipo me habla directamente a mí. A mí que soy un principiante en la vocación,
un joven escritor al que le está costando tanto escribir.
Pasando a otra cosa: se
dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría
dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente
leen correctos miembros de su familia.
¿Cómo escribiré yo? Seguramente mal porque todavía no he
escrito ni una hoja de literatura. ¿Le gustará a mi familia, a mis amigos las
cosas que voy a escribir? Roberto parece haber sufrido las mismas cosas que yo.
No lo conozco pero ya lo quiero.
El futuro es nuestro,
por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando
continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que
encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro
tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es
triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con
sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que
golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le
caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en
mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año
1932.
Y que el futuro diga.
Quedé tildado mirando la pantalla, el mate a mi lado, el
murmullo del call center, el ruido de las máquinas, los pequeños universos en
cada box. ¿Quién es este tipo? ¿Tendrá el Perro algún libro de él?
- - - ¡No se puede tomar mate che! –sentí a mis espaldas.
El pelotudo de Reynoso. Me di vuelta, lo miré, no dije nada y
volví a mirar la pantalla.
- - - ¿Vinimos de mala onda hoy? Es una broma, che –volvió a decir en tono bromista.
No entiendo, la verdad no entiendo. Jamás le he dado una
señal a Reynoso como para que él crea que me cae bien. Jamás. Pero él insiste.
Pobre estúpido. Igual, Reynoso es uno más. Sé que le molesta que tome mate por
eso siempre trata de hacer notar mi indisciplina. Le molesta saber que ahí son
todos iguales, todos robots con auriculares, y yo, el crónico del call, el mala
onda que casi no habla con nadie pueda tomar mate.
- Necesitás algo Reynoso? –dije sin sacar la mirada de la pantalla.
- Son las ocho y media y no has hecho una sola llamada. Así no vamos a llegar al objetivo y no nos van a pagar el premio por productividad.
Detesto a la gente metida.
El premio por productividad. Esos son los inventos de los
cráneos que visten camisa salmón, pantalón de vestir ajustado, zapatos con
puntas ridículas, peinado cuidado, sin barba o con barba cuidada, reloj
cuidado, celular grande, ego gigante, pito chico. A los genios les piden
motivación para la tropa, una zanahoria en una caña de pescar y que todos los
conejitos corramos tras ella, corramos hasta morir, hasta morir de hambre o de
cansancio. Cada tanto sueltan la zanahoria para que nos matemos entre todos por
algo de alimento. Hemos corrido tanto, tanto que la cabeza ya no piensa y acá
ya nadie ve al de lado, al que está en el otro box; es un conejo, como vos,
como yo. El premio por productividad. Qué tipo pelotudo que es Reynoso. Se
ponen la camiseta de la manera más detestable.
- - Hacé como quieras, flaco –dice con un tono que intenta ser agresivo y se queda en eso, porque no tiene huevos ni para mandarme a la mierda, que es lo que merezco hace años. Y me dice flaco, a mí, que soy todo lo contrario a flaco. ¿Será irónico? La ironía es para los inteligentes.
- - ¡Fuerza, Reynoso, que este año lo ganamos! –digo, riendo.
Arlt seguía ahí, esperando en mi pantalla. El mate se había
puesto tibio y amargo. Di un primer sorbo que costó tragar. No hay nada más
amargo que el mate muy amargo.
Hay una foto de Arlt. Tiene cara de culiado. Pero de los
culiados que me agradan. ¿Le habrá gustado su trabajo a Roberto? ¿Escribir es
un trabajo? ¿Se puede vivir de escribir? ¿A quién mierda le pagan por escribir?
¿Si empiezo a escribir alguien va a venir a darme plata, un sueldo y me va a
decir “tomá, quiero una novela para noviembre, son tres meses, te doy tanto
ahora y el resto cuando me la entregues”? No creo que haya nadie acá al que le
pueda preguntar. Preguntarle al Perro será la cuestión.
Lo mejor era llamarlo y lo llamé. Sonó dos veces y atendió.
- - ¡Perritoooo!
- - Gordaaaaaa.
- - ¿Cómo andás?
- - Bien, acá ando. ¿Vos? ¿Haciendo de cuenta que laburás?
- - Para mayor seguridad su llamada puede estar siendo grabada.
- - Cierto, cierto. ¿Qué necesitás?
- - Cuchame, ¿conocés a un tal Roberto Arlt?
- - Sí, claro, jugó de 5 en Rosario Central en los noventas.
- - ¿En serio? Hay un escritor que se llama igual.
- - Sos muy idiota, Gordo. No hay ningún jugador con ese apellido, de hecho no hay nadie con ese apellido salvo él.
- - Siempre tuviste una ilimitada capacidad para hacerme sentir un boludo.
- - Gracias.
- - De nada. ¿Entonces lo tenés al tipo?
- - Más vale que sé quién es. De hecho nos hicieron leer Los Siete locos en el secundario. Sólo que vos no lo leíste y me copiaste el trabajo.
- - Ah. Qué lástima… Debería haber hecho mejor las cosas y hoy quizás sería un mejor escritor.
- - Y sí, macho. Pero no es tarde todavía. Deberías leer algún libro. Empezá por las Aguasfuertes Porteñas. Son relatos cortos, periodísticos que el tipo escribió por los años treinta.
- - ¡Viejazos!
- - Sí, viejazos pero vigentes. Haceme caso.
- - Bueno, te dejo porque lo veo al pelotudo de Reynoso hablando con Conci. Y me está mirando. Y creo que vienen para acá.
- - Hacelo cagar al boludo ese de Reyn…
Y corté cuando el Perro empezaba a ladrar. Abrí un par de
planillas al azar, como para fingir trabajo. Conci lo palmeó en el hombro al
botonazo y vino para acá.
- - Pibe –dijo a modo de saludo, Conci.
- - Eduardo, cómo va –Conci se llama Eduardo, y es como una especie de jefe.
- - Bien, che.
- - Perfecto –dije como por decir algo.
- - Acaba de venir Reynoso a botonearte. Dice que no has hecho una sola llamada desde que iniciaste sesión.
- - Eso no es cierto. Acabo de colgar con alguien.
- - Bueno. Tratá de que no te vean al pedo. Vos sabés que con vos está todo bien, que sos de los que más tiene antigüedad. A Reynoso no me lo banco pero es tan botón que puede llegar a generar quilombos en la tropa –dijo y estiró el brazo abarcando a todo el ejército de orejas con auriculares.
Conci me cae bien. Entramos casi en la misma época. Sólo que
él hizo muy bien su tarea y comenzó a ascender hasta ser encargado de un
grupito de personas y luego de un grupo ya más grande hasta ser el encargado de
todo un batallón de soldados de la multinacional. Es de los pocos que siguió
siendo una buena persona. El día que al pelotudo de Reynoso lo asciendan se me
van a terminar los privilegios, estoy seguro. Va a ir por mí. Va a empezar la
cacería de brujas, van a poner un cartelito: se busca, vivo o muerto. Van a
proscribir mi nombre, mis ideas, mi rostro, el mate.
Por el momento yo sigo acá y Reynoso allá.
Voy a ser escritor. El porvenir es triunfalmente mío. Y que el futuro diga.
1 comentario:
Gracias Gringo! Lo esperaba ansioso! Abrazo y hasta que nos cruce otro asado
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