viernes, abril 22, 2016

Los Lanzallamas. 12° entrega


Para el guaso que me lo pidió en un asado memorable en Belgrano. 

Los lanzallamas

La frase me había quedado rebotando en la cabeza. Llegué al call y lo segundo que hice fue poner la frase en google. Lo primero: el mate. Hace como 8 años que trabajo en la misma multinacional de mierda y soy una especie de inimputable. No es que hago lo que se me da la gana pero casi. Se puede tomar café, gaseosas, energizantes y, como tantos, merca en el baño, pero mate: ah, eso sí que no. El mate está asociado a la vagancia. Por culpa de un par de gordas que a las diez de la mañana deciden hacer su descansito en su siempre estatal trabajo la liga el mate, y de paso los criollitos. Nadie puede tomar mate en el call, salvo yo.
  • -          ¡Por prepotencia de trabajo! –exclamé mientras cargaba agua caliente del dispenser.


Armé mi pequeño guetto: mate, termo, bombilla, un paquete de Porteñitas. Inicié sesión, como todos los iguales días de mi vida. Mientras esperaba miraba mi pequeño mundo a los que los genios le llaman Box. Box es caja. Somos un montón de cajitas en una gran caja. Un par de recortes pegados, cronogramas de trabajo, números, internos, un escudo de Las Flores y una foto de un viaje a las sierras que hicimos con la banda hace ya muchos años.
Resulta que los Lanzallamas es una novela de un tal Roberto Arlt. Que apellido raro: Arlt. Ni siquiera se puede pronunciar: arrrlllllltttt. Resulta que la frase que da vueltas por mi cabeza corresponde al prólogo de los Lanzallamas. No sé si entiendo todo pero de algún modo me vuela la cabeza leer lo que dice.
Con Los lanzallamas finaliza la novela de Los siete locos.
Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.
Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.
Este tipo me habla directamente a mí.  A mí que soy un principiante en la vocación, un joven escritor al que le está costando tanto escribir.
Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia.
¿Cómo escribiré yo? Seguramente mal porque todavía no he escrito ni una hoja de literatura. ¿Le gustará a mi familia, a mis amigos las cosas que voy a escribir? Roberto parece haber sufrido las mismas cosas que yo. No lo conozco pero ya lo quiero.
El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.
Quedé tildado mirando la pantalla, el mate a mi lado, el murmullo del call center, el ruido de las máquinas, los pequeños universos en cada box. ¿Quién es este tipo? ¿Tendrá el Perro algún libro de él?
  • -        -   ¡No se puede tomar mate che! –sentí a mis espaldas.


El pelotudo de Reynoso. Me di vuelta, lo miré, no dije nada y volví a mirar la pantalla.
  • -          - ¿Vinimos de mala onda hoy? Es una broma, che –volvió a decir en tono bromista.


No entiendo, la verdad no entiendo. Jamás le he dado una señal a Reynoso como para que él crea que me cae bien. Jamás. Pero él insiste. Pobre estúpido. Igual, Reynoso es uno más. Sé que le molesta que tome mate por eso siempre trata de hacer notar mi indisciplina. Le molesta saber que ahí son todos iguales, todos robots con auriculares, y yo, el crónico del call, el mala onda que casi no habla con nadie pueda tomar mate.
  • Necesitás algo Reynoso? –dije sin sacar la mirada de la pantalla.
  • Son las ocho y media y no has hecho una sola llamada. Así no vamos a llegar al objetivo y no nos van a pagar el premio por productividad.


Detesto a la gente metida.
El premio por productividad. Esos son los inventos de los cráneos que visten camisa salmón, pantalón de vestir ajustado, zapatos con puntas ridículas, peinado cuidado, sin barba o con barba cuidada, reloj cuidado, celular grande, ego gigante, pito chico. A los genios les piden motivación para la tropa, una zanahoria en una caña de pescar y que todos los conejitos corramos tras ella, corramos hasta morir, hasta morir de hambre o de cansancio. Cada tanto sueltan la zanahoria para que nos matemos entre todos por algo de alimento. Hemos corrido tanto, tanto que la cabeza ya no piensa y acá ya nadie ve al de lado, al que está en el otro box; es un conejo, como vos, como yo. El premio por productividad. Qué tipo pelotudo que es Reynoso. Se ponen la camiseta de la manera más detestable.
  • -      Hacé como quieras, flaco –dice con un tono que intenta ser agresivo y se queda en eso, porque no tiene huevos ni para mandarme a la mierda, que es lo que merezco hace años. Y me dice flaco, a mí, que soy todo lo contrario a flaco. ¿Será irónico? La ironía es para los inteligentes.
  • -        ¡Fuerza, Reynoso, que este año lo ganamos! –digo, riendo.


Arlt seguía ahí, esperando en mi pantalla. El mate se había puesto tibio y amargo. Di un primer sorbo que costó tragar. No hay nada más amargo que el mate muy amargo.
Hay una foto de Arlt. Tiene cara de culiado. Pero de los culiados que me agradan. ¿Le habrá gustado su trabajo a Roberto? ¿Escribir es un trabajo? ¿Se puede vivir de escribir? ¿A quién mierda le pagan por escribir? ¿Si empiezo a escribir alguien va a venir a darme plata, un sueldo y me va a decir “tomá, quiero una novela para noviembre, son tres meses, te doy tanto ahora y el resto cuando me la entregues”? No creo que haya nadie acá al que le pueda preguntar. Preguntarle al Perro será la cuestión.
Lo mejor era llamarlo y lo llamé. Sonó dos veces y atendió.
  • -          ¡Perritoooo!
  • -          Gordaaaaaa.
  • -          ¿Cómo andás?
  • -          Bien, acá ando. ¿Vos? ¿Haciendo de cuenta que laburás?
  • -          Para mayor seguridad su llamada puede estar siendo grabada.
  • -          Cierto, cierto. ¿Qué necesitás?
  • -          Cuchame, ¿conocés a un tal Roberto Arlt?
  • -          Sí, claro, jugó de 5 en Rosario Central en los noventas.
  • -          ¿En serio? Hay un escritor que se llama igual.
  • -          Sos muy idiota, Gordo. No hay ningún jugador con ese apellido, de hecho no hay nadie con ese apellido salvo él. 
  • -          Siempre tuviste una ilimitada capacidad para hacerme sentir un boludo.
  • -          Gracias.
  • -          De nada. ¿Entonces lo tenés al tipo?
  • -          Más vale que sé quién es. De hecho nos hicieron leer Los Siete locos en el secundario. Sólo que vos no  lo leíste y me copiaste el trabajo.
  • -          Ah. Qué lástima… Debería haber hecho mejor las cosas y hoy quizás sería un mejor escritor.
  • -          Y sí, macho. Pero no es tarde todavía. Deberías leer algún libro. Empezá por las Aguasfuertes Porteñas. Son relatos cortos, periodísticos que el tipo escribió por los años treinta.
  • -          ¡Viejazos!
  • -          Sí, viejazos pero vigentes. Haceme caso.
  • -          Bueno, te dejo porque lo veo al pelotudo de Reynoso hablando con Conci. Y me está mirando. Y creo que vienen para acá.
  • -          Hacelo cagar al boludo ese  de Reyn…


Y corté cuando el Perro empezaba a ladrar. Abrí un par de planillas al azar, como para fingir trabajo. Conci lo palmeó en el hombro al botonazo y vino para acá.
  • -          Pibe –dijo a modo de saludo, Conci.
  • -          Eduardo, cómo va –Conci se llama Eduardo, y es como una especie de jefe.
  • -          Bien, che.
  • -          Perfecto –dije como por decir algo.
  • -          Acaba de venir Reynoso a botonearte. Dice que no has hecho una sola llamada desde que iniciaste sesión.
  • -          Eso no es cierto. Acabo de colgar con alguien.
  • -          Bueno. Tratá de que no te vean al pedo. Vos sabés que con vos está todo bien, que sos de los que más tiene antigüedad. A Reynoso no me lo banco pero es tan botón que puede llegar a generar quilombos en la tropa –dijo y estiró el brazo abarcando a todo el ejército de orejas con auriculares.


Conci me cae bien. Entramos casi en la misma época. Sólo que él hizo muy bien su tarea y comenzó a ascender hasta ser encargado de un grupito de personas y luego de un grupo ya más grande hasta ser el encargado de todo un batallón de soldados de la multinacional. Es de los pocos que siguió siendo una buena persona. El día que al pelotudo de Reynoso lo asciendan se me van a terminar los privilegios, estoy seguro. Va a ir por mí. Va a empezar la cacería de brujas, van a poner un cartelito: se busca, vivo o muerto. Van a proscribir mi nombre, mis ideas, mi rostro, el mate.
Por el momento yo sigo acá y Reynoso allá.
Voy a ser escritor. El porvenir es triunfalmente mío.  Y que el futuro diga.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Gringo! Lo esperaba ansioso! Abrazo y hasta que nos cruce otro asado