El universo
Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,
cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria,
mis veinte abriles me llevaron lejos…
locuras juveniles, la falta de consejo.
Puedo predecir casi todo. Conozco todos los sonidos de esta casa: las bisagras de todas las puertas, incluida la del horno, con su particular chirrido. La tos de pucho de mi viejo, los ladridos de los dos perros, el tac tac del cuchillo de mi vieja cortando cebollas, la cadena del baño, la forma en la que circula el agua, el atrapasueños del patio que mi viejo detesta, la exactamente misma puteada por las campanitas, las sillas al moverse, el motor de las Ferraris o McLaren y el ruido de cada manojo de llaves de todos los que viven o hemos vivido aquí. La orquesta funciona siempre con el mismo ritmo. A veces me aturde y no puedo bajarle el sonido.
- ¿Te lavaste las manos? –pregunta mi vieja cuando me ve pellizcar un pedazo de queso. Tiene una obsesión con la higiene. Invasiva. Cotidiana.
- No –respondo clavándole la mirada y metiéndome cuatro exagerados pedazos de queso en la boca. Mastico con la boca abierta, grotescamente.
- ¡Sos un boludo! –dice y me pega una cachetada en el brazo. Yo sonrío y me acerco a mi viejo y a la carrera:
- ¿Cómo van los McLaren? –pregunto.
- Se han asociado con los japoneses, con Honda. El año pasado les fue para la mierda. Ahora están ahí, tratando de remontar; pero están lejos. No van a ganar nada este año tampoco –y luego remató su brillante análisis con un clásico: son unos pelotudos.
Para mi viejo todos son unos pelotudos. Todos. Nadie queda a salvo de su calificación preferida. Incluso gente que estima o que quiere mucho también pueden serlo en cualquier momento y por cualquier razón.
La mesa ya está servida, la comida a punto de desembarcar y el viejo sigue sentado en su reposera.
- Esta carrera ya está definida. No se le va a escapar al inglés –dice tirando una sentencia que nadie le pidió. De repente se da vuelta, nos mira, lo miramos, ¿va a preguntar algo? ¿Le interesará preguntarnos cómo estamos? Si así lo quisiera tampoco lo haría; no sabe, no puede.
- ¿Hay pan? –pregunta. Mi vieja sin responderle me señala la bolsa. La llevo a la mesa.
Comemos las milanesas más ricas del mundo. El ruido de los cubiertos me aturde. No decimos nada durante 60 segundos. El tiempo se comporta de una manera de mierda y me angustia. Parece una eternidad. Siento que esperan que les diga algo: que cambié de trabajo, que tengo novia, que voy a volver a estudiar. No parece interesarles otra cosa por fuera de esos tópicos y yo tampoco puedo hablar de otra cosa. ¿En qué momento me convertí en un robot? No puedo hablar. Tengo un dique que nunca se llena, que no permite que pasen las palabras. Cada diez años rebalso y me inundo y se inundan pueblos, ciudades, casas de familia, la mía. La reconstrucción es lenta. La humedad queda en las paredes. El televisor está prendido. Mi viejo no tiene problemas en hablar.
- ¡Mirá, mirá, gorda! –grita mi viejo emocionadísimo, señalando el televisor- Ese el documental que quiero ver, el que agarré empezado los otros días ¿te acordás gorda? es sobre la segunda guerra mundial, es espectacular, con imágenes a color y todo, no me lo pierdo ¿Cuándo es? a ver, ahí seguro que lo dicen, a ver, miércoles veinte y treinta horas, listo, no me lo pierdo ni loco, los otros días lo agarré empezado, vi la parte final, cuando contaban lo de la invasión a Normandía, son varios capítulos, fue brutal lo de Normandía, ¿vieron la del Soldado Ryan, esa con el flaquito ese el de Porkis? bueno, eso te da una idea de cómo fue, ahí empezaron a ganar la guerra los Aliados, murieron un montón de tipos, guarda el hilo ¿eh? porque a veces te hablan de Normandía como si hubiera sido una papa y no fue así, ni cerca, los alemanes resistieron como una semana, se cagaron a tiros, fue una masacre, lo que pasa que el error fue del pelotudo de Hitler que estaba encachilado con invadir la Unión Soviética, y decí vos que lo hizo porque sino ese tarado hoy estaría dominando el mundo, estaríamos hablando alemán vos y yo, y el otro gran error de los alemanes fue el de permitir que los ingleses y franceses huyeran para las islas, la Batalla de Dunkerque se llamó, los alemanes los estaban llevando puestos a los franceses, empujando hacia el mar y ahí, en Dunkerque, cuando estaban para la cachetada, no sé si Hitler o algún otro boludo dijo “frenemos el ataque, que nuestra fuerza área los haga bosta a estos franceses” y eso le dio tiempo a los aliados para tomarse el palo para Inglaterra, tres días tuvieron, qué boludos los alemanes, igualmente, como dije antes, decí que cometieron esos errores, que si no, la verdad, no me lo banco al conductor de ese programa, es un viejo pelotudo y el otro salame que está con él, no me sale el apellido, puta madre cómo se llama ese otro, bueno, no me acuerdo, es más boludo que el conductor, no entiendo la verdad cómo llega esa gente a la televisión, se ve que a la gente le gusta, los porteños, qué querés, por ejemplo, los otros días vi el noticiero, el de Buenos Aires, están robando como locos, no se puede vivir allá, es un locura, dos changos en una moto le arrebatan la cartera a una mina, la tiran al piso, la arrastran como cincuenta metros, en eso pasa un cana que estaba de civil y saca el arma reglamentaria y empieza a los tiros y uno de los choros, el que va atrás también saca un chumbo y tira para cualquier lado, ¿resultado? dos pobres infelices que justo venían caminando se ligaron un tiro, uno en la pierna y el otro le raspa la oreja ¿te das cuenta? de pura suerte que no termina todo con un muerto y la mina quedó toda raspada, no se lo olvida más, lo que pasa es que estos pendejos después los agarran, son menores, entran por una puerta y salen por la otra ¿o no? ¿o me vas a decir que no? y la droga, ese es el problema, el paco, que fuman ahora todos los pendejos estos, ahí en la facultad de ustedes les encanta defender a los choros, los otros días venía con el auto por el centro, nunca voy al centro en el auto, vos sabés y venía por Santa Rosa, ahí donde están todas las mueblerías, ya venía inflado porque no había podido conseguir el repuesto de ese puto lavarropas y el tráfico se empezó a empastar y no avanzaba, no avanzaba, no avanzaba y digo qué mierda está pasando acá, una de dos: o es una marcha o alguien chocó, porque el centro de Córdoba es una mierda, se corta una calle o alguien se le queda el auto y fuiste, sonaste, se arma un quilombo padre que ni te cuento, bueno, hice tres cuadras en media hora ¡tres cuadras en media hora me entendés! y cuando finalmente puedo cruzar General Paz veo para la Colón: una marcha, todo el centro cortado por cincuenta tipos, te lo digo, no eran más de cincuenta, cien, si querés, que estaban cortando toda la General Paz ¿y la policía? mirando, cuidando a los tipos estos que no sé qué mierda reclamaban porque acá cualquier hijo de puta te corta una calle, no hay límites, macho, no hay límites porque te digo que hay protestas válidas pero ya se les va la mano, ya se les va la mano, ¡no puede ser que cincuenta tipos te corten toda la General Paz y te armen un quilombazo, hay gente que tiene que ir a laburar! no, hijo, si es como yo siempre digo, esta ciudad se va a hundir algún día, las cloacas son un desastre, todos los días salta alguna tapa y empiezan a correr ríos de mierda, los otros días, en la zona de los hospitales: ríos y ríos de mierda ¿vos te das una idea lo infeccioso que es eso? y mientras tanto lo tenés al hijo de puta de Mestre sacándose fotos con no sé qué boludo, “recuperación histórica” dice después el caradura, me saca de quicio, toda la ciudad llena de pozos, mirá, ahí están pasando de vuelta la publicidad del documental ese, dos veces en cinco minutos, ¿te das cuenta? los otros días, cuando quería encontrar cuándo repetían el documental no pasaban nunca la propaganda, ahora, dos veces en cinco minutos, no entiendo la televisión, pasame la sal por favor, gracias, están riquísimas las milanesas, gorda, riquísimas, voy a poner de vuelta la carrera a ver si sigue todo igual, pasame el control, dame, ¿cuál canal era vieja?
- Hace cuarenta años que ves la carrera y no sabés qué canal es –digo.
- No hace cuarenta años y además me han cambiado los canales, cuando pasó de Multicanal a Cablevisión cambiaron todo.
- Eso fue hace quince años, papá.
- Y después volvieron a cambiar al grilla, encima no viene más la programación, no te mandan más la revistita estos delincuentes ¿Sabés cuánto pagamos de cable por mes?
- Sí, como 700 mangos.
- ¡Setecientos quince pesos, setecientos quince pesos pagamos por tener sesentaypico de canales que no sirven para nada! ¡Si no fuera por las carreras y el fútbol, te digo que lo doy de baja, lo doy de baja!
Mi viejo puede hablar un año seguido, sin importarle sus interlocutores. No pregunta, no dialoga: habla, dicta conferencia. Puede dar cátedra acerca de todo: la economía, las drogas que consumen los jóvenes, las razas en peligro de extinción en el Amazonas, la forma correcta de hacer un budín o el problema del transporte público en Córdoba. No sabe un carajo de economía, no consumió nunca ninguna droga, no fue al amazonas, no cocina budines y no se toma un bondi hace tres décadas. Yo no diría que miente. Fabula, imagina, se arma verdades, se las cree y siente que tiene que contárselas a cualquiera que se le cruce en el camino y le diga hola. Hay que reconocerle la inventiva. Ojalá tuviera su imaginación para escribir. Mientras habla e inunda el espacio con palabras y más palabras, pienso: mi viejo es la literatura. Él no lo sabe. Él escribe, sin escribir.
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