Escribo estas líneas desde el auto, con una sensación
novedosa de placer. Cómo ponerlo en palabras. El auto es un gran lugar para
cronicar. No por el auto en sí sino por la sensación de los dedos moviéndose
mientras viajamos, mientras avanzamos hacia algo, mientras recorremos la
distancia. La música, la charla de los que van adelante, que llega como olitas,
como olitas de mar. A la izquierda selva. A la derecha océano Atlántico.
El despertador sonó a las 5 de la mañana. Seis horas de
viaje, mínimo, eso nos dijeron. Estaba durmiendo como nunca. Los perros no
habían ladrado, la naturaleza estuvo tranquila por la noche. Pero el
despertador sonó. La puta madre, más le vale a Zabaleta que juegue bien.
Tiramos un montón de cosas que no usamos nunca en el baúl, agua caliente, mate, unas
galletas. Esas galletas donadas por la Alichu serían nuestro único alimento desde las 6 de la mañana a las
5 de la tarde.
El camino, como todos los caminos que venimos recorriendo es
impresionante. Muy sinuoso, como todos los caminos, o más. Caímos en los
tentáculos de un embotellamiento pero salimos. Primera batalla ganada. Tenemos
GPS y mapa pero parece que estamos destinados
a perdernos en todos lados, San Pablo no fue la excepción. Ciudad gigante,
ciudad de mierda.
Perderse pone a prueba el temple del grupo. Yo generalmente
viajo atrás y mi energía y paciencia son limitadas. Ante eso entro en silencio,
que es lo que mejor puedo hacer. Para qué explicar lo que es estar manejando
como pelotudos adentro de una ciudad en la que no te entienden una mierda, y
cuando te entienden se invierte la situación y es uno el que no entiende nada.
Generalmente somos nosotros los que no entendemos nada. La ciudad busca
vencernos, con sus carteles en idiomas extraño, con sus callecitas siempre
sinuosas pero no lo logra, finalmente, después de preguntar ciento cincuenta
veces, llegamos.
Llegamos al Fan Fest, la fiesta de los fanáticos, lugar al
que siempre escribí como Fun Fest, que vendría a ser una fiesta divertida.
Podrían ser sinónimos, pero a quién le importa eso ahora. Sigo. Miles de
argentinos y miles de policías, militares, guardias de seguridad y brasileros.
Brasileros de mierda, no pueden parar de venir a los partidos de Argentina a
alentar por el rival. Dan ganas de cagarse a trompadas. Controles muy
estrictos. Maldita sea. Paso yo con la mochila, adentro un fernet, una coca y una botella con hielo. La misión
parece imposible, ningún hombre puede realizar tal tarea, sólo alguien con
nervios de acero, con temple de hierro, con unas agallas tremendas, con una belleza inigulable (?)con una valentía de los grandes hombres
como San Martín, Maradona, Chuck Norris o Jim Phelps, de Misión Imposible. Ahí fui, mochilita adelante,
metiendo el pecho con mi camiseta celeste y blanca. Las mujeres decían “no
podrá, es imposible”. Los niños decían “¡es una obvni, es un ave, es un
avión!”. El aire se cortaba con una gillete. Vestía pantalones de Belgrano,
camiseta patria, lentes oscuros y una cara de pelotudo atroz. A la jugada la podrán
pasar mil veces por la televisión, desde todas las tomas, con todas las
tecnologías en la repetición pero nadie podrá entender cómo se pudo realizar
una gambeta de esas características. Fernet adentro del Fan Fest, Argentina 3 –
FIFA 1. Tres fernet ingresados en la cueva de los dragones. Tenemos el honor,
porque somos caballeros, de darle como válido el gol del descuento al enemigo
por ser descubiertos preparando uno en el baño del fan fest de Belo
Horizonte, donde dos orangutanes con cara de malos nos hicieron abrir las
mochilas. Amablemente nos invitaron a irnos, amablemente eh. Nos fuimos por
nuestra propia voluntad.
Preparamos en la clandestindad el primer fernet patrio en
tierras enemigas. Ya era hora, sonaban los himnos, nuestra canción tarareada.
El silbatazo, comienza el partido y la
puta madre que los parió. Dos horas de sufrimiento. Qué difícil están
los partidos. Me gustaría que el equipo intentara jugar un poco más. Mal o bien
pero jugar. Otra victoria más sobre la hora, otra vez con un golazo y otra
festejo alocado abrazando camisetas celestes y blancas, y otro grito a los
putos esos que tienen más miedo que la mierda de quedarse afuera de su propio
mundial. No vamos a dar nombres de países para no herir suceptibilidades. Del
partido, para qué decir más. ¿Y ustedes?
Nos preguntamos cómo se estará viviendo allá, en casa.
Los mundiales tienen esa fuerza de frenar todo, de poner un paréntesis al día,
a la rutina y cada mundial es diferente, por las sedes, los horarios y los 4
años entre uno y otro. ¿Se estarán comiendo un asado los guasos de la
cooperaria? ¿Habrá algún cliente rompe bolas que quiera su almuerzo en el Café
del Alba en el minuto 110 del partido? ¿Cómo lo estarán viviendo nuestros
amigos allá? Estar acá es un sueño pero siempre te queda un deseo de estar con
tu gente. Estuve en el Monumental el día que ascendimos y la alegría de estar
ahí era indescriptible pero la gente a la que quería abrazar estaba
copando las calles, festejando con fernet, cuarteto y asado. Acá pasa algo
parecido. Nos abrazamos fuerte para tratar de abrazarlos a todos. Igual, estamos haciendo todo bien. No se preocupen. Nosotros damos
todo.
Finalmente comenzamos el lento regreso a casa. Manejamos
hasta Bertioga, ciudad costera. Dormimos, despertamos y seguimos. Frenada
estratégica en Caraguatatuba (posta, así se llama) Almuerzo, mar, vermut y sol.
El día se oscurece, temprano, cuando en casa todavía es hora de merienda. La
ruta, siempre sinuosa, se va poniendo negra. Volvemos, llegamos, con la
convicción de haber hecho bien los deberes. Estamos en cuartos, nuestra bisagra
histórica. Nos sobra esperanza.
1 comentario:
Gigante el equipo en Brasil. Aca ya empiezan las cabalas, ya cada uno elige con quien verlo, no es cosa de hacer perder a Argentina por verlo en el lugar equivocado. Yo lo veo en casa, hasta ahora los mejores partidos lo jugamos cuando estaba aca, Las Flores da suerte. Si ganamos el proximo salimos en trueno a festejar. Casteli, trueno, Ivan y el Doctor en una caravana magica. Imaginate.
Abrazo de gol puto
Publicar un comentario