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Domingo
El sábado se me había escurrido de las manos. Mi cabeza no servía para nada después de tanto vino con coca. El baile no es para cualquiera. Hay que tener todo el cuerpo preparado para recibir una cantidad absurda de alcohol, y el mío ya se había acostumbrado a recibir otro tipo de tratamiento a base de cerveza y fernet.
Sin conexión a internet por mi morosidad acostumbrada, sin guita como para salir a hacerme el no sé qué, sin cabeza y sin ideas, el mejor plan fue tirarme en la cama hasta que el cuerpo me doliera de tanto dormir. Almorcé panchos y me fui directamente a lo del Perro.
El domingo ofrece una maratón de partidos irresistible, la jornada ideal para el hombre soltero. La Vero no entendía nada “¿cómo puede ser que te pases todo un día tirado en el sillón viendo fútbol?” Dependiendo de los estados de ánimo, a veces la pregunta no buscaba una respuesta, sino que era un grito, un reclamo, una crítica directa y abierta a, no tan sólo mis costumbres, sino a la masculinidad y a toda la cultura argentina. Claro, mis argumentos no convencían y la Vero se terminaba yendo, bastante enojada a decir verdad. El ruido del portazo era lo único que quedaba rebotando en el ambiente. En esos momentos pensaba que la relación no daba para más. Luego comenzaba Banfield vs Atlético de Rafaela o Manchester City contra el Bolton o un vibrante Platense-Atlanta, y todo se me olvidaba.
El perro me esperó con el combo de la amistad: coca cola, cerveza helada, una bolsa de chizitos Cheetos, una de doritos y los palitos de queso Pehuamar. Nada podía salir mal.
Ver fútbol con un amigo te permite dos cosas: si el partido está bueno te alegrás de compartir un momento frente al televisor, y si el partido da angustia (como suele ocurrir) te podés colgar charlando con el fútbol de fondo. Eso pasó. Olimpo contra Gimnasia, en Bahía Blanca. Hay canchas en las que nunca pueden salir partidos lindos, la cancha de Olimpo es una de esas.
- Perro: sigo sin encontrar una historia para escribir –dije, aprovechando que el arquero de Gimnasia estaba fingiendo lesión y pedía a gritos que los médicos vinieran a salvarlo de una segura muerte.
- ¿Pero lo fuiste a ver al Ñato al final? –dijo el Perro mandándose una mano llena de palitos a la boca.
- ¿Me estás jodiendo? Si te dije que el Ñato no tiene nada que ver con la literatura, que él trabaja en una fotocopiadora.
- Ah, cierto –dijo sin escucharme nada- Che, parece que está lesionado en serio –agregó señalando la pantalla.
- ¡Qué va a estar lesionado! Son todos una manga de cagones los jugadores –grité enojado.
Finalmente el juego se reanudó. El spray mágico hizo su parte y el arquero de Gimnasia parecía recuperado, no quedaban indicios de esa lesión por la cual aparentaba haberse acercado a la muerte.
- ¿Para vos quiénes son más mentirosos: los políticos o los jugadores de fútbol? –pregunté.
- Mmm, difícil pregunta… Supongo que los políticos. El Diego dijo que los jugadores eran lo más sano del fútbol.
- Sí, pero el Diego ha dicho todo. No hay nada que el Diego no haya dicho –retruqué.
- Igual, me parece que los políticos son más chamuyeros –concluyó el Perro.
- Para mí también, pero bueno, quería ver qué pensabas.
- Yo reformularía tu pregunta. No compararía a los jugadores con los políticos, o el periodismo, o la policía. Los jugadores se tienen que comparar con los jugadores, no sé si me entendés.
- Sí –dije, sin entender
- Los jugadores son llorones, de eso no quedan dudas.Ya no queda nada de lo que el fútbol supo ser: un juego de hombres, pero de hombres en serio. Yo no viví el fútbol de hace 30 años para atrás pero soy un estudioso, lo sabés. Basta con mirar partidos viejos para darse cuenta de cómo era antes el fútbol. Era, justamente eso: fútbol, un partido de fútbol y nada más. Como cualquier partido que se juega.
- Claro, como que antes se jugaba por la camiseta –dije.
- Sí, ponele. Pero no es sólo por eso. Los jugadores parecen actores, todo el tiempo simulando y la televisión tiene mucho que ver con eso.
- Y la televisión qué mierda tien…
Gol de Olimpo. Gol de segunda jugada. Aunque decirle jugada es mucho. Corner, rechazo flojito, uno que patea, rebote, mil piernas y la pelota que sale hacia el arco dando saltitos, el arquero que se revuelca en el piso para alcanzarla y gol. Gol de mierda pero gol.
El Perro es un filósofo del fútbol, hincha, televidente, pensador. Los guasos de la banda dicen que es insoportable hablando de fútbol, incoherente. Pero yo lo quiero al Perro. Me gusta escucharlo, me da letra para futuras discusiones futboleras.
Inexplicablemente el segundo tiempo se puso entretenido. Gimnasia buscando el empate y Olimpo colgándose del travesaño. A los 35 el árbitro le regala un penal a los visitantes. Todos los de camiseta tacheras se le van al humo a Lunatti. El loco Pablo amonesta a Furios y otro más. Todo se demora. Finalmente, el 9 del Lobo puede acomodar la pelota en el punto del penal, en esa área hecha mierda donde crece el pasto por partes. Habrá sido justicia divina o algo así porque el muerto la tiró a las nubes. Gritamos y festejamos como si fuéramos hinchas de Olimpo. Siempre nos ponemos del lado del más débil, o sea, del equipo que esté más lejos de la Capital Federal.
El tiempo vuela con el Perro. Podemos estar horas y horas en un ida y vuelta de todo y nada.
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