sábado, julio 25, 2009

Balance Campeonato 2008/09

Escribí este extenso texto para tener un documento fiel de mis días pasados. Espero, con todo corazón que alguno pueda respirar hondo, acomodar el culo en la silla e intentar leerlo. El texto tiene varios ítems separados por subtítulos. Lleva un orden cronológico pero se puede seleccionar cualquier "nudo" y leerlo sin ningún problema.
Un abrazo.


A Cardo, Fede y Andrés Pirata.


Introducción

Bueno, finalmente se terminó el año futbolístico. El viaje a Rosario, mejor dicho la vuelta de Rosario para Córdoba, puso cierre al eterno campeonato disputado. Fueron muchísimas las cosas que pasaron, demasiadas anécdotas, recuerdos, frustraciones y alegrías y difícilmente pueda dar cuenta de todas ellas en este balance pero trataré de plasmar aquí todas las posibles, en especial las del tramo final del torneo.
El primer partido del campeonato fue en agosto del 2008. Le ganamos a Unión 1 a 0 en Santa Fe con gol de Bustos. Ese partido lo vi en la casa del padre de una amiga y en aquel momento escribí esto. Y así comenzó toda esta historia.
En aquel entonces el equipo era dirigido por Dalcio Giovanolli, un tipo que nunca logró la aprobación de la gente por una simple razón: nunca pudo hacer jugar (más o menos) bien a Belgrano. Durante su conducción ganamos más partidos de visitantes que de local. Lo cual era casi insoportable porque la alegría en casa es la que vale. Ganar afuera es para sumar puntos, nada más, y todos sabemos que el fútbol es algo más que eso. Jugamos dos veces contra Instituto y Talleres. A la gloria le ganamos las dos veces 1 a 0 y con Talleres empatamos los dos (1-1 y 0-0 –este último ya con Labruna como DT). Al finalizar la primera rueda andábamos en los primeros puestos, a cinco puntos de Chacarita, el puntero, y todavía creíamos en el ascenso directo.

Nudos

Lo mejor vino al final del torneo. Una conjunción de situaciones me devolvió a la cancha luego de un par de faltazos por esa cosa de jugar a ser periodista. Además se armó un lindo grupito de tribuna con Martín y el gringo Fede. El último partido de Giovanolli fue contra Independiente de Mendoza: derrota por 3 a 0 y de local. Fue suficiente para que se fuera. Al toque vino Labruna y todo cambió para nosotros en el Gigante.
El primer partido en casa fue contra la CAI. Ganamos 1 a 0, con minutos de buen fútbol y no mucho más. Después perdimos en Tucumán contra el futuro campeón, ya que si volvíamos a ganar de local, ahora empezaríamos a perder de visitantes.

Cábalas

El 4 de abril jugamos contra Quilmes. Ese día hacía mucho calor y me puse unos pantalones marrones, zapatillas y una camisa a cuadros. Ganamos 2 a 0 jugando pésimo, pero la euforia de ganar de vuelta en el Gigante hizo olvidar el dolor de ojos. Desde aquel partido llevé esa misma indumentaria. Fueron casi cuatro meses con la misma camisa, pantalón y zapatillas. Nunca las lavé y siempre dejaba la ropa guardada en el mismo lugar. En Alberdi, con mi cábala, ganamos cinco partidos seguidos (Quilmes, Aldosivi, Olimpo, San Martín SJ, Atlético Rafaela) y empatamos el último (Defensa y Justicia).
La camisa, de a poco, se convirtió en un ícono entre nosotros. Cambió la estación, vino el frío y ella siguió estando. Después fuimos agregando otras cábalas accesorias para determinar su grado de importancia. Una de ellas fue el asado previo a la cancha en el que no podían faltar las achuras (mollejas o riñones). También comimos choripanes a la salida del estadio y a veces unas cervezas en un barcito del centro. Otra cábala era la del gringo Fede. Generalmente él llegaba siempre tarde entonces nos veíamos desde lejos en la tribuna, nos saludábamos y esperábamos al comienzo del segundo tiempo, cuando todo el mundo se para de vuelta, para juntarnos y ver el partido los tres juntos. Todo funcionaba perfectamente: los primeros tiempos de Belgrano eran horribles y terminaban cero a cero, pero en el segundo (cuando nos juntábamos) ganábamos los partidos. Todo estaba cabalísticamente controlado. Incluso las veces que íbamos juntos a la cancha, el Fede entraba y se perdía para ver el partido solo en algún lugar y juntarse en la segunda etapa. La verdad que le poníamos mucha dedicación a la cuestión. Estábamos agrandadísimos. Igual, no fue la primera vez que tuve cábalas.



Celulares

Otra que pasó fue cuando perdí el celular. Creo que fue contra Aldosivi. El árbitro pitó el final del primer tiempo y todos se apuraron a sentarse. La situación estaba bajo control, el partido era horrible, ya habíamos divisado al gringo Fede y sólo había que esperar el encuentro. En eso siento que me vibra el celular en el bolsillo. Estábamos todos apretados y quise sacarlo para ver el mensaje de texto; metí la mano, lo agarré apenas y se me resbaló de la mano. Miré para abajo y no estaba más. Volví a mirar y me di cuenta que el condenado aparato se me había caído debajo de la tribuna. El hijo de puta pasó por entre medio de las estructuras de cemento y cayó como siete metros para abajo donde se veía un basural importante. Lo di casi por perdido, pero igual iba intentar recuperarlo.
El partido había sido un domingo a la tarde y yo recién me llegué al estadio el martes. Mi razonamiento era el siguiente: seguramente hacía años que nadie entraba a ese basural debajo de la gigantesca tribuna pirata. Incluso dudaba si alguien tenía las llaves de los candados de esas puertas gigantes (recordemos que el Gigante de Alberdi tiene capacidad similar al Maracaná: 200.000 negros entramos… aproximadamente).
Con las manos en los bolsillos entré a la cancha y hablé con el Intendente del estadio (algo así como el ordenanza o amo de llaves). Le expliqué la situación, me dijo que hice mal, que tendría que haber hablado con él apenas finalizado el partido, pero me acompañó a buscar mi aparato. El tipo abrió unas puertas y pasamos caminando por el césped de la cancha, por la mismísima cancha donde un par de guasos patean una pelota, cumplen el sueño de millones y encima les pagan bien.
Íbamos en silencio. Sólo se escuchaba el ruido de las 700 llaves que colgaban de una argolla gigante agarradas al cinto del Intendente. Yo estaba emocionadísimo. Miré los alambrados, los bancos de suplentes, todo.
- Yo me metí a la cancha el día que ganamos la promoción con Quilmes, con el gol de Mugnaini –dije, como para igualar experiencias.
El tipo asintió. Seguimos caminando.
- ¿Hace mucho que trabajás en Belgrano? –pregunté.
- Más de veinte años –me respondió sin dejar de mirar para adelante.
- ¿Y qué hiciste todos los años que la cancha estuvo cerrada? –en el momento que terminé de preguntar me sentí un idiota. Quise arreglar la situación –Digo, la cancha estuvo abandonada, no se jugaba acá… eeeh… -no paraba de meter la pata.
Tardó unos segundos en responderme. Pero finalmente me miró y dijo algo como que nunca dejaron de haber actividades en el estadio, que las inferiores siguieron usando la cancha.
El final del trayecto lo hicimos en silencio.
Llegamos debajo de la tribuna local y para mi sorpresa la puerta estaba abierta y había una docena de albañiles trabajando. ¿¡Qué carajo estaban haciendo ahí!? ¿Obras en el estadio? ¡Si la cancha está igual de rota hace años! Prácticamente resignado empecé mi búsqueda entre el colchón de papeles que seguramente estaban allí desde hacía años, recibidas históricas a los equipos; lluvias, tornados y tsunamis de papeles y serpentinas. Miré para arriba y traté de calcular el lugar de la caída. “Si yo me paro del medio para la izquierda, más o menos por acá, entonces el celular seguro que cayó por estos lados”, pensé. Y ahí vino un nuevo problema: había otra división debajo de la tribuna con una puertita de chapa. Pensé que esa iba a estar cerrada, atorada, hinchada, trabada por los años sin ser abierta. Agarré el picaporte, y empujé con el hombro derecho...

(Intervalo. Aproveche para llenar el termo, dar vuelta la milanesa o prender un sahumerio que se viene lo mejor)

¡Pum! Hizo el ruido de la puerta. Cuando levanté la cabeza no pude emitir palabra: ¡había una familia entera viviendo debajo de la tribuna! La cocina, unas camas, la soga con la ropa colgada, el abuelo fumando pipa y jugando al ajedrez, la doña lavando en la tabal, los nenes haciendo la tarea; ¡era un loft gigante! Todos los ambientes divididos por sábanas.
- Eh, eh, perdón… ¿no encontraron un celular? Se me cayó el domingo en el partido.
Creo que ni siquiera me contestaron. Alguno me movió la cabeza para ambos lados.
- Pe… Perdón –y cerré la puerta tratando de no hacer más ruido.
Ya sin ganas y totalmente resignado continué la búsqueda unos minutos más. Charlé con los albañiles, les conté más o menos cómo se me había caído y me fui como vine, con las manos en los bolsillos, pateando piedras y papelitos, y con la inaprensible sensación de encontrar vida en lo que supo ser un club, hoy una empresa. Mientras siga viviendo esa gente allí, Belgrano como club, barrio, forma de vida y lazo social no está muerto, para nada. O por lo menos ese es mi deseo.



"Brujería, hice Bru-je-ría" (Los Tipitos)

El jueves 28 de mayo teníamos un partido de esos que los cassettes califican como “finales”. Jugábamos contra Atlético Rafaela, que venía cuarto un punto atrás de nosotros. Podríamos decir que era el partido a ganar para asegurarse, por lo menos, un lugar en esa puta promoción.
Todo venía encarrilado. El primer tiempo había sido malísimo, horrible, más aburrido que película china doblada al español. Nos juntamos con el Fede y lo llamamos por teléfono al Martín ya que él no había podido ir por trabajo (igual lo tildamos de “putazo”) Apenas comenzó el segundo tiempo sucedió algo inesperado: gol de Rafaela. ¿Qué hacer? ¿Cómo seguir? Si Belgrano no daba vuelta un resultado hacía como dos años. Ni de local ni de visitante ni de neutral ni de nada. Un gol en contra y ya estaba todo perdido.
Los minutos transcurrían y la camisa parecía no tener respuestas. Los nuestros no daban dos pases seguidos y el único recurso era bartolear la pelota para arriba. El partido empezaba a morirse y en una de esas aproximaciones ganamos un corner. Medio ebrio como estaba detecté un movimiento de Váquez, el 10, que desconcertó a la defensa de Rafaela. Amagó con buscar el pase corto pero en realidad fue a buscar la pelota para ser él el que tirara el corner. Ahí fue cuando dije en un volumen de voz apreciable:
“CREO QUE SE VIENE EL GOL DE BERZA”.
(Y acá tengo que contextualizar un poco, sino no se va a entender nada. Marcelo Berza es, quizás, el peor jugador de la historia. Un muerto, amargo, pecho frío, un atado, uno que nación con los pies cruzados, un becado, un tipo con suerte… nuestro defensor central. Tiene un historial importante de errores groseros que, encima, nos costaron los partidos. La gente se encargó de silbarlo y putearlo partido tras partido. Así y todo el guaso nunca dejó de ser titular. Era uno de esos casos en los que uno realmente sentía eso de que “hasta yo juego mejor”)
Vázquez pateó el corner, Novaretti la peinó y otro jugador celeste la empujó a la red. Delirio total en las tribunas. Avalanchas, abrazos con extraños conocidos, grito interminable de gol. El plus de toda esa excitación vino cuando todos empezaron a darse cuenta que ese jugador que venía con el puño levantado terminando de festejar su gol era, nada más y nada menos, que Marcelo “el peor de todos” Berza. El gringo Fede me miraba, totalmente drogado, eufórico, con una sonrisa de piano y me gritaba “¡lo hizo Berza, culiado, Berza!”. Y después todos los que estaban cinco metros a mi alrededor empezaron a abrazarme. Y los que estaban a diez metros alrededor miraban para donde estaba yo, conmocionados por ver los abrazos que recibía, y preguntaban “¡¿qué pasó, qué pasó?!” Y otro que respondía: “el flaco dijo que Berza iba a meter el gol”. Lo sentí propio, o sea que EL GOL FUE MÍO. Lo lamento Berza.
Pero eso no fue todo. Cuando el partido entraba en coma 4 Belgrano resucitó, tuvo un flash, una chispa, un despertar y se acordó de su historia. No sé quién hizo un intento de jugada, alguien dio un pase, otro la dejo pasar y Vázquez apareció con la pelota, avanzó, avanzó y ¡tuc! Pateó………….. y ¡Gol! ¡Goooooooooooooooooooooooooollllllll! Y todos rodando por los escalones. Avalancha interminable. Marea de personas abrazadas. Volábamos los negros para todos lados. No entendíamos nada. En cinco minutos habíamos dado vuelta un partido. Una cosa de locos. Después todos ayudando a levantar a los caídos, tapados los cuerpos por más cuerpos; algunos seguían abrazándose, gritando ¡gol carajo, gol! con el poquito de aire que les quedaba.
En aquel momento escribí una crónica un cacho más seria (no mucho más). Es esta. Y así le ganamos a los muertos de Rafaela. Es verdad, son muy pechos fríos, siempre les dan vuelta los partidos y el que perdieron el fin de semana pasado con Gimnasia lo demuestra.

"Gloriosas" desgracias y anunciados descensos

El penúltimo partido del campeonato fue de local contra Defensa y Justicia. Un equipo chico, pequeñísimo, un partido ganable por donde se lo mire. Estaba la camisa, el pantalón y las zapatillas (lo imprescindible) estaban también el Fede, el Cardo y Nico, otro gran hincha pirata que vive en Salta y vino especialmente para ir a la cancha. El asado se lo comieron ellos porque yo no podía, por la simple razón de celebrar un nuevo aniversario de nacimiento y por la visita de mi hermana que venía de España.
Creo que ahí fallamos en varias cosas. Uno: no comieron mollejas en el asado, lo cual fue un error garrafal. Dos: la presencia del Nico en la cancha fue un factor desequilibrante. Rompió todo el orden que tenía la cábala. Tres: estas dos situaciones exigieron a más no poder a la camisa. No es recomendable empujar los límites de una cábala. Mirá lo que le pasó al titanic. …. (?)
El primer tiempo terminó cero a cero. Un par de goles errados por Cuevas, otro de Bustos y nada más. Las novedades las traía la radio. Goles de Los Andes, muchos, que mandaban a Talleres al Argentino A. Instituto también hacía lo suyo: arrugaba de local contra Tiro Federal y empezaba a despedirse de las chances de jugar la otra promoción. Córdoba: un desastre por todos lados. Me fui triste de la cancha porque yo quería ganar y el poder de las cábalas entraba en una curva descendente. La mayoría festejaba, merecidamente, el hundimiento de Talleres. En aquel momento escribí esto.
La última fecha fue de visitantes contra All Boys. Perdimos pero nos ayudaron, como tantas veces, los resultados de las otras canchas. Instituto se quedó afuera de todo definitivamente y nosotros quedamos en el cuarto puesto (Atlético “siempre me dan vuelta los partidos” Rafaela terminó tercero). Me enojé mucho aquel día y me salió esta crónica violenta. A pesar de todo llegamos a la promoción por un lugar en primera división contra Rosario “sin aliento” Central.

Partido de ida: Estadio "Julio César Villagra" (Gigante de Alberdi)



Nos juntamos en mi casa temprano, a las 11 de la mañana. Tuve que recorrer algunas carnicerías porque no conseguía mollejas pero finalmente pude comprar las achuras salvadoras. La jornada prometía fiesta. El equipo no invitaba a nada y eso era, justamente, lo que más nos hacía ilusionar: ir de punto. Belgrano siempre sorprendía y sacaba pecho en las difíciles.
Tomamos una botella de fernet y salimos para la cancha cantando, con la bandera atada al parabrisas trasero. Había olor a alegría. Se veía en la gente una confianza de fiesta, de hazaña. Ya no importaba nada, ni los partidos perdidos, el mal juego, la falta de fútbol, los goles errados por Bustos durante todo el año, la presencia de Marcelo “el peor de todos” Berza, ni la ausencia del mejor jugador durante todo el torneo: Novaretti. Nunca se van a saber las verdaderas razones de su alejamiento pero lo concreto fue que nos cagó y no jugó los partidos finales. Después vienen las palabras.
Llevé una caja de resmas llena de diarios (todos los ejemplares gratis que acumulé en los meses en los que trabajé en La Voz) y los repartí cual si fuera canillita en la eterna cola para entrar al estadio. El Fede hizo lo suyo y se extravió en la tribuna durante el primer tiempo. Martín, la camisa y yo entramos a la cancha y nos paramos en el lugar de siempre. El recibimiento al equipo fue hermoso, digno de la instancia que estábamos jugando. A Central le dimos la “lateral”; una tribuna de mierda que ni siquiera tiene paraavalanchas. Así que si vino la barra de Central, yo ni me enteré. Que se caguen por putos.
Para delirio de mis ojos Belgrano jugó el mejor primer tiempo del año. Los jugadores celestes agarraban la pelota y tocaban. ¡Daban pases! A veces levantaban la cabeza y trataban de armar jugadas. No se podía creer. Tuvimos varias situaciones de gol que Claudio “me erré el gol de mi vida” Bustos no pudo concretar. El primer tiempo terminó en cero. Mejor, pensaba, todo sigue en rieles.
Arrancó el segundo y ahí nomás nos clavaron un gol. Jesús Méndez agarró un rebote, cerró los ojos y la clavó desde afuera del área al ángulo izquierdo de Olave. Algunos dijeron golazo, yo prefiero decir que se la sacó de encima y que no la vuelve a meter más. Lamentablemente, con esa primera vez bastó para que Central ganara el partido. Después Berza se hizo expulsar (¿vieron lo que les decía, vieron?) y todo se hizo cuesta arriba. Así y todo erramos chances claras de gol y nos quedamos con un partido bien jugado y con cero goles a favor.
No había tiempo para lamentarse, teníamos que prepararnos para viajar a Rosario, ciudad conocida por el monumento a la Bandera, el río Parana y los deliciosos gatos a la parrilla (la chicana preferida de los cordobeses para los rosarinos).


Partido de vuelta: Estadio Gigante "me lo remodelaron los milicos" de Arroyito



Al día siguiente del partido se empezaban a vender las entradas para el partido de vuelta. La gente salió de la cancha, buscó abrigo y se fue a hacer la cola. Yo no. Yo dormí hasta el mediodía, golpeado por la depresión post partido y fuimos hasta las vacías boleterías.
- ¿Te quedan entradas maestro?
El maestro se nos cagó de risa.
- Plateas. Salen $150.
- ¡$150! ¡Están locos!
- ¿Y qué querés? Ustedes vienen a cualquier hora.
Tenía razón el boletero.
Hicimos diez metros e intentamos con la reventa, bajo la atenta mirada del policía.
- Te la dejo a $120 la popular –nos dijo un gordo sin mirarnos a los ojos, masticando un chicle ya sin gusto.
- Bueeeeno, gracias.
Y nos fuimos.
Agarramos la moto y partimos para lo del “Loco” Tito, el jefe de la barra de Belgrano. Llegamos y había una “guardia” importante de personas. Unos 15 guasos, con sus respectivas 15 motos, estaban en la puerta de la casa. Sentados, al pedo, esperando no sé qué. Nos sumamos a la espera.
A los quince minutos salió el Tito.
- ¿Qué quieren?
- ¿Cuánto sale viajar?
- $200 con entrada. Los colectivos son Urquiza, doble piso y coches semicama.
- Uh, buenísimo ¿Te podemos dejar señados dos?
- Imposible. Y apurensé porque quedan pocos.
Partimos de vuelta con la moto a buscar la plata. Cruzamos un pedazo de Córdoba dos veces. Volvimos.
- Tito.
- ¿Consiguieron?
- Sí, sí. ¿Che, yo viajo siempre, no hay algún descuento? –intentó negociar el Andrés.
- Mirá, si viene mi vieja y se me arrodilla, le cobro $200, como a ustedes. Ayer estuve hasta las 6 de la mañana tratando de sacar a 80 guasos de Central que cayeron en cana.
- ¿Por?
- Y, lo de siempre, portación de armas, merca, porro.
- ¿Y los sacaste a todos?
- No, quedaron 3 o 4. Esos tenían dos chumbos y como 40gr de merca y encima quisieron coimear a los canas. No pude hacer nada. El resto ya salió; tuve que ponerles mis abogados pa que pudieran volverse a Rosario.
- ¿Y porqué los ayudaste?
- Son códigos, pibe. Si yo voy allá y caigo en cana, ellos van a ir y me van a sacar. Los quilombos entre las hinchadas son una cosa, pero cuando caes en cana tenés que ir a sacarlos, así sean de Talleres, Boca o Central. No importa. ¿Me entendés?
Dijimos que sí, aunque no entendí muy bien esa cosa de los códigos y me puse a pensar quién me sacaría a mí si llegara a caer en cana. Antes de irnos nos pidieron que fuéramos puntuales: “estén ahí a las 6.30 para salir a las 7 ¿entendieron?”. La caravana de colectivos partió desde la cancha a las 10 de la mañana. Yo vestía con un pantalón marrón, zapatillas y camisa a cuadros. El último esfuerzo de la cábala.
Todas las ilusiones iban en fila india. El viaje fue muy entretenido. Todos los borrachos querían contar su anécdota, su jugador preferido, el mejor gol que vieron, el partido inolvidable y los pedazos de vida que los colores les daban.
Puedo decir con seguridad que no conozco Rosario. La policía nos frenó a la entrada de la ciudad e hizo bajar a todos los negros de los colectivos. Revisaron los coches, incautaron pirotecnia y el poco alcohol que quedaba. La gente, muy previsora, se había encargado de tomar todo antes. Después nos subieron y nos escoltaron hasta el estadio como si fuéramos presidentes o algún preso de máxima seguridad.
De la policía de Rosario puedo decir que certifican el dicho popular: son más violentos que la mierda. Pero quiero felicitar al tipo de recursos humanos: la mayoría de las canas mujeres están todas muy buenas. Flaquitas, arregladas, con el pelo suelto. Yo, la verdad que las veía más para película porno que para correr a los delincuentes (que en este caso éramos nosotros, o por lo menos así fuimos tratados durante toda nuestra estadía).
Cuando el bondi circulaba por la ciudad me di cuenta que nadie nos quería. Todos nos pedían que le chupáramos la poronga haciendo alusivas señas, agarrándose el área genital e inclinando levemente el cuerpo hacia atrás. También, uno podía leerles los labios a la gente y creo que alguno nos dijo putos. Éramos demasiado visitantes. Los de Central nos puteaban por ley y los de Ñuls porque nos une una historia de desencuentros, balas de goma, piedras y butacas volando de un lado para el otro. En síntesis: los de Newell’s son unos putos y los de Central también. Y ya que estamos, putos los de Tiro Federal y Central Córdoba. Como para que no se sientan relegados.
Fue hermoso llegar al estadio y ver tanto color celeste aplacando ese horrible azul y amarillo. Igual debo admitir que Central abraza a mucha gente, que en las afueras del estadio está todo pintado con sus colores, que es una institución grande con mucha historia y que a pesar de todo eso son unos amargos. Pero una cosa es una cosa y otra es otra.
Entramos a la cancha unos minutos antes de que salieran los equipos. Nuestro recibimiento fue emotivo pero poco colorido porque nadie pudo entrar papeles, serpentinas, bengalas, petardos ni nada de fiesta. A la policía le encanta reprimir todo eso. Igual, volaron algunos papeles y creo que lloré.
Del partido puedo decir lo que ya se dijo. Belgrano se paró de igual a igual. Que jugó mejor que Central en el tramo final. Que la alegría del gol nos duró 35 segundos. Que los putos estos nos ganaron la serie porque son de primera y no hay con qué darle. Pudimos ganar porque jugamos mejor ambos partidos pero los guasos pelaron la categoría, manifestada en un ocote enorme. Todos nos fuimos con la cabeza levantada.
La yuta nos sacó corriendo del estadio. De pedo pudimos comprar un choripan. La gente corría desesperada tratando de encontrar su colectivo porque los canas venían con sus bastones golpeando los escudos y los hinchas. Arrancamos y nos fuimos.
Saliendo de la ciudad nos tiraron unas piedras que impactaron en mi ventanilla. Por suerte no se rompió. ¡Hace falta más que eso para intimidarme!
Muchas cosas quedaron afuera en todos estos párrafos pero traté de no censurar los recuerdos. Me alegraría muchísimo saber si alguno llegó hasta este renglón. Un abrazo grande para él, sea del color que sea.

martes, julio 21, 2009

Las cosas de Barrio Las Flores II



Este es el río
que pasa por mi puerta

miércoles, julio 15, 2009

Miércoles 15/07

A Sil




Se abre la puerta trasera del bondi
un día frío, lluvioso
y el olor a praliné
que salva el ambiente
que limpia el tufo
de los abrigos
las ventanillas cerradas
la ciudad empañada
y después
la parada siguiente.

martes, julio 14, 2009

......................puntos suspensivos

En el dorso de unas fotos
casi dormido
casi despierto
algunas palabras mal escritas

Vos y yo nunca estuvimos juntos
en el presente no
un no presente

Sin palabras para nombrar
el pasado
ya no existe nada
ni esto
ni juntos
yo
vos
nosotros
ni

miércoles, julio 08, 2009

Profunda tristeza

A Barnes

Porque perdió el fútbol y ganó Vélez.
Porque me había ilusionado.
Porque fue muy injusto el final de todo.
Porque este país duele.
Porque este fútbol duele.
Cuando debería amar.
Me cago en el fútbol del domingo pasado.
Quisiera un final con moraleja
del tipo yanqui
del tipo yanqui de las películas
del tipo
de los tipos buenos
que al final ganan
(a Vélez, por ejemplo)
y la moraleja de los buenos
los buenos jugadores
esos que juegan bien
salen campeones.

Qué país de mierda el del domingo pasado.

sábado, junio 27, 2009

El cross a la mandíbula



Lo bueno de no estar atado a la novedad de la noticia me permite relajar un poco las palabras, tomarme mi tiempo para escribir lo que tenga que escribir. Pero esta vez me tardé demasiado.
Hoy (martes) entré a eldiariodellunes con la cabeza gacha, mirando como de refilón a la página por la vergüenza que me causaba el no haber escrito la crónica sobre el partido de Belgrano. Estaba seguro que mis compañeros sí habían hecho la tarea y que yo me ubicaría, como siempre, con los del fondo, los incumplidores e indisciplinados. Fue grande la sorpresa al encontrar todo como la última vez. Se ve que todos andaban tristes y que las palabras quedaron guardadas en el estómago o se fueron en una puteada al delantero, atrapadas en una lágrima, en las manos o en la mirada. Por lo menos eso fue lo que me pasó a mí. Luego me empujó el compromiso de las voces, del nosilencio, del nocallar y también eso que Arlt describió alguna vez como “el futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo”.
Tremenda introducción para hablar/escribir sobre un partido de fútbol.
Tremenda introducción, justificada y necesaria.
Vi el partido de Belgrano contra All Boys por la tele. Creo que nada me pone más insoportable, intolerante, intratable e insultante que ver los partidos de mi equipo por televisión. No paro de putear, de recriminar y de decepcionarme. Encima con este equipo que tenemos…
En pocas palabras: jugamos horrible. Fue un dolor de ojos y de corazón. Este grupo de jugadores demuestra que no tiene un gramo de alma. Es increíble y tan pero tan frustrante verlos trotar, trabar blandito, patear la pelota para cualquier lado, dar un pase a dos metros y darlo mal. Yo no sé si lo hacen a propósito. No sé cómo hacen para jugar tan mal. All Boys, con casi nada, nos metió el primero en una jugada muy obvia. Tiro libre, amague de centro, pase corto a uno que esperaba solo, SOLO, en el borde del área, éste le pega al arco como pocas veces en su vida y Olave que no puede sacar el disparo. Fue el uno a cero para el local. Luego, en otro tiro libre similar repitieron la jugada ante la inutilidad de la marcación en defensa de Belgrano. Pero como los milagros no suelen suceder dos veces, esta vez la pegó mordido a cualquier lado.
En el segundo tiempo entró Vázquez. El pibe es el único que tiene una mínima idea sobre fútbol. Algo de habilidad en las piernas, un poco de panorama y, lo más importante, a veces piensa. Pero le falta mucho todavía. Lagunea, se pierde, se tira apenas lo tocan… es un pibe. En los primeros quince minutos de la segunda parte Belgrano jugó algo, casi nada, igual parecía que podíamos empatarlo pero llegó el segundo de ellos en otro error muy grosero en la marcación.
Sobre el final llegó el merecido premio para el único jugador que juega, mete, lucha y siente: el Gringo Novaretti. De pelota parada, obvio, porque son raras las veces que armamos jugadas. Quedará para la anécdota el penal que no cobró el malísimo árbitro cuando el partido se moría.
Quiero ponerle apellidos a mi bronca: Berza (aunque no haya jugado sigo pensando que es el peor jugador de la historia), Aldecoa, Cárdenas, Cuevas y otros tantos. Y especialmente a Labruna: son muchas las cosas a reprochar y creo que a veces es mejor no hablar de más. Pero creo que no es la mejor decisión poner a dos pibes (Maidana y Barrios) cuando las papas queman y se necesita a alguien con más chapa y experiencia. Eso se llama quemar jugadores.
Así y todo, teniendo un equipo triste, un montón de jugadores sin alma, sin cabeza, sin piernas, yo pienso (y siento) que nada está dicho. Que en el fútbol hay justicias e injusticias. Que el sueño de ascender está intacto. Que yo, cuando voy a la cancha, los aplaudo y no los insulto. Que quiero ganar. Que se me estruja el corazón con el sólo hecho de pensar en dar una vueltita en Rosario.
Estas son mis palabras. Sin metáforas, sin poesía; con la violencia y la tristeza que me da Córdoba cada vez que se olvida lo que fue. Lo digo por todo y todos.

Un abrazo a mis compas de eldiarodellunes.

jueves, junio 18, 2009

Sobre el 13 de junio.



El sábado 13 de junio tres equipos de Córdoba Capital, tres voluntades, tres colores jugaron su partido. En Quilmes, Talleres puso las piernas en el césped y la oreja en otros dos encuentros que determinarían su suerte. Lamentablemente, en Alberdi y Alta Córdoba sucedió lo mismo. ¿Puedo hablar algo del partido de Belgrano?
El sábado 13 de junio Belgrano tenía que ganarle a un tibio Defensa y Justicia para asegurarse un lugar en la promoción; para estirar el campeonato, por lo menos, dos partidos más; para jugar por algo; para sentir que estas 37 fechas sirvieron para algo; para intentar escabullirnos en la Primera.
El sábado 13 de junio Belgrano empató cero a cero con un equipo chico, muy pequeño. Se puede decir que no jugamos a casi nada. Que tuvimos varias oportunidades para meter un gol. Que el arquero de ellos atajó bien. Que el árbitro fue un desastre pero que si erramos los goles a un metro de la línea, él no tiene nada que ver. Que las redes no se movieron. Que tendremos que confiar en el equipo jugando de visitante ante All Boys para ver si jugamos esa pseudofinal por el ascenso o si todo el “proceso” fue un fracaso.
El sábado 13 de junio la gente festejó. Nuestro partido no daba para nada, pero el de Los Andes sí, y el de Almagro también aunque ellos también perdieran la categoría. Yo también me agaché para escuchar el penal del nueve de Los Andes. Yo también lo grité, yo también festejé y canté. Es que en la cancha pasa eso. Tenés a veinte mil tipos al lado tuyo, con tu misma camiseta, que aplauden y se abrazan por algo y te sentís abrazado y querés cantar con ellos. Pero cuando el partido (el nuestro) terminó, mi garganta no tenía demasiada fuerza para celebrar. Nosotros, nosotros, no jugamos a nada y empatamos cero a cero. Ellos, los otros, se fueron al descenso.
El sábado 13 de junio los periodistas de todos los medios de Córdoba escribieron y dijeron muchísimas cosas. Repitieron hasta el hartazgo el título de un libro que probablemente nunca leyeron, “Crónica de una muerte anunciada”. Hablaron de responsabilidades, de culpables, de la(s) gloria(s) pasada(s), de jugadores buenos malos regulares malísimos. Hablaron de que el equipo no estuvo a la altura de las circunstancias, de los técnicos incapaces, de un juez, de un cordobésmejicano, de los anteriores gerenciadores, de los anteriores presidentes y de los hinchas. Se quisieron poner de su lado, manifestar que estaban con ellos, que los entienden, que son los únicos inocentes y víctimas de todo esto. Mentirosos. Nunca van a estar de ese lado, por la simple razón de que están en el otro. Ahora se ponen la ropa de ‘periodistas’, de profesionales comprometidos. Ahora señalan culpables. Ahora muestran sus rostros compungidos. Ahora, recién ahora. Nadie les cree, sépanlo. Porque ustedes saben y supieron siempre todo. Y ahora hablan. Cagones.
El sábado 13 de junio mi Belgrano no me regaló nada. Talleres tampoco.
El sábado 13 de junio, en el día de mi cumpleaños, no hay tanto para festejar. Estoy más viejo y un poco más triste por todo(s).

p.d: éstas y otras crónicas encontralas también en: eldiariodellunes.wordpress.com

jueves, junio 11, 2009

Festejo(s)

SÁBADO 13 DE JUNIO
24HS:

MEGA FIESTA

Pedro Inchauspe 252. Popular Barrio Las Flores.
Traer bebida.


p.d: es mi cumpleaños.
Los espero a todos los que entran.... y a los que no también. Un abrazo

domingo, mayo 31, 2009

El partido, 22 escalones arriba

Hace unos años, me recuerdo sentado en una tribuna semivacía cortando papeles, esperando que el tiempo fluya y que el partido comience. Mi amigo Germán me acompañaba aquella noche y entre charla y charla me sintetizó mucho de lo que yo sentía: “el fútbol se analiza desde el costado de la cancha y se siente desde atrás del arco”. Algo de eso sentirán los que se paran, partido a partido, en las populares del país.
La crónica dura dirá que Belgrano jugó mal, otra vez. Que volvió a ganar con mucha “fortuna”, otra vez. Que el equipo no estuvo a la altura de las circunstancias, otra vez. Que jugando así va a ser muy difícil que pueda pelear por el ascenso, otra vez más.
No hay mentiras en ninguna de esas afirmaciones. El hincha no necesita leer el diario, escucharlo a Brizuela o mirar Deportes en Marcha para darse cuenta que este Belgrano no es el mejor. Las preguntas que quedan flotando son, entonces: ¿por qué está tercero? ¿Cómo hizo para ganar tantos partidos? ¿Por qué tenemos 60 puntos y 17 equipos por debajo? ¿Cómo hicimos para ganarle a Rafaela?
El jueves por la noche pasaron cosas dignas de otras épocas: después de mucho tiempo Belgrano dio vuelta un partido y jugando de local, de cara a la gente. Con un poco de memoria uno puede identificar una triste coherencia de juego de los últimos procesos, sin importar el nombre del técnico sentado en el banco. Planteos amarretes, defensivos, irrespetuosos de una historia que pide otra cosa. Hace años que los equipos juegan poco y nada, que los jugadores arrastran las piernas por el piso, que la pelota vuela por los aires y nadie se anima a pararla, levantar la cabeza y jugar. Jugar. El verbo parece pertenecer a otra época. Por eso, en medio de toda esta continuidad de mediocridad, el hecho de que Belgrano haya dado vuelta un partido, hizo estallar el corazón de todos los hinchas.
Después de las patéticas derrotas contra Platense y Almagro, había que ganarle a Atlético Rafaela sí o sí; por esa cosa de los trenes perdidos, los barcos que zarpan, las oportunidades perdidas y la historia que no queríamos repetir de quedarnos siempre a mitad de camino.
Íbamos perdiendo con todo éxito, nos tocaban la pelota en nuestra propia cancha, no generábamos nada en el arco contrario y los visitantes amenazaban con golearnos en cada contra. Pero algo raro pasó. Pateamos un corner, cabeceó Novaretti (a mi entender el mejor jugador de Belgrano, el más regular y con más corazón), la empujó Berza para el empate y gracias a dios que dos cabezazos en el área es gol. El punto, ante la inminente derrota, servía para calmar un poco las tristezas. La gente jugó su partido y aunque la frase suene trillada y sacada de algún cassette, todos los que fueron al estadio “Julio César Villagra” (más conocido como Gigante de Alberdi) sintieron que sus gargantas ayudaron a torcer el resultado.
Porque cuando el partido se moría, Soriano peleó una pelota dividida, la tocó para adelante y sorprendentemente le quedó al pibe Vázquez, con cancha para correr y toda la defensa de Rafaela mal parada. Avanzó y definió a la derecha del arquero. Gol. Gol. Gol. Gol. Gol. Y gol. Fueron casi sesenta segundos de un grito de gol, gol y gol. Fue un desahogo. Fue fiesta. Fue verdad. Fue respetar el canto del hincha: “sé que con esta hinchada no nos queda otra que salir campeón. Y que los jugadores jueguen en la cancha como aliento yo, con el corazón”. Fueron tres puntos. Fue sentir que éramos lo que siempre fuimos, aunque fuera por un ratito nomás.

p.d: estas mismas palabras, aca.

lunes, mayo 25, 2009

Capítulo dos

(Des)Infecciones


El gordo alejaba un poco la hoja, como pintor concentrado, para ver mejor la agenda del día. Hacía años que necesitaba lentes pero por pereza y terquedad nunca iba al oculista. Así manejaba, así trabajaba, veía tele, silbaba a las mujeres en la calle y elegía la peor verdura.
Primera parada: nueve y cuarto. Lo del viejo Omar. Quería lo de siempre, el veneno para las hormigas y, obviamente, por precaución, fumigar los alrededores para matar a ese bendito mosquito portador de dengue.
Revisó todo el equipo, cargó todo en el baúl del R18 y lo cerró con un alambre. Desde la puerta del local Manuel contemplaba todo concentradísimo en el chicle que estaba comiendo. Miraba para cualquier lado, a las hojas de los árboles, el agua servida que corría por la calle.
- ¡Eu, Manuel! –llamó el gordo.
- ¿Ah?
- Vuelvo tipo diez y media ¿me entendiste?
- ...
- Teneme listo los tres bidones azules, la mochila y el rociador grande, y no te olvides de… ¡Mirame cuando te hablo por favor que después hacés todo mal! No te olvides de agitar un poco la botella con la pócima –así le llamaba a los venenos caseros.
- Sí, sí –respondió Manuel mirando hacia donde estaba el gordo, pero sin mirarlo.
“Pendejo boludo”, pensó en voz baja Claudio y se subió al auto. Cerró con un portazo y se acomodó en el desvencijado asiento. Arrancó, el motor y Trula. “Se quemó ya nuestro amor, se quemó nuestra ilusión, buscamos tanto el fuego que nos quemamos”.
- ¡Temazo! –gritó el gordo agitando la cabeza y golpeando el volante.

En el camino le tocó bocina a casi todas las minas con las que se cruzó, saludó a los de la gomería de la esquina, paró a comprar una pritty y se comió un par de puteadas porque no le andaba el guiño izquierdo. Llegó casi puntual.
El viejo ya lo estaba esperando afuera. Sentado en el banco del jardín, tomando mate, sonriendo a la nada. Claudio estacionó al frente, regalándole al ambiente el placer de no escuchar por un rato el ruido insoportable del motor del R18. Mientras bajaba las cosas del baúl charlaba a los gritos con Omar.
- Ta lindo el día ¿eh? –decía mirando al cielo-
El viejo, mirando al cielo también, asintió.
- Si todo sigue como está esta noche podría estar muy linda para pescar. Ayer le faltaba un poco a la luna, pero hoy…, hoy va a estar especial.
- ¿Hace mucho que no pesca Don Omar? –preguntó el gordo cerrando el baúl.
- Años –respondió con un gesto entre triste y resignado- Che, llegaste casi puntual –exclamó mirando el reloj.
- Gajes del oficio, Don, gajes del oficio.
Omar le abrió la puertita de reja del jardín, de esas que dan a la altura de la rodilla. El gordo ya conocía la rutina, se desplazaba con total confianza por el lugar. Caminaron juntos para el fondo, por el pasillo de la derecha de la casa. Don Omar le mostraba las plantas y el viejo nogal que ya no daba más.
- No lo quiero tirar abajo, Claudio –decía con una tristeza profunda.
- Tranquilo, Don, que ahora vemo’ qué le ponemo’. Este es un árbol bueno, tiene como para diez años más.
Claudio le aplicó la dosis con el rociador mientras el viejo miraba.
Don Omar había hecho de su jardín su vida. Había empezado una vez que lo jubilaron pero la cosa se puso más seria, intensa y única cuando murió su esposa. Los nietos intentaron regalarle un perro, pero el viejo estaba convencido de que ya no valía la pena encariñarse con la vida, que seguramente ese animal se moriría antes que él, que ya no estaba para seguir enterrando felicidades. Entonces se dedicó de lleno a las plantas, sabiendo que allí no habría tanto peligro de muerte.
Intercambiaron, nuevamente, rutinarias charlas sobre el clima, la pesca, el fútbol y sobre el escándalo de la semana pasada cuando cayó la policía a lo del Jorge: “Parece que se le fue la mano fajándola a la mujer”, confió con seguridad Omar. Todos los vecinos sabían que cuando el Jorge tomaba, generalmente se las agarraba con la pobre Estela.
- Cada familia es un loquero, Omar.
- Y sí…
El gordo le hizo el servicio de siempre: curar los tres árboles, el nogal, el ciruelo y el pino de enfrente; mantener sin bichos y hongos las flores; matar a las hormigas, cucarachas y alguno que otro alacrán y, por supuesto, liquidar a ese glorioso mosquito portador del dengue.
Omar le ayudó a cargar las cosas más livianas hasta el auto:
- ¿Cuándo volvés Claudio?
- En un mes.
- ¿Un mes? ¿Estás seguro que el dengue ese no me va a matar?
- Quédese tranquilo, maestro; usted está protegido contra todo. Con eso que le puse tiene como para toda la temporada. Igual, en unas semanas vuelvo para ver cómo anda el nogal.
El viejo pagó. Claudio guardó la palta en el bolsillo del mameluco sin contarla. Se dieron la mano. El R18 dejó la cuadra con una sinfonía ejecutada conjuntamente entre el caño de escape y la correa de distribución.

p.d: para los desprevenidos, el capítulo uno

viernes, mayo 22, 2009

Música pa los ojos

Algo para escuchar y ver mientras posteo el próximo capítulo.
Vale decir que este video es hermoso y que si quieren pueden cliquear donde dice "HQ", al lado del volumen, y van a ver el video en mejor calidad.
Un abrazo.



p.d: no sé por qué pero creo que el video se posteó en el tamaño que quiso...

jueves, mayo 14, 2009

Cuento en composición

Primer capítulo o capítulo primero o capítulo uno o tan sólo uno.

Dengue

El gordo manejaba velozmente, serpenteando entre los autos con cierta imprudencia. Con la mano izquierda manipulaba el volante y con la derecha una botellita de coca cola; eso y una bolsa de criollos en el asiento del acompañante conformaban su desayuno. Iba en tercera a fondo por la avenida sabiendo que llegaba siempre unos minutos tarde, al trabajo, a la vida y a las oportunidades. Por la radio se escuchaba la voz del “Petete” Martínez: atención, atención, (acentuando en la “a”), se ha confirmado un nuevo caso –y el gordó miró la radio inclinándose un levemente- de dengue autóctono en la ciudad…

- ¡Vamo carajo! ¡Vamo che, la puta madre que lo parió, mosquito viejo y peludo nomás! –el gordo ni siquiera escuchó lo que seguía de la noticia. Manoteó como pudo, con la cocacola en la mano, un cassette de la guantera y puso “Marca Registrada”, el disco que más le gustaba de Trula.

No tiene pena ni dolores ni tristezas, va por la vida derrochando su belleza, mueve su cuerpo al ritmo de la gaita, todos los hombres por ella se matan. Pasan las horas y quiere seguir bailando, se desespera por ir a cuartetear, mueve su cuerpo y el ritmo va gozando, todos los hombres con ella quieren bailar. Ay Yoli, Yoli, Yoli la matadora, lo único que quiere es bailar…

Estacionó el R18 al frente del local. Se bajó sacudiéndose las migas, cerró la puerta del auto sin llave y alzó la cabeza para mirar, con renovado orgullo, el cartel: “Desinfecciones Claudio. Eliminamos todo tipo de plagas”. Estaba un poco despintado y abollado por las piedras que tiraban los pendejos cuando salían del baile. El gordo recordó cuando lo pintaron y cuando pifió la mezcla de los colores, la colocación, las idas y venidas por el puto cartel y la discusión con la Silvia: él quería poner “Eliminamos todas las plagas: mosquitos, cucarachas, termitas, suegras y el resto”. La Silvia le dijo que era un pelotudo y él se sintió un incompredido. El gordo agachó la cabeza y se volvió a cagar de risa, orgulloso del chiste de años atrás.

El Claudio abrió la puerta, violentado por la emoción de la noticia.

- ¡¿Tas escuchando la radio gorda?! –preguntó emocionado.

- Llegaste tarde. Siempre lo mismo, me tenés podrida…

El gordo la miró con cierta resignación y se fue para el fondo a cambiarse. De lejos se escuchaban las constantes recriminaciones.

Volvió con el sucio y roto mameluco azul. La Silvia llenaba con un bidón y un embudo unas botellas de plástico verde con un veneno casero para hormigas que había inventado el gordo una década atrás.

- ¿Y el Manuel? –preguntó Claudio.

- No vino todavía.

- Pendejo de mierda.

- No le digas así, es un chico bueno.

- ¡Bueno las pelotas! No me jorobés Silvia, por favor. Es más lento que una babosa, hay que repetirle todo mil veces y encima parece que le faltan un par de jugadores.

- Habló el cerebro de la familia.

- Mirá, no seré el más inteligente de todos, pero esta empresa –y abrió las manos abarcando todo el local- esta empresa de la cual todos comemos, la hice yo solito, me oíste, yo so-li-to –apuntándose con el índice en el pecho.

Y en ese preciso instante hacía su aparición Manuel.


domingo, abril 26, 2009

Ahora lo digo ¿lo leen?

Es tanta la emoción que tengo que ni siquiera sé cómo empezar este texto. Hay un cúmulo de sensaciones, apiladas una arriba de otra, como trastos desordenados, que me imposibilitan ordenar las ideas. Pero no puedo parar, no. No puedo sucumbir ante la vagancia y la falta de voluntad para expresar los remolinos del alma. Y tan convencido estoy que hasta me permito escribir frases estúpidas y cursis como “remolinos del alma”. Así que hacia allá voy, con un dominó empujando al otro.
Lo que viví ayer fue hermoso, sí, hermoso. Pasó en la casa que me vio crecer: la de mamá, papá y Luciana (bueno, y yo). La noticia de la remodelación la tomé con algo de desinterés. La casa fue siempre chica y cuando se acabó el espacio para robarle al patio nunca más se pudo ampliar. La idea (de mi vieja, todas las ideas son de mi vieja) es tirar la pared de la cocina que da al garaje y hacer el garaje más, por así decirlo, habitable.
- Sebastián ¿podés venir a darnos una mano el sábado para mudar todas las cosas del garaje a la pieza? (aclaración: “la pieza” supo ser “MI PIEZA”. Los cretinos transformaron mi antiguo dormitorio en… casi una oficina; pero ese es otro cantar)
- Y, sí. (puteadas internas, desgano y otras quejas más).
Cuando llegué mi panorama emocional cambió totalmente. Por fin destapábamos la olla, removíamos las telarañas, prendíamos una luz en la cueva para ver qué había adentro. En ese garaje se acumulan “veinticinco años ininterrumpidos de guardar basura” (palabras de mi viejo… echando culpas a todos, menos a él) ¡Ver toda esa cantidad de… de hermosa basura me emocionó hasta los calzones! Cada caja era/es un universo por conocer. Era tal la intensidad de lo que estaba viviendo, tal la velocidad de los pensamientos, la avalancha de recuerdos, que tuve miedo de perderlos. Entonces rápidamente busqué una lapicera y un papel para anotar todo. Pero me di cuenta que eso nunca me funcionó, y que más bien convenía disfrutar de ese momento y dejar que la explosión de la escritura elija, casi por sí sola, las cosas a describir/les.
Me topé con libros viejos, con recortes de diarios, con cajas con rótulos del tipo “ganchos para colgar cosas”, “adornos de navidad” o “fotos de Villa Gessel 1998”. Aparecieron manuales escolares: de mis viejos, de mi hermana y míos (el “Ibáñez”, de Historia Argentina se repetía siempre) Ventiladores rotos, relojes de pared, valijas, bolsos y bolsitos, sombrilla y reposeras, frascos vacíos, vajilla y afines por doquier, una guitarra eléctrica destruida, paletas de paddle, macetas rotas, cargadores de celulares que ya no existen, ropa vieja y hasta un álbum de figuritas de casi cincuenta años de edad. Y en todo este inventario no incluyo el rubro “herramientas”. Aunque, para dar un mínimo detalle, puedo decir que podríamos reparar un edificio con la cantidad de boludeces que encontramos: enchufes, cables, tronillos tornillazos y tornillitos, lo mismo con los clavos, las cosas de pintura y albañilería y todo lo relacionado con la mecánica del automotor. Testigos todos ellos de la época en que mi papá arreglaba todo él solo.
En un momento dado aparecieron los juguetes. Y ahí vino el baldazo de mi niñez… de nuestra niñez, hermana. Porque sé que también anduviste conmigo por ese garaje; hoy a doce mil kilómetros de distancia y ayer también cuando nos encerrábamos entre la mugre para no hacer tanto ruido. Vi tus juguetes. Los pin y pon, la granja de Fisher Price, la tortuga verde que flotaba en el agua y alguna que otra muñeca. Quedate tranquila, no tiramos nada.
Fueron varias horas lindas, lindas, lindas. Hasta creo que disfruté de los gritos y las órdenes de dos padres que parecen no soportarse mucho y que tienen que lidiar con la idea de tener a sus dos hijos fuera de casa. Mi viejo yo cargando un mueble pesadísimo (con todo lo que implica eso: diferentes percepciones acerca de cuál es la mejor forma para trasladarlo y ubicarlo en su nuevo destino), mientras la vieja ofrecía ayuda y hablaba al mismo tiempo por teléfono con su hija en España.
Creo que eso es todo. Me traje para mi casa unos vasos de plástico, un póster de Los Piojos de un recital del ’99, una tostadora y un cubrecama. Y por supuesto, libros. Entre el polvo encontré “Cien años de soledad”. Lo abrí y leí la dedicatoria en voz alta: “Dicen que la palabra es más profunda cuando es fallada; pero no puedo resistir a decirte que sos un pelotudo”. Grandiosa dedicatoria a mi parecer. “Ese me lo regaló el gordo Bertschi”, comentó el viejo entre risas mientras acomodaba una caja.
Me traje el libro con la promesa personal de leer alguna vez a García Márquez.
También se vinieron conmigo algunas certezas…
que los quiero a los tres…
aunque casi nunca lo diga.

miércoles, abril 22, 2009

¡Atento universitario, atento!

De pies a cabeza, este es le manual de moda del universitario progre de la UNC.

- Zapatillas Converse. Tienen que ser negras sí o sí. Pueden ser de las botitas o de las otras y también estar un poco viejas. Esto se repite para casi todos los ítems: todo tiene que aparentar uso y vejéz. O zapatos (marrones)
- Las medias (aunque a veces no se vean) pueden ser, para el invierno, los infaltables zoquetes de lana gruesa. Sí o sí: marrones.
- Pantalones: los lompa de trabajo marca Ombú o Pampero o en su defecto las bombachas de gaucho de la misma marca. Colores: marrón (en sus diferentes tonalidades) o el azul. También depende en qué agrupación militás. En algunas se aceptan los jean gastados.
- Y arriba tenemos, si es verano, las camisas: sí o sí camisas (también puden ser Ombú o Pampero) o alguna remera con inscripción del tipo: "por una nueva ley de radiodifusión" o algo contra los yanquis o cualquier reivindicación que casi nunca va a salir de la universidad. Y para el invierno el infaltable poulover de llama, o cualquier cosa que tenga pinta de venir del norte del país: todo lo del norte sirve. TODO. Los buzos están casi prohibidos.
Este look viene con la infaltable barba. Y el BOLSITO TIPO MORRAL.
Y como siempre hay una mejor forma para decir las cosas y como aprendí a poner videitos de you tube, acá les doy pa que se entienda algo de lo que quiero decir.
Yo me visto así, así que.............

viernes, abril 10, 2009

Memoria II

Parece que fue hace tanto..., como que nunca exisitó.
En Córdoba, una vez, gritamos algo así como "¡abajo la LES, abajo la LES!".
Éramos muchos por aquellos días...
Fue hace tanto..., como que nunca existió; pero sí; incluso dijimos "wisky", sonreímos, y nos sacaron una bonita foto.

jueves, abril 02, 2009

Memoria

Hace un tiempo encontré a una persona que tenía la misma inquietud: qué hacer con la memoria. Afortunada o lamentablemente poseo una memoria..., cómo decirlo, ¿gigante? ¿fiel? No sabría qué adjetivo ponerle. La cosa es que puedo recordar mucho, entonces el olvido no es algo que abunde en mi vida. Los dolores y las felicidades ocupan de igual manera su lugar en mi cabeza, con sus imágenes, diálogos, sensaciones y olores.
Encima vivo en un país raro. Acá la memoria funciona de una manera extraña. Limpiamos, borramos de la historia miles de momentos que nos incomodan. También tenemos eso..., eso que no sé cómo nombrar, que a veces me encanta y otras no: solemos rescatar sólo lo lindo, lo feliz de las personas, de la historia, de las anécdotas, de todo. Recuerdo a mi viejo contándome (con grandes carcajadas) que una vez juntaron muchísima pólvora y volaron dos metros de vereda. Y con la misma alegría también me contó que su papá (mi abuelo) ejercía una justicia (educación le decían) a los golpes. ¿Por qué se recuerda con alegría las cachetadas? ¿Por qué le anulamos el dolor a la memoria? Sí, lo sé, es más fácil así y no hay otra.
Tampoco digo que deberíamos traer el dolor al presente. Evidentemente somos seres de olvido, me dijo mi amigo Barnes, sino no podríamos vivir. Es cierto. Pero lo que me preocupa es la capacidad de minimizar, de hacernos los pelotudos, por así decirlo.
Toda esta introducción, que dejó de serla para ser parte del nudo, era para tratar de explicar lo que me generó todas las palabras leídas y escuchadas por la muerte de Alfonsín. "Padre de la democracia", "Luchador de la libertad", "Cambió la vida del continente", "Dispuesto a dar la vida por los derechos humanos", y faltaba decir que cocinaba bien, era un excelente amante y nadie le ganaba jugando al truco. Yo escuché (demasiado de cerca) todas esas frases pero en mi cabeza sólo cabían dos: "Obediencia debida", "Punto final". (o tres: "La casa está en orden").
Ahora bien, no tengo edad para hablar con el conocimiento de la experiencia. Nací en 1982 y los cálculos son fáciles para el descrédito a mi opinión. Pero no soy estúpido y tengo ese ridículo hábito de leer, leer mucho. Y también mantengo esa (aun más) ridícula costumbre de leer historia. Además, para decir que "era un padre de la democracia" no hay edades, ni inteligencia, ni sinceridad para vetar la opinión. Pero resulta que contradecir el sentido común y (peor aun) expresarlo parece ser una falta de respeto.
No pido una condena social por la muerte de Raúl Alfonsín, tampoco quiero que no vaya nadie a despedir sus restos, ni tampoco pido que dejen de decir que fue un "luchador de la libertad". Si hay personas que lo sientan así me alegro por ellas. Ni siquiera creo que el tipo haya sido un hijo de puta, o algo así; no siento eso. Me molesta la hiporcresía y el homenaje de los grandes rotativos que dos décadas atrás ayudaron a voltearlo. Y más importante: lo que me llama la atención es la poca bola que se le dio a la misma "cuestión de los derechos humanos". Esas dos leyes mandaron a la mierda todo y desaparecieron a los desaparecidos mucho más de lo que ya estaban. Y ahora que se levanta la tapa, que algo parece querer cambiar, escucho la peor mierda, desde el algo habrán hecho y por algo será, a las más recientes "derechos humanos para todos", "fue una guerra" o "ESTA ES UNA MANIOBRA DE LOS KIRCHNER PARA GANAR ESPALDA POLÍTICA". Puta-madre-que-lo-parió: si para ganar votos acá lo que más conviene es ser un hijo de puta, un asesino y un entregador de indultos. Todos se hacen los pelotudos y les molesta cuando alguien urga en el pasado. Y sí los Kirchner ganan crédito por la condena a los genocidas: en buena hora ¿qué pretenden? ¿Que no ganen simpatías? Lograron la carcel común y efectiva para Menéndez y cia y eso no es poco.
Y yo empiezo hablando de la memoria, de mi viejo, de Alfonsín, de las palabras... y termino hablando de la tristeza. Es que me duele por todos lados... y no puedo olvidarme.
Quizá me equivoque. O quizá no. De algo estoy seguro: el tiempo NO DIRÁ.

jueves, marzo 26, 2009

Post dedicado

No es usual que pase, pero a veces...
Acá van, amiga, estas líneas tuyas. Aunque suene raro, pero este posteo te lo dedico a vos. Son tus palabras, lo sé, pero a mí me conmovieron...
Creo que nunca nadie escribió algo sobre mí.... Así que acá va, sin censura, tal cual lo sentiste y escribiste.
Cintia La Chueca, de las mejores..., de esos y de aquellos años.

"Sé que aquel angel..."

Irreflexivo, no se sabe a dónde quiere llegar, no habla para nadie, habla para si mismo. No se parece a nadie, todos lo escuchan y no saben que contestarle. Algunos lo interpretan demasiado y pierden el sentido de lo que el quiso decir, otros ni siquiera se acercan a sus pensamientos, simplemente no lo entienden.
Demasiado reflexivo, el tiempo pasa y el sigue pensando en pequeños detalles en los que nadie se detiene. Tiene recuerdos guardados que a muchos se le pasaron de largo. Piensa demasiado. A veces, le da fiaca pensar, le da fiaca levantarse, le da fiaca comer, no quiere caminar solo quiere estar. Acostado tal vez, quien sabe.
Sensible, muy sensible pero nadie lo nota. A veces demasiado sincero, irónico y porque no una pizca de crueldad. Te hace sentir minúsculo cuando se lo propone. Y cuando menos lo soporto, es un idiota. Se parece mucho a un intelectual, esos que pertenecen a una raza superior, esos que usan palabras que nadie conoce el significado.
De aspecto tranquilo, bondadoso y distraído, ojos tan celestes que se puede ver lo que esta pensando, o al menos yo siento que sé lo que pasa por su cabeza, pero el no lo nota, claro es porque está pensando, porque el piensa demasiado.
Algunos creen que tiene ojos verdes, pero el color de sus ojos depende del clima. También están los que piensan que todo el tiempo es divertido, pero eso también depende del clima. A veces tiene los ojos celestes, a veces es solo amargura.
Sabe respetar el silencio, cuando no hay nada para decir, es mejor quedarse callado. Grandes aventuras desprende de pequeñas anécdotas, vive en una historia sin fin que minuto a minuto escribe ante sus ojos. Es el protagonista de un cuento que aún no se sabe como va a terminar, un cuento surrealista, una historia difícil de creer que sea cierta. La historia del que busca hacer lo que lo hace feliz.

domingo, marzo 15, 2009

Playing for change

Esto me ha despertado cosas lindas en los últimos días. Creo que es algo muy bello.
Instrucciones para escuchar:
- Nada de ver y escuchar sin atención; así no funciona.
- Tratar de que sea en una compu con buenos parlantes.
- Relajarse.
- Disfrutar.
- nada más, y nada menos.

martes, marzo 10, 2009

Cero compromiso (el de ustedes)

Bueno, voy a tratar de ir por partes porque sino empiezo a tirar mierda para todos lados y quizá alguno se manche más de lo que merece. Ustedes, bloggeros amigos: ¿son o se hacen? ¿Me quieren decir qué carajo les pasa? No postean nunca, no comentan nada, no me dan nada nuevo... DESAPARECIERON. Hay gente que depende de sus letras, de sus textos y ustedes se hacen los pelotudos.
Tener un blog requiere "algo" de compromiso. Compromiso como el mío: arriesgo mi trabajo para postear y leer sus cosas. Si vas a tener un blog al pedo, mejor no lo tengas. O mejor aún: los blogs que no se usan deberían ser expropiados, y a la mierda! Si un se detecta la inactividad de un blog por un periodo determinado, el Estado tomará posesión de ese dominio.
Estoy seis horas seguidas al frente de una computadora con un mooooontooon de tiempo disponible para estar en internet. Ahora que lo tengo, ustedes no ayudan. Entro a sus blogs y nunca hay nada nuevo. Encima se han borrado del mío. No quiero dar nombres propios pero.... ustedes, cada uno de ustedes ya sabe. El único que zafa del aplazo es latimidezyotrascosas ya que (después del impasse vacacionil) postea seguido.
Mis instrumentos de medición indican que han descendido las visitas a devuelvanlapelota como así también la cantidad de comentarios. Entonces yo posteo algo y lo tengo que dejar más de una semana para que alguien se digne a verlo. El caso más alto de traición es el de dibujosenelpiso. Pensé que teníamos un acuerdo, pero él lo rompió. Otros que se sumaron a la traición y se borraron son: Barnes, Alonso, "se agotaron" Soler, Sil66, y mi hermana. Todos ellos supieron visitarme y ahora nada. NADA.
Sumé un par de blogs a mi lista de amigos (los cuatro primeros de la lista) pero tampoco postean nada ni tampoco entran al mío. ESTO ES UNA CRISIS. Yo hago todo lo posible: cambié el formato de mi blog por consejo de mi asesor de imagen; posteo cosas cortas y de fácil lectura; agregué fotos. ¿¡Qué más quieren de mí?! ¿Que escriba bien, eso quieren?
Peor es la situación de los que dicen ser amigos míos. Claro, al prinicipio leían todo lo que les pasaba, pero ahora se han acostumbrado, ya no soy novedad, y "nadie en el mundo piensa en mí".
Quiero respuestas y las quiero ya. ¿Me leen? ¡YA!


Sino pasa algo en las próximas 48 horas..................................................................................

mejor ni les digo.

p.d: Sr Fulano también zafa del aplazo. Le vamos a poner un 8.

miércoles, marzo 04, 2009

Devuelvan la pelota I

Quiero hablar con usted, Profesor, quiero volver a los tiempos en que nadie se imaginaba mi posible existencia, quiero caminar por esas veredas rotas, quiero vestirme con esas ropas, quiero estar en aquellos momentos; ¿me podrá ayudar? Es que ya no soporto mi imaginación; las imágenes se me vienen como barriletes sin piolín y vuelan, vuelan, vuelan alto, y toman los rumbos que se le dan la gana. Y yo acá abajo, atornillado a estos días. Quiero esos días de tribunas llenas, de goles, goles y más goles. Quiero una gambeta, una historia de muchos oradores, de magia popular sin respaldo televisivo. Quiero saber de aquel que gambeteó a todo un equipo, al policía, al banderín del corner, al fotógrafo y al arquero; ese mismo que, por no ser egoísta le cedió el gol a un compañero, cuando sólo restaba empujarla a pocos centímetros de la línea. Quiero esas camisetas únicas, productos fuera de serie. Quiero el sombrero y el saco. Quiero “atentos a la información”. Quiero la ele más larga que la o, para ver cómo se siente. Quiero ver el gol de Grillo en el Monumental, el penal de Roma a Delem, la “milonguita” Heredia jugando como dios manda en Alberdi, al petiso Sanfilipo haciendo con las piernas lo que su boca dice en estos días, a Rattín estrujando el banderín inglés a través del dibujo de las palabras radiales de Fioravanti.
¡Qué alegría de la gente de Racing! Ese chango le pegó con alma y vida, y el mundo es todo de ellos. Levanten las manos, conquistadores de América, Independiente los saluda. Vengan todos los grandes, vengan a mi cancha, a Río Cuarto, a Santiago del Estero, San Vicente, Nueva Italia, Jujuy, San Miguel de Tucumán, Trelew, Tandil, y el resto del abecedario del país. Miren a ese pibe haciendo jueguitos en el medio de la cancha. Tuc, tuc, tuc, con la zurda; y tuc con el taco, tuc con el hombro, tuc tac tuc rápidamente pasando la pelota por todos lados. “Mi primer sueño es jugar en la copa del mundo”. ¡Ay, por dios, ese gol! Ese gol. ¿Cómo explicarle, profesor, que las emociones no envejecen? “Arranca Maradona, genio del fútbol mundial”. Y uno y otro y otro y otro más en el camino. Quiero en vivo y en directo esa sensación. Quiero ver las lágrimas ante tanto milagro argentino. Quiero saber de qué planeta vino para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina; Argentina dos Inglaterra cero. Quiero ver con los ojos abiertos lo que veo cuando los cierro. Quiero más fútbol y menos de esto, que ya ni sé que nombre ponerle. ¿Podrá ayudarme? Yo sé que la máquina ya está en desuso, pero confío plenamente en su capacidad para hacerla andar nuevamente. Porque hasta donde yo sé, no hay nada que Emmet Brown no pueda arreglar. Cualquier cosa avise… Yo voy a estar acá, viendo unas fotos viejas.






p.d: sí, Guadalupe, así lo suelo sentir.