viernes, agosto 28, 2009

Los vecinos de la Martín García

Dicen que los vecinos de la Martín García tienen problemas para conciliar el sueño. Tienen miedo de tener la misma pesadilla noche tras noche. Entonces aguardan y aguardan hasta que caen al profundo sueño. Dicen que la imagen es la misma: sueñan que vuelan, flotan, se estabilizan en el aire; pero después caen y caen y caen pero jamás chocan el piso, con lo cual la histeria es constante.
Dicen que los vecinos de la Martín García tienen las mejores piernas. Suben y bajan sin parar. Entonces a veces “hola Ramón ¿cómo le va?” y “cuesta arriba, che, cuesta arriba”. Y otras veces “me gusta mucho Patricia…y cuando camino siento que corro y cuando corro siento que vuelo”. La calle es el subibaja de sus vidas.
Dicen que los vecinos de la Martín García se pelean mucho cuando juegan al fútbol. Siempre sienten que les inclinan la cancha. Pero después, en el segundo tiempo, las cosas cambian para los equipos y terminan empatados. Algunos valores intentaron llegar a primera. Algunos fracasaron: se caían, se tropezaban, servían sólo para un tiempo (el primero o el segundo, dependiendo del estado de ánimo). Algunos llegaron y se destacaron fuera del país: Quito, La Paz, Oruro y Cuzco. Algunos juegan como sueñan y sueñan como juegan.
Dicen que los vecinos de la Martín García son testarudos, ciclotímicos, que se les sube la sangre a la cabeza, que se les enfrían los pies, que se les duermen algunos músculos, que pierden el equilibrio fuera de su calle. Y es al día de hoy que se dice que hubo gentes que jamás salieron de la cuadra o que pocas veces pisaron fuera del barrio: Santina, Franco, la Doña de los gatos, Zulema del almacén, Elías y toda la familia Gómez.
Dicen que los vecinos de la Martín García se agarran la cabeza cada vez que se anuncia una lluvia porque el agua corre, corre, corre, corre, corre y corre y nunca se detiene. Los grandes preparan barricadas y los niños arman barquitos de papel. Los dibujan, los pintan, los decoran y los saludan al borde del cordón, “suerte barquito, suerte”. A veces lloran porque nunca más los volverán a ver.
Dicen que los vecinos de la Martín García se juntan a eso de las siete de la tarde, cuando el sol se empieza a ir, y contemplan el atardecer y el oscurecer. Desde donde están conocen la ciudad entera sin necesidad de ir por abajo. Susurran, de generación en generación, de atardecer a atardecer, la historia de la Córdoba de las barrancas y los pozos. Los más viejos a los viejos, los viejos a los adultos, los adultos a los adolescentes, los adolescentes a los niños y los niños aprenden e imaginan las historias para los que están por venir.
Cuando todos duermen desplegamos las alas y salimos a volar.
Pocos saben eso.

lunes, agosto 17, 2009

Las cosas de Barrio Las Flores III

Acá, cada vez que llueve, cada vez que el cielo escupe, llora o estornuda, las calles se convierten en ríos o brazos de ríos. “Pedro Inchauspe es un afluente de Bellardinelli”, me dice una vieja mientras barre la vereda rota y despareja. Y cuando el agua fluye mansa, cuando todo se tranquiliza, empiezan a pasar los colectivos y de vuelta las olas, las montañas de gotas que se estiran, se contraen y chocan contra las verjas, las altísimas verjas que tienen todas las casas. Escalones gigantes e innecesarios como el que tenemos en casa o el jardín elevado medio metro.
Este barrio es demasiado barrio.
El anterior no. Ese era un conglomerado de casas y calles con un nombre en común.
Acá, en un mes nos sentimos más vecinos/compañeros con el resto que en un año y medio allá.
Acá tiene sentido sentarse a tocar la guitarra en la vereda, tomar un mate, largar al perro para que huela los postes de luz, las botellas llenas en los jardines, el culo de otro perro (el jefe de la cuadra). No desentona ocupar la calle con presencia. Este es barrio de reposeras, de chismes de la década del ’50, de la famosa inundación del ’64, de muchos sabiendo sobre muchos, del viejo Quique que se asoma para nuestra ventana cada vez que pasa con la bici o del otro viejo que le regaló una flor a la Rocío seguido de algo como “una flor para otra flor”.
Acá estallan los negocios, estalla la vida de ocho a dos y de cinco a diez. Así, de memoria, con el recorrido de las calles que hago en mi cabeza, rápidamente: está el quiosco de la “Estrella” en la esquina, pero ese abre dos veces a la semana (parece que está muy enferma la madre de Estrella). Al frente está el mega almacén de “Los Lentos”, apodado así porque uno va por una tira de pan y se termina tomando una cerveza en la cola por la extrema lentitud en la atención. A la vuelta están “Los Chicos”, otro almacén con verdulería, el favorito de mis dos concubinos que nunca tienen nada, pero son piolas los pibes y recién empiezan. A una cuadra para el otro lado está “René” y sus milanesas de “ternera” a diez con cincuenta el kilo. René es radical, está abierto hasta las once y media masomenos y todo lo agarra con las manos, todo. Y a veinte metros, al frente de la plaza, está el glorioso “Walter”. Walter es una institución en el barrio porque está abierto siempre, SIEMPRE. Ese martes a la noche, cuando te colgaste y querés ir por esa última e innecesaria cerveza y de paso unas salchichas y una tira de pan, bueno, ahí estará Walter o su señora para abrirte la ventana a las tres de la mañana.
También, a tres cuadras descubrimos otro polo importante de negocios: verdulería, ferretería, panadería (nuestro déficit histórico), carnicería, pollería, farmacia, supermercado y una tintorería. Y si la situación lo amerita, a cuatro cuadras está la Avenida Vélez Sarsfield donde todo es igual pero más grande.
Acá tenemos capítulos aparte. Acá tenemos y teníamos una pizzería a la vuelta. Las empanadas más baratas, unas pizzas muy ricas y unos lomitos aceptables, encajaban perfecto con la muy buena onda de los dueños. Empezamos tomando un porrón para la espera del menú y terminé yendo cada vez que me aburría o cuando no quería comer solo. La tristeza de pasar el lunes por el frente y ver que habían levantado todo para “mudarse” a otro lado aún no la supero.
Acá tenemos un clásico: Las Flores vs San Lorenzo. Hace menos de un año que vivo acá pero me gusta el club que se llama igual que su barrio, así que YO SOY HINCHA DE LAS FLORES y a los putos de San Lorenzo le vamos a llenar la canasta el partido que viene. Las canchas están una al frente de la otra, como Racing e Independiente, pero sin primera división, copas libertadores y televisión.
Acá tenemos una banda pirata. Y eso es importante ya que este es un barrio que está bajo la órbita de Talleres. En la zona sur la influencia de los albiazules es grande por la cercanía de su cancha. Un día escuché bombos y canciones en la previa de un clásico. Reconocí las entonaciones y supe que eran celestes pero no me atreví a ir a ver. Con el tiempo conocí a un guaso viajando a Rosario para ver a Belgrano que vive a dos cuadras de casa y que es hincha de Las Flores y de Belgrano (¡como yo, maestro, como yo!). Se juntan en la placita, al lado del taller mecánico y se comen un asado debajo de la pared que reza “Belgrano Corazón”.
Acá me siento muy bien. Estoy enamorado del barrio donde vivo, de la gente, de las calles rotas, de los colectivos hijos de puta que pasan echando puta por el frente de mi casa, de las chancletas que tengo que usar para salir cuando todo se inunda, de los choros del barrio de al lado, del perro que me mea la puerta, de los vecinos del fondo (esos son otro capítulo aparte), del Maxi que vive al frente y de su hermana hermosa que tiene apenas dieciséis años, de Rubén que nos alquila la casa, de las pocas cuadras que nos separan de la ciudad universitaria y del centro, de los gitanos (y estos también serán otro capítulo aparte), de la cancha de paddle de la esquina a la que prometí ir a jugar y nunca cumplí, de las visitas de los que nos quieren, de los amigos con los que vivo.
Acá todavía hay mucho por conocer. ...

Las Cosas de Barrio Las Flores I y
Las Cosas de Barrio Las Flores II.

jueves, agosto 13, 2009

Esquirlas

Me cago en la poesía.
Me cago en la poesía
que me pide que escriba
así
de arriba para abajo
o de abajo para arriba
da lo mismo.
Te lo pide
no sé si el género
(a veces los gritos
a los gritos
el género)
o la tradición
o el nacimiento nomás
o la lectura.
“La poesía se escribe verticalmente”
y no me preguntes porqué
“Por qué”
No sé, nunca me enteré.

Pero yo no loco yo no. A mí me gusta escribir en forma de chorizo horizontalmente con hilos Eso con hilos por todos lados y agujas Y coser las frases y la historia Y que todoseaunalíneademilesdepuntos hasta que los márgenes me obliguen a bajar (o a subir cómo dije) Yo quiero líneas líneas así ------------------- No quiero esas líneas de colectivo que hay que correr constantemente por atrás Quiero esas líneas de incoherencia que no tengan nada que ver con nada Pero igual las uno los uno las tejo Es que yo soy de los que constantemente cuentan cuentos “Eh vos contate uno de cordobeses” Ese ya lo escribí En serio che Habla de una plaza y de un montonazo de gente Y ahí aparezco yo Pero más chiquitito obvio Boludeo por los renglones esquivando signos de puntuación y saltando haciendo como carreras con vallas saltando letras y palabras (las t y las f son las difíciles) Algo así como el Circus que jugábamos cuando éramos chicos en el Family Game de los vecinos de la cuadra Yo nunca tuve de esos De repente nos vemos Yo con yo El de arriba el que está con el teclado o la lapicera se ríe de ese yo que no para de boludear en el cuento El yo chiquito hace lo que el otro nunca se animó Las hace todas ¡Ese guaso es un maestro! ¡Soy un maestro! “Eu yo” “¿Qué pasa maestro?” Contate otro que te salen bien.
Uno bien de cordobeses

domingo, agosto 09, 2009

Palabras urgentes









Sin editar, sin revisar, con la urgencia de lo que duele o alegra.
Prendo la tele y veo en TyC Sports una entrevista al presidente de Torneos y Competencias (que no es lo mismo...) Marcelo Bombau. Subtítulo de la entrevista: "hay un acuerdo entre Grondona y Kirchner para estatizar el fútbol".
A ver, vamos a tratar de separar y/o analizar los tantos.
Primero: es ya realmente absurdo que el presidente de una compañía se haga hacer una entrevista por un empleado (empleada, en este caso) de su propio medio. Los tipos ya no tienen cara. Son demasiado evidentes. Es igual de burdo que aquella vez en que TN titulaba "están interfiriendo TN". Pero, como sabemos, uno ve lo que tiene ganas de ver. Yo, vos y aquel otro.
La minita le tiraba preguntas o consignas del tipo:
- "Entonces usted considera que es ilegal que se rompa un contrato que tenía vencimiento recién en 2014".
- "¿Cree que una de las soluciones para afrontar esta crisis económica podría ser el aumento de las entradas a los partidos?"
- "¿Ustedes estarían dispuestos a dialogar para tratar de lograr un acuerdo en el supuesto caso de que esta medida se intente llevar a cabo?" (Rta: ¡Por supuesto!) (entre líneas imagino un: "claro, querida, si los que tenemos el sartén por el mango siempre estamos dispuestos a charlar lo que sea")
Segundo: cambié de canal y en TN (Periodismo Independiente) ya estaban tratando con toda seriedad la noticia (como siempre). Decían: "Acuerdo entre Grondona y Kirchner" (Nestor, obvio) No decían "acuerdo entre la AFA y el Gobierno". No, sino entre dos personas (ahora) muy odiadas. ¿Por qué harían un acuerdo Grondona (entendible, el presidente crónico de la AFA) con Kirchner? Digo, sabemos (o intuimos) cómo se manejan los hilos de poder, pero, oficialmente, ¿qué puede hacer Nestor Kirchner? ¿Por qué insisten en este acuerdo o enroque de intereses entre estas dos personas? Además, con el trato super profundo y serio que le dieron al tema, no dijeron NADA de NADA. O sea, puras especulaciones y tratamiento noticioso (o con palabras de casete) del sentido común.
Lo de Grondona no sorprende. El hijo de puta es más hábil que Perón para mantener a todos bien calmados (o hirviendo, pero bien controlados) Julio Grondona es un termendo hijo de puta, que quede claro. Pero lo que también queda en claro que el periodismo NUNCA puso la poronga en la mesa de redacción para investigar y publicar algo contra un tipo que está hace casi tres décadas en el sillón de la AFA.
Daniel Hendler, periodista deportivo de TN, decía cosas como: "es raro lo que sucede. Esta maniobra sorprende porque hace 30 años que los gobiernos han intentado meterse en el fútbol y nunca han podido. Pasaron gobiernos democráticos y dictaduras, pero nadie pudo meterse con (en) el fútbol. La FIFA incluso toma medidas severísimas cuando los estados se inmiscuyen en los asuntos de la pelota. Se suspende o desafilian instituciones y asociaciones nacionales". STOP. A ver, Daniel Hendler, primero: ¿cómo es eso que el estado no se mete? ¿Qué carajo te pensás? ¿En qué país estás? EL ESTADO ESTÁ EN TODOS LADOS. El presidente de la AFA durante varios años fue Cantilo. Un milico que manejó el EAM 78 y que le costó al país unos cuantos millones de dólares. Ese tipo llegó bien alto en la FIFA (al igual que Grondona) Y no vale la pena ponerse a hablar del Mundial 78 porque ya es demasiado. Segundo: Presentan la cuestión como "la intervención del Estado en el fútbol" o sea "estatizar el fútbol". ¿Ah? ¿Cómo sería eso? "Estatizar el fútbol". No, culiado, lo que se está discutiendo es la TELEVISACIÓN DEL FÚTBOL. La ecuación a poner en duda es: ¿tele=fútbol? En estos tiempos, ponele que sí. Pero la tele no es el fútbol ni el fútbol es la tele.
Tercero: como son tan serios para tratar las cuestiones de vital importancia, la gente de TN fue a buscar entrevistas, palabras de gente que sabe y que, vaya casualidad, todos opinan lo mismo. Entonces le pusieron el micrófono a un zoquete del PRO que metió, de paso, el tema de las retenciones y después otro micro a alguien del Acuerdo Cívico y después a Gámez, que si bien ha sido un opositor eterno a Grondona, en este caso opinaba con algunos tibios argumentos, su oposición a misterioso y muy comentado plan de "estatización del fútbol".
TN, Periodismo Independiente..... ¿Cómo decirlo con palabras bonitas?: HIJOS DE PUTA.
Hay que ver bien en qué consiste (si es que existe) esta supuesta intervención del Estado en la transmisión de los partidos de fútbol. ¿Sería gratis para todos? ¿Iría por aire? ¿Cómo haría el Estado para lograr esto? ¿Se pueden jugar los partidos sin televisión? ¿Por qué haría esto Grondona? El mismo viejo culiado que se llenó de guita con la tele y que es, seguramente, socio de Torneos y Competencias. ¿Por qué hablan de Nestor Kirchner y no del Gobierno?
Pero que cada uno saque sus propias conclusiones. En TN y su página de internet están los videos. También hay una entrevista en Clarín a Bombau. El tipo está preocupadísimo porque prefiere que ese dinero se invierta en escuelas.

Bueno, espero opiniones que, a esta altura, es lo único que podemos hacer ya que nadie sabe qué carajo se discute en esas mesas.
Abrazo!

domingo, agosto 02, 2009

Crónica de lo que fue



Volemos ¿querés?

Te pensé una tarde en casa.
Quiero hablar/te sin nombres propios. Quiero hacer de cuenta que esto es una generalidad, algo que pudo pasar o no. Quiero que las palabras floten en el aire y que el viento las empuje hacia el oeste. Que te lleguen como cuento, poema o crónica de lo que fue.
No es raro que el frío invoque al calor o al recuerdo de lo confortable. Este invierno se está tornando insoportable porque las temperaturas bajan hasta el cero y más allá, las cañerías se congelan y eventualmente estallan (ya perdimos dos) y, fundamentalmente, porque no tenemos calefacción de ningún tipo. La casa tiene corazón grande pero no puede contra el frío.
Traté de acordarme de vos, de aclarar las sensaciones de tu ausencia. Las últimas veces que nos vimos no hubo nada parecido a lo que supimos tener. Es lógico, entendible y real, pero no deja de producirme una cierta tristeza, o nostalgia por las miradas perdidas.
Con seguridad puedo admitir que ni vos ni yo podríamos definir lo que pasó. Nos conocimos hace mucho. Yo tenía pelo largo, la voz un poco más chillona y creo que no me importaba un carajo nada de nada. Vos estás físicamente igual. Habrán cambiado un poco los dolores y las felicidades pero siempre tuviste una sensibilidad distinta al resto. Eras una de esas amigas de salidas, recitales y de alguna juntada de mates. Después ni eso. La llamita se fue apagando y te convertiste en una amiga de cumpleaños y días del amigo y también en amiga de fotografías viejas. Te señalaba y trataba de contar algo de tu vida a la nueva gente que aparecía en mi vida. Y así se pasaron los días.
Hace dos años, un poco más o un poco menos, aparecí en tu casa para tu cumpleaños. Yo venía de pasarla mal y vos peor. Charlamos espontáneamente. No habrán sido más de 20 minutos. Hablé mucho, como casi siempre. Vos me escuchaste y también hiciste tu parte y hablaste poquito, como casi siempre. Se podría decir que hubo diálogo.
Desde ese momento empezamos a vernos más seguido. “Me hice amigo de una amiga”, decía. Nos juntábamos de tanto en tanto. A veces almorzábamos, otras tomábamos un montón de mates amargos y hasta me acompañaste a la cancha una vez. Te pusiste una musculosa celeste y ganamos uno a cero. Seguramente caminamos por Córdoba, de la misma manera que lo hubiéramos hecho en Viena, Asunción, San Francisco o Nueva Delhi. Las tardes nos encontraron, pero el momento que más compartimos fue sin dudas la noche.
Me gustaba sentir que éramos nada más que vos y yo. De madrugada, cuando los comunes duermen y los raros se desperezan y salen a la calle, nosotros nos sentábamos en un bar cualquiera a tomarnos la vida. De a poco aflojabas y me mostrabas todas tus tristezas contenidas. Te costaba sentirte vulnerable, abierta a la vida, a otra persona. Me encantaba escuchar tu voz y mi silencio. Y así fuimos acumulando horas y horas de luz artificial y mucho alcohol.
Una noche como tantas nos encontramos. Creo que era jueves. A eso de las dos de la mañana nos saludamos y entramos a un conocido lugar de la ciudad. Hicimos lo de siempre: tomar. La diferencia es que teníamos que hablar más fuerte y más cerca del oído porque la música estaba bien alta.
Bailamos.
Tomamos.
Bailamos.
Tomamos.
Cerré los ojos. Te besé.
Me besaste. ¿Estaba realmente pasando? ¿Te estaba besando?
En un momento nos dimos cuenta que ya no había más música y que casi no quedaba gente en el lugar. No quedó otra que salir.
Salimos. “Tengo ganas de ir a tu casa…, pero no sé”, dijiste. Hacía frío. Nos abrazamos y seguimos la charla con besos y sin palabras. No tenía ninguna para decir, todas me parecían inútiles, vacías, destructoras del momento. Paré un taxi y fuimos a casa.
Nos vimos muchas veces más. Algunas como amigos, otras como… y ni vos ni yo sabíamos qué decir. ¿Hubiera funcionado? A vos te pregunto: ¿hubiera funcionado? Yo digo que no sé y seguro que vos también. Nos gustábamos sinceramente y con mucho miedo. Alguna vez nos besamos en público. Pero nadie sabía de lo nuestro y nadie nunca supo de todas las veces que nos encontramos.
Alguna vez, entre abrazos, intenté sacarte alguna palabra que me ayudara a descifrarte. Pero las palabras no son lo tuyo. Igual me guardo pedazos de tu voz que me enternecen hasta el día de hoy. “¿No me das otro beso?”, me dijiste una vez en la puerta de tu casa, con una sonrisa hermosa. Y al invocar aquella noche me tiemblan las manos en el teclado. Esa boludéz era (y es) suficiente para conmoverme.
En un bar del abasto me dijiste que yo era muy dulce y te brillaban los ojos. Nos besamos mucho aquella vez. En otra ocasión me tiraste toda tu honestidad: “cambiaste mucho, che. Antes eras medio pelotudo”. Me cagué de risa y te putié. Pero está bien, tenías razón. En una época iba camino a ser un gran pelotudo. Pude meter un volantazo a tiempo, creo.
Te quería escribir para no olvidarme de las cosas que pasaron, para no olvidarme de vos. Para no sentirme un poquito triste cuando te veo, charlamos, te saludo y después te vas. Porque inevitablemente te me estás yendo. Como amiga, como amistad de besos dulces, como carta manuscrita, como foto en la pared, como el mensaje de texto que me llega en el momento menos esperado.
Cuando tu imagen se me vino a la cabeza pensé muchísimo. No sé si esto es una crónica pero siempre termino creyendo que sí y trato de patear los límites de eso que algunos llaman género literario.
Creo que estoy feliz por vos. Y dejo la duda (y la certeza) escrita porque me conozco demasiado. Sé que a veces me arrepiento de lo que digo, lo que hago o de las historias de amor que invento. Casi nunca de lo que escribo.
Amiga.
Te quiero, como sea.
Como sea, te quiero.

sábado, julio 25, 2009

Balance Campeonato 2008/09

Escribí este extenso texto para tener un documento fiel de mis días pasados. Espero, con todo corazón que alguno pueda respirar hondo, acomodar el culo en la silla e intentar leerlo. El texto tiene varios ítems separados por subtítulos. Lleva un orden cronológico pero se puede seleccionar cualquier "nudo" y leerlo sin ningún problema.
Un abrazo.


A Cardo, Fede y Andrés Pirata.


Introducción

Bueno, finalmente se terminó el año futbolístico. El viaje a Rosario, mejor dicho la vuelta de Rosario para Córdoba, puso cierre al eterno campeonato disputado. Fueron muchísimas las cosas que pasaron, demasiadas anécdotas, recuerdos, frustraciones y alegrías y difícilmente pueda dar cuenta de todas ellas en este balance pero trataré de plasmar aquí todas las posibles, en especial las del tramo final del torneo.
El primer partido del campeonato fue en agosto del 2008. Le ganamos a Unión 1 a 0 en Santa Fe con gol de Bustos. Ese partido lo vi en la casa del padre de una amiga y en aquel momento escribí esto. Y así comenzó toda esta historia.
En aquel entonces el equipo era dirigido por Dalcio Giovanolli, un tipo que nunca logró la aprobación de la gente por una simple razón: nunca pudo hacer jugar (más o menos) bien a Belgrano. Durante su conducción ganamos más partidos de visitantes que de local. Lo cual era casi insoportable porque la alegría en casa es la que vale. Ganar afuera es para sumar puntos, nada más, y todos sabemos que el fútbol es algo más que eso. Jugamos dos veces contra Instituto y Talleres. A la gloria le ganamos las dos veces 1 a 0 y con Talleres empatamos los dos (1-1 y 0-0 –este último ya con Labruna como DT). Al finalizar la primera rueda andábamos en los primeros puestos, a cinco puntos de Chacarita, el puntero, y todavía creíamos en el ascenso directo.

Nudos

Lo mejor vino al final del torneo. Una conjunción de situaciones me devolvió a la cancha luego de un par de faltazos por esa cosa de jugar a ser periodista. Además se armó un lindo grupito de tribuna con Martín y el gringo Fede. El último partido de Giovanolli fue contra Independiente de Mendoza: derrota por 3 a 0 y de local. Fue suficiente para que se fuera. Al toque vino Labruna y todo cambió para nosotros en el Gigante.
El primer partido en casa fue contra la CAI. Ganamos 1 a 0, con minutos de buen fútbol y no mucho más. Después perdimos en Tucumán contra el futuro campeón, ya que si volvíamos a ganar de local, ahora empezaríamos a perder de visitantes.

Cábalas

El 4 de abril jugamos contra Quilmes. Ese día hacía mucho calor y me puse unos pantalones marrones, zapatillas y una camisa a cuadros. Ganamos 2 a 0 jugando pésimo, pero la euforia de ganar de vuelta en el Gigante hizo olvidar el dolor de ojos. Desde aquel partido llevé esa misma indumentaria. Fueron casi cuatro meses con la misma camisa, pantalón y zapatillas. Nunca las lavé y siempre dejaba la ropa guardada en el mismo lugar. En Alberdi, con mi cábala, ganamos cinco partidos seguidos (Quilmes, Aldosivi, Olimpo, San Martín SJ, Atlético Rafaela) y empatamos el último (Defensa y Justicia).
La camisa, de a poco, se convirtió en un ícono entre nosotros. Cambió la estación, vino el frío y ella siguió estando. Después fuimos agregando otras cábalas accesorias para determinar su grado de importancia. Una de ellas fue el asado previo a la cancha en el que no podían faltar las achuras (mollejas o riñones). También comimos choripanes a la salida del estadio y a veces unas cervezas en un barcito del centro. Otra cábala era la del gringo Fede. Generalmente él llegaba siempre tarde entonces nos veíamos desde lejos en la tribuna, nos saludábamos y esperábamos al comienzo del segundo tiempo, cuando todo el mundo se para de vuelta, para juntarnos y ver el partido los tres juntos. Todo funcionaba perfectamente: los primeros tiempos de Belgrano eran horribles y terminaban cero a cero, pero en el segundo (cuando nos juntábamos) ganábamos los partidos. Todo estaba cabalísticamente controlado. Incluso las veces que íbamos juntos a la cancha, el Fede entraba y se perdía para ver el partido solo en algún lugar y juntarse en la segunda etapa. La verdad que le poníamos mucha dedicación a la cuestión. Estábamos agrandadísimos. Igual, no fue la primera vez que tuve cábalas.



Celulares

Otra que pasó fue cuando perdí el celular. Creo que fue contra Aldosivi. El árbitro pitó el final del primer tiempo y todos se apuraron a sentarse. La situación estaba bajo control, el partido era horrible, ya habíamos divisado al gringo Fede y sólo había que esperar el encuentro. En eso siento que me vibra el celular en el bolsillo. Estábamos todos apretados y quise sacarlo para ver el mensaje de texto; metí la mano, lo agarré apenas y se me resbaló de la mano. Miré para abajo y no estaba más. Volví a mirar y me di cuenta que el condenado aparato se me había caído debajo de la tribuna. El hijo de puta pasó por entre medio de las estructuras de cemento y cayó como siete metros para abajo donde se veía un basural importante. Lo di casi por perdido, pero igual iba intentar recuperarlo.
El partido había sido un domingo a la tarde y yo recién me llegué al estadio el martes. Mi razonamiento era el siguiente: seguramente hacía años que nadie entraba a ese basural debajo de la gigantesca tribuna pirata. Incluso dudaba si alguien tenía las llaves de los candados de esas puertas gigantes (recordemos que el Gigante de Alberdi tiene capacidad similar al Maracaná: 200.000 negros entramos… aproximadamente).
Con las manos en los bolsillos entré a la cancha y hablé con el Intendente del estadio (algo así como el ordenanza o amo de llaves). Le expliqué la situación, me dijo que hice mal, que tendría que haber hablado con él apenas finalizado el partido, pero me acompañó a buscar mi aparato. El tipo abrió unas puertas y pasamos caminando por el césped de la cancha, por la mismísima cancha donde un par de guasos patean una pelota, cumplen el sueño de millones y encima les pagan bien.
Íbamos en silencio. Sólo se escuchaba el ruido de las 700 llaves que colgaban de una argolla gigante agarradas al cinto del Intendente. Yo estaba emocionadísimo. Miré los alambrados, los bancos de suplentes, todo.
- Yo me metí a la cancha el día que ganamos la promoción con Quilmes, con el gol de Mugnaini –dije, como para igualar experiencias.
El tipo asintió. Seguimos caminando.
- ¿Hace mucho que trabajás en Belgrano? –pregunté.
- Más de veinte años –me respondió sin dejar de mirar para adelante.
- ¿Y qué hiciste todos los años que la cancha estuvo cerrada? –en el momento que terminé de preguntar me sentí un idiota. Quise arreglar la situación –Digo, la cancha estuvo abandonada, no se jugaba acá… eeeh… -no paraba de meter la pata.
Tardó unos segundos en responderme. Pero finalmente me miró y dijo algo como que nunca dejaron de haber actividades en el estadio, que las inferiores siguieron usando la cancha.
El final del trayecto lo hicimos en silencio.
Llegamos debajo de la tribuna local y para mi sorpresa la puerta estaba abierta y había una docena de albañiles trabajando. ¿¡Qué carajo estaban haciendo ahí!? ¿Obras en el estadio? ¡Si la cancha está igual de rota hace años! Prácticamente resignado empecé mi búsqueda entre el colchón de papeles que seguramente estaban allí desde hacía años, recibidas históricas a los equipos; lluvias, tornados y tsunamis de papeles y serpentinas. Miré para arriba y traté de calcular el lugar de la caída. “Si yo me paro del medio para la izquierda, más o menos por acá, entonces el celular seguro que cayó por estos lados”, pensé. Y ahí vino un nuevo problema: había otra división debajo de la tribuna con una puertita de chapa. Pensé que esa iba a estar cerrada, atorada, hinchada, trabada por los años sin ser abierta. Agarré el picaporte, y empujé con el hombro derecho...

(Intervalo. Aproveche para llenar el termo, dar vuelta la milanesa o prender un sahumerio que se viene lo mejor)

¡Pum! Hizo el ruido de la puerta. Cuando levanté la cabeza no pude emitir palabra: ¡había una familia entera viviendo debajo de la tribuna! La cocina, unas camas, la soga con la ropa colgada, el abuelo fumando pipa y jugando al ajedrez, la doña lavando en la tabal, los nenes haciendo la tarea; ¡era un loft gigante! Todos los ambientes divididos por sábanas.
- Eh, eh, perdón… ¿no encontraron un celular? Se me cayó el domingo en el partido.
Creo que ni siquiera me contestaron. Alguno me movió la cabeza para ambos lados.
- Pe… Perdón –y cerré la puerta tratando de no hacer más ruido.
Ya sin ganas y totalmente resignado continué la búsqueda unos minutos más. Charlé con los albañiles, les conté más o menos cómo se me había caído y me fui como vine, con las manos en los bolsillos, pateando piedras y papelitos, y con la inaprensible sensación de encontrar vida en lo que supo ser un club, hoy una empresa. Mientras siga viviendo esa gente allí, Belgrano como club, barrio, forma de vida y lazo social no está muerto, para nada. O por lo menos ese es mi deseo.



"Brujería, hice Bru-je-ría" (Los Tipitos)

El jueves 28 de mayo teníamos un partido de esos que los cassettes califican como “finales”. Jugábamos contra Atlético Rafaela, que venía cuarto un punto atrás de nosotros. Podríamos decir que era el partido a ganar para asegurarse, por lo menos, un lugar en esa puta promoción.
Todo venía encarrilado. El primer tiempo había sido malísimo, horrible, más aburrido que película china doblada al español. Nos juntamos con el Fede y lo llamamos por teléfono al Martín ya que él no había podido ir por trabajo (igual lo tildamos de “putazo”) Apenas comenzó el segundo tiempo sucedió algo inesperado: gol de Rafaela. ¿Qué hacer? ¿Cómo seguir? Si Belgrano no daba vuelta un resultado hacía como dos años. Ni de local ni de visitante ni de neutral ni de nada. Un gol en contra y ya estaba todo perdido.
Los minutos transcurrían y la camisa parecía no tener respuestas. Los nuestros no daban dos pases seguidos y el único recurso era bartolear la pelota para arriba. El partido empezaba a morirse y en una de esas aproximaciones ganamos un corner. Medio ebrio como estaba detecté un movimiento de Váquez, el 10, que desconcertó a la defensa de Rafaela. Amagó con buscar el pase corto pero en realidad fue a buscar la pelota para ser él el que tirara el corner. Ahí fue cuando dije en un volumen de voz apreciable:
“CREO QUE SE VIENE EL GOL DE BERZA”.
(Y acá tengo que contextualizar un poco, sino no se va a entender nada. Marcelo Berza es, quizás, el peor jugador de la historia. Un muerto, amargo, pecho frío, un atado, uno que nación con los pies cruzados, un becado, un tipo con suerte… nuestro defensor central. Tiene un historial importante de errores groseros que, encima, nos costaron los partidos. La gente se encargó de silbarlo y putearlo partido tras partido. Así y todo el guaso nunca dejó de ser titular. Era uno de esos casos en los que uno realmente sentía eso de que “hasta yo juego mejor”)
Vázquez pateó el corner, Novaretti la peinó y otro jugador celeste la empujó a la red. Delirio total en las tribunas. Avalanchas, abrazos con extraños conocidos, grito interminable de gol. El plus de toda esa excitación vino cuando todos empezaron a darse cuenta que ese jugador que venía con el puño levantado terminando de festejar su gol era, nada más y nada menos, que Marcelo “el peor de todos” Berza. El gringo Fede me miraba, totalmente drogado, eufórico, con una sonrisa de piano y me gritaba “¡lo hizo Berza, culiado, Berza!”. Y después todos los que estaban cinco metros a mi alrededor empezaron a abrazarme. Y los que estaban a diez metros alrededor miraban para donde estaba yo, conmocionados por ver los abrazos que recibía, y preguntaban “¡¿qué pasó, qué pasó?!” Y otro que respondía: “el flaco dijo que Berza iba a meter el gol”. Lo sentí propio, o sea que EL GOL FUE MÍO. Lo lamento Berza.
Pero eso no fue todo. Cuando el partido entraba en coma 4 Belgrano resucitó, tuvo un flash, una chispa, un despertar y se acordó de su historia. No sé quién hizo un intento de jugada, alguien dio un pase, otro la dejo pasar y Vázquez apareció con la pelota, avanzó, avanzó y ¡tuc! Pateó………….. y ¡Gol! ¡Goooooooooooooooooooooooooollllllll! Y todos rodando por los escalones. Avalancha interminable. Marea de personas abrazadas. Volábamos los negros para todos lados. No entendíamos nada. En cinco minutos habíamos dado vuelta un partido. Una cosa de locos. Después todos ayudando a levantar a los caídos, tapados los cuerpos por más cuerpos; algunos seguían abrazándose, gritando ¡gol carajo, gol! con el poquito de aire que les quedaba.
En aquel momento escribí una crónica un cacho más seria (no mucho más). Es esta. Y así le ganamos a los muertos de Rafaela. Es verdad, son muy pechos fríos, siempre les dan vuelta los partidos y el que perdieron el fin de semana pasado con Gimnasia lo demuestra.

"Gloriosas" desgracias y anunciados descensos

El penúltimo partido del campeonato fue de local contra Defensa y Justicia. Un equipo chico, pequeñísimo, un partido ganable por donde se lo mire. Estaba la camisa, el pantalón y las zapatillas (lo imprescindible) estaban también el Fede, el Cardo y Nico, otro gran hincha pirata que vive en Salta y vino especialmente para ir a la cancha. El asado se lo comieron ellos porque yo no podía, por la simple razón de celebrar un nuevo aniversario de nacimiento y por la visita de mi hermana que venía de España.
Creo que ahí fallamos en varias cosas. Uno: no comieron mollejas en el asado, lo cual fue un error garrafal. Dos: la presencia del Nico en la cancha fue un factor desequilibrante. Rompió todo el orden que tenía la cábala. Tres: estas dos situaciones exigieron a más no poder a la camisa. No es recomendable empujar los límites de una cábala. Mirá lo que le pasó al titanic. …. (?)
El primer tiempo terminó cero a cero. Un par de goles errados por Cuevas, otro de Bustos y nada más. Las novedades las traía la radio. Goles de Los Andes, muchos, que mandaban a Talleres al Argentino A. Instituto también hacía lo suyo: arrugaba de local contra Tiro Federal y empezaba a despedirse de las chances de jugar la otra promoción. Córdoba: un desastre por todos lados. Me fui triste de la cancha porque yo quería ganar y el poder de las cábalas entraba en una curva descendente. La mayoría festejaba, merecidamente, el hundimiento de Talleres. En aquel momento escribí esto.
La última fecha fue de visitantes contra All Boys. Perdimos pero nos ayudaron, como tantas veces, los resultados de las otras canchas. Instituto se quedó afuera de todo definitivamente y nosotros quedamos en el cuarto puesto (Atlético “siempre me dan vuelta los partidos” Rafaela terminó tercero). Me enojé mucho aquel día y me salió esta crónica violenta. A pesar de todo llegamos a la promoción por un lugar en primera división contra Rosario “sin aliento” Central.

Partido de ida: Estadio "Julio César Villagra" (Gigante de Alberdi)



Nos juntamos en mi casa temprano, a las 11 de la mañana. Tuve que recorrer algunas carnicerías porque no conseguía mollejas pero finalmente pude comprar las achuras salvadoras. La jornada prometía fiesta. El equipo no invitaba a nada y eso era, justamente, lo que más nos hacía ilusionar: ir de punto. Belgrano siempre sorprendía y sacaba pecho en las difíciles.
Tomamos una botella de fernet y salimos para la cancha cantando, con la bandera atada al parabrisas trasero. Había olor a alegría. Se veía en la gente una confianza de fiesta, de hazaña. Ya no importaba nada, ni los partidos perdidos, el mal juego, la falta de fútbol, los goles errados por Bustos durante todo el año, la presencia de Marcelo “el peor de todos” Berza, ni la ausencia del mejor jugador durante todo el torneo: Novaretti. Nunca se van a saber las verdaderas razones de su alejamiento pero lo concreto fue que nos cagó y no jugó los partidos finales. Después vienen las palabras.
Llevé una caja de resmas llena de diarios (todos los ejemplares gratis que acumulé en los meses en los que trabajé en La Voz) y los repartí cual si fuera canillita en la eterna cola para entrar al estadio. El Fede hizo lo suyo y se extravió en la tribuna durante el primer tiempo. Martín, la camisa y yo entramos a la cancha y nos paramos en el lugar de siempre. El recibimiento al equipo fue hermoso, digno de la instancia que estábamos jugando. A Central le dimos la “lateral”; una tribuna de mierda que ni siquiera tiene paraavalanchas. Así que si vino la barra de Central, yo ni me enteré. Que se caguen por putos.
Para delirio de mis ojos Belgrano jugó el mejor primer tiempo del año. Los jugadores celestes agarraban la pelota y tocaban. ¡Daban pases! A veces levantaban la cabeza y trataban de armar jugadas. No se podía creer. Tuvimos varias situaciones de gol que Claudio “me erré el gol de mi vida” Bustos no pudo concretar. El primer tiempo terminó en cero. Mejor, pensaba, todo sigue en rieles.
Arrancó el segundo y ahí nomás nos clavaron un gol. Jesús Méndez agarró un rebote, cerró los ojos y la clavó desde afuera del área al ángulo izquierdo de Olave. Algunos dijeron golazo, yo prefiero decir que se la sacó de encima y que no la vuelve a meter más. Lamentablemente, con esa primera vez bastó para que Central ganara el partido. Después Berza se hizo expulsar (¿vieron lo que les decía, vieron?) y todo se hizo cuesta arriba. Así y todo erramos chances claras de gol y nos quedamos con un partido bien jugado y con cero goles a favor.
No había tiempo para lamentarse, teníamos que prepararnos para viajar a Rosario, ciudad conocida por el monumento a la Bandera, el río Parana y los deliciosos gatos a la parrilla (la chicana preferida de los cordobeses para los rosarinos).


Partido de vuelta: Estadio Gigante "me lo remodelaron los milicos" de Arroyito



Al día siguiente del partido se empezaban a vender las entradas para el partido de vuelta. La gente salió de la cancha, buscó abrigo y se fue a hacer la cola. Yo no. Yo dormí hasta el mediodía, golpeado por la depresión post partido y fuimos hasta las vacías boleterías.
- ¿Te quedan entradas maestro?
El maestro se nos cagó de risa.
- Plateas. Salen $150.
- ¡$150! ¡Están locos!
- ¿Y qué querés? Ustedes vienen a cualquier hora.
Tenía razón el boletero.
Hicimos diez metros e intentamos con la reventa, bajo la atenta mirada del policía.
- Te la dejo a $120 la popular –nos dijo un gordo sin mirarnos a los ojos, masticando un chicle ya sin gusto.
- Bueeeeno, gracias.
Y nos fuimos.
Agarramos la moto y partimos para lo del “Loco” Tito, el jefe de la barra de Belgrano. Llegamos y había una “guardia” importante de personas. Unos 15 guasos, con sus respectivas 15 motos, estaban en la puerta de la casa. Sentados, al pedo, esperando no sé qué. Nos sumamos a la espera.
A los quince minutos salió el Tito.
- ¿Qué quieren?
- ¿Cuánto sale viajar?
- $200 con entrada. Los colectivos son Urquiza, doble piso y coches semicama.
- Uh, buenísimo ¿Te podemos dejar señados dos?
- Imposible. Y apurensé porque quedan pocos.
Partimos de vuelta con la moto a buscar la plata. Cruzamos un pedazo de Córdoba dos veces. Volvimos.
- Tito.
- ¿Consiguieron?
- Sí, sí. ¿Che, yo viajo siempre, no hay algún descuento? –intentó negociar el Andrés.
- Mirá, si viene mi vieja y se me arrodilla, le cobro $200, como a ustedes. Ayer estuve hasta las 6 de la mañana tratando de sacar a 80 guasos de Central que cayeron en cana.
- ¿Por?
- Y, lo de siempre, portación de armas, merca, porro.
- ¿Y los sacaste a todos?
- No, quedaron 3 o 4. Esos tenían dos chumbos y como 40gr de merca y encima quisieron coimear a los canas. No pude hacer nada. El resto ya salió; tuve que ponerles mis abogados pa que pudieran volverse a Rosario.
- ¿Y porqué los ayudaste?
- Son códigos, pibe. Si yo voy allá y caigo en cana, ellos van a ir y me van a sacar. Los quilombos entre las hinchadas son una cosa, pero cuando caes en cana tenés que ir a sacarlos, así sean de Talleres, Boca o Central. No importa. ¿Me entendés?
Dijimos que sí, aunque no entendí muy bien esa cosa de los códigos y me puse a pensar quién me sacaría a mí si llegara a caer en cana. Antes de irnos nos pidieron que fuéramos puntuales: “estén ahí a las 6.30 para salir a las 7 ¿entendieron?”. La caravana de colectivos partió desde la cancha a las 10 de la mañana. Yo vestía con un pantalón marrón, zapatillas y camisa a cuadros. El último esfuerzo de la cábala.
Todas las ilusiones iban en fila india. El viaje fue muy entretenido. Todos los borrachos querían contar su anécdota, su jugador preferido, el mejor gol que vieron, el partido inolvidable y los pedazos de vida que los colores les daban.
Puedo decir con seguridad que no conozco Rosario. La policía nos frenó a la entrada de la ciudad e hizo bajar a todos los negros de los colectivos. Revisaron los coches, incautaron pirotecnia y el poco alcohol que quedaba. La gente, muy previsora, se había encargado de tomar todo antes. Después nos subieron y nos escoltaron hasta el estadio como si fuéramos presidentes o algún preso de máxima seguridad.
De la policía de Rosario puedo decir que certifican el dicho popular: son más violentos que la mierda. Pero quiero felicitar al tipo de recursos humanos: la mayoría de las canas mujeres están todas muy buenas. Flaquitas, arregladas, con el pelo suelto. Yo, la verdad que las veía más para película porno que para correr a los delincuentes (que en este caso éramos nosotros, o por lo menos así fuimos tratados durante toda nuestra estadía).
Cuando el bondi circulaba por la ciudad me di cuenta que nadie nos quería. Todos nos pedían que le chupáramos la poronga haciendo alusivas señas, agarrándose el área genital e inclinando levemente el cuerpo hacia atrás. También, uno podía leerles los labios a la gente y creo que alguno nos dijo putos. Éramos demasiado visitantes. Los de Central nos puteaban por ley y los de Ñuls porque nos une una historia de desencuentros, balas de goma, piedras y butacas volando de un lado para el otro. En síntesis: los de Newell’s son unos putos y los de Central también. Y ya que estamos, putos los de Tiro Federal y Central Córdoba. Como para que no se sientan relegados.
Fue hermoso llegar al estadio y ver tanto color celeste aplacando ese horrible azul y amarillo. Igual debo admitir que Central abraza a mucha gente, que en las afueras del estadio está todo pintado con sus colores, que es una institución grande con mucha historia y que a pesar de todo eso son unos amargos. Pero una cosa es una cosa y otra es otra.
Entramos a la cancha unos minutos antes de que salieran los equipos. Nuestro recibimiento fue emotivo pero poco colorido porque nadie pudo entrar papeles, serpentinas, bengalas, petardos ni nada de fiesta. A la policía le encanta reprimir todo eso. Igual, volaron algunos papeles y creo que lloré.
Del partido puedo decir lo que ya se dijo. Belgrano se paró de igual a igual. Que jugó mejor que Central en el tramo final. Que la alegría del gol nos duró 35 segundos. Que los putos estos nos ganaron la serie porque son de primera y no hay con qué darle. Pudimos ganar porque jugamos mejor ambos partidos pero los guasos pelaron la categoría, manifestada en un ocote enorme. Todos nos fuimos con la cabeza levantada.
La yuta nos sacó corriendo del estadio. De pedo pudimos comprar un choripan. La gente corría desesperada tratando de encontrar su colectivo porque los canas venían con sus bastones golpeando los escudos y los hinchas. Arrancamos y nos fuimos.
Saliendo de la ciudad nos tiraron unas piedras que impactaron en mi ventanilla. Por suerte no se rompió. ¡Hace falta más que eso para intimidarme!
Muchas cosas quedaron afuera en todos estos párrafos pero traté de no censurar los recuerdos. Me alegraría muchísimo saber si alguno llegó hasta este renglón. Un abrazo grande para él, sea del color que sea.

martes, julio 21, 2009

Las cosas de Barrio Las Flores II



Este es el río
que pasa por mi puerta

miércoles, julio 15, 2009

Miércoles 15/07

A Sil




Se abre la puerta trasera del bondi
un día frío, lluvioso
y el olor a praliné
que salva el ambiente
que limpia el tufo
de los abrigos
las ventanillas cerradas
la ciudad empañada
y después
la parada siguiente.

martes, julio 14, 2009

......................puntos suspensivos

En el dorso de unas fotos
casi dormido
casi despierto
algunas palabras mal escritas

Vos y yo nunca estuvimos juntos
en el presente no
un no presente

Sin palabras para nombrar
el pasado
ya no existe nada
ni esto
ni juntos
yo
vos
nosotros
ni

miércoles, julio 08, 2009

Profunda tristeza

A Barnes

Porque perdió el fútbol y ganó Vélez.
Porque me había ilusionado.
Porque fue muy injusto el final de todo.
Porque este país duele.
Porque este fútbol duele.
Cuando debería amar.
Me cago en el fútbol del domingo pasado.
Quisiera un final con moraleja
del tipo yanqui
del tipo yanqui de las películas
del tipo
de los tipos buenos
que al final ganan
(a Vélez, por ejemplo)
y la moraleja de los buenos
los buenos jugadores
esos que juegan bien
salen campeones.

Qué país de mierda el del domingo pasado.

sábado, junio 27, 2009

El cross a la mandíbula



Lo bueno de no estar atado a la novedad de la noticia me permite relajar un poco las palabras, tomarme mi tiempo para escribir lo que tenga que escribir. Pero esta vez me tardé demasiado.
Hoy (martes) entré a eldiariodellunes con la cabeza gacha, mirando como de refilón a la página por la vergüenza que me causaba el no haber escrito la crónica sobre el partido de Belgrano. Estaba seguro que mis compañeros sí habían hecho la tarea y que yo me ubicaría, como siempre, con los del fondo, los incumplidores e indisciplinados. Fue grande la sorpresa al encontrar todo como la última vez. Se ve que todos andaban tristes y que las palabras quedaron guardadas en el estómago o se fueron en una puteada al delantero, atrapadas en una lágrima, en las manos o en la mirada. Por lo menos eso fue lo que me pasó a mí. Luego me empujó el compromiso de las voces, del nosilencio, del nocallar y también eso que Arlt describió alguna vez como “el futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo”.
Tremenda introducción para hablar/escribir sobre un partido de fútbol.
Tremenda introducción, justificada y necesaria.
Vi el partido de Belgrano contra All Boys por la tele. Creo que nada me pone más insoportable, intolerante, intratable e insultante que ver los partidos de mi equipo por televisión. No paro de putear, de recriminar y de decepcionarme. Encima con este equipo que tenemos…
En pocas palabras: jugamos horrible. Fue un dolor de ojos y de corazón. Este grupo de jugadores demuestra que no tiene un gramo de alma. Es increíble y tan pero tan frustrante verlos trotar, trabar blandito, patear la pelota para cualquier lado, dar un pase a dos metros y darlo mal. Yo no sé si lo hacen a propósito. No sé cómo hacen para jugar tan mal. All Boys, con casi nada, nos metió el primero en una jugada muy obvia. Tiro libre, amague de centro, pase corto a uno que esperaba solo, SOLO, en el borde del área, éste le pega al arco como pocas veces en su vida y Olave que no puede sacar el disparo. Fue el uno a cero para el local. Luego, en otro tiro libre similar repitieron la jugada ante la inutilidad de la marcación en defensa de Belgrano. Pero como los milagros no suelen suceder dos veces, esta vez la pegó mordido a cualquier lado.
En el segundo tiempo entró Vázquez. El pibe es el único que tiene una mínima idea sobre fútbol. Algo de habilidad en las piernas, un poco de panorama y, lo más importante, a veces piensa. Pero le falta mucho todavía. Lagunea, se pierde, se tira apenas lo tocan… es un pibe. En los primeros quince minutos de la segunda parte Belgrano jugó algo, casi nada, igual parecía que podíamos empatarlo pero llegó el segundo de ellos en otro error muy grosero en la marcación.
Sobre el final llegó el merecido premio para el único jugador que juega, mete, lucha y siente: el Gringo Novaretti. De pelota parada, obvio, porque son raras las veces que armamos jugadas. Quedará para la anécdota el penal que no cobró el malísimo árbitro cuando el partido se moría.
Quiero ponerle apellidos a mi bronca: Berza (aunque no haya jugado sigo pensando que es el peor jugador de la historia), Aldecoa, Cárdenas, Cuevas y otros tantos. Y especialmente a Labruna: son muchas las cosas a reprochar y creo que a veces es mejor no hablar de más. Pero creo que no es la mejor decisión poner a dos pibes (Maidana y Barrios) cuando las papas queman y se necesita a alguien con más chapa y experiencia. Eso se llama quemar jugadores.
Así y todo, teniendo un equipo triste, un montón de jugadores sin alma, sin cabeza, sin piernas, yo pienso (y siento) que nada está dicho. Que en el fútbol hay justicias e injusticias. Que el sueño de ascender está intacto. Que yo, cuando voy a la cancha, los aplaudo y no los insulto. Que quiero ganar. Que se me estruja el corazón con el sólo hecho de pensar en dar una vueltita en Rosario.
Estas son mis palabras. Sin metáforas, sin poesía; con la violencia y la tristeza que me da Córdoba cada vez que se olvida lo que fue. Lo digo por todo y todos.

Un abrazo a mis compas de eldiarodellunes.

jueves, junio 18, 2009

Sobre el 13 de junio.



El sábado 13 de junio tres equipos de Córdoba Capital, tres voluntades, tres colores jugaron su partido. En Quilmes, Talleres puso las piernas en el césped y la oreja en otros dos encuentros que determinarían su suerte. Lamentablemente, en Alberdi y Alta Córdoba sucedió lo mismo. ¿Puedo hablar algo del partido de Belgrano?
El sábado 13 de junio Belgrano tenía que ganarle a un tibio Defensa y Justicia para asegurarse un lugar en la promoción; para estirar el campeonato, por lo menos, dos partidos más; para jugar por algo; para sentir que estas 37 fechas sirvieron para algo; para intentar escabullirnos en la Primera.
El sábado 13 de junio Belgrano empató cero a cero con un equipo chico, muy pequeño. Se puede decir que no jugamos a casi nada. Que tuvimos varias oportunidades para meter un gol. Que el arquero de ellos atajó bien. Que el árbitro fue un desastre pero que si erramos los goles a un metro de la línea, él no tiene nada que ver. Que las redes no se movieron. Que tendremos que confiar en el equipo jugando de visitante ante All Boys para ver si jugamos esa pseudofinal por el ascenso o si todo el “proceso” fue un fracaso.
El sábado 13 de junio la gente festejó. Nuestro partido no daba para nada, pero el de Los Andes sí, y el de Almagro también aunque ellos también perdieran la categoría. Yo también me agaché para escuchar el penal del nueve de Los Andes. Yo también lo grité, yo también festejé y canté. Es que en la cancha pasa eso. Tenés a veinte mil tipos al lado tuyo, con tu misma camiseta, que aplauden y se abrazan por algo y te sentís abrazado y querés cantar con ellos. Pero cuando el partido (el nuestro) terminó, mi garganta no tenía demasiada fuerza para celebrar. Nosotros, nosotros, no jugamos a nada y empatamos cero a cero. Ellos, los otros, se fueron al descenso.
El sábado 13 de junio los periodistas de todos los medios de Córdoba escribieron y dijeron muchísimas cosas. Repitieron hasta el hartazgo el título de un libro que probablemente nunca leyeron, “Crónica de una muerte anunciada”. Hablaron de responsabilidades, de culpables, de la(s) gloria(s) pasada(s), de jugadores buenos malos regulares malísimos. Hablaron de que el equipo no estuvo a la altura de las circunstancias, de los técnicos incapaces, de un juez, de un cordobésmejicano, de los anteriores gerenciadores, de los anteriores presidentes y de los hinchas. Se quisieron poner de su lado, manifestar que estaban con ellos, que los entienden, que son los únicos inocentes y víctimas de todo esto. Mentirosos. Nunca van a estar de ese lado, por la simple razón de que están en el otro. Ahora se ponen la ropa de ‘periodistas’, de profesionales comprometidos. Ahora señalan culpables. Ahora muestran sus rostros compungidos. Ahora, recién ahora. Nadie les cree, sépanlo. Porque ustedes saben y supieron siempre todo. Y ahora hablan. Cagones.
El sábado 13 de junio mi Belgrano no me regaló nada. Talleres tampoco.
El sábado 13 de junio, en el día de mi cumpleaños, no hay tanto para festejar. Estoy más viejo y un poco más triste por todo(s).

p.d: éstas y otras crónicas encontralas también en: eldiariodellunes.wordpress.com

jueves, junio 11, 2009

Festejo(s)

SÁBADO 13 DE JUNIO
24HS:

MEGA FIESTA

Pedro Inchauspe 252. Popular Barrio Las Flores.
Traer bebida.


p.d: es mi cumpleaños.
Los espero a todos los que entran.... y a los que no también. Un abrazo

domingo, mayo 31, 2009

El partido, 22 escalones arriba

Hace unos años, me recuerdo sentado en una tribuna semivacía cortando papeles, esperando que el tiempo fluya y que el partido comience. Mi amigo Germán me acompañaba aquella noche y entre charla y charla me sintetizó mucho de lo que yo sentía: “el fútbol se analiza desde el costado de la cancha y se siente desde atrás del arco”. Algo de eso sentirán los que se paran, partido a partido, en las populares del país.
La crónica dura dirá que Belgrano jugó mal, otra vez. Que volvió a ganar con mucha “fortuna”, otra vez. Que el equipo no estuvo a la altura de las circunstancias, otra vez. Que jugando así va a ser muy difícil que pueda pelear por el ascenso, otra vez más.
No hay mentiras en ninguna de esas afirmaciones. El hincha no necesita leer el diario, escucharlo a Brizuela o mirar Deportes en Marcha para darse cuenta que este Belgrano no es el mejor. Las preguntas que quedan flotando son, entonces: ¿por qué está tercero? ¿Cómo hizo para ganar tantos partidos? ¿Por qué tenemos 60 puntos y 17 equipos por debajo? ¿Cómo hicimos para ganarle a Rafaela?
El jueves por la noche pasaron cosas dignas de otras épocas: después de mucho tiempo Belgrano dio vuelta un partido y jugando de local, de cara a la gente. Con un poco de memoria uno puede identificar una triste coherencia de juego de los últimos procesos, sin importar el nombre del técnico sentado en el banco. Planteos amarretes, defensivos, irrespetuosos de una historia que pide otra cosa. Hace años que los equipos juegan poco y nada, que los jugadores arrastran las piernas por el piso, que la pelota vuela por los aires y nadie se anima a pararla, levantar la cabeza y jugar. Jugar. El verbo parece pertenecer a otra época. Por eso, en medio de toda esta continuidad de mediocridad, el hecho de que Belgrano haya dado vuelta un partido, hizo estallar el corazón de todos los hinchas.
Después de las patéticas derrotas contra Platense y Almagro, había que ganarle a Atlético Rafaela sí o sí; por esa cosa de los trenes perdidos, los barcos que zarpan, las oportunidades perdidas y la historia que no queríamos repetir de quedarnos siempre a mitad de camino.
Íbamos perdiendo con todo éxito, nos tocaban la pelota en nuestra propia cancha, no generábamos nada en el arco contrario y los visitantes amenazaban con golearnos en cada contra. Pero algo raro pasó. Pateamos un corner, cabeceó Novaretti (a mi entender el mejor jugador de Belgrano, el más regular y con más corazón), la empujó Berza para el empate y gracias a dios que dos cabezazos en el área es gol. El punto, ante la inminente derrota, servía para calmar un poco las tristezas. La gente jugó su partido y aunque la frase suene trillada y sacada de algún cassette, todos los que fueron al estadio “Julio César Villagra” (más conocido como Gigante de Alberdi) sintieron que sus gargantas ayudaron a torcer el resultado.
Porque cuando el partido se moría, Soriano peleó una pelota dividida, la tocó para adelante y sorprendentemente le quedó al pibe Vázquez, con cancha para correr y toda la defensa de Rafaela mal parada. Avanzó y definió a la derecha del arquero. Gol. Gol. Gol. Gol. Gol. Y gol. Fueron casi sesenta segundos de un grito de gol, gol y gol. Fue un desahogo. Fue fiesta. Fue verdad. Fue respetar el canto del hincha: “sé que con esta hinchada no nos queda otra que salir campeón. Y que los jugadores jueguen en la cancha como aliento yo, con el corazón”. Fueron tres puntos. Fue sentir que éramos lo que siempre fuimos, aunque fuera por un ratito nomás.

p.d: estas mismas palabras, aca.

lunes, mayo 25, 2009

Capítulo dos

(Des)Infecciones


El gordo alejaba un poco la hoja, como pintor concentrado, para ver mejor la agenda del día. Hacía años que necesitaba lentes pero por pereza y terquedad nunca iba al oculista. Así manejaba, así trabajaba, veía tele, silbaba a las mujeres en la calle y elegía la peor verdura.
Primera parada: nueve y cuarto. Lo del viejo Omar. Quería lo de siempre, el veneno para las hormigas y, obviamente, por precaución, fumigar los alrededores para matar a ese bendito mosquito portador de dengue.
Revisó todo el equipo, cargó todo en el baúl del R18 y lo cerró con un alambre. Desde la puerta del local Manuel contemplaba todo concentradísimo en el chicle que estaba comiendo. Miraba para cualquier lado, a las hojas de los árboles, el agua servida que corría por la calle.
- ¡Eu, Manuel! –llamó el gordo.
- ¿Ah?
- Vuelvo tipo diez y media ¿me entendiste?
- ...
- Teneme listo los tres bidones azules, la mochila y el rociador grande, y no te olvides de… ¡Mirame cuando te hablo por favor que después hacés todo mal! No te olvides de agitar un poco la botella con la pócima –así le llamaba a los venenos caseros.
- Sí, sí –respondió Manuel mirando hacia donde estaba el gordo, pero sin mirarlo.
“Pendejo boludo”, pensó en voz baja Claudio y se subió al auto. Cerró con un portazo y se acomodó en el desvencijado asiento. Arrancó, el motor y Trula. “Se quemó ya nuestro amor, se quemó nuestra ilusión, buscamos tanto el fuego que nos quemamos”.
- ¡Temazo! –gritó el gordo agitando la cabeza y golpeando el volante.

En el camino le tocó bocina a casi todas las minas con las que se cruzó, saludó a los de la gomería de la esquina, paró a comprar una pritty y se comió un par de puteadas porque no le andaba el guiño izquierdo. Llegó casi puntual.
El viejo ya lo estaba esperando afuera. Sentado en el banco del jardín, tomando mate, sonriendo a la nada. Claudio estacionó al frente, regalándole al ambiente el placer de no escuchar por un rato el ruido insoportable del motor del R18. Mientras bajaba las cosas del baúl charlaba a los gritos con Omar.
- Ta lindo el día ¿eh? –decía mirando al cielo-
El viejo, mirando al cielo también, asintió.
- Si todo sigue como está esta noche podría estar muy linda para pescar. Ayer le faltaba un poco a la luna, pero hoy…, hoy va a estar especial.
- ¿Hace mucho que no pesca Don Omar? –preguntó el gordo cerrando el baúl.
- Años –respondió con un gesto entre triste y resignado- Che, llegaste casi puntual –exclamó mirando el reloj.
- Gajes del oficio, Don, gajes del oficio.
Omar le abrió la puertita de reja del jardín, de esas que dan a la altura de la rodilla. El gordo ya conocía la rutina, se desplazaba con total confianza por el lugar. Caminaron juntos para el fondo, por el pasillo de la derecha de la casa. Don Omar le mostraba las plantas y el viejo nogal que ya no daba más.
- No lo quiero tirar abajo, Claudio –decía con una tristeza profunda.
- Tranquilo, Don, que ahora vemo’ qué le ponemo’. Este es un árbol bueno, tiene como para diez años más.
Claudio le aplicó la dosis con el rociador mientras el viejo miraba.
Don Omar había hecho de su jardín su vida. Había empezado una vez que lo jubilaron pero la cosa se puso más seria, intensa y única cuando murió su esposa. Los nietos intentaron regalarle un perro, pero el viejo estaba convencido de que ya no valía la pena encariñarse con la vida, que seguramente ese animal se moriría antes que él, que ya no estaba para seguir enterrando felicidades. Entonces se dedicó de lleno a las plantas, sabiendo que allí no habría tanto peligro de muerte.
Intercambiaron, nuevamente, rutinarias charlas sobre el clima, la pesca, el fútbol y sobre el escándalo de la semana pasada cuando cayó la policía a lo del Jorge: “Parece que se le fue la mano fajándola a la mujer”, confió con seguridad Omar. Todos los vecinos sabían que cuando el Jorge tomaba, generalmente se las agarraba con la pobre Estela.
- Cada familia es un loquero, Omar.
- Y sí…
El gordo le hizo el servicio de siempre: curar los tres árboles, el nogal, el ciruelo y el pino de enfrente; mantener sin bichos y hongos las flores; matar a las hormigas, cucarachas y alguno que otro alacrán y, por supuesto, liquidar a ese glorioso mosquito portador del dengue.
Omar le ayudó a cargar las cosas más livianas hasta el auto:
- ¿Cuándo volvés Claudio?
- En un mes.
- ¿Un mes? ¿Estás seguro que el dengue ese no me va a matar?
- Quédese tranquilo, maestro; usted está protegido contra todo. Con eso que le puse tiene como para toda la temporada. Igual, en unas semanas vuelvo para ver cómo anda el nogal.
El viejo pagó. Claudio guardó la palta en el bolsillo del mameluco sin contarla. Se dieron la mano. El R18 dejó la cuadra con una sinfonía ejecutada conjuntamente entre el caño de escape y la correa de distribución.

p.d: para los desprevenidos, el capítulo uno

viernes, mayo 22, 2009

Música pa los ojos

Algo para escuchar y ver mientras posteo el próximo capítulo.
Vale decir que este video es hermoso y que si quieren pueden cliquear donde dice "HQ", al lado del volumen, y van a ver el video en mejor calidad.
Un abrazo.



p.d: no sé por qué pero creo que el video se posteó en el tamaño que quiso...

jueves, mayo 14, 2009

Cuento en composición

Primer capítulo o capítulo primero o capítulo uno o tan sólo uno.

Dengue

El gordo manejaba velozmente, serpenteando entre los autos con cierta imprudencia. Con la mano izquierda manipulaba el volante y con la derecha una botellita de coca cola; eso y una bolsa de criollos en el asiento del acompañante conformaban su desayuno. Iba en tercera a fondo por la avenida sabiendo que llegaba siempre unos minutos tarde, al trabajo, a la vida y a las oportunidades. Por la radio se escuchaba la voz del “Petete” Martínez: atención, atención, (acentuando en la “a”), se ha confirmado un nuevo caso –y el gordó miró la radio inclinándose un levemente- de dengue autóctono en la ciudad…

- ¡Vamo carajo! ¡Vamo che, la puta madre que lo parió, mosquito viejo y peludo nomás! –el gordo ni siquiera escuchó lo que seguía de la noticia. Manoteó como pudo, con la cocacola en la mano, un cassette de la guantera y puso “Marca Registrada”, el disco que más le gustaba de Trula.

No tiene pena ni dolores ni tristezas, va por la vida derrochando su belleza, mueve su cuerpo al ritmo de la gaita, todos los hombres por ella se matan. Pasan las horas y quiere seguir bailando, se desespera por ir a cuartetear, mueve su cuerpo y el ritmo va gozando, todos los hombres con ella quieren bailar. Ay Yoli, Yoli, Yoli la matadora, lo único que quiere es bailar…

Estacionó el R18 al frente del local. Se bajó sacudiéndose las migas, cerró la puerta del auto sin llave y alzó la cabeza para mirar, con renovado orgullo, el cartel: “Desinfecciones Claudio. Eliminamos todo tipo de plagas”. Estaba un poco despintado y abollado por las piedras que tiraban los pendejos cuando salían del baile. El gordo recordó cuando lo pintaron y cuando pifió la mezcla de los colores, la colocación, las idas y venidas por el puto cartel y la discusión con la Silvia: él quería poner “Eliminamos todas las plagas: mosquitos, cucarachas, termitas, suegras y el resto”. La Silvia le dijo que era un pelotudo y él se sintió un incompredido. El gordo agachó la cabeza y se volvió a cagar de risa, orgulloso del chiste de años atrás.

El Claudio abrió la puerta, violentado por la emoción de la noticia.

- ¡¿Tas escuchando la radio gorda?! –preguntó emocionado.

- Llegaste tarde. Siempre lo mismo, me tenés podrida…

El gordo la miró con cierta resignación y se fue para el fondo a cambiarse. De lejos se escuchaban las constantes recriminaciones.

Volvió con el sucio y roto mameluco azul. La Silvia llenaba con un bidón y un embudo unas botellas de plástico verde con un veneno casero para hormigas que había inventado el gordo una década atrás.

- ¿Y el Manuel? –preguntó Claudio.

- No vino todavía.

- Pendejo de mierda.

- No le digas así, es un chico bueno.

- ¡Bueno las pelotas! No me jorobés Silvia, por favor. Es más lento que una babosa, hay que repetirle todo mil veces y encima parece que le faltan un par de jugadores.

- Habló el cerebro de la familia.

- Mirá, no seré el más inteligente de todos, pero esta empresa –y abrió las manos abarcando todo el local- esta empresa de la cual todos comemos, la hice yo solito, me oíste, yo so-li-to –apuntándose con el índice en el pecho.

Y en ese preciso instante hacía su aparición Manuel.


domingo, abril 26, 2009

Ahora lo digo ¿lo leen?

Es tanta la emoción que tengo que ni siquiera sé cómo empezar este texto. Hay un cúmulo de sensaciones, apiladas una arriba de otra, como trastos desordenados, que me imposibilitan ordenar las ideas. Pero no puedo parar, no. No puedo sucumbir ante la vagancia y la falta de voluntad para expresar los remolinos del alma. Y tan convencido estoy que hasta me permito escribir frases estúpidas y cursis como “remolinos del alma”. Así que hacia allá voy, con un dominó empujando al otro.
Lo que viví ayer fue hermoso, sí, hermoso. Pasó en la casa que me vio crecer: la de mamá, papá y Luciana (bueno, y yo). La noticia de la remodelación la tomé con algo de desinterés. La casa fue siempre chica y cuando se acabó el espacio para robarle al patio nunca más se pudo ampliar. La idea (de mi vieja, todas las ideas son de mi vieja) es tirar la pared de la cocina que da al garaje y hacer el garaje más, por así decirlo, habitable.
- Sebastián ¿podés venir a darnos una mano el sábado para mudar todas las cosas del garaje a la pieza? (aclaración: “la pieza” supo ser “MI PIEZA”. Los cretinos transformaron mi antiguo dormitorio en… casi una oficina; pero ese es otro cantar)
- Y, sí. (puteadas internas, desgano y otras quejas más).
Cuando llegué mi panorama emocional cambió totalmente. Por fin destapábamos la olla, removíamos las telarañas, prendíamos una luz en la cueva para ver qué había adentro. En ese garaje se acumulan “veinticinco años ininterrumpidos de guardar basura” (palabras de mi viejo… echando culpas a todos, menos a él) ¡Ver toda esa cantidad de… de hermosa basura me emocionó hasta los calzones! Cada caja era/es un universo por conocer. Era tal la intensidad de lo que estaba viviendo, tal la velocidad de los pensamientos, la avalancha de recuerdos, que tuve miedo de perderlos. Entonces rápidamente busqué una lapicera y un papel para anotar todo. Pero me di cuenta que eso nunca me funcionó, y que más bien convenía disfrutar de ese momento y dejar que la explosión de la escritura elija, casi por sí sola, las cosas a describir/les.
Me topé con libros viejos, con recortes de diarios, con cajas con rótulos del tipo “ganchos para colgar cosas”, “adornos de navidad” o “fotos de Villa Gessel 1998”. Aparecieron manuales escolares: de mis viejos, de mi hermana y míos (el “Ibáñez”, de Historia Argentina se repetía siempre) Ventiladores rotos, relojes de pared, valijas, bolsos y bolsitos, sombrilla y reposeras, frascos vacíos, vajilla y afines por doquier, una guitarra eléctrica destruida, paletas de paddle, macetas rotas, cargadores de celulares que ya no existen, ropa vieja y hasta un álbum de figuritas de casi cincuenta años de edad. Y en todo este inventario no incluyo el rubro “herramientas”. Aunque, para dar un mínimo detalle, puedo decir que podríamos reparar un edificio con la cantidad de boludeces que encontramos: enchufes, cables, tronillos tornillazos y tornillitos, lo mismo con los clavos, las cosas de pintura y albañilería y todo lo relacionado con la mecánica del automotor. Testigos todos ellos de la época en que mi papá arreglaba todo él solo.
En un momento dado aparecieron los juguetes. Y ahí vino el baldazo de mi niñez… de nuestra niñez, hermana. Porque sé que también anduviste conmigo por ese garaje; hoy a doce mil kilómetros de distancia y ayer también cuando nos encerrábamos entre la mugre para no hacer tanto ruido. Vi tus juguetes. Los pin y pon, la granja de Fisher Price, la tortuga verde que flotaba en el agua y alguna que otra muñeca. Quedate tranquila, no tiramos nada.
Fueron varias horas lindas, lindas, lindas. Hasta creo que disfruté de los gritos y las órdenes de dos padres que parecen no soportarse mucho y que tienen que lidiar con la idea de tener a sus dos hijos fuera de casa. Mi viejo yo cargando un mueble pesadísimo (con todo lo que implica eso: diferentes percepciones acerca de cuál es la mejor forma para trasladarlo y ubicarlo en su nuevo destino), mientras la vieja ofrecía ayuda y hablaba al mismo tiempo por teléfono con su hija en España.
Creo que eso es todo. Me traje para mi casa unos vasos de plástico, un póster de Los Piojos de un recital del ’99, una tostadora y un cubrecama. Y por supuesto, libros. Entre el polvo encontré “Cien años de soledad”. Lo abrí y leí la dedicatoria en voz alta: “Dicen que la palabra es más profunda cuando es fallada; pero no puedo resistir a decirte que sos un pelotudo”. Grandiosa dedicatoria a mi parecer. “Ese me lo regaló el gordo Bertschi”, comentó el viejo entre risas mientras acomodaba una caja.
Me traje el libro con la promesa personal de leer alguna vez a García Márquez.
También se vinieron conmigo algunas certezas…
que los quiero a los tres…
aunque casi nunca lo diga.

miércoles, abril 22, 2009

¡Atento universitario, atento!

De pies a cabeza, este es le manual de moda del universitario progre de la UNC.

- Zapatillas Converse. Tienen que ser negras sí o sí. Pueden ser de las botitas o de las otras y también estar un poco viejas. Esto se repite para casi todos los ítems: todo tiene que aparentar uso y vejéz. O zapatos (marrones)
- Las medias (aunque a veces no se vean) pueden ser, para el invierno, los infaltables zoquetes de lana gruesa. Sí o sí: marrones.
- Pantalones: los lompa de trabajo marca Ombú o Pampero o en su defecto las bombachas de gaucho de la misma marca. Colores: marrón (en sus diferentes tonalidades) o el azul. También depende en qué agrupación militás. En algunas se aceptan los jean gastados.
- Y arriba tenemos, si es verano, las camisas: sí o sí camisas (también puden ser Ombú o Pampero) o alguna remera con inscripción del tipo: "por una nueva ley de radiodifusión" o algo contra los yanquis o cualquier reivindicación que casi nunca va a salir de la universidad. Y para el invierno el infaltable poulover de llama, o cualquier cosa que tenga pinta de venir del norte del país: todo lo del norte sirve. TODO. Los buzos están casi prohibidos.
Este look viene con la infaltable barba. Y el BOLSITO TIPO MORRAL.
Y como siempre hay una mejor forma para decir las cosas y como aprendí a poner videitos de you tube, acá les doy pa que se entienda algo de lo que quiero decir.
Yo me visto así, así que.............

viernes, abril 10, 2009

Memoria II

Parece que fue hace tanto..., como que nunca exisitó.
En Córdoba, una vez, gritamos algo así como "¡abajo la LES, abajo la LES!".
Éramos muchos por aquellos días...
Fue hace tanto..., como que nunca existió; pero sí; incluso dijimos "wisky", sonreímos, y nos sacaron una bonita foto.