
viernes, abril 09, 2010
lunes, abril 05, 2010
Brujas
Brujas.
Ciudad de canales. De agua por todos lados.
Ciudad Medieval. De historias.
Al parecer
todo puede suceder.
Un abrazo a mi niñéz:
Me dijeron que en el reino del revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS…
Me dijeron que en el reino del revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
Me dijeron que en el reino del revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
Me dijeron que en el reino del revés
hay un perro pequinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
Me dijeron que en el reino del revés
un señor llamado Andrés
tiene mil quinientos treinta chimpancés
que si miras no los ves.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
Y me dijeron que en el reino del revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
M.E.Walsh.
Otro mundo
Me llega un mail de un conocido.
Título del asunto: "vendo notebook".
Abro.
No hay caso, el mail viene escrito en chino:
"Gente,
Vendo la siguiente notebook:
Características
Marca: Asus
Modelo: UX50v
Peso: 2,6Kg. Ultradegada.
Procesador: Intel Centrino Core2 solo SU3500.
Memoria Cache: 3Mb L2.
Memoria RAM: 4GB. (max 8 GB).
Dos Placas de video incluidas: nVidia GeForce G105M/Intel GMA 3500.
Memoria de Video: 512 MB dedicados (no compartidos con la RAM).
Disco Duro: 500GB SATA.
Sistema operativo: Windows Vista 64 bits Home Premium Original
Unidad de Disco: DVD+/-RW CD-RW doble capa
Display: 15,6'' LED de alta definición (1366x768)
Placa de red: 10/100/1000 Mbps Athereos
Paca de red inalámbrica: Intel 5100 802.11a/b/g/n
Placa de sonido: Altec Lansing con SRS Premium Sound y Subwoofer.
Teclado: 101 teclas inglés con teclado numérico. Retroiluminado.
Dispositivo señalador: Touchpad con scroll up y down dedicado.
PC card slots: ExpressCard/54 compatible con ExpressCard/34
Batería: 2800mAh.
Puertos:
1 Lector de tarjetas 5 en 1.
1 puerto eSATA
1 puerto HDMI
1 puerto Infrarojo
1 puerto de expasión de notebook
3 puertos USB
1 puerto RJ45
1 puerto VGA
1 puerto Auriculares
1 puerto Micrófono"
Qué lejos estoy de algunos mundos...
Título del asunto: "vendo notebook".
Abro.
No hay caso, el mail viene escrito en chino:
"Gente,
Vendo la siguiente notebook:
Características
Marca: Asus
Modelo: UX50v
Peso: 2,6Kg. Ultradegada.
Procesador: Intel Centrino Core2 solo SU3500.
Memoria Cache: 3Mb L2.
Memoria RAM: 4GB. (max 8 GB).
Dos Placas de video incluidas: nVidia GeForce G105M/Intel GMA 3500.
Memoria de Video: 512 MB dedicados (no compartidos con la RAM).
Disco Duro: 500GB SATA.
Sistema operativo: Windows Vista 64 bits Home Premium Original
Unidad de Disco: DVD+/-RW CD-RW doble capa
Display: 15,6'' LED de alta definición (1366x768)
Placa de red: 10/100/1000 Mbps Athereos
Paca de red inalámbrica: Intel 5100 802.11a/b/g/n
Placa de sonido: Altec Lansing con SRS Premium Sound y Subwoofer.
Teclado: 101 teclas inglés con teclado numérico. Retroiluminado.
Dispositivo señalador: Touchpad con scroll up y down dedicado.
PC card slots: ExpressCard/54 compatible con ExpressCard/34
Batería: 2800mAh.
Puertos:
1 Lector de tarjetas 5 en 1.
1 puerto eSATA
1 puerto HDMI
1 puerto Infrarojo
1 puerto de expasión de notebook
3 puertos USB
1 puerto RJ45
1 puerto VGA
1 puerto Auriculares
1 puerto Micrófono"
Qué lejos estoy de algunos mundos...
jueves, marzo 11, 2010
Palabra mayor

"No creo que sea lo mismo la soledad en Dinamarca que la soledad en Argentina. No es que descalifique la soledad del pobre dinamarqués. Una persona se puede sentir como la mierda en cualquier país, pero el dinamarqués va y se suicida; en cambio aquí la soledad nos acompaña desde el nacimiento, junto con la idea de que hay pocas maneras de incidir en el curso de nuestras vidas, porque estamos más expuestos a vicisitudes del país que a las propias. Un argentino, en lugar de suicidarse, deambula, deambula. O se mete en problemas. Si pienso ahora en los personajes de No habrá más penas ni olvido, esos peronistas que se pelean a muerte, hasta el día anterior en que empieza estaban lo más bien, no pasaba un carajo, todos amigos en el pueblo. Ningúno de ellos podía prever que tendría un destino histórico. Son de una clase social muy precisa, tipos que nunca serán ricos ni aspiran a serlo, y de prontola historia los alcanza y los arrastra, porque así es la historia argentina. Uno da un paso y lo arrastraban cinco pasos más y ya estás en el medio del mar y hay que nada o te hundís."
Osvaldo Soriano
lunes, febrero 22, 2010
Aguasfuertes madrileñas II
A los Nitratos.

Pienso, primero, en algunas de mis quejas, en las constantes dificultades que tuve para encontrar un lugar cómodo para escribir, un teclado como los nuestros, una silla, un escritorio, o eso que se llama ambiente. Pienso, luego, en los comienzos de un texto. Esto ocurre en el momento en que teóricamente todas esas condiciones que me impedían escribir se esfuman ante la presencia y la sensación de estar en "ambiente". Me siento por primera vez en muchos días al frente de una computadora. Nada sale. Ni siquiera tengo ganas de escribir. Cierro todo y vuelvo al blanco absoluto.
Horas más tarde camino por Madrid; me doy cuenta que todo es nada cuando uno no piensa, cuando no hay ganas de escribir, cuando los entusiasmos se duermen detrás de excusas, cuando no empujamos la voluntad. Llueve o nieva insistentemente, prepotentemente. Mientras camino empiezo a escribir sin papel. Vuelvo a pensar en los comienzos y caigo nuevamente a los lugares conocidos, a mis lugares felices. Cuando las palabras se empiezan a acumular en mi cabeza, cuando las imágenes se pegan una tras otra en un gran negativo de cine, sé que estoy listo. Busco la crónica, la vivencia, los lugares y ahí aparece Arlt, caminando al lado mío, fumando un cigarrillo, ofreciéndome una palabra que no se muere nunca, que acumula vigencia cada año.
Creo recordar un prólogo a una de sus (fantásticas) novelas: Los Lanzallamas. Voy hacia allá. Leo y encuentro una respuesta a mi presente, escrita hace más de setenta años. "Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana". Y sigue: "Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras".Las palabras me sacuden. Son el cross a la mandíbula que Arlt siempre buscó. Ante tantas cachetadas y sacudones sólo me resta renunciar a la dejadez y empezar a escribir.
Es muy fuerte: "cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte". Esa frase tiene mil traducciones; una de ellas, quizás, sea: "dale, pendejo, ponete las pilas". Arlt es un caudillo aconsejando al pibe que recién sube a primera. Lleva, sin dudas, la cinta de capitán, las medias gruesas, sin canilleras y juega siempre con los mismos botines (vieja cábala). Arlt nos apadrina a todos los comunes, los ordinarios, los cotidianos, los que, como él, "no escriben bien", no son refinados, no tienen "estilo". Somos del equipo del trabajo, que miramos con lástima a las estrellitas que se alumbran entre ellos, a los que viven con la paja mental, los que creen ser "los elegidos", la vanguardia literaria. En las concentraciones largas, en las noches de insomnio, nos dice, mientras tomamos un mate, que "para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad". Soberbio, Roberto, soberbio.
Dije, unos renglones más arriba, que había pensando en los comienzos. Es verdad. También dije, que había pensando en Arlt, en su prólogo, en su comienzo. Todo parece tener alguna coherencia; un poco frágil, pero mínima coherencia al fin. Y esto, que se suponía que iba a ser una introducción a algo, ahora es un texto propio. Y ahora quiero escribir sobre Arlt y no de ese algo. O, mejor aún, dejarlo hablar a él, que es un campeón y que siempre que define la manda a guardar, aunque no sea con una definición de lujo y los críticos digan que tiene suerte. Pero eso a la tribuna no le importa una mierda y delira cada vez que Arlt va fuerte al piso a trabar con el rival y la manda al lateral. El sudor de la camiseta no se olvida.
"El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.
Roberto Arlt"
Yo no puedo agregar nada más.

Pienso, primero, en algunas de mis quejas, en las constantes dificultades que tuve para encontrar un lugar cómodo para escribir, un teclado como los nuestros, una silla, un escritorio, o eso que se llama ambiente. Pienso, luego, en los comienzos de un texto. Esto ocurre en el momento en que teóricamente todas esas condiciones que me impedían escribir se esfuman ante la presencia y la sensación de estar en "ambiente". Me siento por primera vez en muchos días al frente de una computadora. Nada sale. Ni siquiera tengo ganas de escribir. Cierro todo y vuelvo al blanco absoluto.
Horas más tarde camino por Madrid; me doy cuenta que todo es nada cuando uno no piensa, cuando no hay ganas de escribir, cuando los entusiasmos se duermen detrás de excusas, cuando no empujamos la voluntad. Llueve o nieva insistentemente, prepotentemente. Mientras camino empiezo a escribir sin papel. Vuelvo a pensar en los comienzos y caigo nuevamente a los lugares conocidos, a mis lugares felices. Cuando las palabras se empiezan a acumular en mi cabeza, cuando las imágenes se pegan una tras otra en un gran negativo de cine, sé que estoy listo. Busco la crónica, la vivencia, los lugares y ahí aparece Arlt, caminando al lado mío, fumando un cigarrillo, ofreciéndome una palabra que no se muere nunca, que acumula vigencia cada año.
Creo recordar un prólogo a una de sus (fantásticas) novelas: Los Lanzallamas. Voy hacia allá. Leo y encuentro una respuesta a mi presente, escrita hace más de setenta años. "Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana". Y sigue: "Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras".Las palabras me sacuden. Son el cross a la mandíbula que Arlt siempre buscó. Ante tantas cachetadas y sacudones sólo me resta renunciar a la dejadez y empezar a escribir.
Es muy fuerte: "cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte". Esa frase tiene mil traducciones; una de ellas, quizás, sea: "dale, pendejo, ponete las pilas". Arlt es un caudillo aconsejando al pibe que recién sube a primera. Lleva, sin dudas, la cinta de capitán, las medias gruesas, sin canilleras y juega siempre con los mismos botines (vieja cábala). Arlt nos apadrina a todos los comunes, los ordinarios, los cotidianos, los que, como él, "no escriben bien", no son refinados, no tienen "estilo". Somos del equipo del trabajo, que miramos con lástima a las estrellitas que se alumbran entre ellos, a los que viven con la paja mental, los que creen ser "los elegidos", la vanguardia literaria. En las concentraciones largas, en las noches de insomnio, nos dice, mientras tomamos un mate, que "para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad". Soberbio, Roberto, soberbio.
Dije, unos renglones más arriba, que había pensando en los comienzos. Es verdad. También dije, que había pensando en Arlt, en su prólogo, en su comienzo. Todo parece tener alguna coherencia; un poco frágil, pero mínima coherencia al fin. Y esto, que se suponía que iba a ser una introducción a algo, ahora es un texto propio. Y ahora quiero escribir sobre Arlt y no de ese algo. O, mejor aún, dejarlo hablar a él, que es un campeón y que siempre que define la manda a guardar, aunque no sea con una definición de lujo y los críticos digan que tiene suerte. Pero eso a la tribuna no le importa una mierda y delira cada vez que Arlt va fuerte al piso a trabar con el rival y la manda al lateral. El sudor de la camiseta no se olvida.
"El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.
Roberto Arlt"
Yo no puedo agregar nada más.
domingo, febrero 21, 2010
martes, febrero 16, 2010
Crónicas Amsterdamianas (The dutch chronicles)
El tren avanza a buen ritmo. Es de noche y no se puede ver casi nada del paisaje. Al parecer hay nieve, pero tampoco lo podemos confirmar. Llegamos a la estación central y la primera sorpresa es la confianza local: en ningún momento nos pidieron el pasaje de tren. Pienso como argentino: podríamos haber viajado gratis.
Salimos de la estación y confirmamos la nieve (y el frío). Amsterdam está más que despierta y la gente deambula por todos lados; las bicis circulan a pesar de la lluvia persistente y las bajas temperaturas; los tranvías están por todos lados, y también se ven un par de automóviles por las callecitas empedradas. Con los primeros pasos le regalo mis primeras sonrisas a la ciudad.
Amsterdam es una ciudad increíble. La gente parece vivir feliz, en un cuento que ellos mismos escriben. Suena cursi, pero así se siente. Acostumbrado a vivir y codearme con esa decepción indescifrable que implica ser argentino, con ese péndulo de felicidad y tristeza que llevamos a todos lados, como un reloj pesado, colgado en el cuello, la tranquilidad de los holandeses me llenaba los ojos de sorpresa. Los tipos parecen estar viviendo con total despreocupación; sólo compararble con la sensación efímera de las vacaciones: los quince días mágicos de los cotidianos trescientos sesenta y cinco.
Leo en la guía: "Amsterdam es una ciudad multicultural, viva y alegre. La historia ha marcado su carácter abierto, al ser una urbe que nació mirando al mar y, a través de él, a otras tierras lejanas. Es una ciudad acostumbrada desde hace siglos a recibir visitantes de otros países, de otras culturas y otras lenguas. Es difícil sentirte extranjero en Amsterdam, porque es una ciudad de todos y para todos. Estandarte de la tolerancia en el mundo entero, Amsterdam sigue el lema de "vivir y dejar vivir". Perderse por su casco antiguo, por sus barrios señoriales, su barrio judío y su sorprendente barrio rojo, permite al visitante beber su esencia. Amsterdam es una ciudad que se percibe con los cinco sentidos: se huele, se saborea, se observa, se toca y se deja oír. Amsterdam, sobre todo, se deja querer".
Las palabras de la guía me parecen magníficas y creo que esta mina (es una mina la que escribe las guías) debería dejarse de joder y ponerse a escribir en serio.
Leo la parte de "una urbe que nació mirando al mar" y desde algún lugar de mi ignorancia pienso que este país fue uno de los mayores colonizadores de la historia. Durante siglos se metieron a cuanto país africano (y algún americano) se les cantó. Pero, así y todo, la historia prefiere recordar (y con justa razón) a los piratas ingleses, los saqueadores españoles y portugueses, los oportunistas franceses. ¿Y Holanda? ¿Y Bélgica? Estos tipos son tan simpáticos que se las han arreglado para quedar bien parados ante el mundo. Parece ser así: "Amsterdam se deja querer".
La ciudad es toda agua. Los canales se distribuyen como una gran tela araña que termina en el mar. Cientos de puentes y puentecitos conectan la ciudad, y las casas, casi todas de dos o tres pisos, una pegadita al lado de la otra, parecen estar en constante bamboleo, como siguiendo la respiración del agua, como si estuvieran a punto de venirse abajo.
Nuestro alojamiento está ubicado en plena zona roja. Lejos de ser un lugar de ambientes pesados, oscuros y peligrosos, esta parte de la ciudad estalla de vida. Levanto la cabeza hacia el cielo y vuelvo a mi Córdoba, a la noche del mercado de abasto, a la calle San Martín, Libertad, La Tablada, Humberto Primo, a las sombras que persiguen sombras. Otra cosa. Bajo la cabeza y estoy en Amsterdam y recorro las callecitas plagadas de Coffee Shops, Sex Shops, bares, locales de comida, y más de una docena de restaurantes argentinos. Me sorprende la cantidad. Ante el primero me saco una foto. En el segundo sólo fotografío el cartel. Y ya cuando me doy cuenta de la cantidad de locales patrios, sólo me río y sigo caminando.
En un momento me detengo a ver la vaquita iluminada del local. De repente sale un flaco, con un manejo del castellano similar a mi manejo del holandés, y arranca a los gritos: "¡restauran argentino! ¡Quilmes, carne, empanadas, Aberdeen Angus!" El guaso tiró todo el catálogo de saberes gastronómicos argentinos, sin omitir el nombre de una vaca. Sonreí y le dije "gracias, pero no". Pagar veinte euros (x $5,43) por un pedazo de falda o aguja parrillera se lo dejo a los estómagos resignados a extrañar la patria y a las billeteras más gordas.
Empiezo a comprender mi simpatía por este lugar: esta gente no parece europea. Hay una intención constante de amabilidad, de relacionarse con el extraño total, que se asemeja más a lo nuestro, al rasgo destacable del latino.
Es el último día. Mientras espero en la estación de trenes me cebo un mate. Dos policías vienen caminando. Se frenan, ven algo verde, con humo y una bombilla. "Mate –les digo- Argentina". Sonríen y siguen. Hasta los policías parecen tener moral. El tren arranca y por la ventanilla veo una ciudad a la que quizás jamás volveré. Amsterdam te invita a ser algo más que una mano sacando fotos, a buscar un poquito más que un museo, una iglesia, o un palacio, a dejar la ropa de turista, a buscar la sensación y no la acumulación de postales. Y eso alcanza para conmover.
Salimos de la estación y confirmamos la nieve (y el frío). Amsterdam está más que despierta y la gente deambula por todos lados; las bicis circulan a pesar de la lluvia persistente y las bajas temperaturas; los tranvías están por todos lados, y también se ven un par de automóviles por las callecitas empedradas. Con los primeros pasos le regalo mis primeras sonrisas a la ciudad.
Amsterdam es una ciudad increíble. La gente parece vivir feliz, en un cuento que ellos mismos escriben. Suena cursi, pero así se siente. Acostumbrado a vivir y codearme con esa decepción indescifrable que implica ser argentino, con ese péndulo de felicidad y tristeza que llevamos a todos lados, como un reloj pesado, colgado en el cuello, la tranquilidad de los holandeses me llenaba los ojos de sorpresa. Los tipos parecen estar viviendo con total despreocupación; sólo compararble con la sensación efímera de las vacaciones: los quince días mágicos de los cotidianos trescientos sesenta y cinco.
Leo en la guía: "Amsterdam es una ciudad multicultural, viva y alegre. La historia ha marcado su carácter abierto, al ser una urbe que nació mirando al mar y, a través de él, a otras tierras lejanas. Es una ciudad acostumbrada desde hace siglos a recibir visitantes de otros países, de otras culturas y otras lenguas. Es difícil sentirte extranjero en Amsterdam, porque es una ciudad de todos y para todos. Estandarte de la tolerancia en el mundo entero, Amsterdam sigue el lema de "vivir y dejar vivir". Perderse por su casco antiguo, por sus barrios señoriales, su barrio judío y su sorprendente barrio rojo, permite al visitante beber su esencia. Amsterdam es una ciudad que se percibe con los cinco sentidos: se huele, se saborea, se observa, se toca y se deja oír. Amsterdam, sobre todo, se deja querer".
Las palabras de la guía me parecen magníficas y creo que esta mina (es una mina la que escribe las guías) debería dejarse de joder y ponerse a escribir en serio.
Leo la parte de "una urbe que nació mirando al mar" y desde algún lugar de mi ignorancia pienso que este país fue uno de los mayores colonizadores de la historia. Durante siglos se metieron a cuanto país africano (y algún americano) se les cantó. Pero, así y todo, la historia prefiere recordar (y con justa razón) a los piratas ingleses, los saqueadores españoles y portugueses, los oportunistas franceses. ¿Y Holanda? ¿Y Bélgica? Estos tipos son tan simpáticos que se las han arreglado para quedar bien parados ante el mundo. Parece ser así: "Amsterdam se deja querer".
La ciudad es toda agua. Los canales se distribuyen como una gran tela araña que termina en el mar. Cientos de puentes y puentecitos conectan la ciudad, y las casas, casi todas de dos o tres pisos, una pegadita al lado de la otra, parecen estar en constante bamboleo, como siguiendo la respiración del agua, como si estuvieran a punto de venirse abajo.
Nuestro alojamiento está ubicado en plena zona roja. Lejos de ser un lugar de ambientes pesados, oscuros y peligrosos, esta parte de la ciudad estalla de vida. Levanto la cabeza hacia el cielo y vuelvo a mi Córdoba, a la noche del mercado de abasto, a la calle San Martín, Libertad, La Tablada, Humberto Primo, a las sombras que persiguen sombras. Otra cosa. Bajo la cabeza y estoy en Amsterdam y recorro las callecitas plagadas de Coffee Shops, Sex Shops, bares, locales de comida, y más de una docena de restaurantes argentinos. Me sorprende la cantidad. Ante el primero me saco una foto. En el segundo sólo fotografío el cartel. Y ya cuando me doy cuenta de la cantidad de locales patrios, sólo me río y sigo caminando.
En un momento me detengo a ver la vaquita iluminada del local. De repente sale un flaco, con un manejo del castellano similar a mi manejo del holandés, y arranca a los gritos: "¡restauran argentino! ¡Quilmes, carne, empanadas, Aberdeen Angus!" El guaso tiró todo el catálogo de saberes gastronómicos argentinos, sin omitir el nombre de una vaca. Sonreí y le dije "gracias, pero no". Pagar veinte euros (x $5,43) por un pedazo de falda o aguja parrillera se lo dejo a los estómagos resignados a extrañar la patria y a las billeteras más gordas.
Empiezo a comprender mi simpatía por este lugar: esta gente no parece europea. Hay una intención constante de amabilidad, de relacionarse con el extraño total, que se asemeja más a lo nuestro, al rasgo destacable del latino.
Es el último día. Mientras espero en la estación de trenes me cebo un mate. Dos policías vienen caminando. Se frenan, ven algo verde, con humo y una bombilla. "Mate –les digo- Argentina". Sonríen y siguen. Hasta los policías parecen tener moral. El tren arranca y por la ventanilla veo una ciudad a la que quizás jamás volveré. Amsterdam te invita a ser algo más que una mano sacando fotos, a buscar un poquito más que un museo, una iglesia, o un palacio, a dejar la ropa de turista, a buscar la sensación y no la acumulación de postales. Y eso alcanza para conmover.
lunes, febrero 15, 2010
sábado, febrero 13, 2010
sábado, febrero 06, 2010
Desde Berlín
No es fácil encontrar un ciber.
No es fácil escribir en cibers.
No es fácil escribir en cibers que tienen los teclados con las teclas en otros lados, donde se hace imposible escribir dos palabras seguidas, donde no tenés los signos de puntuación, ni los acentos, ni las enies ~, pero tenés, por ejemplo "µ", "ß", "ä", "ü" y la muy popular "ö".
No es fácil conectar un usb para descargar y subir fotos si la cpu (o "el" cpu) está todo cerrado con un armazón de madera y un candado, y vigilado por dos turcos (o de alguno de esos países) con mucha cara de malo.
No, no es fácil.
En Berlín encontré los acentos, por lo menos.
Espero encontrar, en algún momento, algo parecido a la tranquilidad para proseguir con estas aguasfuertes/crónicas/textosquemegustanhacer y evitar que las palabras se me vuelen... y no vuelvan.
Trataré, en la proximidad de los días, hacer fácil lo difícil.
Hasta ese día.
Abrazos!
No es fácil escribir en cibers.
No es fácil escribir en cibers que tienen los teclados con las teclas en otros lados, donde se hace imposible escribir dos palabras seguidas, donde no tenés los signos de puntuación, ni los acentos, ni las enies ~, pero tenés, por ejemplo "µ", "ß", "ä", "ü" y la muy popular "ö".
No es fácil conectar un usb para descargar y subir fotos si la cpu (o "el" cpu) está todo cerrado con un armazón de madera y un candado, y vigilado por dos turcos (o de alguno de esos países) con mucha cara de malo.
No, no es fácil.
En Berlín encontré los acentos, por lo menos.
Espero encontrar, en algún momento, algo parecido a la tranquilidad para proseguir con estas aguasfuertes/crónicas/textosquemegustanhacer y evitar que las palabras se me vuelen... y no vuelvan.
Trataré, en la proximidad de los días, hacer fácil lo difícil.
Hasta ese día.
Abrazos!
jueves, enero 28, 2010
Aguasfuertes madrileñas
Primer impacto: todos escavian todos los días todo el día. Acá me voy a adaptar rápidamente, pienso. Hay bares cada 20 metros; uno pide una cerveza (una "caña") y te traen un vacito de choop acompañado de una "tapa", que es un platito con algo para picar. Esto puede ir desde unas aceitunas hasta un pedazo de pan con bife de cerdo y aceite de oliva. Una locura. Empiezo a pensar en las posibilidades de instalar un barcito en Córdoba. Cuando avanzo en delirios algo me vuelve a llamar a la realidad: sos pobre, concentrate en imaginarte desde este otro lado de la barra. Bueno, me consuelo, tampoco se la pasa tan mal.
Segundo impacto: esta gente fuma mucho. Es increíble la cantidad de personas que fuma tabaco. Siempre se ven grupitos de guasos y minas, cagados de frío, en el palier de un edificio, fumando un pucho. Corren con ventaja: en casi todos los barcitos estos se puede fumar. Imagino el placer del fumador cuando puede combinar el alcohol con el humo.
Tercer impacto: todo es previsible. Las cosas suceden en un marco de previsibilidad. No hay histeria, no hay sorpresas desagradables... (me pregunto si también carecen de sorpresas agradables) La gente se levanta, espera el subte (metro) o el colectivo, o lo que fuere, a la misma hora, todos los días. El almuerzo sale lo mismo siempre, los impuestos también, difícilmente haya delitos sobre la propiedad privada, todo está explicado, ordenado, limpio. Eso impacta mucho. Charlando con mis primos les cuento esto y les digo que admiro esas seguridades pero que no sé si podría vivir así, que en Córdoba no sabés qué carajo te va a pasar la semana que viene, que vivimos con un ritmo de nervios, histeria e inseguridad pero que éstas se promedian con una cantidad inexplicable de sorpresas agradables y seguridades de otro tipo: un abrazo, la cerveza con el vecino, el fulbito de los martes, la cola interminable del almacen, la avalancha de un gol en el último minuto, el chiste del tachero, la puteada de cualquiera, las veredas rotas y los perros callejeros. Una lista incompleta, improvisada, algo cursi e imposible de comparar, pero que busca explicar algo difícil de explicar: las elecciones.
Cuarto impacto: el silencio. O por lo menos la falta de ruidos fuertes. La ciudad tiene un ritmo tranquilo; quizás se deba a todo lo recién mencionado en el tercer impacto. La gente habla a un volumen bajo. Es difícil escuchar las conversaciones ajenas. No es que sea metido, es que se me da por intentar descifrar si las personas son españolas, argentinas, rumanas, yanquis, francesas, o cameruneses. No hay gritos, no hay bocinas, música fuerte, ladridos de perros, escapes de moto, "lleve el tomate loco", "breteles de silicona dos por cinco pesos" , "librooooos", "pilas despertadores encendedores todo", "la luciérnaga", ni nada de eso.
Hay mil cosas más. Seguiré con los ojos abiertos, los oídos atentos y la tonada sintonizada en cordobés, para nunca olvidarme de dónde soy y qué cosas amo.
Segundo impacto: esta gente fuma mucho. Es increíble la cantidad de personas que fuma tabaco. Siempre se ven grupitos de guasos y minas, cagados de frío, en el palier de un edificio, fumando un pucho. Corren con ventaja: en casi todos los barcitos estos se puede fumar. Imagino el placer del fumador cuando puede combinar el alcohol con el humo.
Tercer impacto: todo es previsible. Las cosas suceden en un marco de previsibilidad. No hay histeria, no hay sorpresas desagradables... (me pregunto si también carecen de sorpresas agradables) La gente se levanta, espera el subte (metro) o el colectivo, o lo que fuere, a la misma hora, todos los días. El almuerzo sale lo mismo siempre, los impuestos también, difícilmente haya delitos sobre la propiedad privada, todo está explicado, ordenado, limpio. Eso impacta mucho. Charlando con mis primos les cuento esto y les digo que admiro esas seguridades pero que no sé si podría vivir así, que en Córdoba no sabés qué carajo te va a pasar la semana que viene, que vivimos con un ritmo de nervios, histeria e inseguridad pero que éstas se promedian con una cantidad inexplicable de sorpresas agradables y seguridades de otro tipo: un abrazo, la cerveza con el vecino, el fulbito de los martes, la cola interminable del almacen, la avalancha de un gol en el último minuto, el chiste del tachero, la puteada de cualquiera, las veredas rotas y los perros callejeros. Una lista incompleta, improvisada, algo cursi e imposible de comparar, pero que busca explicar algo difícil de explicar: las elecciones.
Cuarto impacto: el silencio. O por lo menos la falta de ruidos fuertes. La ciudad tiene un ritmo tranquilo; quizás se deba a todo lo recién mencionado en el tercer impacto. La gente habla a un volumen bajo. Es difícil escuchar las conversaciones ajenas. No es que sea metido, es que se me da por intentar descifrar si las personas son españolas, argentinas, rumanas, yanquis, francesas, o cameruneses. No hay gritos, no hay bocinas, música fuerte, ladridos de perros, escapes de moto, "lleve el tomate loco", "breteles de silicona dos por cinco pesos" , "librooooos", "pilas despertadores encendedores todo", "la luciérnaga", ni nada de eso.
Hay mil cosas más. Seguiré con los ojos abiertos, los oídos atentos y la tonada sintonizada en cordobés, para nunca olvidarme de dónde soy y qué cosas amo.
sábado, enero 23, 2010
Una pared limpia no dice nada
Las paredes son las imprentas de los pueblos, o algo así.
Resulta que yo suelo visitar un blog muy bueno que se llama "A lo Belgrano". El concepto del guaso que lo hace es siempre el mismo: construir desde la historia, contar lo que no se sabe, volver al pasado para mirar el futuro y el presente y siempre, pero siempre, tirando buena onda. Él posteó una serie de fotos de las pintadas que rodean al Gigante. Yo comenté el post diciendo que había una muy buena que dice "Muchos mitos existen acá" (frase de la excelente canción de Las Pelotas, que Sokol cantaba con toda la onda) ¿Qué hace el guaso del post? Al toque postea este video increíble que ahora yo comparto para ustedes. Mi intención es que yo no tenga necesidad de postear las cosas que él tiene y que sean ustedes los que entren a este buen blog, sean de Belgran o no.
Un abrazo y disfruten que está muy bueno el video.
Resulta que yo suelo visitar un blog muy bueno que se llama "A lo Belgrano". El concepto del guaso que lo hace es siempre el mismo: construir desde la historia, contar lo que no se sabe, volver al pasado para mirar el futuro y el presente y siempre, pero siempre, tirando buena onda. Él posteó una serie de fotos de las pintadas que rodean al Gigante. Yo comenté el post diciendo que había una muy buena que dice "Muchos mitos existen acá" (frase de la excelente canción de Las Pelotas, que Sokol cantaba con toda la onda) ¿Qué hace el guaso del post? Al toque postea este video increíble que ahora yo comparto para ustedes. Mi intención es que yo no tenga necesidad de postear las cosas que él tiene y que sean ustedes los que entren a este buen blog, sean de Belgran o no.
Un abrazo y disfruten que está muy bueno el video.
jueves, enero 14, 2010
Archivo
Para los que no están de vacaciones.
Para los que, como yo, tuercen cabeza, espalda, brazo, mano y pierna para adaptarse al resto. Algunos de ellos: juan cruz, chucho, rubiolo, una chica que me gustaba en la primaria que se llama/ba Julia Pereyro, Hugo Chávez, nico y nacho ramia, y una mención especial para cintia. Seguro que alguno me olvido.
Acá va, un texto malísimo escrito hace un montonazo de años. Pensé en re-escribirlo para corregirle (aunque sea) algunas frases chotazas. Pero no. Lo hecho hecho está.
¡Abrazos!
Los derechos de los zurdos
Creer en el cambio, hacer cambios para el cambio. Creer en la utopía de otro mundo. Ser más humano. Tratar de construir con el otro. ¡Qué difícil ser zurdo en un país de derecha! Qué difícil tratar de ser todo esto. Todo esto es difícil, pero es realmente difícil ser zurdo cuando todo está preparado para la derecha.
Hace muchas décadas, a los que eran zurdos, les ataban la mano detrás de la espalda para que escribieran con la derecha. Ese es un signo que no puede pasar por alto. No entiendo cuál podría haber sido el problema de escribir con la izquierda. Se ve que la derecha sentía la amenaza de una izquierda intelectual, entonces puso la maquinaria en movimiento.
Las tijeras, las cámaras filmadoras, los instrumentos musicales, el mouse de mi computadora, los abrelatas, y otras tantas cosas que son pensadas solo para derechos. ¿Y a nosotros que nos queda? ¿Tan solo la resignación a adaptarnos?
Salvo Maradona (el más grande), al resto de los zurdos se los critica por ser "demasiado zurdos". El "piojo" López, el "pocho" Insua, y el tan insultado Josemir Lujambio, entre otros, son un claro ejemplo. Lo extraño es que la mayoría de los derechos tampoco pueden tirar un centro con la pierna menos hábil pero a ellos nadie les dice nada. En el fútbol también nos discriminan.
Voy a la facultad y en un aula para 200 personas hay solo 20 pupitres para nosotros. Siempre relegados en una punta. Siempre poquitos. ¿Es para tanto? ¿Será ese otro de los decretos de la Ley de Educación Superior?

No había de estos en la primaria...
Y por último, las armas. Si prestan atención, todas las armas de fuego están hechas para el uso exclusivo de los diestros, con el seguro del lado del pulgar. En síntesis: solo para la mano derecha, para que las usen las derechas. ¿Tanto miedo hay de que los zurdos tomemos las armas? ¿O sea que la derecha tiene a su disposición la industria, el conocimiento, las armas y salvo maradonianas excepciones, también el fútbol? Esto no está bien. ¿No creen?
Dicen que los zurdos usamos el otro hemisferio del cerebro, el derecho, vaya paradoja ¿no? La sociedad nos discrimina, nos corren por derecha. El mundo sigue su marcha sin esperarnos. Nosotros, los que pensamos distinto, los que usamos esa parte de la cabeza, que ustedes, los derechos no usan, vamos quedando solos. Un grupito reducido de personas que nunca dejará la lucha por tratar de que todos, alguna vez, despierten su cabeza dormida y piensen distinto.
p.d: tengan en cuenta eso........ la edad del texto y la del guaso que lo escribió. Es como pa pasar el rato.........
P.d: cuando yo escribí esto Messi todavía gateaba....
ANEXO:
Antes de publicar este texto choto pensé en poner una foto. Bueno, boludeando en google me di conque el 13 de agosto es el DÍA INTERNACIONAL DE LOS ZURDOS. (¡Mortalazo!) Si van acá pueden leer algunas cosas interesantes. Ponele: al parecer hay entre un 8 y un 13% de zurdos en el mundo, pero "Se piensa que el número de zurdos a nivel mundial sería mayor sin las presiones culturales; al parecer, un cuarto de la población nace zurda. Por ello, el escribir no es un indicador preciso, como podría parecerlo, ya que muchos zurdos escriben con la mano derecha, obligados durante su aprendizaje por la presión social, pero usan la mano izquierda para otras tareas, golpean un balón con el pie izquierdo preferentemente, etc".

¡Atención! Se comprobó finalmente lo que todos sospechábamos. Lo descubrió Clarín, obvio, "el gran diario argentino": "Un grupo de científicos de la Universidad de Oxford llegó a la conclusión de que el gen LRRTM1 transmitido por vía paterna está altamente asociado con el ser zurdo". Si querés seguir leyendo esta nota cliqueá acá.
Y bueno, no me pude resistir a la tentación de mencionar la cantidad de guasos y guasas que eran/son unos grossos en lo que hacían y que eran/son zurdos/as. Copio y pego: "La que sigue es una pequeñísima muestra de una lista inabarcable de zurdos famosos que a lo largo de la historia sobresalieron, y aún lo hacen, en las disciplinas más dispares. Es más, en muchas de ellas la clave del éxito -llámese pintor, músico o jugador de fútbol- estuvo depositada en el uso de la zurda. No estaría nada mal empezar el conteo por la prodigiosa de Diego Armando Maradona.
En el deporte, otros zurdos famosos son Emanuel Ginóbili y Guillermo Vilas. También lo eran los maestros de la pintura Leonardo Da Vinci, Miguel Angel Buonarotti, Rafael Sanzio, Alberto Durero, Hans Holbein, Pieter Paul Rubens y Pablo Picasso.
La música tampoco se privó de ellos. Como ejemplo, fueron zurdos Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven,Wolfgang Amadeus Mozart, Robert Schumann, Sergei Rachmaninoff, Maurice Ravel y Jimmy Hendrix. Y lo son los legendarios Bob Dylan y Paul McCartney.
La nómina sigue con Napoleón Bonaparte, Mahatma Gandhi, Winston Churchill, Adolf Hitler y Ronald Reagan. Lo son Vladimir Putin, George Bush (padre), Bill Clinton, Hugo Chávez y Alan García. Y el terrorista más buscado del planeta, Osama bin Laden.
Entre los zurdos famosos del mundo del espectáculo están Greta Garbo, Cary Grant, Charles Chaplin, Fred Astaire, Ginger Rogers, Judy Garland, Marilyn Monroe, Steve McQueen y Robert De Niro.

En el plano de la ficción, Ned Flanders, el vecino santurrón de Homero Simpson, es un célebre zurdo que dispuesto a acabar con las penurias de sus pares abrió un negocio para... zurdos".

.
.
.
.
.
.zzzzzzzzzzzurdos...........
.
.
.
p.d: ufff, hay una cantidad importante de fachos culiados que son zurdos, en la lista se ubican a la derecha de Ghandi hasta Alan García. Tienen un equipo completo los hijo e' puta, pero nosotros trajimos refuerzos de jerarquía: Hugo Chávez ('El padre de la revolución bolivariana'), Bin Laden (ponele...), Napoleón (ponele...) y Perón (porque el 'General' es de todo el pueblo, y si le pedimos que juegue para nosotros no va a dudarlo) Y si nos faltan jugadores lo ponemos a Robert De Niro de cuatro, que seguro que se prende para un picado.
Para los que, como yo, tuercen cabeza, espalda, brazo, mano y pierna para adaptarse al resto. Algunos de ellos: juan cruz, chucho, rubiolo, una chica que me gustaba en la primaria que se llama/ba Julia Pereyro, Hugo Chávez, nico y nacho ramia, y una mención especial para cintia. Seguro que alguno me olvido.
Acá va, un texto malísimo escrito hace un montonazo de años. Pensé en re-escribirlo para corregirle (aunque sea) algunas frases chotazas. Pero no. Lo hecho hecho está.
¡Abrazos!
Los derechos de los zurdos
Creer en el cambio, hacer cambios para el cambio. Creer en la utopía de otro mundo. Ser más humano. Tratar de construir con el otro. ¡Qué difícil ser zurdo en un país de derecha! Qué difícil tratar de ser todo esto. Todo esto es difícil, pero es realmente difícil ser zurdo cuando todo está preparado para la derecha.
Hace muchas décadas, a los que eran zurdos, les ataban la mano detrás de la espalda para que escribieran con la derecha. Ese es un signo que no puede pasar por alto. No entiendo cuál podría haber sido el problema de escribir con la izquierda. Se ve que la derecha sentía la amenaza de una izquierda intelectual, entonces puso la maquinaria en movimiento.
Las tijeras, las cámaras filmadoras, los instrumentos musicales, el mouse de mi computadora, los abrelatas, y otras tantas cosas que son pensadas solo para derechos. ¿Y a nosotros que nos queda? ¿Tan solo la resignación a adaptarnos?
Salvo Maradona (el más grande), al resto de los zurdos se los critica por ser "demasiado zurdos". El "piojo" López, el "pocho" Insua, y el tan insultado Josemir Lujambio, entre otros, son un claro ejemplo. Lo extraño es que la mayoría de los derechos tampoco pueden tirar un centro con la pierna menos hábil pero a ellos nadie les dice nada. En el fútbol también nos discriminan.
Voy a la facultad y en un aula para 200 personas hay solo 20 pupitres para nosotros. Siempre relegados en una punta. Siempre poquitos. ¿Es para tanto? ¿Será ese otro de los decretos de la Ley de Educación Superior?

No había de estos en la primaria...
Y por último, las armas. Si prestan atención, todas las armas de fuego están hechas para el uso exclusivo de los diestros, con el seguro del lado del pulgar. En síntesis: solo para la mano derecha, para que las usen las derechas. ¿Tanto miedo hay de que los zurdos tomemos las armas? ¿O sea que la derecha tiene a su disposición la industria, el conocimiento, las armas y salvo maradonianas excepciones, también el fútbol? Esto no está bien. ¿No creen?
Dicen que los zurdos usamos el otro hemisferio del cerebro, el derecho, vaya paradoja ¿no? La sociedad nos discrimina, nos corren por derecha. El mundo sigue su marcha sin esperarnos. Nosotros, los que pensamos distinto, los que usamos esa parte de la cabeza, que ustedes, los derechos no usan, vamos quedando solos. Un grupito reducido de personas que nunca dejará la lucha por tratar de que todos, alguna vez, despierten su cabeza dormida y piensen distinto.
p.d: tengan en cuenta eso........ la edad del texto y la del guaso que lo escribió. Es como pa pasar el rato.........
P.d: cuando yo escribí esto Messi todavía gateaba....
ANEXO:
Antes de publicar este texto choto pensé en poner una foto. Bueno, boludeando en google me di conque el 13 de agosto es el DÍA INTERNACIONAL DE LOS ZURDOS. (¡Mortalazo!) Si van acá pueden leer algunas cosas interesantes. Ponele: al parecer hay entre un 8 y un 13% de zurdos en el mundo, pero "Se piensa que el número de zurdos a nivel mundial sería mayor sin las presiones culturales; al parecer, un cuarto de la población nace zurda. Por ello, el escribir no es un indicador preciso, como podría parecerlo, ya que muchos zurdos escriben con la mano derecha, obligados durante su aprendizaje por la presión social, pero usan la mano izquierda para otras tareas, golpean un balón con el pie izquierdo preferentemente, etc".

¡Atención! Se comprobó finalmente lo que todos sospechábamos. Lo descubrió Clarín, obvio, "el gran diario argentino": "Un grupo de científicos de la Universidad de Oxford llegó a la conclusión de que el gen LRRTM1 transmitido por vía paterna está altamente asociado con el ser zurdo". Si querés seguir leyendo esta nota cliqueá acá.
Y bueno, no me pude resistir a la tentación de mencionar la cantidad de guasos y guasas que eran/son unos grossos en lo que hacían y que eran/son zurdos/as. Copio y pego: "La que sigue es una pequeñísima muestra de una lista inabarcable de zurdos famosos que a lo largo de la historia sobresalieron, y aún lo hacen, en las disciplinas más dispares. Es más, en muchas de ellas la clave del éxito -llámese pintor, músico o jugador de fútbol- estuvo depositada en el uso de la zurda. No estaría nada mal empezar el conteo por la prodigiosa de Diego Armando Maradona.
En el deporte, otros zurdos famosos son Emanuel Ginóbili y Guillermo Vilas. También lo eran los maestros de la pintura Leonardo Da Vinci, Miguel Angel Buonarotti, Rafael Sanzio, Alberto Durero, Hans Holbein, Pieter Paul Rubens y Pablo Picasso.
La música tampoco se privó de ellos. Como ejemplo, fueron zurdos Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven,Wolfgang Amadeus Mozart, Robert Schumann, Sergei Rachmaninoff, Maurice Ravel y Jimmy Hendrix. Y lo son los legendarios Bob Dylan y Paul McCartney.
La nómina sigue con Napoleón Bonaparte, Mahatma Gandhi, Winston Churchill, Adolf Hitler y Ronald Reagan. Lo son Vladimir Putin, George Bush (padre), Bill Clinton, Hugo Chávez y Alan García. Y el terrorista más buscado del planeta, Osama bin Laden.
Entre los zurdos famosos del mundo del espectáculo están Greta Garbo, Cary Grant, Charles Chaplin, Fred Astaire, Ginger Rogers, Judy Garland, Marilyn Monroe, Steve McQueen y Robert De Niro.

En el plano de la ficción, Ned Flanders, el vecino santurrón de Homero Simpson, es un célebre zurdo que dispuesto a acabar con las penurias de sus pares abrió un negocio para... zurdos".

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.zzzzzzzzzzzurdos...........
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p.d: ufff, hay una cantidad importante de fachos culiados que son zurdos, en la lista se ubican a la derecha de Ghandi hasta Alan García. Tienen un equipo completo los hijo e' puta, pero nosotros trajimos refuerzos de jerarquía: Hugo Chávez ('El padre de la revolución bolivariana'), Bin Laden (ponele...), Napoleón (ponele...) y Perón (porque el 'General' es de todo el pueblo, y si le pedimos que juegue para nosotros no va a dudarlo) Y si nos faltan jugadores lo ponemos a Robert De Niro de cuatro, que seguro que se prende para un picado.
miércoles, enero 13, 2010
sábado, enero 02, 2010
Volver
Volver: Regresar. Retornar. Dar vuelta. Reaparecer. Venir. Llegar. Reanudar. Retomar. Reemprender. Insistir. Con la frente marchita las nieves del tiempo platearon mi ser. Aunque no necesariamente, digo, la parte de la frente marchita, o de la cabeza gacha, o de la tristeza o, digo, nostalgia, que hace del tiempo algo marchito para el alma, la frente, el ser, el sentir que es un soplo la vida, que se va, que todo es una brisa, un recuerdo efímero, un dolor presente, el miedo al encuentro con el pasado que vuelve.
Y digo, y vuelvo a decir, que no, que no necesariamente. Que algunas vueltas son insistencias, como dije, vueltas para dar vueltas, como esta, o aquella, o la tuya y la de ellos. A veces pasitos para atrás pero zancadas necesarias para adelante. Reaparecer. Retomar. Curar. Sanar. Insistir.
Una casa, por supuesto, la que me vio crecer, la que tiene una rodilla marcada con sangre, una televisión prendida, puertas cerradas alguna vez, un cachorro, otro sabio, la decepción de una vez y la alegría de otra, y las marcas del volver. Y a veces, también, sí se busca el regreso, sí se quiere, sí se ama a lo que se vuelve. Mi mirada a esta casa que ahora la nombro como debe ser, mi casa. Siempre se vuelve al primer amor. Un raro retornar que se siente en una caricia, la caricia de mi madre, de la vieja, que en todas las letras es siempre, sin buscar excepciones a las reglas, lo más grande que hay.
En el momento de dejar las metáforas, de poner palabras a las palabras, de decir lo que se quiere decir sin la otra cara de la moneda, sin dejar de buscar una melodía bella que abrace los cuerpos, como abrazaron el mío tantas veces, diré, digo, lo que quiero decir, cuando hablo de volver. Mi cuerpo cada día más viejo, aunque joven, acostado en una cama. El sonido, más bien ruido, de una tos horrible, la mía, no la de mi viejo, que es costumbre. Esta vez la mía, la herencia genética, quizás, la excusa ante los descuidos, las manos levantadas ante eso que se llama destino y del 'yo no tuve nada que ver'. Vuelvo a aquel día, para no desvariar. Antes de ese buenas noches, parecido al de toda la vida, pero no idéntico, la silueta de mi vieja avanzando hacia mi cuerpo 'levantate la remera, dale'. Me frota una crema para aliviar la tos y las esperanzas apagadas y la manifestación en mi cuerpo de una locura repentina, de las corridas idas y venidas de una cabeza confundida. Tomillo, 'uso: aplicar una pequeña cantidad y masajear suavemente'.
Volver. El tango. Muchas veces espejo de mi vida, aunque no necesariamente. Ahí está mi vuelta, sin miedos, pero con una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón.
p.d: la letra, por si acaso, para despejar la duda del plagio y acercar la afirmación de admiración a esos versos tan justos que hoy tomo prestados:
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo:
"Tuya es su vida, tuyo es su querer",
bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver.
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que, pobladas de recuerdos,
encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón.
Y digo, y vuelvo a decir, que no, que no necesariamente. Que algunas vueltas son insistencias, como dije, vueltas para dar vueltas, como esta, o aquella, o la tuya y la de ellos. A veces pasitos para atrás pero zancadas necesarias para adelante. Reaparecer. Retomar. Curar. Sanar. Insistir.
Una casa, por supuesto, la que me vio crecer, la que tiene una rodilla marcada con sangre, una televisión prendida, puertas cerradas alguna vez, un cachorro, otro sabio, la decepción de una vez y la alegría de otra, y las marcas del volver. Y a veces, también, sí se busca el regreso, sí se quiere, sí se ama a lo que se vuelve. Mi mirada a esta casa que ahora la nombro como debe ser, mi casa. Siempre se vuelve al primer amor. Un raro retornar que se siente en una caricia, la caricia de mi madre, de la vieja, que en todas las letras es siempre, sin buscar excepciones a las reglas, lo más grande que hay.
En el momento de dejar las metáforas, de poner palabras a las palabras, de decir lo que se quiere decir sin la otra cara de la moneda, sin dejar de buscar una melodía bella que abrace los cuerpos, como abrazaron el mío tantas veces, diré, digo, lo que quiero decir, cuando hablo de volver. Mi cuerpo cada día más viejo, aunque joven, acostado en una cama. El sonido, más bien ruido, de una tos horrible, la mía, no la de mi viejo, que es costumbre. Esta vez la mía, la herencia genética, quizás, la excusa ante los descuidos, las manos levantadas ante eso que se llama destino y del 'yo no tuve nada que ver'. Vuelvo a aquel día, para no desvariar. Antes de ese buenas noches, parecido al de toda la vida, pero no idéntico, la silueta de mi vieja avanzando hacia mi cuerpo 'levantate la remera, dale'. Me frota una crema para aliviar la tos y las esperanzas apagadas y la manifestación en mi cuerpo de una locura repentina, de las corridas idas y venidas de una cabeza confundida. Tomillo, 'uso: aplicar una pequeña cantidad y masajear suavemente'.
Volver. El tango. Muchas veces espejo de mi vida, aunque no necesariamente. Ahí está mi vuelta, sin miedos, pero con una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón.
p.d: la letra, por si acaso, para despejar la duda del plagio y acercar la afirmación de admiración a esos versos tan justos que hoy tomo prestados:
Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo:
"Tuya es su vida, tuyo es su querer",
bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver.
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que, pobladas de recuerdos,
encadenen mi soñar.
Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón.
jueves, diciembre 24, 2009
Las cosas de Barrio Las Flores IV
Primeras gotas
segundas gotas
luego incontables.

Corría y corría y corría y corría y corría y corría y corría y cor...

Las viejas
desde las ventanas
mano abierta en los cachetes
"¡las enfermedades!"
Los viejos
agua en las rodillas
las manos abiertas deteniendo el auto que se va, se iba, se quedó.
El río
improvisado
pero río
de la puerta de mi casa.
segundas gotas
luego incontables.
Corría y corría y corría y corría y corría y corría y corría y cor...
Las viejas
desde las ventanas
mano abierta en los cachetes
"¡las enfermedades!"
Los viejos
agua en las rodillas
las manos abiertas deteniendo el auto que se va, se iba, se quedó.
El río
improvisado
pero río
de la puerta de mi casa.
sábado, diciembre 19, 2009
Reuniones (2da y última parte)
No voy a extender ni propiciar ningún misterio así que hablaré brevemente sobre Matías Brex. Yo ingresé al colegio en cuarto año. Al llegar me sorprendió que nadie hiciera burla, que nadie molestase a Matías ya que, estaba más que claro, era bastante afeminado. Me sorprendía mucho porque el secundario puede ser muy cruel para algunos. Encima yo venía de un técnico, que era de guasos solos, donde el menor descuido te mandaba al muere. A lo mejor estornudabas en clase y a alguno se le ocurría empezar a joderte con eso hasta fin de año y la cosa se solucionaba buscando una superación de la joda insultante, o a las piñas, lisa y llanamente. Decía, entonces, que a Matías nadie le decía nada. Después me enteraría que en primer año lo hartaron tanto que las autoridades del colegio tuvieron que intervenir y cagar a pedos a todo el curso para terminar con la incómoda situación (para Matías).
Cuando llegué a la reunión saludé a todo el mundo y me senté. Como a los diez minutos de estar charlando o, mejor dicho, escuchando charlas, pregunté por Matías. El Pegoraro me miró con una cara desencajada (para hacerme entender que era un boludo) y me dijo, precisamente, "boludo, ahí está Matías". Lo miro y efectivamente, ahí estaba. No lo había reconocido. Lo saludé pensado que era el novio de Luciana Cabrera. El guaso estaba más flaco, con el pelo corto y con gel, bien pituco, toda una diva. Por lo que sé vive con un tipo, tiene una academia de baile y participó en uno de esos programas de mierda como Talento Argentino o algo así. (¡Por dios! Leo el nombre del programa, lo asocio con sus contenidos, y me cargo de bronca; pero bueno, eso podrá ser otro texto para otra ocasión).
La noche siguió su curso (6to A… (¿!)). Se armaron grupitos de charla, parejas para ir a fumar un pucho, secretitos, silla al lado de silla para ver un viejo álbum de fotos. En un momento, luego de habernos sacado una divertida foto grupal, el ahora gordo DiLucca, me decía:
- vení, vení, por favor, que quiero hablar con vos. A ver, contame. Vos me decís que estás trabajando en una fotocopiadora ¿verdad?
- Sí.
- Y que ganás ocho pesos la hora, o sea, un poco más de mil mangos al mes.
- Ajá.
- No lo puedo creer. O sea que no hacés planes para comprarte un auto, o una casa.
- Y no Lucas, la verdad que no.
- ¡No lo puedo creer! Te admiro loco.
La charla es irreproducible en forma de diálogo, pero sí puede ser contada más o menos de manera fiel. Dilucca, hoy dueño junto a sus hermanos de una empresa removedora de suelos, perforaciones, excavaciones, y demases, me mira asombrado ante mi "pobreza" económica (que tampoco es tal). No entiende, no entra dentro de sus parámetros, cómo puede vivir, alguien de mi edad, sin auto y casa propia. No me lo dice de mala manera, ni sobrando, ni nada, lo dice desde su lugar, desde lo que le tocó de chico, lo que fue y le fueron haciendo, desde el camino que él, casi con obligación, tenía que hacer en su vida.
- Qué se yo Lucas. Yo trato de ser feliz, con auto o sin auto.
Mi frase, más hippie que mi remera, era lo único que le podía decir al Lucas, a su empresa, su auto y su casa en el country.
Ya para las dos de la mañana, después de las pizzas y empanadas, el Paco y yo cargábamos con un buen estado. Yo le gritaba a mis compañeros "¡manga de putos, tomen fernét! ¿qué se hacen ahora los chetos? ¡Antes eran unos borrachos y ahora son unas mamitas!" Con una mano sosteniendo el vaso, la otra con el índice señalándolos y todo el resto del cuerpo apoyado en la pared, para que nada se derrumbara.
En total asistimos 16 ex compañeros. Faltaron muchos. Algunos, según los cálculos compartidos, viven fuera de Córdoba (Soledad Rodríguez, Soledad Salazar, Romina Lescano y Lucas Farías) de otros se perdió totalmente el rastro y un par confirmaron su presencia pero al final no fueron.
Se sabe que este tipo de reuniones pueden ser angustiantes para las almas con poca paz, para los que no pudieron o no quisieron seguir el "buen camino" del chango de clase media, del tipo que tiene 27 o 28 años y no tiene "su vida resuelta". Algunos se llenaron de guita, otros y otras se casaron y otros y otras tuvieron hijos. Esas tres categorías se alinean mágicamente en el mismo nivel para dar respuesta a la compleja pregunta "¿qué hiciste en estos diez años?" Para el sentido común argentino, para nuestra cultura, tener un hijo o casarse es hacer algo. Eso no es hacer "algo". Tuviste un hijo, te casaste, qué se yo, pero no hiciste nada. Llenarse de guita, en cambio, está más cerca de ese "algo". Yo, entonces, siguiendo esos lugares comunes, no hice nada. Fui a la facultad, conocí gente, me cagué de risa, salí en un libro (me faltó plantar un árbol), viajé a Buenos Aires amé, fui amado, ascendí a primera, volví a amar, descendía al nacional B, conocí más gente, tomé mucho pero mucho fernet, me fui a vivir con amigos, soy feliz, sigo en el nacional B y he vuelto a amar y ser amado. No tengo mucha plata, pero mi empresita funciona de maravillas.

Las chicas sacando fotos

Vanina Gardiol, Lucas Dilucca, Alejandra Herrera, el gran Paco, la Euge Magliano y la Laura Posse.
Cuando llegué a la reunión saludé a todo el mundo y me senté. Como a los diez minutos de estar charlando o, mejor dicho, escuchando charlas, pregunté por Matías. El Pegoraro me miró con una cara desencajada (para hacerme entender que era un boludo) y me dijo, precisamente, "boludo, ahí está Matías". Lo miro y efectivamente, ahí estaba. No lo había reconocido. Lo saludé pensado que era el novio de Luciana Cabrera. El guaso estaba más flaco, con el pelo corto y con gel, bien pituco, toda una diva. Por lo que sé vive con un tipo, tiene una academia de baile y participó en uno de esos programas de mierda como Talento Argentino o algo así. (¡Por dios! Leo el nombre del programa, lo asocio con sus contenidos, y me cargo de bronca; pero bueno, eso podrá ser otro texto para otra ocasión).
La noche siguió su curso (6to A… (¿!)). Se armaron grupitos de charla, parejas para ir a fumar un pucho, secretitos, silla al lado de silla para ver un viejo álbum de fotos. En un momento, luego de habernos sacado una divertida foto grupal, el ahora gordo DiLucca, me decía:
- vení, vení, por favor, que quiero hablar con vos. A ver, contame. Vos me decís que estás trabajando en una fotocopiadora ¿verdad?
- Sí.
- Y que ganás ocho pesos la hora, o sea, un poco más de mil mangos al mes.
- Ajá.
- No lo puedo creer. O sea que no hacés planes para comprarte un auto, o una casa.
- Y no Lucas, la verdad que no.
- ¡No lo puedo creer! Te admiro loco.
La charla es irreproducible en forma de diálogo, pero sí puede ser contada más o menos de manera fiel. Dilucca, hoy dueño junto a sus hermanos de una empresa removedora de suelos, perforaciones, excavaciones, y demases, me mira asombrado ante mi "pobreza" económica (que tampoco es tal). No entiende, no entra dentro de sus parámetros, cómo puede vivir, alguien de mi edad, sin auto y casa propia. No me lo dice de mala manera, ni sobrando, ni nada, lo dice desde su lugar, desde lo que le tocó de chico, lo que fue y le fueron haciendo, desde el camino que él, casi con obligación, tenía que hacer en su vida.
- Qué se yo Lucas. Yo trato de ser feliz, con auto o sin auto.
Mi frase, más hippie que mi remera, era lo único que le podía decir al Lucas, a su empresa, su auto y su casa en el country.
Ya para las dos de la mañana, después de las pizzas y empanadas, el Paco y yo cargábamos con un buen estado. Yo le gritaba a mis compañeros "¡manga de putos, tomen fernét! ¿qué se hacen ahora los chetos? ¡Antes eran unos borrachos y ahora son unas mamitas!" Con una mano sosteniendo el vaso, la otra con el índice señalándolos y todo el resto del cuerpo apoyado en la pared, para que nada se derrumbara.
En total asistimos 16 ex compañeros. Faltaron muchos. Algunos, según los cálculos compartidos, viven fuera de Córdoba (Soledad Rodríguez, Soledad Salazar, Romina Lescano y Lucas Farías) de otros se perdió totalmente el rastro y un par confirmaron su presencia pero al final no fueron.
Se sabe que este tipo de reuniones pueden ser angustiantes para las almas con poca paz, para los que no pudieron o no quisieron seguir el "buen camino" del chango de clase media, del tipo que tiene 27 o 28 años y no tiene "su vida resuelta". Algunos se llenaron de guita, otros y otras se casaron y otros y otras tuvieron hijos. Esas tres categorías se alinean mágicamente en el mismo nivel para dar respuesta a la compleja pregunta "¿qué hiciste en estos diez años?" Para el sentido común argentino, para nuestra cultura, tener un hijo o casarse es hacer algo. Eso no es hacer "algo". Tuviste un hijo, te casaste, qué se yo, pero no hiciste nada. Llenarse de guita, en cambio, está más cerca de ese "algo". Yo, entonces, siguiendo esos lugares comunes, no hice nada. Fui a la facultad, conocí gente, me cagué de risa, salí en un libro (me faltó plantar un árbol), viajé a Buenos Aires amé, fui amado, ascendí a primera, volví a amar, descendía al nacional B, conocí más gente, tomé mucho pero mucho fernet, me fui a vivir con amigos, soy feliz, sigo en el nacional B y he vuelto a amar y ser amado. No tengo mucha plata, pero mi empresita funciona de maravillas.
Las chicas sacando fotos
Vanina Gardiol, Lucas Dilucca, Alejandra Herrera, el gran Paco, la Euge Magliano y la Laura Posse.
miércoles, diciembre 16, 2009
Reuniones (primera parte)
Hay un cuento de Cortazar, creo, que se llama así. Si no me equivoco (y lo más probable es que me equivoque) está en el libro Todos los fuegos el fuego. Seguramente alguno, al igual que yo, se quedó pensando y seguro, alguno al igual que yo, va a ir en busca de ese libro para ver la verdad de las cosas (fijarse en Internet sería lo más fácil, pero la búsqueda de fuentes directas sigue teniendo un atractivo único)
(48 segundos después)
Mi verdad a medias: el cuento se llama Reunión y no Reuniones y está (en eso sí le acerté) en el libro recién mencionado. Ese conocidísimo cuento habla del encuentro entre el Che Guevara y Fidel Castro en medio de la montaña durante la revolución cubana. Creo que es en la montaña. Lo leí hace mucho. Algún cortazariano podrá replicar los falsos arranques de mi memoria. No sé cómo termina (seguramente se encuentran, sino, no se llamaría como se llama) pero sé cómo empieza: "Nada podía andar peor, pero al menos ya no estábamos en la maldita lancha, entre vómitos y golpes de mar y pedazos de galleta mojada, entre ametralladoras y babas, hechos un asco, consolándonos cuando podíamos con un poco de tabaco que se conservaba seco…". La primera oración es larguísima, mejor cortarla ahí. Pienso, mientras ojeo mi librito azul (esos que venden en los saldos, los de la colección del diario La Nación) que el histérico cortazariano levantará su dedito francés para decirme "¡no, señor, ese cuento arranca con una cita del Che; y las citas son parte del cuento porque si bien son introductorias, éstas, se colocan por debajo del título, con lo cual ya integran el corpus del cuento!". El histérico tendría razón, pero a los histéricos mejor dejarlos hablando solos.
Tremenda introducción para hablar de una reunión muy alejada de una montaña (o de una sierra, más precisamente). Y ahora pienso que todo esto debería llamarse Reunión y no Reuniones… pero ya me encariñé con la introducción, así que todo quedará como está.
Mi reunión, luego de diez años de espera, empezó con un grito desaforado: ¡Jesús!, gritó desde el fondo de la mesa un ahora gordísimo Lucas Dilucca. Ahí estaba yo, nuevamente, enfrentándome a mi pasado. Dije que habían pasado diez años, una década, y la palabra década suena pesadísima, como si fuera un período histórico analizable: eso duró la fiesta menemista, los años felices de Perón, el noviazgo de mis abuelos antes de casarse, la diferencia de edad entre mis primos y el tiempo que pasé sin ver a mis compañeros de secundario desde que me egresé, en aquel lejano diciembre de 1999.
Dilucca me grita Jesús al verme entrar con barba, el pelo un poco largo, la misma flacura, un pantalón ombú y una remera, debo admitirlo, un poco hippie. Yo sonrío a todo el mundo y voy saludando uno por uno con algo de miedo, incertidumbre, rara emoción y desconcierto. ¿Quiénes son todas estas personas? Son (somos) los mismos pero más gordos, pelados, con hijos, con tetas hechas, casados.
Nervioso, me siento y me apresuro en llenarme un vaso con cerveza. Paco hace exactamente lo mismo. Sin decirlo, ambos sabemos que la noche puede resultar larga y que lo mejor es empezar a estar borrachos. La primera hora de reunión fue desastrosa: el negro Ávila haciendo chistes malísimos, risas estruendosas cargadas de nervios, todos gritando al mismo tiempo, todos hablando para no tentar al silencio incómodo. Yo hablaba poco, respondía las típicas preguntas "¿en qué andás?" o "¿te casaste?" o "¿en qué laburás?". Lentamente fuimos ganando confianza, creciendo en charla, perdiendo en ruido, recuperando recuerdos. Como siempre sucede casi por una ley natural, las gentes se van agrupando por género, así que teníamos, por un lado el polo masculino con Damián Cabrera, Pablo "el negro" Ávila, Lucas Dilucca, Andrés "cocó" Orellano, Paco, el Pegoraro, y yo. Del otro lado del meridiano de la mesa estaban Sabrina Rodríguez, Daniela Quinteros (tetas hechas), Matías Brex (ya hablaré sobre él), Luciana Cabrera (tetas hechas), Cintia Gutiérrez (quien cumpliera años recientemente) Laura Posse, Eugenia Magliano, Betiana Moreno (tetas hechas), Vanina Gardiol (tetas hechas) y Alejandra Herrera.
...continuará ... en unos días...
(48 segundos después)
Mi verdad a medias: el cuento se llama Reunión y no Reuniones y está (en eso sí le acerté) en el libro recién mencionado. Ese conocidísimo cuento habla del encuentro entre el Che Guevara y Fidel Castro en medio de la montaña durante la revolución cubana. Creo que es en la montaña. Lo leí hace mucho. Algún cortazariano podrá replicar los falsos arranques de mi memoria. No sé cómo termina (seguramente se encuentran, sino, no se llamaría como se llama) pero sé cómo empieza: "Nada podía andar peor, pero al menos ya no estábamos en la maldita lancha, entre vómitos y golpes de mar y pedazos de galleta mojada, entre ametralladoras y babas, hechos un asco, consolándonos cuando podíamos con un poco de tabaco que se conservaba seco…". La primera oración es larguísima, mejor cortarla ahí. Pienso, mientras ojeo mi librito azul (esos que venden en los saldos, los de la colección del diario La Nación) que el histérico cortazariano levantará su dedito francés para decirme "¡no, señor, ese cuento arranca con una cita del Che; y las citas son parte del cuento porque si bien son introductorias, éstas, se colocan por debajo del título, con lo cual ya integran el corpus del cuento!". El histérico tendría razón, pero a los histéricos mejor dejarlos hablando solos.
Tremenda introducción para hablar de una reunión muy alejada de una montaña (o de una sierra, más precisamente). Y ahora pienso que todo esto debería llamarse Reunión y no Reuniones… pero ya me encariñé con la introducción, así que todo quedará como está.
Mi reunión, luego de diez años de espera, empezó con un grito desaforado: ¡Jesús!, gritó desde el fondo de la mesa un ahora gordísimo Lucas Dilucca. Ahí estaba yo, nuevamente, enfrentándome a mi pasado. Dije que habían pasado diez años, una década, y la palabra década suena pesadísima, como si fuera un período histórico analizable: eso duró la fiesta menemista, los años felices de Perón, el noviazgo de mis abuelos antes de casarse, la diferencia de edad entre mis primos y el tiempo que pasé sin ver a mis compañeros de secundario desde que me egresé, en aquel lejano diciembre de 1999.
Dilucca me grita Jesús al verme entrar con barba, el pelo un poco largo, la misma flacura, un pantalón ombú y una remera, debo admitirlo, un poco hippie. Yo sonrío a todo el mundo y voy saludando uno por uno con algo de miedo, incertidumbre, rara emoción y desconcierto. ¿Quiénes son todas estas personas? Son (somos) los mismos pero más gordos, pelados, con hijos, con tetas hechas, casados.
Nervioso, me siento y me apresuro en llenarme un vaso con cerveza. Paco hace exactamente lo mismo. Sin decirlo, ambos sabemos que la noche puede resultar larga y que lo mejor es empezar a estar borrachos. La primera hora de reunión fue desastrosa: el negro Ávila haciendo chistes malísimos, risas estruendosas cargadas de nervios, todos gritando al mismo tiempo, todos hablando para no tentar al silencio incómodo. Yo hablaba poco, respondía las típicas preguntas "¿en qué andás?" o "¿te casaste?" o "¿en qué laburás?". Lentamente fuimos ganando confianza, creciendo en charla, perdiendo en ruido, recuperando recuerdos. Como siempre sucede casi por una ley natural, las gentes se van agrupando por género, así que teníamos, por un lado el polo masculino con Damián Cabrera, Pablo "el negro" Ávila, Lucas Dilucca, Andrés "cocó" Orellano, Paco, el Pegoraro, y yo. Del otro lado del meridiano de la mesa estaban Sabrina Rodríguez, Daniela Quinteros (tetas hechas), Matías Brex (ya hablaré sobre él), Luciana Cabrera (tetas hechas), Cintia Gutiérrez (quien cumpliera años recientemente) Laura Posse, Eugenia Magliano, Betiana Moreno (tetas hechas), Vanina Gardiol (tetas hechas) y Alejandra Herrera.
...continuará ... en unos días...
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miércoles, diciembre 02, 2009
Puto/a(s)
Hotmail puto.
Jakers putos.
Publicitas putos.
Nerds putos.
Putos putos.
Resulta que abro mi casilla de jotmeil y me encuentro con 42 mensajes nuevos. Pienso "uh, qué bueno, seguro que es toda esa gente que me quiere" y también se me da por pensar "¿serán todos comentarios de mi último post del blog". No, ni bosta, ni siquiera. Toda porquería, basura cibernética de mails.
Hablo con Muñeco. Pesimista, pero sabe algo de estas cosas: "te jakearon la cuenta; a mi me pasó lo mismo; vas a tener que cambiar la contraseña".
La concha de la lora. Tenía razón. Después de varios días descubrí, en efecto, que alguien (o algo) accedió a mi cuenta para boludear, por negocios, porque sí, por putos, no sé.
Así que, con tremenda tristeza, abandoné mi histórica contraseña, mi hermosa contraseña.
De ahora en más dejo la tradicional: xxxxxxxx y paso a usar una nueva, esta: xxxxxxxxxx; que según los muchachos/as de hotmail es considerablemente más segura que la anterior.
¿De qué seguridad me vienen a hablar estos cretinos?
Jakers putos.
Publicitas putos.
Nerds putos.
Putos putos.
Resulta que abro mi casilla de jotmeil y me encuentro con 42 mensajes nuevos. Pienso "uh, qué bueno, seguro que es toda esa gente que me quiere" y también se me da por pensar "¿serán todos comentarios de mi último post del blog". No, ni bosta, ni siquiera. Toda porquería, basura cibernética de mails.
Hablo con Muñeco. Pesimista, pero sabe algo de estas cosas: "te jakearon la cuenta; a mi me pasó lo mismo; vas a tener que cambiar la contraseña".
La concha de la lora. Tenía razón. Después de varios días descubrí, en efecto, que alguien (o algo) accedió a mi cuenta para boludear, por negocios, porque sí, por putos, no sé.
Así que, con tremenda tristeza, abandoné mi histórica contraseña, mi hermosa contraseña.
De ahora en más dejo la tradicional: xxxxxxxx y paso a usar una nueva, esta: xxxxxxxxxx; que según los muchachos/as de hotmail es considerablemente más segura que la anterior.
¿De qué seguridad me vienen a hablar estos cretinos?
domingo, noviembre 29, 2009
Lo lindo de ser feliz en casa
El histórico y siempre disponible "Boquita" Guyón se hizo cargo de Belgrano hasta...
Para hablar siempre de lo mismo mejor callar. Mejor llamarse al silencio hasta que algo sacuda lo conocido. Y que Belgrano gane y que encima haya jugado bien no es cosa de todos los días; entonces me autoconvoco a las palabras y vuelvo a las crónicas de días celestes y soleados.
Este es el partido que yo vi/viví. De esta manera abro la(s) puerta(s) de todas las opiniones, de todos los ojos que estuvieron en el estadio, de todas las patas que saltaron, las gargantas que se agitaron, y que venga el viento y que lleve y traiga lo que quiera, lo que le plazca. Alguno manoteará algo, como hojas de otoño y las guardará como verdad.
El primer mensajito de texto sonó temprano, a eso de las once de la mañana: "Donde comemo el asado?" El Gringo Fede estaba seguro que al levantarse tendría, por lo menos, cuatro llamadas perdidas y nueves mensajes violentos, con severos insultos, con interrogantes similares a los que él planteó a las once de la mañana, cuando se levantó y vio su casilla vacía. Le respondí que mi casa estaba siempre dispuesta, pero que esta vez yo no iba a mover un dedo para comprar la carne, carbón, pan, verdura, Fernet(*), coca, etc. Al final, como buenos compañeros, dividimos tareas y todos contentos.
Hubo asado, hubo Fernet(*), hubo cantos previos y hubo un nuevo hincha. Sí, porque convencimos a un santafecino amigo para que se calzara la celeste y nos acompañara (por primera vez en su vida) a una cancha de fútbol. Creemos que fue una de las cábalas y le prometimos que le pagaríamos una parte del pasaje para el último partido de local contra los putos de Quilmes.
Entramos rápido porque había poca gente. Los que también entraron rápido en el partido fueron los de Merlo, porque nos clavaron un gol apenas empezado el juego. Un lateral de mierda, la defensa que duerme, el delantero que pone el botín con los ojos cerrados y gol. Un puñado de jugadores abrazándose y de vuelta esa sensación de mierda de ser humillados en nuestra propia casa. Hago un breve paréntesis: la imagen de los jugadores visitantes festejando es de lo más triste en el fútbol de estos días, en el fútbol de las categorías de abajo (no tan abajo, como el Argentino A). Si uno está distraído, borracho, cantando, charlando, comprando una gaseosa, meando en el baño, mandando un mensaje de texto o chamuyando a alguna mina, puede suceder que jamás se entere de que el rival marcó un gol. La red visitante se infla y no hay sonido que te haga dar cuenta del gol, o sí, el no-sonido, el silencio frío y duro, el peor de los silencios: el nuestro.
Así, sin merecerlo, Merlo se puso uno a cero. Digo sin merecerlo porque a mi parecer Belgrano no estaba jugando tan mal e incluso no dejó de hacerlo después del gol en contra. Y el premio llegó a los 23 minutos: después de una serie de amagues que dejaron a dos defensores en ridículo, desbordó el "Picante" Pereyra, metió el centro atrás y Mariano Aldecoa la tocó solo frente al arquero para marcar el empate. Ambos jugadores, de a poco, y con buen juego, me van callando la boca con los apodos: Pereyra parece ser ese "Picante" de Unión de Santa Fe y Aldecoa deja de ser "Flancito" para ser sólo Aldecoa.
Belgrano jugó, tocó, salió desde abajo siempre que pudo y casi nunca lo atacaron con seriedad durante todo el partido. En el segundo tiempo, cuando todo empezaba a terminarse, y después de una linda jugada, Vázquez metió un buen cabezazo para dar vuelta un partido complicado. Fue un 2 a 1 con alta sensación de justicia.
Después vino lo de siempre, los quince minutos "de Belgrano" (iba poner "a lo Belgrano" pero sería una falta de respeto usar esa bella frase que le da nombre a un muy buen blog que salió a luz hace poco y que recomiendo su visita). Nos metimos atrás, muy atrás, demasiado atrás. La mejor chance del Deportivo Merlo para llegar al empate vino luego de, algo así, como doce errores seguidos de la defensa de Belgrano. Al final Turús la terminó sacando en la línea. Los últimos minutos (los del "tiempo recuperado") se desarrollaron en el campo visitante, con el equipo local dominando la pelota (fueron tres minutos, no más).
Belgrano ganó y no jugó mal. Todavía no me animo a armar la frase de la manera más linda: Belgrano ganó y jugó bien. Habría que repetir partidos como este, con resultados similares, para ilusionar, de una vez por todas, a toda esa gente que está siempre: en las buenas y en las malas.
(*) El Word te cambia una de las palabras más cordobesas, Fernet, por "Bernet". ¿Alguien tiene el teléfono de Bill Gates para explicarle un par de cositas?
sábado, noviembre 28, 2009
Palabras

Cuando sus faenas terminan, al caer de la tarde o a la noche, estos hombres apasionados que no tienen pasiones, se reúnen en pequeñas tertulias, con uno o dos amigos. El Hombre de Corrientes y Esmeralda es un misántropo que odia la soledad personal. No puede estar solo. La soledad lo contraría y atrista. Las tertulias se instalan en el interior de una casa o café. El estado de ánimo no se modifica. El café rebosa. En torno a cada mesa hay un grupito de hombres solos. Los hombres de una mesa evitan mirar a los vecinos… Las mujeres están excluidas de esa grey. Son hombres que hablan poco y en voz baja, como si bisbisiearan un rezongo. Es muy raro que discutan o promulguen ideas o sentimientos. Su conversación es casi siempre una conversación desquiciada, con más pausas que palabras, una conversación que no quiere predominar. "Hoy el jefe me dijo que las planillas ya no estaban como ayer. El jefe está medio loco". Alguno se copla sin entusiasmo: "Tu jefe, si sigue así, no va a durar mucho". Suena un tango, la densidad del silencio se intensifica. Cesan los rumores y los ruidos. Todos callan. El café es un templo de atrición. Los hombres encorvan ligeramente sus testas y distraen sus ojos en el borde de la taza en que desprenden la ceniza de los cigarrillos. Meditan. Están ensimismados. Hurgan sus días irreconciliablemente distanciados de la realidad. Divagan. En su fantasía moldean sus vidas como una miga de pan. La desunen, la reconstruyen, la llenan de perspectivas. Son artistas sin otras materias plásticas que sus propias existencias. Sueñan. Es una decepción más que se infiltra en sus ánimos. Cuando el tango termina, los ojos cansados tienen rastros de un desgano que conoció la aventura. Alguien comenta: "Este pasquín tiene pocas noticias de fútbol". Y siguen esperando otro tango.
Raúl Scalabrini Ortiz. "El hombre que está solo y espera".
jueves, noviembre 19, 2009
Feliz cumpleaños: 15 de noviembre
Como los márgenes me quedan chicos
te dedico
hermana
un lugar central.
Acá van algunas fotos/recuerdos digitales,
no tan viejos, obvio.
Van en el MISMO tono familiar con el que nos hemos tratado TODA la vida.
JA
JA
JA
En Francia, creo:

Llorando como nenita cuando te ibas para España:

Tus 90/60/90:

Con el otro traidor de Ramiro (los dos de rosa... putazo):

Bueno, no tengo muchas más.
Capaz que te traen un lindo recuerdo.
Feliz cumpleaños
Te quiero, che.
Un abrazo!
te dedico
hermana
un lugar central.
Acá van algunas fotos/recuerdos digitales,
no tan viejos, obvio.
Van en el MISMO tono familiar con el que nos hemos tratado TODA la vida.
JA
JA
JA
En Francia, creo:
Llorando como nenita cuando te ibas para España:
Tus 90/60/90:
Con el otro traidor de Ramiro (los dos de rosa... putazo):
Bueno, no tengo muchas más.
Capaz que te traen un lindo recuerdo.
Feliz cumpleaños
Te quiero, che.
Un abrazo!
jueves, noviembre 12, 2009
Agua
Esta fue la columna del programa de radio del miércoles pasado.
Ahora, sin música, sin cortinas, sin voces en el dial
con palabras, con tiempo, con imágenes, con voces... las que cada uno imagine.
Agua
Si es verdad que somos de todos lados y de ninguna parte
o la y viceversa de todas las frases.
Si es así que somos sin serlo
las patrias nuestras y ajenas, las tierras y los lugares de la cadena de ancestros.
Si es así ¿Qué queda como nudo, como corazón que ata y no suelta?
¿Qué somos?
Soy el agua que me dio vida, que me vio crecer.
Soy la manifestación acuosa de los sentimientos.
Soy el llanto de mi madre (sus felicidades, sus penurias)
Soy el sudor de mi viejo y del suyo; la transpiración de lo que supo ser una relación de palabras inseparables:
Dignidad y trabajo.
Soy las lluvias de ayer, las que hoy se ruegan, los llantos sufridos del cielo.
Soy la crecida del canal, el desborde del río,
la primera vez que vi el mar, la vez que casi me ahogué,
las camas mojadas de niño, los mates amargos,
las gotas de amor con vos, amor, la humedad de las sábanas,
las bombuchas del carnaval cordobés,
la cancha embarrada, el barro, la piel de barro, la sangre, el vino,
la ventana de lluvia, los vidrios empañados, los que limpian vidrios y los que miran sin animarse a mirar los rostros mojados.
Soy el gusto de mi agua: la más pura de las verdades, la respuesta única a las preguntas, el alivio que encuentro cuando me pierdo y me olvido de lo que soy.
El alivio de saber qué responder
cuando alguien me pregunta
de dónde soy.
Tan hermoso
Como eso.
Ahora, sin música, sin cortinas, sin voces en el dial
con palabras, con tiempo, con imágenes, con voces... las que cada uno imagine.
Agua
Si es verdad que somos de todos lados y de ninguna parte
o la y viceversa de todas las frases.
Si es así que somos sin serlo
las patrias nuestras y ajenas, las tierras y los lugares de la cadena de ancestros.
Si es así ¿Qué queda como nudo, como corazón que ata y no suelta?
¿Qué somos?
Soy el agua que me dio vida, que me vio crecer.
Soy la manifestación acuosa de los sentimientos.
Soy el llanto de mi madre (sus felicidades, sus penurias)
Soy el sudor de mi viejo y del suyo; la transpiración de lo que supo ser una relación de palabras inseparables:
Dignidad y trabajo.
Soy las lluvias de ayer, las que hoy se ruegan, los llantos sufridos del cielo.
Soy la crecida del canal, el desborde del río,
la primera vez que vi el mar, la vez que casi me ahogué,
las camas mojadas de niño, los mates amargos,
las gotas de amor con vos, amor, la humedad de las sábanas,
las bombuchas del carnaval cordobés,
la cancha embarrada, el barro, la piel de barro, la sangre, el vino,
la ventana de lluvia, los vidrios empañados, los que limpian vidrios y los que miran sin animarse a mirar los rostros mojados.
Soy el gusto de mi agua: la más pura de las verdades, la respuesta única a las preguntas, el alivio que encuentro cuando me pierdo y me olvido de lo que soy.
El alivio de saber qué responder
cuando alguien me pregunta
de dónde soy.
Tan hermoso
Como eso.

lunes, noviembre 09, 2009
El concepto Platense-Ferro
Por fin, después de tiempo vuelvo aquí, a las palabras. Harto de escribir crónicas derrotadas y asumiendo un poco de espíritu exitista, me siento en esta silla a contar de la manera que se me cante lo que pasó y no pasó ayer en Alberdi.
"¿Qué carajo tiene que ver ese título?", preguntará alguno. Paciencia, hacia allá voy. Jugando un poco con la literatura y razonando los sentimientos futboleros (o sea alejándome del sentido más o menos acabado que se tiene acerca del fulbo) voy a tratar de explicar las cuatro palabras titulantes de esta crónica.
Cuando uno habla de partidos malos, de encuentros que a priori no generan la más mínima expectativa de buen fútbol, de equipos tan intrascendentes, tan malos, tan asociados con el gris, con la nada, con el fu ni fa, con las tribunas semidesiertas, con transmisiones televisivas que se asemejan en emoción a un partido discreto de golf, uno está en presencia de un concepto llamado: Platense-Ferro (o Ferro-Plantese, como el lector guste). Quizás porque recuerdo mucho aquellos "partidos de los lunes" que solía transmitir TyC, en los que se enfrentaban los equipos de mierda del torneo de primera división: o sea una oportunidad para verlo a mi Belgrano en aquellos años en que jugábamos en la máxima categoría.
Uno prendía la tele e iba directamente al (ex)"canal número uno en deportes" y podía disfrutar o vomitar un vibrante Mandiyú-Deportivo Español o un seguramente inolvidable Argentinos Juniors-Banfield. Los partidos se jugaban de noche (generalmente a las 21hs) y casi siempre la cancha estaba embarrada; no me pregunten porqué, pero así colecciono mis recuerdos.
¿Adónde quiere ir el cronista? Es simple: quiero jugar un rato con las palabras, con los recuerdos, con el presente y con el fútbol. Quiero demostrar que las cosas se pueden decir y sentir de otra manera. Quiero desbordarle y cagarlo a goles al patético periodismo deportivo, que se limita a copiarse a sí mismo y a cambiar las fechas, los goleadores y algunos nombres, manejando siempre el mismo vacío esquema de análisis.
Belgrano viene mal. Sería un completo idiota si conjugo el verbo en pasado (el verbo "ir"). La victoria de ayer ante Platense no invita a pensar en una mágica y, porqué no, milagrosa remontada. Ganamos, y punto. Y a esta última frase la podemos atar con el concepto Platense-Ferro. La victoria de ayer no podía ser de otra manera, no. Jugamos contra Platense. El partido fue terrible: por momentos aburrido, por momentos malo o muy malo. La gente no alentaba, no puteaba, no nada. Eso: la nada. Los goles de Belgrano los metieron los peores jugadores del equipo: Mariano "flancito" Aldecoa (un golazo encima) y Luciano "juego con los botines cambiados" Lollo. Después nos expulsaron a uno y al ratito nos metieron el descuento de pelota parada (no podía ser de otra manera). Platense tiró 35 pelotazos en el área y sus delanteros ganaron por lo menos 32 de ellos, solamente que ninguno se llama Palermo, Henry o Drogba, con lo cual no tuvieron remates directos al arco.
Primer milagro: el viernes por la noche cayeron un par de gotas, pero eso no alcanza para aliviar la sed de la tierra. Segundo milagro: Belgrano ganó de local… ¿hace falta completar la metáfora?
domingo, noviembre 01, 2009
Afuera Ramia por lesión
Viernes 30/10. 20.30hs
Transmisión radial. La previa de Belgrano-CAI, por la 12ª fecha de la B Nacional.
- Comentarista: En Belgrano se confirmó la ausencia de Ramia por una seria lesión sufrida ayer, Jueves, al bajarse de un colectivo.
- Relator: Bueno, aprovechamos desde aquí para mandar nuestro afectuoso saludo a Ramia, como así también a la familia. Seguramente Belgrano notará la ausencia de este baluarte para el partido de hoy. Volvemos a estudios centrales.
Viernes 30/10. 11.30hs.
Comunicación telefónica:
- ¡Vos sos un pelotudo! ¡Cómo te vas a tomar un colectivo! ¡Cómo vas a exponerte a semejante riesgo en la víspera de un partido tan importante! Hay que hablar con Pérez (Pérez: gerenciador de Belgrano) para que nos ponga unos taxis a disposición.
- Tenés razón, Fede, tenés razón.
Jueves 29/10. 16.45hs.
Mi vieja me contó que antes de salir de casa para el hospital el numerito ubicado en la esquina inferior derecha del televisor decía algo como 43.5°. Un calorón cordobés de aquellos. A eso de las cuatro y media de la tarde, con enorme coraje, me calcé la mochila y salí para la facultad a entregar un trabajo para la única materia que curso en este cuatrimestre. Miré el reloj. Calculé mi velocidad de caminata, la transpiración por minuto, las ganas y la potencia del sol. Decidí tomarme un colectivo. No vivo muy lejos de la ciudad universitaria (unas 15 o 20 cuadras, no más) pero el calor estaba matando y como tenía un cospel disponible…
Después de unos minutos de espera lo vi llegar, bien desde el fondo de la Belardinelli, al bólido Azul de la empresa de Transporte Ciudad de Córdoba. Era el A6 (el ex 56). Subo, pago mi carísimo boleto y me quedo parado. Total me bajaba en unos minutos. La sensación térmica en el colectivo rondaba los 63°. Mucha cara de orto, mucho aire hirviendo.
Cuando voy llegando a mi corto destino final me agarro del caño y toco el timbre. El bondi frena de golpe, como siempre, y me dispongo a bajar. Un guaso, que estaba al lado de la puerta, me mira y con un gesto de brazo me hace entender que baje primero. Así que ahí voy, a "mi corto destino final". Cuando muevo mi pie derecho para apoyarlo en el primero de los altísimo escalones de descenso, siento que me raspo un poco a la altura del tendón de Aquiles con el filo del escalón. No le doy bola y termino de bajar. Hago dos pasos, el colectivo arranca y se va. Hago otros dos pasos y me miro la pierna. Sangre. Sigo caminando. Más sangre. Pienso "pucha, parece que fue más que un raspón". Encaro para el edificio de la "Escuelita" para ir derecho al baño a limpiarme. Cada paso que doy es un chorro de sangre más que se me va metiendo adentro de la zapatilla. Definitivamente es algo más que un raspón.
Entro al edificio y lo veo a uno del centro de estudiantes (nota: ese día eran las votaciones para centro, consejo consultivo y consejo superior).
- Che, maestro, ¿no tienen un botiquín en el centro?
- ¿Para qué? –pregunta el pelado, más atento a la charla con la minita que a mi requerimiento.
No le dije nada y le mostré el tobillo rojo.
¡Uh, loco, eso es para llamar a Ecco! ¡Vení, vení!
Mientras caminábamos de una punta a la otra de la Escuela el guaso no paraba de decir que "ni siquiera en la escuela hay botiquín / esto es un desastre / nosotros de pedo tenemos unas gasas y agua oxigenada / ahora mismo llamo a la ambulancia / por favor no dejes de votarnos".
Como Córdoba es chica y la ciudad universitaria más chica y la Escuela de Ciencias de la Información una familia loca, me lo crucé a Juan Cruz, uno de mis concubinos.
"Juan, dame una mano que creo que me corté".
Así que ahí fuimos, con la sangre derramada sobre las consignas electorales. Juan hizo los mejores primeros auxilios: primero me limpié la pata en un pico, después me tiraron toda el agua oxigenada posible, luego el "pervinox", unas vueltitas de gasa y a esperar la ambulancia.
"Sí, viejo, esto es para puntos sí o sí", sentenció el paramédico.
Después que los guasos de Ecco hicieran exactamente lo mismo que Juan Cruz (agua oxigenada, pervinox y gasas) tuve que esperar como media hora hasta que alguien les dijera, Nextel mediante, adónde iban a aceptar mi tendón sangrante con mi obra social.
- Como vos quieras pibe: te vas por tus propios medios o si querés te llevamos nosotros en la ambulancia. Pero mirá que si hoy hace 40 grados, atrás hace como 50.
Era verdad, adentro de la ambulancia estaba imposible.
Llegamos con el Juan al hospital y me depositaron directamente en una camilla.
El médico Andrés Acosta: sí, va a haber que hacer puntos internos y externos. Tenés el músculo y el tendón expuestos. Esperame un cachito acá que voy a buscar la anestesia y el resto de las cosas.
Después se iría el Juan y llegaría mi vieja. Después pasaría un médico y otro y otro y yo escucharía cosas como "Mariana, vení, vení; mirá: ¿ves? Tendón expuesto. ¿Ves? Mirá." Esas frialdades médicas que hacen que uno se sienta un objeto de estudio. Después me pincharían, me coserían, me reiría, me dolería, me levantaría y me iría a mi casa. Rengueando, obvio.

Viernes 30/10.
Comunicación telefónica:
- Sebastián ¿te duele la pierna? ¿necesitás algo? ¿podés caminar bien? Si no te sentís bien no vayas a trabajar.
- No mami, no me duele casi nada; me molesta un poco pero nada más.
Mentira, me dolía como la concha de la lora. No podía caminar. Me costaba desplazarme, moverme para cualquier cosa. En mi casa no había nadie y todo me lo tuve que alcanzar yo solo y con tremendo dolor. Para bañarme tuve que cortar tres bolsas de supermercado y encintármelas alrededor de la venda. Así y todo fui a trabajar. Terrible idea: no podía estar parado. Decí que trabajo con "compañeros de trabajo" que te bancan todas. Estuve un rato largo sentado, cobrando, atendiendo poco, explicando a los que me preguntaban por mi renguera. Ayudó que se haya cortado la luz muchas veces. Cuando el calor y el dolor eran suficientes, cobré el día y me fui.
Durante toda la tarde no pararon de llegar mensajes de textos del tipo: "esta noche nos vemos en la cancha puto!", de mi tribunero amigo Martín Cardo. Otro del pelado Dubicki, que hace como un año que no pisa en el Gigante: "che, esta noche puedo ir a la cancha, nos vemos ahí?". Uno del fino: "nos comemo un asado en Bedoya esta noche?". No sólo que no podía hacer nada de todo esto sino que tampoco podía contestar ya que mi celular entró en una parálisis facial en la que los botones de la izquierda dejaron de andar: el 1, el 4 y el asterisco. Entonces no podía usar para mensajes de textos las letras h, i, j, ni tampoco los signos de puntuación. Un desastre por todos lados el viernes.
No hubo asados, no hubo tribuna, no hubo cerveza, no hubo "gracias Belgrano querido, gracias por las emociones (...)", no hubo victoria celeste, no hubo gritos, ni bailes. Hubo, sí, abrazos de consuelo que me ayudaron a cerrar un día difícil. Hubo, cuando la noche era bien noche, lindas sonrisas.
Sábado 31/10. 12.30hs.
El médico Andrés Acosta, luego de sacar la venda y examinar la herida ya cosida, asintió con conformidad y dijo "esto está excelente. Nada de deportes por 30 días y venite dentro de 15 días así sacamos los puntos ¿eh? Ahora esperá acá un ratito que ya viene la enfermera así te ponen la vacuna".
- Bajesé los pantalones por favor –me dijo la experimentada enfermera.
¡Pum! Una en cada cachete del culo. La antitetánica, por si acaso, me dejó dos marquitas en el trasero. Al salir, sobándome con ambas manos, le dije a la enfermera: "gracias por la gentileza, eh". Las enfermeras, que eran dos, se miraron y me dijeron "no seas tan mamita que no duele nada". Se me cagaron de risa. Yo también.

Domingo 01/11.
Ya puedo caminar. Me estoy preparando para llegar en óptimas condiciones al próximo partido. Belgrano me necesita y yo necesito de él.
p.d: Belgrano 1 - 3 CAI.
Transmisión radial. La previa de Belgrano-CAI, por la 12ª fecha de la B Nacional.
- Comentarista: En Belgrano se confirmó la ausencia de Ramia por una seria lesión sufrida ayer, Jueves, al bajarse de un colectivo.
- Relator: Bueno, aprovechamos desde aquí para mandar nuestro afectuoso saludo a Ramia, como así también a la familia. Seguramente Belgrano notará la ausencia de este baluarte para el partido de hoy. Volvemos a estudios centrales.
Viernes 30/10. 11.30hs.
Comunicación telefónica:
- ¡Vos sos un pelotudo! ¡Cómo te vas a tomar un colectivo! ¡Cómo vas a exponerte a semejante riesgo en la víspera de un partido tan importante! Hay que hablar con Pérez (Pérez: gerenciador de Belgrano) para que nos ponga unos taxis a disposición.
- Tenés razón, Fede, tenés razón.
Jueves 29/10. 16.45hs.
Mi vieja me contó que antes de salir de casa para el hospital el numerito ubicado en la esquina inferior derecha del televisor decía algo como 43.5°. Un calorón cordobés de aquellos. A eso de las cuatro y media de la tarde, con enorme coraje, me calcé la mochila y salí para la facultad a entregar un trabajo para la única materia que curso en este cuatrimestre. Miré el reloj. Calculé mi velocidad de caminata, la transpiración por minuto, las ganas y la potencia del sol. Decidí tomarme un colectivo. No vivo muy lejos de la ciudad universitaria (unas 15 o 20 cuadras, no más) pero el calor estaba matando y como tenía un cospel disponible…
Después de unos minutos de espera lo vi llegar, bien desde el fondo de la Belardinelli, al bólido Azul de la empresa de Transporte Ciudad de Córdoba. Era el A6 (el ex 56). Subo, pago mi carísimo boleto y me quedo parado. Total me bajaba en unos minutos. La sensación térmica en el colectivo rondaba los 63°. Mucha cara de orto, mucho aire hirviendo.
Cuando voy llegando a mi corto destino final me agarro del caño y toco el timbre. El bondi frena de golpe, como siempre, y me dispongo a bajar. Un guaso, que estaba al lado de la puerta, me mira y con un gesto de brazo me hace entender que baje primero. Así que ahí voy, a "mi corto destino final". Cuando muevo mi pie derecho para apoyarlo en el primero de los altísimo escalones de descenso, siento que me raspo un poco a la altura del tendón de Aquiles con el filo del escalón. No le doy bola y termino de bajar. Hago dos pasos, el colectivo arranca y se va. Hago otros dos pasos y me miro la pierna. Sangre. Sigo caminando. Más sangre. Pienso "pucha, parece que fue más que un raspón". Encaro para el edificio de la "Escuelita" para ir derecho al baño a limpiarme. Cada paso que doy es un chorro de sangre más que se me va metiendo adentro de la zapatilla. Definitivamente es algo más que un raspón.
Entro al edificio y lo veo a uno del centro de estudiantes (nota: ese día eran las votaciones para centro, consejo consultivo y consejo superior).
- Che, maestro, ¿no tienen un botiquín en el centro?
- ¿Para qué? –pregunta el pelado, más atento a la charla con la minita que a mi requerimiento.
No le dije nada y le mostré el tobillo rojo.
¡Uh, loco, eso es para llamar a Ecco! ¡Vení, vení!
Mientras caminábamos de una punta a la otra de la Escuela el guaso no paraba de decir que "ni siquiera en la escuela hay botiquín / esto es un desastre / nosotros de pedo tenemos unas gasas y agua oxigenada / ahora mismo llamo a la ambulancia / por favor no dejes de votarnos".
Como Córdoba es chica y la ciudad universitaria más chica y la Escuela de Ciencias de la Información una familia loca, me lo crucé a Juan Cruz, uno de mis concubinos.
"Juan, dame una mano que creo que me corté".
Así que ahí fuimos, con la sangre derramada sobre las consignas electorales. Juan hizo los mejores primeros auxilios: primero me limpié la pata en un pico, después me tiraron toda el agua oxigenada posible, luego el "pervinox", unas vueltitas de gasa y a esperar la ambulancia.
"Sí, viejo, esto es para puntos sí o sí", sentenció el paramédico.
Después que los guasos de Ecco hicieran exactamente lo mismo que Juan Cruz (agua oxigenada, pervinox y gasas) tuve que esperar como media hora hasta que alguien les dijera, Nextel mediante, adónde iban a aceptar mi tendón sangrante con mi obra social.
- Como vos quieras pibe: te vas por tus propios medios o si querés te llevamos nosotros en la ambulancia. Pero mirá que si hoy hace 40 grados, atrás hace como 50.
Era verdad, adentro de la ambulancia estaba imposible.
Llegamos con el Juan al hospital y me depositaron directamente en una camilla.
El médico Andrés Acosta: sí, va a haber que hacer puntos internos y externos. Tenés el músculo y el tendón expuestos. Esperame un cachito acá que voy a buscar la anestesia y el resto de las cosas.
Después se iría el Juan y llegaría mi vieja. Después pasaría un médico y otro y otro y yo escucharía cosas como "Mariana, vení, vení; mirá: ¿ves? Tendón expuesto. ¿Ves? Mirá." Esas frialdades médicas que hacen que uno se sienta un objeto de estudio. Después me pincharían, me coserían, me reiría, me dolería, me levantaría y me iría a mi casa. Rengueando, obvio.
Viernes 30/10.
Comunicación telefónica:
- Sebastián ¿te duele la pierna? ¿necesitás algo? ¿podés caminar bien? Si no te sentís bien no vayas a trabajar.
- No mami, no me duele casi nada; me molesta un poco pero nada más.
Mentira, me dolía como la concha de la lora. No podía caminar. Me costaba desplazarme, moverme para cualquier cosa. En mi casa no había nadie y todo me lo tuve que alcanzar yo solo y con tremendo dolor. Para bañarme tuve que cortar tres bolsas de supermercado y encintármelas alrededor de la venda. Así y todo fui a trabajar. Terrible idea: no podía estar parado. Decí que trabajo con "compañeros de trabajo" que te bancan todas. Estuve un rato largo sentado, cobrando, atendiendo poco, explicando a los que me preguntaban por mi renguera. Ayudó que se haya cortado la luz muchas veces. Cuando el calor y el dolor eran suficientes, cobré el día y me fui.
Durante toda la tarde no pararon de llegar mensajes de textos del tipo: "esta noche nos vemos en la cancha puto!", de mi tribunero amigo Martín Cardo. Otro del pelado Dubicki, que hace como un año que no pisa en el Gigante: "che, esta noche puedo ir a la cancha, nos vemos ahí?". Uno del fino: "nos comemo un asado en Bedoya esta noche?". No sólo que no podía hacer nada de todo esto sino que tampoco podía contestar ya que mi celular entró en una parálisis facial en la que los botones de la izquierda dejaron de andar: el 1, el 4 y el asterisco. Entonces no podía usar para mensajes de textos las letras h, i, j, ni tampoco los signos de puntuación. Un desastre por todos lados el viernes.
No hubo asados, no hubo tribuna, no hubo cerveza, no hubo "gracias Belgrano querido, gracias por las emociones (...)", no hubo victoria celeste, no hubo gritos, ni bailes. Hubo, sí, abrazos de consuelo que me ayudaron a cerrar un día difícil. Hubo, cuando la noche era bien noche, lindas sonrisas.
Sábado 31/10. 12.30hs.
El médico Andrés Acosta, luego de sacar la venda y examinar la herida ya cosida, asintió con conformidad y dijo "esto está excelente. Nada de deportes por 30 días y venite dentro de 15 días así sacamos los puntos ¿eh? Ahora esperá acá un ratito que ya viene la enfermera así te ponen la vacuna".
- Bajesé los pantalones por favor –me dijo la experimentada enfermera.
¡Pum! Una en cada cachete del culo. La antitetánica, por si acaso, me dejó dos marquitas en el trasero. Al salir, sobándome con ambas manos, le dije a la enfermera: "gracias por la gentileza, eh". Las enfermeras, que eran dos, se miraron y me dijeron "no seas tan mamita que no duele nada". Se me cagaron de risa. Yo también.
Domingo 01/11.
Ya puedo caminar. Me estoy preparando para llegar en óptimas condiciones al próximo partido. Belgrano me necesita y yo necesito de él.
p.d: Belgrano 1 - 3 CAI.
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miércoles, octubre 28, 2009
Carlos Gardel
Extranjero del silencio
en el mundo arrasado; vertiente de la extrema melancolía
y del coraje y de la velocidad y del miedo.
Dueño de la ciudad, de su memoria blanda
y de la madrugada hambrienta y sin sentimientos
y de la suprema cordura de los vagos.
Cómplices de los encuentros,
de la grappa que nos hizo hablar,
loco de la noche, despreocupado amigo del alba, señor
de los tristes.

De Fransisco Urondo.
en el mundo arrasado; vertiente de la extrema melancolía
y del coraje y de la velocidad y del miedo.
Dueño de la ciudad, de su memoria blanda
y de la madrugada hambrienta y sin sentimientos
y de la suprema cordura de los vagos.
Cómplices de los encuentros,
de la grappa que nos hizo hablar,
loco de la noche, despreocupado amigo del alba, señor
de los tristes.

De Fransisco Urondo.
domingo, octubre 18, 2009
Viejos amores
(Pedazo de un capítulo de un cuento que no se termina...)
Claudio no paraba de escribir en la libretita. Era casi la una de la mañana. El televisor sin volumen, en el canal 12, pasando una película de bajísimo presupuesto. El velador prendido. La ventana abierta. El gordo que escribía y escribía y de tanto en tanto sacaba la calculadora del cajón de la mesita de luz y hacía números. Sumaba, restaba, sumaba, multiplicaba, dividía, sumaba, multiplicaba y de tanto en tanto le daba al igual. Y ahí saltaba el resultado, el número de varias cifras, el responsable de la sonrisa del Gordo. Cada vez que terminaba una cuenta se empezaba a cagar de risa. Y murmuraba y hablaba solo y también le hablaba a la Silvia, que intentaba dormir desde hacía unas horas.
- Apagá la luz, Gordo, dale, dejame dormir –rogaba la Silvia.
- Sí, sí, Gordita, sí, sí. Jajaja –trataba de reírse en voz baja.
- Por favor, Claudio, no doy más.
- Nos vamos a llenar de guita, Silvia, nos vamos….
Otra cuenta.
Otro número esperanzador.
El Gordo miró al techo. Pensó en el viejo Alberto.
Estuvo unos minutos en feliz silencio. Escuchando su alegría, el ventilador de techo, la respiración de Silvia.
Luego dejó el lápiz y la libreta en la mesa de luz, abrió el cajón, sacó los forros y se acomodó.
- Negra… ¿estás despierta?
Claudio no paraba de escribir en la libretita. Era casi la una de la mañana. El televisor sin volumen, en el canal 12, pasando una película de bajísimo presupuesto. El velador prendido. La ventana abierta. El gordo que escribía y escribía y de tanto en tanto sacaba la calculadora del cajón de la mesita de luz y hacía números. Sumaba, restaba, sumaba, multiplicaba, dividía, sumaba, multiplicaba y de tanto en tanto le daba al igual. Y ahí saltaba el resultado, el número de varias cifras, el responsable de la sonrisa del Gordo. Cada vez que terminaba una cuenta se empezaba a cagar de risa. Y murmuraba y hablaba solo y también le hablaba a la Silvia, que intentaba dormir desde hacía unas horas.
- Apagá la luz, Gordo, dale, dejame dormir –rogaba la Silvia.
- Sí, sí, Gordita, sí, sí. Jajaja –trataba de reírse en voz baja.
- Por favor, Claudio, no doy más.
- Nos vamos a llenar de guita, Silvia, nos vamos….
Otra cuenta.
Otro número esperanzador.
El Gordo miró al techo. Pensó en el viejo Alberto.
Estuvo unos minutos en feliz silencio. Escuchando su alegría, el ventilador de techo, la respiración de Silvia.
Luego dejó el lápiz y la libreta en la mesa de luz, abrió el cajón, sacó los forros y se acomodó.
- Negra… ¿estás despierta?
martes, octubre 06, 2009
Situación
- Documentos, por favor –ordenaba el cana mientras lo pateaba.
- Docu… ¿qué? –respondió el borracho.
- Documentos. Su identificación.
- ¡Me llamo José! –exclamó con alegría.
- No me importa cómo se llama. Quiero ver sus papeles.
- ¿Papeles? Tengo un montón de papeles. Trato de escribir algo todos los días– respondió el borracho entre eructos sin ruido.
- ¿Me está cargando? –amenazó el represor.
- No podría señor policía, usted es mucho más grandote y más joven que yo.
- Deme su identificación antes que empiece a perder la paciencia.
- Ya le dije que me llamo José. Y si quiere leer lo que escribo con gusto se lo muestro. Déjeme nomás que busque acá entre todas estas cosas…
- ¡Borracho de mierda! ¡O me mostrás tus documentos o te llevo! –gritó el cana mientras se llevaba la mano derecha a la cintura.
- ¡Gracias oficial! La verdad que estoy llegando tardísimo a una cita –respondió sonriente el borracho mientras trataba de pararse agarrándose de un árbol.
El palo del policía que impactó en la cara del borracho lo devolvió a su posición habitual.
- Docu… ¿qué? –respondió el borracho.
- Documentos. Su identificación.
- ¡Me llamo José! –exclamó con alegría.
- No me importa cómo se llama. Quiero ver sus papeles.
- ¿Papeles? Tengo un montón de papeles. Trato de escribir algo todos los días– respondió el borracho entre eructos sin ruido.
- ¿Me está cargando? –amenazó el represor.
- No podría señor policía, usted es mucho más grandote y más joven que yo.
- Deme su identificación antes que empiece a perder la paciencia.
- Ya le dije que me llamo José. Y si quiere leer lo que escribo con gusto se lo muestro. Déjeme nomás que busque acá entre todas estas cosas…
- ¡Borracho de mierda! ¡O me mostrás tus documentos o te llevo! –gritó el cana mientras se llevaba la mano derecha a la cintura.
- ¡Gracias oficial! La verdad que estoy llegando tardísimo a una cita –respondió sonriente el borracho mientras trataba de pararse agarrándose de un árbol.
El palo del policía que impactó en la cara del borracho lo devolvió a su posición habitual.
domingo, septiembre 27, 2009
Jugadas
Este texto representa una doble felicidad. Primero porque logré "editarlo". Así es. Ya hay varias decenas de papelitos, de fotocopias, de letras impresas, deambulando entre conocidos y desconocidos. Si lo pongo acá es pa compartirlo con los poquitos y poquitas que entran al blog y que no me conocen ni la cara ni el nombre. La segunda felicidad es por el texto mismo, por el tema, la forma, la producción y por la felicidad misma. Así, se completa el círculo.
Abrazos.
Hace calor. Todavía no es verano pero los disparates climáticos permiten que la temperatura se acerque a los 30 grados. Yo escribo en la computadora, intento terminar algo, cerrar una idea. No hay caso. Ese párrafo maldito no quiere terminar feliz y comer perdices. Le digo al monitor que es un hijo de puta. También lo señalo con el índice. Lo amenazo, le pego un tincazo fuerte y me duele un poco la uña. Me siento un poco estúpido, pero no le muestro mi dolor a ese cuadrado brillante. Saco las manos del teclado y puteo de vuelta. De repente me percato de la presencia de mi hijo. Lo miro. Me mira. Siento que lo está haciendo hace un rato largo y empiezo a sentir vergüenza por la mirada de ese niño de seis años que carga mi apellido, mis felicidades, mis dolores y mi patria. ¿Qué pasa pá?, me pregunta. Le respondo que nada. Él me sigue mirando. Tiene seis años y me devora con su mirada. Miro de vuelta al monitor, a las palabras que están escritas, al párrafo hijo de puta que no puedo terminar. Giro mi cabeza hacia mi hijo con la esperanza de que no me siga mirando. Pero no, ahí está, con los juguetes en la mano, sentado en el piso, con sus ojos, los ojos de su madre, esperando una respuesta honesta de su padre. Le digo algo como que a papá le está costando terminar el trabajo. Me pregunta si estoy enojado. Le digo que no. De vuelta esa mirada. Le digo que sí, que estoy un poco enojado, pero no con él, que no se preocupe. No me preocupo, dice, y vuelve a jugar con el autito Duravit que el negro Baltazar le regaló para el 6 de enero.
Lo contemplo mientras juega. Suspiro por no tener que responder más a esos ojos, a esa mirada penetrante. A veces siento que voy a estar totalmente perdido cuando crezca, que a los seis años me gana por todos lados, que me desborda como el mejor Housemann, que echa el centro y me caga a goles. Por ahora no se da cuenta pero su futuro me aterra, me llena la canasta. En este panorama soy un defensor en blanco y negro de los años cuarenta, lento, matungo, rústico, que todavía conserva algo de calidad pero la pierde a cuentagotas. Soy un caudillo al que se le pasan los años y se resiste a aceptarlo. Salgo a la cancha y los pibes me amagan para un lado y me salen para el otro. Y yo corro, patético, con el orgullo herido, tratando de alcanzarlos, camiseteándolos, esperando que el referee me la perdone, por viejo, por piedad.
Vuelvo a mirar la pantalla. No hay caso, el párrafo no se completó solo. No consigo encontrar un punto, un aparte, un seguido. Me levanto y busco algo para tomar. Abro la heladera y saco una botella de coca cola. Busco un vaso grande y pongo tres hielos. Vuelvo al living y saco del mueble la botella de fernet. Mi hijo sigue jugando, estrellando autos con camiones. Calculo la medida y levanto la botella mientras sirvo el fernet para hacerme el barman. Echo la coca con lentitud para que no levante espuma. Después el toque final, el chorrito de líquido negro que baja el colchón beige. Siento que ese es uno de los placeres más grandes de la vida y que me reconfortan las felicidades minúsculas.
Tomo un trago. Suspiro, casi por costumbre. Pienso que en este preciso momento la mitad de los cordobeses deben estar haciendo lo mismo y que la otra mitad debe estar camino al quiosco. Apoyado en el marco de la puerta, miro a mi hijo con ternura. Se rasca la cabeza y con su dedo se hace un rulito en el pelo. Yo hacía lo mismo. ¿Cómo funciona la herencia? ¿Por qué mi hijo repite las conductas que nunca me vio hacer? ¿En qué cosas me pareceré a mi viejo? ¿Me habrá visto él, desde la entrada del living de mi infancia, jugar, hacerme un rulito con el pelo? Automáticamente pienso en mi niñez, en mis juguetes, en los amigos, en los mejores amigos y en las niñas, hoy mujeres, quizás madres o esposas, que amé en silencio. Una noche elaboré una lista, una extensa lista, de todas las mujeres que me habían gustado y que, por supuesto, nunca lo supieron; por lo menos no de boca mía.
En esa noche calurosa sólo se escucha el rechinar del ventilador de techo. Me doy cuenta que mi hijo ya no juega y que me mira nuevamente. ¿Qué tomás?, me pregunta. Me pongo nervioso, le respondo que tomo coca cola. Pide que le convide. Le respondo que no, que en realidad no estoy tomando gaseosa sino alcohol y que el alcohol no es para los chicos. También le pido que no le diga a su madre, que lo mantengamos en secreto. Levanta los hombros y vuelve a los autitos. Yo aprovecho para sentarme nuevamente al frente de ese párrafo. La última vez que lo dejé era un hijo de puta, ahora ya no sé.
Me muerdo la uña y vuelvo a pensar en mi viejo. Se me viene al presente la primera vez que fuimos a la cancha. El viaje en colectivo hasta el estadio, los olores, los colores, los gritos. Aquella noche me compró un gorro, un choripán y una gaseosa. Le ganamos tres a cero a Boca y conté e inventé durante una semana miles de anécdotas en el colegio. En los años felices inventar historias era lo más fácil del mundo. Ahora me siento un viejo lento, al frente de un párrafo que se me caga de risa y un niño de seis años me pasa la pelota entre las piernas, tira el centro y me clava un gol.
Detrás de mí llegan los susurros de mi hijo, las historias que se imagina con un autito y un camión. ¿Y? ¿Quién va ganando?, le pregunto. Me mira, deja de mover los coches y me contesta que nadie va ganando, que no está jugando carreritas. Esta vez me desbordó con una bicicleta y al centro lo tiró de rabona. ¿A qué jugás entonces?, me le planto con los ojos fijos en la pelota. Estoy jugando a la ciudad, me responde. Pero eso no es ningún juego: caigo bajísimo, siento que le estoy pegando una patada de atrás al pibe que me pasó con una gambeta fácil. No me contesta y sigue con lo suyo. A esta altura estoy perdiendo por goleada. Me refugio en el monitor. ¿Habré sido un goleador implacable como lo es mi hijo? Me pregunto cuántas veces le desbordé a mi viejo, cuántas veces le falté el respeto, le gambeteé en la cara, cuántas veces lo dejé parado, con la mano levantada pidiendo un inexistente offside.
Se escucha un ruido de bisagras. Escondo el fernet detrás del parlante. Lo miro a mi hijo, me mira. ¿Qué hacen?, pregunta la mujer que nos ama. Yo titubeo y señalo la pantalla. Empiezo a sentirme acorralado. Ella me mira y yo siento que voy a empezar a transpirar de puro boludo. De repente se escucha: Papá trabaja y yo juego a las carreritas. Miro a mi hijo. Las tribunas se vienen abajo. Hacía años que no veía una jugada así.
Abrazos.
Hace calor. Todavía no es verano pero los disparates climáticos permiten que la temperatura se acerque a los 30 grados. Yo escribo en la computadora, intento terminar algo, cerrar una idea. No hay caso. Ese párrafo maldito no quiere terminar feliz y comer perdices. Le digo al monitor que es un hijo de puta. También lo señalo con el índice. Lo amenazo, le pego un tincazo fuerte y me duele un poco la uña. Me siento un poco estúpido, pero no le muestro mi dolor a ese cuadrado brillante. Saco las manos del teclado y puteo de vuelta. De repente me percato de la presencia de mi hijo. Lo miro. Me mira. Siento que lo está haciendo hace un rato largo y empiezo a sentir vergüenza por la mirada de ese niño de seis años que carga mi apellido, mis felicidades, mis dolores y mi patria. ¿Qué pasa pá?, me pregunta. Le respondo que nada. Él me sigue mirando. Tiene seis años y me devora con su mirada. Miro de vuelta al monitor, a las palabras que están escritas, al párrafo hijo de puta que no puedo terminar. Giro mi cabeza hacia mi hijo con la esperanza de que no me siga mirando. Pero no, ahí está, con los juguetes en la mano, sentado en el piso, con sus ojos, los ojos de su madre, esperando una respuesta honesta de su padre. Le digo algo como que a papá le está costando terminar el trabajo. Me pregunta si estoy enojado. Le digo que no. De vuelta esa mirada. Le digo que sí, que estoy un poco enojado, pero no con él, que no se preocupe. No me preocupo, dice, y vuelve a jugar con el autito Duravit que el negro Baltazar le regaló para el 6 de enero.
Lo contemplo mientras juega. Suspiro por no tener que responder más a esos ojos, a esa mirada penetrante. A veces siento que voy a estar totalmente perdido cuando crezca, que a los seis años me gana por todos lados, que me desborda como el mejor Housemann, que echa el centro y me caga a goles. Por ahora no se da cuenta pero su futuro me aterra, me llena la canasta. En este panorama soy un defensor en blanco y negro de los años cuarenta, lento, matungo, rústico, que todavía conserva algo de calidad pero la pierde a cuentagotas. Soy un caudillo al que se le pasan los años y se resiste a aceptarlo. Salgo a la cancha y los pibes me amagan para un lado y me salen para el otro. Y yo corro, patético, con el orgullo herido, tratando de alcanzarlos, camiseteándolos, esperando que el referee me la perdone, por viejo, por piedad.
Vuelvo a mirar la pantalla. No hay caso, el párrafo no se completó solo. No consigo encontrar un punto, un aparte, un seguido. Me levanto y busco algo para tomar. Abro la heladera y saco una botella de coca cola. Busco un vaso grande y pongo tres hielos. Vuelvo al living y saco del mueble la botella de fernet. Mi hijo sigue jugando, estrellando autos con camiones. Calculo la medida y levanto la botella mientras sirvo el fernet para hacerme el barman. Echo la coca con lentitud para que no levante espuma. Después el toque final, el chorrito de líquido negro que baja el colchón beige. Siento que ese es uno de los placeres más grandes de la vida y que me reconfortan las felicidades minúsculas.
Tomo un trago. Suspiro, casi por costumbre. Pienso que en este preciso momento la mitad de los cordobeses deben estar haciendo lo mismo y que la otra mitad debe estar camino al quiosco. Apoyado en el marco de la puerta, miro a mi hijo con ternura. Se rasca la cabeza y con su dedo se hace un rulito en el pelo. Yo hacía lo mismo. ¿Cómo funciona la herencia? ¿Por qué mi hijo repite las conductas que nunca me vio hacer? ¿En qué cosas me pareceré a mi viejo? ¿Me habrá visto él, desde la entrada del living de mi infancia, jugar, hacerme un rulito con el pelo? Automáticamente pienso en mi niñez, en mis juguetes, en los amigos, en los mejores amigos y en las niñas, hoy mujeres, quizás madres o esposas, que amé en silencio. Una noche elaboré una lista, una extensa lista, de todas las mujeres que me habían gustado y que, por supuesto, nunca lo supieron; por lo menos no de boca mía.
En esa noche calurosa sólo se escucha el rechinar del ventilador de techo. Me doy cuenta que mi hijo ya no juega y que me mira nuevamente. ¿Qué tomás?, me pregunta. Me pongo nervioso, le respondo que tomo coca cola. Pide que le convide. Le respondo que no, que en realidad no estoy tomando gaseosa sino alcohol y que el alcohol no es para los chicos. También le pido que no le diga a su madre, que lo mantengamos en secreto. Levanta los hombros y vuelve a los autitos. Yo aprovecho para sentarme nuevamente al frente de ese párrafo. La última vez que lo dejé era un hijo de puta, ahora ya no sé.
Me muerdo la uña y vuelvo a pensar en mi viejo. Se me viene al presente la primera vez que fuimos a la cancha. El viaje en colectivo hasta el estadio, los olores, los colores, los gritos. Aquella noche me compró un gorro, un choripán y una gaseosa. Le ganamos tres a cero a Boca y conté e inventé durante una semana miles de anécdotas en el colegio. En los años felices inventar historias era lo más fácil del mundo. Ahora me siento un viejo lento, al frente de un párrafo que se me caga de risa y un niño de seis años me pasa la pelota entre las piernas, tira el centro y me clava un gol.
Detrás de mí llegan los susurros de mi hijo, las historias que se imagina con un autito y un camión. ¿Y? ¿Quién va ganando?, le pregunto. Me mira, deja de mover los coches y me contesta que nadie va ganando, que no está jugando carreritas. Esta vez me desbordó con una bicicleta y al centro lo tiró de rabona. ¿A qué jugás entonces?, me le planto con los ojos fijos en la pelota. Estoy jugando a la ciudad, me responde. Pero eso no es ningún juego: caigo bajísimo, siento que le estoy pegando una patada de atrás al pibe que me pasó con una gambeta fácil. No me contesta y sigue con lo suyo. A esta altura estoy perdiendo por goleada. Me refugio en el monitor. ¿Habré sido un goleador implacable como lo es mi hijo? Me pregunto cuántas veces le desbordé a mi viejo, cuántas veces le falté el respeto, le gambeteé en la cara, cuántas veces lo dejé parado, con la mano levantada pidiendo un inexistente offside.
Se escucha un ruido de bisagras. Escondo el fernet detrás del parlante. Lo miro a mi hijo, me mira. ¿Qué hacen?, pregunta la mujer que nos ama. Yo titubeo y señalo la pantalla. Empiezo a sentirme acorralado. Ella me mira y yo siento que voy a empezar a transpirar de puro boludo. De repente se escucha: Papá trabaja y yo juego a las carreritas. Miro a mi hijo. Las tribunas se vienen abajo. Hacía años que no veía una jugada así.
viernes, septiembre 25, 2009
sábado, septiembre 19, 2009
Belgrano provoca ira
Belgrano provoca ira.
Hay algo difícil de explicar con palabras y por ende, muchas veces, se manifiesta en gestos. No es una casualidad que seamos siempre los más violentos en Córdoba. “No se aguantan perder”, dicen. Más vale que no nos aguantamos perder y espero que eso nunca suceda.
Belgrano provoca ira.
Todavía no terminó el partido. Ya apagué la radio. Nunca lo hago. Hoy sí. Perder 3 a 0 contra un equipo de mierda como Sportivo Italiano me provoca violencia. Si tan sólo fuese por este único partido. No. Esto viene hace cinco años. Prender la radio, apoyar la oreja al parlante y esperar… los goles del local, los comentarios de mierda de los relatores, ese gritito que llega, que se escucha de fondo, ese grito de gol de los cien pelotudos que van a ver a esos equipos de mierda, esas populares semivacías con cien pelotudos que se nos cagan de risa, cien pelotudos hinchas de equipos de mierda. La re mil puta madre que los parió.
Belgrano provoca ira.
Cada día me molesta más escuchar los partidos de mi equipo por la radio. Cada día odio más. Cada día, cada fecha, descreo de las palabras que me llegan, aunque estas se acerquen a la realidad. No importa. No les creo. Yo quiero ser el testigo de mis enojos. Ya no quiero la traducción periodística de los sucesivos fracasos de Belgrano. La re mil puta madre que los parió.
Belgrano provoca ira.
Mejor no sigo.
Prendo la radio.
De vuelta.
Al parecer en el momento justo.
Terminó el partido. Confirmo el patético tres a cero.
Mejor no sigo.
Belgrano provoca ira.
Hay algo difícil de explicar con palabras y por ende, muchas veces, se manifiesta en gestos. No es una casualidad que seamos siempre los más violentos en Córdoba. “No se aguantan perder”, dicen. Más vale que no nos aguantamos perder y espero que eso nunca suceda.
Belgrano provoca ira.
Todavía no terminó el partido. Ya apagué la radio. Nunca lo hago. Hoy sí. Perder 3 a 0 contra un equipo de mierda como Sportivo Italiano me provoca violencia. Si tan sólo fuese por este único partido. No. Esto viene hace cinco años. Prender la radio, apoyar la oreja al parlante y esperar… los goles del local, los comentarios de mierda de los relatores, ese gritito que llega, que se escucha de fondo, ese grito de gol de los cien pelotudos que van a ver a esos equipos de mierda, esas populares semivacías con cien pelotudos que se nos cagan de risa, cien pelotudos hinchas de equipos de mierda. La re mil puta madre que los parió.
Belgrano provoca ira.
Cada día me molesta más escuchar los partidos de mi equipo por la radio. Cada día odio más. Cada día, cada fecha, descreo de las palabras que me llegan, aunque estas se acerquen a la realidad. No importa. No les creo. Yo quiero ser el testigo de mis enojos. Ya no quiero la traducción periodística de los sucesivos fracasos de Belgrano. La re mil puta madre que los parió.
Belgrano provoca ira.
Mejor no sigo.
Prendo la radio.
De vuelta.
Al parecer en el momento justo.
Terminó el partido. Confirmo el patético tres a cero.
Mejor no sigo.
Belgrano provoca ira.
lunes, septiembre 14, 2009
Mujeres que me conmueven I
A la chica del Bar de Mario
Hace un montón de años que estás acá.
Sí.
Ella es una parte de Córdoba. Como cualquiera, como todos, pero más, un poco más.
Ella sonríe y levanta los hombros.
Le digo eso, vos ya sos una parte de Córdoba.
Ella sonríe y levanta los hombros.
Junta los labios, baja las comisuras y sube los hombros. Como cuando uno quiere dar a entender un no sé. O un qué se yo.
Yo le hablo mucho, como si la conociera.
Le digo eso, yo vengo acá y siento que sabés quién soy, que nos conocemos.
Ella asiente y me dice que se acuerda de mi cara.
Me reconforta su respuesta. De las cuatrocientas quince mil doscientas ocho caras que pasaron por sus ojos, ella dice retuvo mínimamente la mía. En esa perspectiva me sentí algo.
Empiezo a preguntarle cualquier cosa. Me fascina su lugar en el mundo. A cada respuesta suya surge una pregunta mía. Sus respuestas son interesantísimas: sus palabras son sus hombros levantados.
No sé.
Qué se yo.
Bueno.
Y sí.
Le cuento una anécdota. Una vez vine y me hice el pistola, te señalé el cartel (“esto es un bar. Acá no se pide música”) y te dije si te podía pedir un tema, con una amplia sonrisa, y vos me despachaste antes del primer chiste. Me sacaste cagando.
Ella parece avergonzarse un poco, casi nada y me dice que la próxima vez, cuando haya poca gente, puedo pedirle algún tema.
Me interesa muchísimo saber qué carajo hace una persona que tiene los horarios cambiados, que vive cuando el resto duerme, que duerme cuando el resto…
Le pregunto eso, qué hacés todo el día, estudiás.
Los hombros levantados. Me dice que no hace nada.
¿Nada?
Nada.
Sonríe.
Me resisto a creer su nada absoluta.
¿Leés?
No.
¿Escuchás música?
No, escucho todas las noches música. Cuando llego a mi casa quiero silencio.
¿Qué hace entonces?
¿Qué hacés entonces?
Duermo.
No acepté su respuesta y contraataqué con todo. Te gustaría viajar, ¿verdad?
Sí.
Y ahí estaba. El recorte de imaginación que la conmovía. A eso no le levantaba los hombros. A eso le sonreía, sí, pero no creo que lo anduviera mostrando mucho.
Miro para atrás y me doy cuenta que se está calentando la cerveza que me mandaron a comprar hace diez minutos.
La dejo de molestar.
Le digo eso, te dejo de molestar.
Todo bien.
Sonríe.
Me voy.
Me vuelvo.
Algún día voy a escribir algo sobre vos.
Levanta los hombros, sonríe.
Sé que no me cree.
Hace un montón de años que estás acá.
Sí.
Ella es una parte de Córdoba. Como cualquiera, como todos, pero más, un poco más.
Ella sonríe y levanta los hombros.
Le digo eso, vos ya sos una parte de Córdoba.
Ella sonríe y levanta los hombros.
Junta los labios, baja las comisuras y sube los hombros. Como cuando uno quiere dar a entender un no sé. O un qué se yo.
Yo le hablo mucho, como si la conociera.
Le digo eso, yo vengo acá y siento que sabés quién soy, que nos conocemos.
Ella asiente y me dice que se acuerda de mi cara.
Me reconforta su respuesta. De las cuatrocientas quince mil doscientas ocho caras que pasaron por sus ojos, ella dice retuvo mínimamente la mía. En esa perspectiva me sentí algo.
Empiezo a preguntarle cualquier cosa. Me fascina su lugar en el mundo. A cada respuesta suya surge una pregunta mía. Sus respuestas son interesantísimas: sus palabras son sus hombros levantados.
No sé.
Qué se yo.
Bueno.
Y sí.
Le cuento una anécdota. Una vez vine y me hice el pistola, te señalé el cartel (“esto es un bar. Acá no se pide música”) y te dije si te podía pedir un tema, con una amplia sonrisa, y vos me despachaste antes del primer chiste. Me sacaste cagando.
Ella parece avergonzarse un poco, casi nada y me dice que la próxima vez, cuando haya poca gente, puedo pedirle algún tema.
Me interesa muchísimo saber qué carajo hace una persona que tiene los horarios cambiados, que vive cuando el resto duerme, que duerme cuando el resto…
Le pregunto eso, qué hacés todo el día, estudiás.
Los hombros levantados. Me dice que no hace nada.
¿Nada?
Nada.
Sonríe.
Me resisto a creer su nada absoluta.
¿Leés?
No.
¿Escuchás música?
No, escucho todas las noches música. Cuando llego a mi casa quiero silencio.
¿Qué hace entonces?
¿Qué hacés entonces?
Duermo.
No acepté su respuesta y contraataqué con todo. Te gustaría viajar, ¿verdad?
Sí.
Y ahí estaba. El recorte de imaginación que la conmovía. A eso no le levantaba los hombros. A eso le sonreía, sí, pero no creo que lo anduviera mostrando mucho.
Miro para atrás y me doy cuenta que se está calentando la cerveza que me mandaron a comprar hace diez minutos.
La dejo de molestar.
Le digo eso, te dejo de molestar.
Todo bien.
Sonríe.
Me voy.
Me vuelvo.
Algún día voy a escribir algo sobre vos.
Levanta los hombros, sonríe.
Sé que no me cree.
sábado, septiembre 05, 2009
La (i)lógica de las cosas (o lo (i)lógico de las cosas)
Pasan cosas raras. Al principio uno las ignora, las deja con las sensaciones sin importancia. Después, cuando las repeticiones y secuencias se confirman llegan los miedos. Y empezamos con el otro lado de las explicaciones: "han de ser fantasmas, entonces".
Un día se me rompió la persiana. La pieza en penumbras, en oscuridad constante, en noche de día, todos los días.
Así.
Y así.
Durante casi dos meses.
Después (espontaneidades de la vida) arreglo la presiana.
De vuelta los colores, el aire circulando, la luz ¡por Dios la luz!
Creo que lo puedo decir: felicidad.
Al día siguiente
se quema la lamparita.
Todas las noches apretando en falso la llave que no da luz
el interruptor flaso
todo falso.
Así.
Y así.
Durante más de un mes.
Ayer se me rompió la persiana.
Hoy cambié las lamparitas.
Sí...
son fantasmas.
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