Residentes y visitantes se prestan las experiencias. En un dar y tomar se intercambian sus respectivos pasados en las veredas del barrio. Apoyan las espaldas en las verjas, reposeras, sillones o en el respaldar del aire y hablan. Intercambian sus lugares comunes acerca de las mujeres, de los hombres, el cuarteto, los autos, el tráfico, la presidente, Tinelli, Talleres, Belgrano, Instituto, Racing, Las Flores o San Lorenzo.
Parece que los Sánchez se van a ir de vacaciones a las sierras este año.
Al viejo de la esquina se le murió un perro. Sí, pobrecito, está destruido. Lo pisó un auto. Pobre. Encima que la mujer… Sí, cáncer. Y… estaba viejita. Pobre, Victor, pobre. Es que por esta calle pasan echando puta. Sí…
La Romina se ha recibido de enfermera ¿te enteraste? Le hubieras visto la cara a la madre. Orgullosa estaba…
Los de la esquina van al Sargento Cabral esta noche. Se juntan en el kiosco a chupar algo, después buscan a las minas y salen nomás.
Escuché que lo asaltaron al Daniel; sí, el de la verdulería. Eran dos. Quince años habrá tenido el más grande. Ya no se puede vivir…
¡Es un varón! ¡La Claudia tuvo un varoncito!
Las mujeres, las niñas adelantadas caminan con los pantalones ajustados. Atraen los pares de ojos, se llevan los silbidos y los piropos para su casa. En la soledad de sus habitaciones, tratan de entender todo lo que recibieron. Tienen edad de muñecas pero ya quieren jugar a la realidad. La doña barre la vereda por no llorar. Otras planchan, lavan, retan a los críos, se preocupan por todo, escriben el pizarrón con tiza, ven la novela, discuten la novela, sufren la novela, juegan a la novela. Juegan a la canasta, toman vino blanco, hacen el amor, culean, laburan, duermen y despiertan.
Los guasos atienden las despensas, patean una pelota en la plaza, andan en bici, se escavian en la esquina, aprietan con las guachas, hacen los deberes, pizzas y lomitos, lavan el fiat uno y el 147. Comparan celulares, se acomodan la gorrita, chorean zapatillas, manejan bondis, silban una de La Mona, van a la facultad, cambian el cuerito de la canilla, miran cualquier partido, escriben textos para radio, hacen el amor, culean, laburan, duermen y despiertan.
Acá pasan cosas. A ver, el tiempo pasa, eso es innegable. Se nota en los codos de las viejas, en las arrugas del Quique, en la pintura de las paredes, en los perros que ladran afónicos. Pasa. Transcurre. Al calendario no se lo puede detener. Las hojas se caen todos los días y la gente se acomoda como puede.
Pero el tiempo, o mejor dichos LOS tiempos van en otra velocidad. Es como que el barrio tiró el ancla en su tierra. El suelo, a veces blando como la arena, otras duro como la arcilla, juega con la barriada, estirando el paréntesis del tiempo.
¿¡Cómo les puedo explicar que acá todavía hay reposeras en las veredas?! Que los viejos de Ejército juegan al tejo en un pedacito de jardín. Que los vecinos me miran a los ojos y me saludan, levantan la mano o mueven la cabeza, me dicen "eh, qué hacé? Cómo andá?" Que a las compras las hacemos en René, o en Walter, o en Los Lentos, o en lo de la Estrella o en donde antes tenían la despensa Los Chicos. Que cuando caen dos gotas el barrio se inunda todo y hay que ver cómo sube el agua. Que los pendejos andan en bici y juegan a la pelota. Que esto no es un paraíso, no es lo ideal, no es un el sueño dorado de casi nadie. Es lo que es y con eso basta. Porque los falsos castillitos de naipes se derrumban con el primer estornudo.
Yo vine y me quedé.
Todavía no soy uno más pero sin dudas no soy uno menos.
No hay moraleja… la historia empieza y termina todos los días.
martes, agosto 31, 2010
sábado, agosto 21, 2010
La fuerza de las evidencias
Y sí...
Domingo 20 de agosto.
Invierno.
Un sol precioso que nos permite el coraje de andar de mangas cortas.
Juega Belgrano de local.
El asado y el fernet aguardan su lugar en los estómagos...
Y sí... Es un día peronista...
Domingo 20 de agosto.
Invierno.
Un sol precioso que nos permite el coraje de andar de mangas cortas.
Juega Belgrano de local.
El asado y el fernet aguardan su lugar en los estómagos...
Y sí... Es un día peronista...
lunes, julio 12, 2010
Ella
Ella lee, yo escribo.
El sol la pone contenta, la hace sonreír y con eso a mí me sobra.
Adentro de casa transcurre un tango. Me recuerda una época de películas, un estilo de vida. El bandoneón suena en el volumen justo y acompaña un mate recién cebado. Afuera vive el barrio. Bufanda al cuello, carrito de compras, escoba, cospel, bicicletas, pelota, la gente y sus cosas. Los perros trotan como siempre; para ellos no hubo viejos tiempos.
Le extiendo un mate, me dice que no, que ya me levanto yo. Me sonríe cuando me ve venir, me besa mucho, nos mostramos los dientes y vuelvo a las letras.
Ilumina todo, esta mujer ilumina todo.
Me devuelve el mate, me besa, me ama y todo vuelve a empezar.
El sol la pone contenta, la hace sonreír y con eso a mí me sobra.
Adentro de casa transcurre un tango. Me recuerda una época de películas, un estilo de vida. El bandoneón suena en el volumen justo y acompaña un mate recién cebado. Afuera vive el barrio. Bufanda al cuello, carrito de compras, escoba, cospel, bicicletas, pelota, la gente y sus cosas. Los perros trotan como siempre; para ellos no hubo viejos tiempos.
Le extiendo un mate, me dice que no, que ya me levanto yo. Me sonríe cuando me ve venir, me besa mucho, nos mostramos los dientes y vuelvo a las letras.
Ilumina todo, esta mujer ilumina todo.
Me devuelve el mate, me besa, me ama y todo vuelve a empezar.
martes, julio 06, 2010
Nota
Columna de opinión/color semanal que estoy escribiendo para el diario Comercio y Justicia. Esta fue la de ayer.
Abrazo.
En la frente no caben más arrugas. La palma de la mano sosteniendo una cabeza que da vueltas, que no lo puede creer, que no lo quiere creer. Quedar afuera, que no salga una, ligar cuatro golpes en la red, ver los festejos ajenos. No, esto no pasó; que el sueño siga, por favor que siga.
Ahí estamos todos preguntándonos qué carajo hacemos ahora, quién tiene la culpa, a quién vamos a castigar, qué vamos a hacer con tanto asado, con tanta alegría planificada, con tanto futuro feliz trunco. El fútbol en estas tierras es todo y es nada. Hoy quedamos con la amarga sensación de vacío. Hoy somos un puñado de nada en una historia que nos contó que éramos mucho. Lamentablemente el tiempo se nos pasa y se acumulan generación que heredan una serie de alegrías futbolísticas de las que muchos no fuimos parte. Una gran mayoría de la población jamás fue campeón, jamás vio al equipo patrio en una final, levantar la copa, sentirse único. Y como estas son cosas que pasan cada cuatro años la espera se torna insoportable.
Imagino el paisaje repetido de críticas. Más que críticas acusaciones, dedos señalando a diestra y siniestra y un coro de "yo les dije". La figura de Maradona, tan fácil para cargarla de culpas, recibirá munición gruesa. En este caso prefiero quedarme con las palabras de un Osvaldo Soriano que nunca muere, en aquel Mundial del ‘94: "Maradona es el gran relato de este país. Un gran relato que todavía no terminó. Nosotros estamos viéndolo ahora en la inmediatez. El tipo que tiraba balines a los periodistas hace tres meses, el que la estaba rompiendo y ahora quedó fuera del Mundial. Pero el problema no es sólo Maradona. Porque lo que le pasa al sujeto de nuestro amor no puede sernos ajeno. Por eso no cuenten conmigo para crucificar a Diego."
Los partidos son películas tensas, dramáticas, con inicio, nudo y desenlace. Argentina estuvo ajeno y peleado con las dos primeras partes y fue todo lo segundo. Ahora, a esperar el siguiente estreno.
Hasta la próxima. Abrazo de consuelo.
p.d: la nota salió con otro título. Hoy, luego de unos días, sentí que este era el título que me convencía.
Abrazo.
No cuenten conmigo
En la frente no caben más arrugas. La palma de la mano sosteniendo una cabeza que da vueltas, que no lo puede creer, que no lo quiere creer. Quedar afuera, que no salga una, ligar cuatro golpes en la red, ver los festejos ajenos. No, esto no pasó; que el sueño siga, por favor que siga.
Ahí estamos todos preguntándonos qué carajo hacemos ahora, quién tiene la culpa, a quién vamos a castigar, qué vamos a hacer con tanto asado, con tanta alegría planificada, con tanto futuro feliz trunco. El fútbol en estas tierras es todo y es nada. Hoy quedamos con la amarga sensación de vacío. Hoy somos un puñado de nada en una historia que nos contó que éramos mucho. Lamentablemente el tiempo se nos pasa y se acumulan generación que heredan una serie de alegrías futbolísticas de las que muchos no fuimos parte. Una gran mayoría de la población jamás fue campeón, jamás vio al equipo patrio en una final, levantar la copa, sentirse único. Y como estas son cosas que pasan cada cuatro años la espera se torna insoportable.
Imagino el paisaje repetido de críticas. Más que críticas acusaciones, dedos señalando a diestra y siniestra y un coro de "yo les dije". La figura de Maradona, tan fácil para cargarla de culpas, recibirá munición gruesa. En este caso prefiero quedarme con las palabras de un Osvaldo Soriano que nunca muere, en aquel Mundial del ‘94: "Maradona es el gran relato de este país. Un gran relato que todavía no terminó. Nosotros estamos viéndolo ahora en la inmediatez. El tipo que tiraba balines a los periodistas hace tres meses, el que la estaba rompiendo y ahora quedó fuera del Mundial. Pero el problema no es sólo Maradona. Porque lo que le pasa al sujeto de nuestro amor no puede sernos ajeno. Por eso no cuenten conmigo para crucificar a Diego."
Los partidos son películas tensas, dramáticas, con inicio, nudo y desenlace. Argentina estuvo ajeno y peleado con las dos primeras partes y fue todo lo segundo. Ahora, a esperar el siguiente estreno.
Hasta la próxima. Abrazo de consuelo.
p.d: la nota salió con otro título. Hoy, luego de unos días, sentí que este era el título que me convencía.
lunes, junio 28, 2010
La concha de su madre
Me tiene podrido Brasil.
Son la mejor selección y la más puta.
Son un montón de jugadorazos detestables, llorones y cagones. Y el ícono de todo ese rejunte de mamitas es el putazo de Robinho. Cada roce parece ser un escopetazo al pecho. Se tiran como si la muerte los estuviera empujando. Ay, qué bronca que me da.
Me molesta verlos festejar.
Me molesta verlos ganar.
Me molesta el color de la camiseta.
Me molesta sus sonrisas.
Me mo-les-tan.
Eso.
Quería desquitarme mientras veo estos octavos de final entre Chile y Brasil.
Eso.
Abrazo.
Y encima los putos acaban de meter el tercero................. Con una contra de un guaso que se llama Ramires y un gol del hijo de re mil puta de Robinho.
Son la mejor selección y la más puta.
Son un montón de jugadorazos detestables, llorones y cagones. Y el ícono de todo ese rejunte de mamitas es el putazo de Robinho. Cada roce parece ser un escopetazo al pecho. Se tiran como si la muerte los estuviera empujando. Ay, qué bronca que me da.
Me molesta verlos festejar.
Me molesta verlos ganar.
Me molesta el color de la camiseta.
Me molesta sus sonrisas.
Me mo-les-tan.
Eso.
Quería desquitarme mientras veo estos octavos de final entre Chile y Brasil.
Eso.
Abrazo.
Y encima los putos acaban de meter el tercero................. Con una contra de un guaso que se llama Ramires y un gol del hijo de re mil puta de Robinho.
miércoles, junio 23, 2010
viernes, junio 04, 2010
Cuento
Hace unos días terminé un cuento. Un cuento viejo, viejísimo. Hace más de un año puse la palabra fundacional. Escribí unas páginas. Lo dejé. Al mes lo agarré, escribí otras páginas y lo dejé Y ahí quedó, lleno de telarañas. Hoy, después de 10 meses, abrí el archivo respiré hondo y lo terminé.
Lo había abandonado porque pensaba que era una mierda. Ahora que lo terminé estoy contento pero sigo pensando que no está bueno. Que no me convence. Igual quería compartirlo pa ver que piensan. Así que mandaré por mail el texto a quien quiera así me da su crítica.
Un abrazo:
gringo
Lo había abandonado porque pensaba que era una mierda. Ahora que lo terminé estoy contento pero sigo pensando que no está bueno. Que no me convence. Igual quería compartirlo pa ver que piensan. Así que mandaré por mail el texto a quien quiera así me da su crítica.
Un abrazo:
gringo
jueves, mayo 20, 2010
Las cosas de Barrio Las Flores V
René
Domingo de estos inviernos cordobeses, con sol y mangas cortas. El reloj descansaba sobre el mediodía y en la calle el olor a asado tumbaba las amarguras y despertaba los estómagos. Los autos en la calle, las familias visitando a las familias, las risitas, las guitarras, los gritos de alegría, que suben desde los patios y bajan a la vereda.
Yo, solo en casa. Cerca de las dos de la tarde agarro la bici y voy a visitar a mi familia del barrio: los guasos de la pizzería. Cargo un envase de cerveza en la mochila y me voy a lo de René a comprar la birra para no caer con las manos vacías.
Pedaleo los treinta segundos, las dos cuadras que me separan del almacén. En la heladera hay Quilmes (a priori mi primera elección), Brahma y Budweiser, en mi bolsillo $4.75. Pregunto los precios:
- La Quilmes está a $5.25 y la Brahma a $4.75.
- Dame la Brahma nomás.
René busca la más fría y yo, como para cumplir un ritual de charla de almacén, le comento que la otra vez compré en General Bustos, la Brahma a $3.25. Y ahí René empieza su historia, su parte en el asunto, su codo de amigo a amigo:
- Sí, yo voy a bajar los precios la semana que viene. Resulta que viene el preventista, el que me trae las cervezas y me dice "ojo que la cerveza va a aumentar". Entonces yo le digo que bueno, que me deje diez cajones. Ves vos lo que me hace después el hijo de puta, viene a la otra semana con carteles de precio sugerido y me dice que la cerveza va a bajar. ¡Qué guanacos que son estos culiados! Yo le dije que ni mierda voy a bajar el precio, que cuando se me terminen los diez cajones que compré más caros, después voy a bajar yo. ¿Podés creer lo que son estos tipos? Te vienen con el verso del aumento para venderte más y después te caen con otra.
Yo asiento con la cabeza y le digo algo como qué barbaridad. Con el envase lleno en la mano, saludo, agarro la bici y sigo.
Mientras, René nos transfiere a todos su pelea con Brahma y seguiremos pagando más caros los porrones. Habrá que esperar una semana más para beber cerveza a unas monedas más baratas. Igual, la anécdota provocó unas buenas risas entre los guasos de la pizzería. Y la vida es un poco más importante que cincuenta centavos. Por lo menos garpé las carcajadas y comí en familia.
domingo, mayo 02, 2010
Los locos archivos olvidados
Otro pedazo de cuento que nunca continué. Arranco este estracto de eso que jamás será concluido. A verrrr...
A Manuel Ituxberría, de chico le decían "manu". Hijo de dos anarquistas exagerados, manu creció en un suburbio de la ciudad, un barrio que se venía abajo junto con el país. Sus padres decidieron en un momento de éxtasis ideológico que no mandarían a su hijo a la escuela primaria, ya que el estado tiene como núcleo dominador del hombre a todo el aparato educativo. Y ellos no iban a dejar que los tentáculos de la represión le alienaran la cabeza a su pequeño con lógicas liberales, occidentales y cristianas.
Los vecinos advirtieron que manu deambulaba todo el día en la calle, y que sus pantalones estaban rotos y sucios. Tres viejas que se habían aburrido de barrer la vereda, consideraron que esto no podía ser, que el niño sufriría, que no es posible, que tiene que ir al colegio, que por favor alguien le parche esos pantalones al nene, que mi hijo no se va a juntar más con el tuyo. Los padres de manu escucharon todo el discurso de pseudo preocupación por el prójimo y los mandaron al carajo. "El chico va ser y hacer con su vida lo que le plazca". Con tajo en la cara y orgullo tirado al piso, las viejas se fueron hasta la policía a denunciar maltrato infantil, abuso de menores, falta de responsabilidad paterna, veredas sucias, y mal aspecto. Los canas, con tal de sacarse a las viejas de encima, hablaron con un juez de menores. Amenazaron a los anarquistas con quitarles a manu si no lo mandaban al colegio, cosían esos pantalones negros, y barrían la vereda. Manuel en un reformatorio hubiera sido un triunfo de la hegemonía que ostentaba el poder. Resignados, Manuel Ituxberría, empezó el primer grado a los ocho años de edad.
Manuel, igualmente, no corría con desventaja: ya sabía sumar, restar y hacer multiplicaciones simples. Desde los cuatro años había empezado a agarrar los libros. Recitaba en voz alta los "Anarquistas Expropiadores", de Osvaldo Bayer, para delirio de sus padres. El chico no entendía nada, pero el hábito de lectura se hizo cada día más intenso y profundo.
Cuando estaba en 3er grado le dijo a la señorita que era una mentirosa, que a los nenes no los trae ni una cigüeña de París, ni vienen en un repollo, ni nada de eso, que las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer son algo hermoso, que le daba bronca escuchar semejantes mentiras de la boca de la que se supone es la que les tendría que enseñar la verdad, que no iba a venir más a clases hasta que las cosas no fueran claras, y que los compañeros merecían saber la verdad y no mentiras pintadas con crayones de colores. La Señorita Mirta Angioletti, llamó a la directora de inmediato. Ninguna de las dos oligofrénicas sabía qué carajo hacer con "este pendejo de mierda que nos está cagando la vida desde que entró al colegio". Llamar a los padres hubiera sido inútil. Hacerlo repetir de grado hubiera causado una mala impresión y un deterioro de la imagen del colegio; además, el pibe seguiría estando en el colegio. El problema (para las viejas) era que manu tenía excelentes notas, sus compañeros lo querían y lo respetaban (recordemos los años de más) y había logrado que varias Señoritas lo valoraran y hasta consiguió que algunas volvieran a los libros para capacitarse pedagógicamente: "cuando uno se dedica a la docencia tiene un arma fundamental en su poder, si esa arma cae en manos equivocadas, o se utiliza incorrectamente, el pueblo pierde su capacidad de lucha". Esta reflexión salió de la boca de Manuel Ituxberría a los doce años de edad.
Los vecinos advirtieron que manu deambulaba todo el día en la calle, y que sus pantalones estaban rotos y sucios. Tres viejas que se habían aburrido de barrer la vereda, consideraron que esto no podía ser, que el niño sufriría, que no es posible, que tiene que ir al colegio, que por favor alguien le parche esos pantalones al nene, que mi hijo no se va a juntar más con el tuyo. Los padres de manu escucharon todo el discurso de pseudo preocupación por el prójimo y los mandaron al carajo. "El chico va ser y hacer con su vida lo que le plazca". Con tajo en la cara y orgullo tirado al piso, las viejas se fueron hasta la policía a denunciar maltrato infantil, abuso de menores, falta de responsabilidad paterna, veredas sucias, y mal aspecto. Los canas, con tal de sacarse a las viejas de encima, hablaron con un juez de menores. Amenazaron a los anarquistas con quitarles a manu si no lo mandaban al colegio, cosían esos pantalones negros, y barrían la vereda. Manuel en un reformatorio hubiera sido un triunfo de la hegemonía que ostentaba el poder. Resignados, Manuel Ituxberría, empezó el primer grado a los ocho años de edad.
Manuel, igualmente, no corría con desventaja: ya sabía sumar, restar y hacer multiplicaciones simples. Desde los cuatro años había empezado a agarrar los libros. Recitaba en voz alta los "Anarquistas Expropiadores", de Osvaldo Bayer, para delirio de sus padres. El chico no entendía nada, pero el hábito de lectura se hizo cada día más intenso y profundo.
Cuando estaba en 3er grado le dijo a la señorita que era una mentirosa, que a los nenes no los trae ni una cigüeña de París, ni vienen en un repollo, ni nada de eso, que las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer son algo hermoso, que le daba bronca escuchar semejantes mentiras de la boca de la que se supone es la que les tendría que enseñar la verdad, que no iba a venir más a clases hasta que las cosas no fueran claras, y que los compañeros merecían saber la verdad y no mentiras pintadas con crayones de colores. La Señorita Mirta Angioletti, llamó a la directora de inmediato. Ninguna de las dos oligofrénicas sabía qué carajo hacer con "este pendejo de mierda que nos está cagando la vida desde que entró al colegio". Llamar a los padres hubiera sido inútil. Hacerlo repetir de grado hubiera causado una mala impresión y un deterioro de la imagen del colegio; además, el pibe seguiría estando en el colegio. El problema (para las viejas) era que manu tenía excelentes notas, sus compañeros lo querían y lo respetaban (recordemos los años de más) y había logrado que varias Señoritas lo valoraran y hasta consiguió que algunas volvieran a los libros para capacitarse pedagógicamente: "cuando uno se dedica a la docencia tiene un arma fundamental en su poder, si esa arma cae en manos equivocadas, o se utiliza incorrectamente, el pueblo pierde su capacidad de lucha". Esta reflexión salió de la boca de Manuel Ituxberría a los doce años de edad.
domingo, abril 25, 2010
Como pa postear algo..........................
Esto será algo más similar a esos diarios íntimos que tanto polulan en los blogs. Eso que tanto aborresco pero que ahora voy a acercarme porque sí.
Esto será algo raro por la hora y el día. Hoy, domingo, tuve la rara sensación de vivirlo desde las nueve de la mañana. Es que ayer fuimos a la cancha; y el asado previo; y los estimulantes previos; y lo previo; y la previa; y el durante, uff, el durante...; y el después (el post). Y a las nueve de la noche me morí, en el entretiempo de Huracán - Independiente.
Domingo. Mañana de sol.
Barrio Las Flores.
El problema de empezar a limpiar algo es que hay que terminarlo.
Me desperecé y meé y lavé dientes y miré al espejo y acomodé con las manos el poco pelo y salí del baño para volver al rato. Puse la pava, tomé mate, intenté escribir una buena historia con meses de abandono. No, no hubo caso. Seguí tomando mate y pasé ese rato que anticipé para visitar el baño y dejar el asado de ayer, el fernet y los mates.
Más liviano y más despierto puse algo de Trula para amenizar la mañana que ya empezaba a mirar con cariño al mediodía. Calenté más agua para seguir mateando. Vi la cocina (las hornallas y sus alrededores). Un asco. Hace mucho que no hago nada en la casa, pensé. Voy a limpiar la cocina (el artefacto, no el espacio). Empecé. Me cansé rápidamente. La espontánea acción me llenó de regocijo pero estaba agotado. Contemplo mi obra con orgullo. Los chicos van a estar chochos cuando lo vean, pienso. ¿Se darán cuenta que lo limpié?, vuelvo a pensar. Miro hacia la izquierda, al lado del artefacto llamado cocina. Ahí está, casi como un objeto decorativo, el microondas que me regaló mi vieja cuando nos fuimos a vivir con los muchachos. Un cuadrado gigante, de los viejos, de los que sólo le anda una función, pero todavía anda. Como los equipitos de música que van muriendo de a poco; primero el cd, después las caseteras, el volumen, un parlante, para quedar en terapia intensiva agonizando con una AM a todo lo que da, escuchando el partido de visitante.
Me fui para volver. El microondas vive al lado de la cocina. Se chupa todo el aceite, la salsa, todo tipo de salpicaduras. Le voy a pasar un trapo ahí arribita pa sacarle la tierra pegada, dije. Y lo hice. Y acá es donde viene el problema. Porque cuando abrí el coso para limpiar un poco mejor la superficie a la vista, metí la mirada en el interior y observé toda esa grasa pegada, toda la suciedad de color marrón claro, oscuro, mezclado. Y la puta madre que lo parió. Agarré el Cif (sí, el Cif) y me puse a sacarle toda la porquería al maldito microondas. Esponja, trapo, servilletas de papel, la otra, también, la de alambre. Todo el circo de la limpieza. Treinta minutos para limpiar una superficie de un metro en una casa gigante. ¡Más de media hora, más!
Pienso en las amas de casa. O en los histéricos de la limpieza. Pienso en esa gente que tiene un día al mes o a la semana para limpiar, ponele, las ventanas o el horno o la biblioteca o la heladera o ... (completen ustedes esta lista de limpiezas que NUNCA se realizan)
Este texto no tiene moraleja, creo. No tiene un remate que deje en claro alguna sensación fuerte. No. Pero voy a incluirlo en una serie de textos etiquetados bajo el nombre convivencias.
No sé.
¿Termina?
Sí.
¡Un abrazo!
Esto será algo raro por la hora y el día. Hoy, domingo, tuve la rara sensación de vivirlo desde las nueve de la mañana. Es que ayer fuimos a la cancha; y el asado previo; y los estimulantes previos; y lo previo; y la previa; y el durante, uff, el durante...; y el después (el post). Y a las nueve de la noche me morí, en el entretiempo de Huracán - Independiente.
Domingo. Mañana de sol.
Barrio Las Flores.
El problema de empezar a limpiar algo es que hay que terminarlo.
Me desperecé y meé y lavé dientes y miré al espejo y acomodé con las manos el poco pelo y salí del baño para volver al rato. Puse la pava, tomé mate, intenté escribir una buena historia con meses de abandono. No, no hubo caso. Seguí tomando mate y pasé ese rato que anticipé para visitar el baño y dejar el asado de ayer, el fernet y los mates.
Más liviano y más despierto puse algo de Trula para amenizar la mañana que ya empezaba a mirar con cariño al mediodía. Calenté más agua para seguir mateando. Vi la cocina (las hornallas y sus alrededores). Un asco. Hace mucho que no hago nada en la casa, pensé. Voy a limpiar la cocina (el artefacto, no el espacio). Empecé. Me cansé rápidamente. La espontánea acción me llenó de regocijo pero estaba agotado. Contemplo mi obra con orgullo. Los chicos van a estar chochos cuando lo vean, pienso. ¿Se darán cuenta que lo limpié?, vuelvo a pensar. Miro hacia la izquierda, al lado del artefacto llamado cocina. Ahí está, casi como un objeto decorativo, el microondas que me regaló mi vieja cuando nos fuimos a vivir con los muchachos. Un cuadrado gigante, de los viejos, de los que sólo le anda una función, pero todavía anda. Como los equipitos de música que van muriendo de a poco; primero el cd, después las caseteras, el volumen, un parlante, para quedar en terapia intensiva agonizando con una AM a todo lo que da, escuchando el partido de visitante.
Me fui para volver. El microondas vive al lado de la cocina. Se chupa todo el aceite, la salsa, todo tipo de salpicaduras. Le voy a pasar un trapo ahí arribita pa sacarle la tierra pegada, dije. Y lo hice. Y acá es donde viene el problema. Porque cuando abrí el coso para limpiar un poco mejor la superficie a la vista, metí la mirada en el interior y observé toda esa grasa pegada, toda la suciedad de color marrón claro, oscuro, mezclado. Y la puta madre que lo parió. Agarré el Cif (sí, el Cif) y me puse a sacarle toda la porquería al maldito microondas. Esponja, trapo, servilletas de papel, la otra, también, la de alambre. Todo el circo de la limpieza. Treinta minutos para limpiar una superficie de un metro en una casa gigante. ¡Más de media hora, más!
Pienso en las amas de casa. O en los histéricos de la limpieza. Pienso en esa gente que tiene un día al mes o a la semana para limpiar, ponele, las ventanas o el horno o la biblioteca o la heladera o ... (completen ustedes esta lista de limpiezas que NUNCA se realizan)
Este texto no tiene moraleja, creo. No tiene un remate que deje en claro alguna sensación fuerte. No. Pero voy a incluirlo en una serie de textos etiquetados bajo el nombre convivencias.
No sé.
¿Termina?
Sí.
¡Un abrazo!
lunes, abril 19, 2010
Recuerdos
Primero, feliz cumpleaños.
Segundo, felicidades, en serio.
Tercero, recordarte.
Fue algo así: me trajiste la posta, me ayudaste a esto que soy. Me trajiste con una anécdota de viaje una verdad gigante.
Fue algo así: viajando, haciendo dedo, yendo de Córdoba a Montevideo, charlando con el camionero, y éste que dice, me contás, "yo la verdad que no entiendo... cómo van a andar diciendo 'che, chabón, che, chabona'; ¡carajo!, los cordobeses dicen 'guaso'; es así; nada de usar esas boludeces".
Fue algo así: el camionero, vos, tu dedo levantado, tus vacaciones, la casualidad gigante que decidas contar eso y no otras cosas, o eso y otras tantas cosas.
Es así: acá somos guasos, y vos sos guasa para mí. Para algunos serás la seño, para otros hija, hermana, novia, amiga o compañera, el apocalipsis o la víbora (según elijamos los recuerdos).
Ya. No me hace ni falta decir tu nombre.
Te quiero, guasa.
Feliz cumple.
Segundo, felicidades, en serio.
Tercero, recordarte.
Fue algo así: me trajiste la posta, me ayudaste a esto que soy. Me trajiste con una anécdota de viaje una verdad gigante.
Fue algo así: viajando, haciendo dedo, yendo de Córdoba a Montevideo, charlando con el camionero, y éste que dice, me contás, "yo la verdad que no entiendo... cómo van a andar diciendo 'che, chabón, che, chabona'; ¡carajo!, los cordobeses dicen 'guaso'; es así; nada de usar esas boludeces".
Fue algo así: el camionero, vos, tu dedo levantado, tus vacaciones, la casualidad gigante que decidas contar eso y no otras cosas, o eso y otras tantas cosas.
Es así: acá somos guasos, y vos sos guasa para mí. Para algunos serás la seño, para otros hija, hermana, novia, amiga o compañera, el apocalipsis o la víbora (según elijamos los recuerdos).
Ya. No me hace ni falta decir tu nombre.
Te quiero, guasa.
Feliz cumple.
viernes, abril 09, 2010
lunes, abril 05, 2010
Brujas
Brujas.
Ciudad de canales. De agua por todos lados.
Ciudad Medieval. De historias.
Al parecer
todo puede suceder.
Un abrazo a mi niñéz:
Me dijeron que en el reino del revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS…
Me dijeron que en el reino del revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
Me dijeron que en el reino del revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
Me dijeron que en el reino del revés
hay un perro pequinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
Me dijeron que en el reino del revés
un señor llamado Andrés
tiene mil quinientos treinta chimpancés
que si miras no los ves.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
Y me dijeron que en el reino del revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.
VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...
M.E.Walsh.
Otro mundo
Me llega un mail de un conocido.
Título del asunto: "vendo notebook".
Abro.
No hay caso, el mail viene escrito en chino:
"Gente,
Vendo la siguiente notebook:
Características
Marca: Asus
Modelo: UX50v
Peso: 2,6Kg. Ultradegada.
Procesador: Intel Centrino Core2 solo SU3500.
Memoria Cache: 3Mb L2.
Memoria RAM: 4GB. (max 8 GB).
Dos Placas de video incluidas: nVidia GeForce G105M/Intel GMA 3500.
Memoria de Video: 512 MB dedicados (no compartidos con la RAM).
Disco Duro: 500GB SATA.
Sistema operativo: Windows Vista 64 bits Home Premium Original
Unidad de Disco: DVD+/-RW CD-RW doble capa
Display: 15,6'' LED de alta definición (1366x768)
Placa de red: 10/100/1000 Mbps Athereos
Paca de red inalámbrica: Intel 5100 802.11a/b/g/n
Placa de sonido: Altec Lansing con SRS Premium Sound y Subwoofer.
Teclado: 101 teclas inglés con teclado numérico. Retroiluminado.
Dispositivo señalador: Touchpad con scroll up y down dedicado.
PC card slots: ExpressCard/54 compatible con ExpressCard/34
Batería: 2800mAh.
Puertos:
1 Lector de tarjetas 5 en 1.
1 puerto eSATA
1 puerto HDMI
1 puerto Infrarojo
1 puerto de expasión de notebook
3 puertos USB
1 puerto RJ45
1 puerto VGA
1 puerto Auriculares
1 puerto Micrófono"
Qué lejos estoy de algunos mundos...
Título del asunto: "vendo notebook".
Abro.
No hay caso, el mail viene escrito en chino:
"Gente,
Vendo la siguiente notebook:
Características
Marca: Asus
Modelo: UX50v
Peso: 2,6Kg. Ultradegada.
Procesador: Intel Centrino Core2 solo SU3500.
Memoria Cache: 3Mb L2.
Memoria RAM: 4GB. (max 8 GB).
Dos Placas de video incluidas: nVidia GeForce G105M/Intel GMA 3500.
Memoria de Video: 512 MB dedicados (no compartidos con la RAM).
Disco Duro: 500GB SATA.
Sistema operativo: Windows Vista 64 bits Home Premium Original
Unidad de Disco: DVD+/-RW CD-RW doble capa
Display: 15,6'' LED de alta definición (1366x768)
Placa de red: 10/100/1000 Mbps Athereos
Paca de red inalámbrica: Intel 5100 802.11a/b/g/n
Placa de sonido: Altec Lansing con SRS Premium Sound y Subwoofer.
Teclado: 101 teclas inglés con teclado numérico. Retroiluminado.
Dispositivo señalador: Touchpad con scroll up y down dedicado.
PC card slots: ExpressCard/54 compatible con ExpressCard/34
Batería: 2800mAh.
Puertos:
1 Lector de tarjetas 5 en 1.
1 puerto eSATA
1 puerto HDMI
1 puerto Infrarojo
1 puerto de expasión de notebook
3 puertos USB
1 puerto RJ45
1 puerto VGA
1 puerto Auriculares
1 puerto Micrófono"
Qué lejos estoy de algunos mundos...
jueves, marzo 11, 2010
Palabra mayor

"No creo que sea lo mismo la soledad en Dinamarca que la soledad en Argentina. No es que descalifique la soledad del pobre dinamarqués. Una persona se puede sentir como la mierda en cualquier país, pero el dinamarqués va y se suicida; en cambio aquí la soledad nos acompaña desde el nacimiento, junto con la idea de que hay pocas maneras de incidir en el curso de nuestras vidas, porque estamos más expuestos a vicisitudes del país que a las propias. Un argentino, en lugar de suicidarse, deambula, deambula. O se mete en problemas. Si pienso ahora en los personajes de No habrá más penas ni olvido, esos peronistas que se pelean a muerte, hasta el día anterior en que empieza estaban lo más bien, no pasaba un carajo, todos amigos en el pueblo. Ningúno de ellos podía prever que tendría un destino histórico. Son de una clase social muy precisa, tipos que nunca serán ricos ni aspiran a serlo, y de prontola historia los alcanza y los arrastra, porque así es la historia argentina. Uno da un paso y lo arrastraban cinco pasos más y ya estás en el medio del mar y hay que nada o te hundís."
Osvaldo Soriano
lunes, febrero 22, 2010
Aguasfuertes madrileñas II
A los Nitratos.

Pienso, primero, en algunas de mis quejas, en las constantes dificultades que tuve para encontrar un lugar cómodo para escribir, un teclado como los nuestros, una silla, un escritorio, o eso que se llama ambiente. Pienso, luego, en los comienzos de un texto. Esto ocurre en el momento en que teóricamente todas esas condiciones que me impedían escribir se esfuman ante la presencia y la sensación de estar en "ambiente". Me siento por primera vez en muchos días al frente de una computadora. Nada sale. Ni siquiera tengo ganas de escribir. Cierro todo y vuelvo al blanco absoluto.
Horas más tarde camino por Madrid; me doy cuenta que todo es nada cuando uno no piensa, cuando no hay ganas de escribir, cuando los entusiasmos se duermen detrás de excusas, cuando no empujamos la voluntad. Llueve o nieva insistentemente, prepotentemente. Mientras camino empiezo a escribir sin papel. Vuelvo a pensar en los comienzos y caigo nuevamente a los lugares conocidos, a mis lugares felices. Cuando las palabras se empiezan a acumular en mi cabeza, cuando las imágenes se pegan una tras otra en un gran negativo de cine, sé que estoy listo. Busco la crónica, la vivencia, los lugares y ahí aparece Arlt, caminando al lado mío, fumando un cigarrillo, ofreciéndome una palabra que no se muere nunca, que acumula vigencia cada año.
Creo recordar un prólogo a una de sus (fantásticas) novelas: Los Lanzallamas. Voy hacia allá. Leo y encuentro una respuesta a mi presente, escrita hace más de setenta años. "Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana". Y sigue: "Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras".Las palabras me sacuden. Son el cross a la mandíbula que Arlt siempre buscó. Ante tantas cachetadas y sacudones sólo me resta renunciar a la dejadez y empezar a escribir.
Es muy fuerte: "cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte". Esa frase tiene mil traducciones; una de ellas, quizás, sea: "dale, pendejo, ponete las pilas". Arlt es un caudillo aconsejando al pibe que recién sube a primera. Lleva, sin dudas, la cinta de capitán, las medias gruesas, sin canilleras y juega siempre con los mismos botines (vieja cábala). Arlt nos apadrina a todos los comunes, los ordinarios, los cotidianos, los que, como él, "no escriben bien", no son refinados, no tienen "estilo". Somos del equipo del trabajo, que miramos con lástima a las estrellitas que se alumbran entre ellos, a los que viven con la paja mental, los que creen ser "los elegidos", la vanguardia literaria. En las concentraciones largas, en las noches de insomnio, nos dice, mientras tomamos un mate, que "para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad". Soberbio, Roberto, soberbio.
Dije, unos renglones más arriba, que había pensando en los comienzos. Es verdad. También dije, que había pensando en Arlt, en su prólogo, en su comienzo. Todo parece tener alguna coherencia; un poco frágil, pero mínima coherencia al fin. Y esto, que se suponía que iba a ser una introducción a algo, ahora es un texto propio. Y ahora quiero escribir sobre Arlt y no de ese algo. O, mejor aún, dejarlo hablar a él, que es un campeón y que siempre que define la manda a guardar, aunque no sea con una definición de lujo y los críticos digan que tiene suerte. Pero eso a la tribuna no le importa una mierda y delira cada vez que Arlt va fuerte al piso a trabar con el rival y la manda al lateral. El sudor de la camiseta no se olvida.
"El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.
Roberto Arlt"
Yo no puedo agregar nada más.

Pienso, primero, en algunas de mis quejas, en las constantes dificultades que tuve para encontrar un lugar cómodo para escribir, un teclado como los nuestros, una silla, un escritorio, o eso que se llama ambiente. Pienso, luego, en los comienzos de un texto. Esto ocurre en el momento en que teóricamente todas esas condiciones que me impedían escribir se esfuman ante la presencia y la sensación de estar en "ambiente". Me siento por primera vez en muchos días al frente de una computadora. Nada sale. Ni siquiera tengo ganas de escribir. Cierro todo y vuelvo al blanco absoluto.
Horas más tarde camino por Madrid; me doy cuenta que todo es nada cuando uno no piensa, cuando no hay ganas de escribir, cuando los entusiasmos se duermen detrás de excusas, cuando no empujamos la voluntad. Llueve o nieva insistentemente, prepotentemente. Mientras camino empiezo a escribir sin papel. Vuelvo a pensar en los comienzos y caigo nuevamente a los lugares conocidos, a mis lugares felices. Cuando las palabras se empiezan a acumular en mi cabeza, cuando las imágenes se pegan una tras otra en un gran negativo de cine, sé que estoy listo. Busco la crónica, la vivencia, los lugares y ahí aparece Arlt, caminando al lado mío, fumando un cigarrillo, ofreciéndome una palabra que no se muere nunca, que acumula vigencia cada año.
Creo recordar un prólogo a una de sus (fantásticas) novelas: Los Lanzallamas. Voy hacia allá. Leo y encuentro una respuesta a mi presente, escrita hace más de setenta años. "Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana". Y sigue: "Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras".Las palabras me sacuden. Son el cross a la mandíbula que Arlt siempre buscó. Ante tantas cachetadas y sacudones sólo me resta renunciar a la dejadez y empezar a escribir.
Es muy fuerte: "cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte". Esa frase tiene mil traducciones; una de ellas, quizás, sea: "dale, pendejo, ponete las pilas". Arlt es un caudillo aconsejando al pibe que recién sube a primera. Lleva, sin dudas, la cinta de capitán, las medias gruesas, sin canilleras y juega siempre con los mismos botines (vieja cábala). Arlt nos apadrina a todos los comunes, los ordinarios, los cotidianos, los que, como él, "no escriben bien", no son refinados, no tienen "estilo". Somos del equipo del trabajo, que miramos con lástima a las estrellitas que se alumbran entre ellos, a los que viven con la paja mental, los que creen ser "los elegidos", la vanguardia literaria. En las concentraciones largas, en las noches de insomnio, nos dice, mientras tomamos un mate, que "para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad". Soberbio, Roberto, soberbio.
Dije, unos renglones más arriba, que había pensando en los comienzos. Es verdad. También dije, que había pensando en Arlt, en su prólogo, en su comienzo. Todo parece tener alguna coherencia; un poco frágil, pero mínima coherencia al fin. Y esto, que se suponía que iba a ser una introducción a algo, ahora es un texto propio. Y ahora quiero escribir sobre Arlt y no de ese algo. O, mejor aún, dejarlo hablar a él, que es un campeón y que siempre que define la manda a guardar, aunque no sea con una definición de lujo y los críticos digan que tiene suerte. Pero eso a la tribuna no le importa una mierda y delira cada vez que Arlt va fuerte al piso a trabar con el rival y la manda al lateral. El sudor de la camiseta no se olvida.
"El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".
El porvenir es triunfalmente nuestro.
Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga.
Roberto Arlt"
Yo no puedo agregar nada más.
domingo, febrero 21, 2010
martes, febrero 16, 2010
Crónicas Amsterdamianas (The dutch chronicles)
El tren avanza a buen ritmo. Es de noche y no se puede ver casi nada del paisaje. Al parecer hay nieve, pero tampoco lo podemos confirmar. Llegamos a la estación central y la primera sorpresa es la confianza local: en ningún momento nos pidieron el pasaje de tren. Pienso como argentino: podríamos haber viajado gratis.
Salimos de la estación y confirmamos la nieve (y el frío). Amsterdam está más que despierta y la gente deambula por todos lados; las bicis circulan a pesar de la lluvia persistente y las bajas temperaturas; los tranvías están por todos lados, y también se ven un par de automóviles por las callecitas empedradas. Con los primeros pasos le regalo mis primeras sonrisas a la ciudad.
Amsterdam es una ciudad increíble. La gente parece vivir feliz, en un cuento que ellos mismos escriben. Suena cursi, pero así se siente. Acostumbrado a vivir y codearme con esa decepción indescifrable que implica ser argentino, con ese péndulo de felicidad y tristeza que llevamos a todos lados, como un reloj pesado, colgado en el cuello, la tranquilidad de los holandeses me llenaba los ojos de sorpresa. Los tipos parecen estar viviendo con total despreocupación; sólo compararble con la sensación efímera de las vacaciones: los quince días mágicos de los cotidianos trescientos sesenta y cinco.
Leo en la guía: "Amsterdam es una ciudad multicultural, viva y alegre. La historia ha marcado su carácter abierto, al ser una urbe que nació mirando al mar y, a través de él, a otras tierras lejanas. Es una ciudad acostumbrada desde hace siglos a recibir visitantes de otros países, de otras culturas y otras lenguas. Es difícil sentirte extranjero en Amsterdam, porque es una ciudad de todos y para todos. Estandarte de la tolerancia en el mundo entero, Amsterdam sigue el lema de "vivir y dejar vivir". Perderse por su casco antiguo, por sus barrios señoriales, su barrio judío y su sorprendente barrio rojo, permite al visitante beber su esencia. Amsterdam es una ciudad que se percibe con los cinco sentidos: se huele, se saborea, se observa, se toca y se deja oír. Amsterdam, sobre todo, se deja querer".
Las palabras de la guía me parecen magníficas y creo que esta mina (es una mina la que escribe las guías) debería dejarse de joder y ponerse a escribir en serio.
Leo la parte de "una urbe que nació mirando al mar" y desde algún lugar de mi ignorancia pienso que este país fue uno de los mayores colonizadores de la historia. Durante siglos se metieron a cuanto país africano (y algún americano) se les cantó. Pero, así y todo, la historia prefiere recordar (y con justa razón) a los piratas ingleses, los saqueadores españoles y portugueses, los oportunistas franceses. ¿Y Holanda? ¿Y Bélgica? Estos tipos son tan simpáticos que se las han arreglado para quedar bien parados ante el mundo. Parece ser así: "Amsterdam se deja querer".
La ciudad es toda agua. Los canales se distribuyen como una gran tela araña que termina en el mar. Cientos de puentes y puentecitos conectan la ciudad, y las casas, casi todas de dos o tres pisos, una pegadita al lado de la otra, parecen estar en constante bamboleo, como siguiendo la respiración del agua, como si estuvieran a punto de venirse abajo.
Nuestro alojamiento está ubicado en plena zona roja. Lejos de ser un lugar de ambientes pesados, oscuros y peligrosos, esta parte de la ciudad estalla de vida. Levanto la cabeza hacia el cielo y vuelvo a mi Córdoba, a la noche del mercado de abasto, a la calle San Martín, Libertad, La Tablada, Humberto Primo, a las sombras que persiguen sombras. Otra cosa. Bajo la cabeza y estoy en Amsterdam y recorro las callecitas plagadas de Coffee Shops, Sex Shops, bares, locales de comida, y más de una docena de restaurantes argentinos. Me sorprende la cantidad. Ante el primero me saco una foto. En el segundo sólo fotografío el cartel. Y ya cuando me doy cuenta de la cantidad de locales patrios, sólo me río y sigo caminando.
En un momento me detengo a ver la vaquita iluminada del local. De repente sale un flaco, con un manejo del castellano similar a mi manejo del holandés, y arranca a los gritos: "¡restauran argentino! ¡Quilmes, carne, empanadas, Aberdeen Angus!" El guaso tiró todo el catálogo de saberes gastronómicos argentinos, sin omitir el nombre de una vaca. Sonreí y le dije "gracias, pero no". Pagar veinte euros (x $5,43) por un pedazo de falda o aguja parrillera se lo dejo a los estómagos resignados a extrañar la patria y a las billeteras más gordas.
Empiezo a comprender mi simpatía por este lugar: esta gente no parece europea. Hay una intención constante de amabilidad, de relacionarse con el extraño total, que se asemeja más a lo nuestro, al rasgo destacable del latino.
Es el último día. Mientras espero en la estación de trenes me cebo un mate. Dos policías vienen caminando. Se frenan, ven algo verde, con humo y una bombilla. "Mate –les digo- Argentina". Sonríen y siguen. Hasta los policías parecen tener moral. El tren arranca y por la ventanilla veo una ciudad a la que quizás jamás volveré. Amsterdam te invita a ser algo más que una mano sacando fotos, a buscar un poquito más que un museo, una iglesia, o un palacio, a dejar la ropa de turista, a buscar la sensación y no la acumulación de postales. Y eso alcanza para conmover.
Salimos de la estación y confirmamos la nieve (y el frío). Amsterdam está más que despierta y la gente deambula por todos lados; las bicis circulan a pesar de la lluvia persistente y las bajas temperaturas; los tranvías están por todos lados, y también se ven un par de automóviles por las callecitas empedradas. Con los primeros pasos le regalo mis primeras sonrisas a la ciudad.
Amsterdam es una ciudad increíble. La gente parece vivir feliz, en un cuento que ellos mismos escriben. Suena cursi, pero así se siente. Acostumbrado a vivir y codearme con esa decepción indescifrable que implica ser argentino, con ese péndulo de felicidad y tristeza que llevamos a todos lados, como un reloj pesado, colgado en el cuello, la tranquilidad de los holandeses me llenaba los ojos de sorpresa. Los tipos parecen estar viviendo con total despreocupación; sólo compararble con la sensación efímera de las vacaciones: los quince días mágicos de los cotidianos trescientos sesenta y cinco.
Leo en la guía: "Amsterdam es una ciudad multicultural, viva y alegre. La historia ha marcado su carácter abierto, al ser una urbe que nació mirando al mar y, a través de él, a otras tierras lejanas. Es una ciudad acostumbrada desde hace siglos a recibir visitantes de otros países, de otras culturas y otras lenguas. Es difícil sentirte extranjero en Amsterdam, porque es una ciudad de todos y para todos. Estandarte de la tolerancia en el mundo entero, Amsterdam sigue el lema de "vivir y dejar vivir". Perderse por su casco antiguo, por sus barrios señoriales, su barrio judío y su sorprendente barrio rojo, permite al visitante beber su esencia. Amsterdam es una ciudad que se percibe con los cinco sentidos: se huele, se saborea, se observa, se toca y se deja oír. Amsterdam, sobre todo, se deja querer".
Las palabras de la guía me parecen magníficas y creo que esta mina (es una mina la que escribe las guías) debería dejarse de joder y ponerse a escribir en serio.
Leo la parte de "una urbe que nació mirando al mar" y desde algún lugar de mi ignorancia pienso que este país fue uno de los mayores colonizadores de la historia. Durante siglos se metieron a cuanto país africano (y algún americano) se les cantó. Pero, así y todo, la historia prefiere recordar (y con justa razón) a los piratas ingleses, los saqueadores españoles y portugueses, los oportunistas franceses. ¿Y Holanda? ¿Y Bélgica? Estos tipos son tan simpáticos que se las han arreglado para quedar bien parados ante el mundo. Parece ser así: "Amsterdam se deja querer".
La ciudad es toda agua. Los canales se distribuyen como una gran tela araña que termina en el mar. Cientos de puentes y puentecitos conectan la ciudad, y las casas, casi todas de dos o tres pisos, una pegadita al lado de la otra, parecen estar en constante bamboleo, como siguiendo la respiración del agua, como si estuvieran a punto de venirse abajo.
Nuestro alojamiento está ubicado en plena zona roja. Lejos de ser un lugar de ambientes pesados, oscuros y peligrosos, esta parte de la ciudad estalla de vida. Levanto la cabeza hacia el cielo y vuelvo a mi Córdoba, a la noche del mercado de abasto, a la calle San Martín, Libertad, La Tablada, Humberto Primo, a las sombras que persiguen sombras. Otra cosa. Bajo la cabeza y estoy en Amsterdam y recorro las callecitas plagadas de Coffee Shops, Sex Shops, bares, locales de comida, y más de una docena de restaurantes argentinos. Me sorprende la cantidad. Ante el primero me saco una foto. En el segundo sólo fotografío el cartel. Y ya cuando me doy cuenta de la cantidad de locales patrios, sólo me río y sigo caminando.
En un momento me detengo a ver la vaquita iluminada del local. De repente sale un flaco, con un manejo del castellano similar a mi manejo del holandés, y arranca a los gritos: "¡restauran argentino! ¡Quilmes, carne, empanadas, Aberdeen Angus!" El guaso tiró todo el catálogo de saberes gastronómicos argentinos, sin omitir el nombre de una vaca. Sonreí y le dije "gracias, pero no". Pagar veinte euros (x $5,43) por un pedazo de falda o aguja parrillera se lo dejo a los estómagos resignados a extrañar la patria y a las billeteras más gordas.
Empiezo a comprender mi simpatía por este lugar: esta gente no parece europea. Hay una intención constante de amabilidad, de relacionarse con el extraño total, que se asemeja más a lo nuestro, al rasgo destacable del latino.
Es el último día. Mientras espero en la estación de trenes me cebo un mate. Dos policías vienen caminando. Se frenan, ven algo verde, con humo y una bombilla. "Mate –les digo- Argentina". Sonríen y siguen. Hasta los policías parecen tener moral. El tren arranca y por la ventanilla veo una ciudad a la que quizás jamás volveré. Amsterdam te invita a ser algo más que una mano sacando fotos, a buscar un poquito más que un museo, una iglesia, o un palacio, a dejar la ropa de turista, a buscar la sensación y no la acumulación de postales. Y eso alcanza para conmover.
lunes, febrero 15, 2010
sábado, febrero 13, 2010
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