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Los dos equipos pidieron un descanso de quince minutos y el Juez (que ahora hacía las veces del árbitro) se los concedió. En esa especie de entretiempo, algunos de los padres de los jugadores del Monserrat, llegaron con cajas que traían indumentaria completa. Botines, medias grises, pantalones grises y…y ahí me enojé. Toda la furia que tenía guardada en mi cuerpo, volvió como un huracán. Empecé a transpirar y mis ojos se pusieron rojos. Los padres de los pendejos de mierda, todos chochos, repartiendo camisetas azules con una banda roja: la camiseta de Arsenal de Sarandí. Encima, de una limusina, se bajó Jorge Burruchaga. Cuando los periodistas se acercaron con los micrófonos, éste se sacó los lentes oscuros y respondió: “me ofrecieron un contrato para dirigir estos diez goles que nos quedan. Tenemos un buen equipo así que creo que todo va a salir bien.” Yo corrí y lo increpé. Le dije que era un hijo de puta. Que él era mi ídolo en los mundiales de Méjico y de Italia, pero que era un pichón de Grondona. Burruchaga no me respondió y la seguridad personal del ahora técnico de los del Monse me sacó a patadas. Yo volví a mi lugar con más bronca aún. Me acerqué a los descamisados y les pregunté si tenían técnico. Me dijeron que no y me preguntaron quién carajo era yo. Les dije que yo me ofrecía a dirigirlos. Que conocía muy bien el juego de Burruchaga. Que confiaran en mí. Que esto era más que un partido de fútbol. Y otras tantas cosas más. Los pibes me miraron con desconfianza y uno de ellos agregó que habían venido muchos como yo, con los mismos versos de siempre. En medio de la charla apareció el pocho y les dijo que yo era confiable, que sabía muchísimo de fútbol y que les iba a comprar un choripan a cada uno si ganábamos el partido. Yo lo miré de reojo, desde mi metro ochenta, al petiso. El subió la mirada y me guiñó su ojo cómplice. Al final, después de debatir, los pibes aceptaron que los dirija tácticamente.
Les pregunté si tenían remeras, para no confundirse. Se miraron y se empezaron a cagar de risa. No se cómo, pero los partidos de izquierda se enteraron y empezaron a caer con camisetas de los partidos y agrupaciones. Los pibes ya estaban acostumbrados al chamuyo y no les dieron pelota. Liliana Olivero se acercó a hablar de la heroica lucha de los más necesitados y yo la mandé a la mierda y le tiré con un balde de uno de los chicos. Al final, decidieron usar los chalecos de los naranjitas, que se estaban haciendo la guita por tantos autos estacionados. Entre todos eligieron el nombre del equipo. Se barajaron muchos: “los guardianes de la mona”, “herederos del Luifa”, “cachi gol”, “la gloria”, etc. Pero todos tenían connotaciones con los equipos de Córdoba, entonces siempre había alguno disconforme. Yo sugerí el nombre de “Revolución Teresín”. Todos se dieron vuelta y me dijeron de que, a pesar de que era el técnico, eso no me autorizaba a hablar pelotudeces. “Además, ¿qué carajo significa revolución teresín?”, preguntó uno. Yo tampoco sabía, pero el nombre saltó a mi cabeza y lo dije sin pensarlo. Creo que lo traje desde lo más profundo de mi inconsciente. Al final, eligieron el nombre de: “Los limpia-vidrios”, ya que la mayoría laburaba de eso.
De reojo lo veía al técnico de los del Monse. Daba indicaciones moviendo las manos, señalando un pizarrón que no sé de dónde lo sacó. Yo agarré un palito y dibujé un cuadrado con dos arcos y dos áreas en la tierra para tratar de preparar alguna jugada. Preparé la alineación titular. Al arco, el de remera de Talleres. Y el resto, por toda la cancha. “Esto es fútbol total”, les dije. El Pies descalzos, el de remera roja, el de la cubana y el de alpargatas, eran la alineación inicial. En tanto que Burruchaga paró un arquero y el resto, todos defensores. Todos con la camiseta de Arsenal, con la propaganda que decía “Grondona, por otros 10 años más.”
1 comentario:
Acá van la séptima y octava entrega. No va a terminar antes de año nuevo y dudo si alguno podrá leer esto antes de partir de vacaciones.
Creo que el primero en irse voy a ser yo, así que antes de eso postearé lo que falta. El que ande con tiempo lo leerá.
Abrazos:
ramia
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