viernes, mayo 20, 2011

Garrafa

Acostumbrados a una vida de tiempos veloces, de poca pausa, de un olvido sistemático del estar para ser, siento que tengo que aprovechar cada momento distinto, la gambeta que conmueve a todos esquivando pilares de cemento.
El tipo se llamaba José Luis Sánchez. Dicho así, a secas, con el nombre y apellido que el Registro Civil guarda en sus archivos, en las partidas de nacimiento y defunción, el nombre no dice nada. José Sánchez es, así, un profesor de matemática en un secundario, un barrendero, un vendedor de artículos de limpieza o un cantor de peñas de algún pueblo pampeano. De esos hay miles. Pero éste José Sánchez jugaba al fútbol, y le decían “Garrafa”.
No soy un conocedor de su trayectoria. Apenas si recuerdo algunas de sus jugadas. Su aspecto físico, eso sí, era reconocible: pelado, retacón y de poca altura. Muchos pensaban que su apodo era la continuación de su facha, pero no, le decían así porque trabajó un tiempo vendiendo garrafas. Historias de un fútbol que vive, todavía, en las capas bajas de las divisionales.
El tipo tenía tatuajes de vida por todos lados; quizás adornaba su brazo con una cruz, o con alguna inscripción de rockero-motoquero, pero el más importante, el memorable, era el que tenía pintado en la espalda: el número 10. Y ese número, en este país, es cosa seria.
¿Por qué algunos jugadores quedan grabados en la memoria de tanta gente? No es sólo por la habilidad, por lo que sus piernas podían generar en una cancha, ni por los goles, y las gambetas. El jugador que nunca muere tiene algo más, que lo distingue del resto de los habilidosos de esta tierra. Hay sensaciones difíciles de analizar pero muy fáciles de sentir: Garrafa Sánchez era potrero. Era querido adentro y, especialmente, afuera de la cancha. Buena persona y buen compañero, mantenía un orden en la jerarquía de sus pasiones que iban en dirección contraria a lo normal en el ambiente del fútbol. Será por eso que el fútbol del ascenso era su lugar preferido. Lejos de los pastos bien cortados, de las líneas de cal, las mil cámaras y los análisis periodísticos, el Garrafa construyó su relación directa con la gente, sin intermediarios, sin micrófonos. Sus piernas, su pelada, el lenguaje de la cancha y los alambrados gastados.
José Luis Sánchez fue argentino al mango. Nunca se fue de los lugares que amaba, nunca dejó el abajo aun estando arriba. Dicen que se fue a probar a Ferro y no quedó. Luego arrancó jugando en el club del que era hincha: Laferrere. También pasó por El Porvenir y por Bella Vista, de Uruguay. Cuando había clasificado a la Copa Libertadores con el equipo uruguayo, Garrafa dejó el fútbol por ocho meses por la enfermedad y posterior muerte de su padre. Retornó al fútbol en Banfield. Allí consiguió el ascenso a primera división y brilló jugando ante los grandes del fútbol argentino. Pero el más grande era él, y en el 2005 a los 32 años decidió volver al barro, donde era feliz: fichó para Laferrere y completó el círculo que todo hincha desea con su ídolo.
Garrafa volvía a su club para devolver su magia a toda su gente, para dominar una pelota en esas canchas poceadas del ascenso porteño. Pero al tipo le gustaban las motos, la velocidad, las locuras. Así fue y así terminó. En la cuadra de su casa intentó hacer una de esas piruetas que hacía constantemente en todos los lugares de su vida. Esta vez no le salió y el resultado fue el peor de todos. No terminó en gol en contra, no se comió una puteada de tribuna, ni un reto paterno, no, la pagó con su vida. Perdió el control de su motocicleta y cayó directo al asfalto, sin casco.
Los testimonios de la gente que lo quiso son conmovedores. Todos sonríen, como hacía él; levantan los hombros, muestran los dientes con una mueca de felicidad en la que se lee un “bueno, así era él (así lo queríamos)”. Murió con la suya, la que hizo feliz a tantos.

“Muchas gracias, muchachos, por recordarme. Y bueno, aunque yo no esté presente ahí está mi bandera y eso me llena de orgullo”
José Luis “Garrafa” Sánchez. Zurdo, enganche, ídolo, argentino.

jueves, marzo 31, 2011

Hasta que la muerte

Funes se levanta, mira a la ventana.
Su compañero ceba un mate, se lo alcanza en silencio.
Toman. De a uno por vez.
Juntos.
El miedo era evidente, el salto parecía gigante y el precipicio los asustaba.
Funes devuelve el porongo y apenas cruza sus ojos con los de Fernández. El flaco lo recibe, hace una mueca de angustia y vuelve a cebar para él. Recuerda, con un sorbo corto, con una mirada perdida, los nerviosismos de las rupturas, de la ubicación por fuera de los lugares comunes:
- Cuando se enteren mis viejos –dice con desesperación Fernández.
- Tenés que decirles. Sos su hijo, si te quieren te van a entender –lo consolaba Funes.
No entendieron. Ni ellos ni tantos.
Apostaron juntos, hace muchos años, a una jugada difícil y poco ganadora en un tablero hostil. Vivieron el frenesí, la locura del amor, la real y única locura del amor. La ruleta giró sin parar para ellos.
- Hablame –suplica el Flaco a su compañero.
Funes no dice nada. Deja por un rato la falsa contemplación del paisaje de la ventana y lo mira. Sigue en su silencio y vuelve a la nada de la ventana.
Los minutos lastiman, la falta de palabras, la dificultad de tantos años, de todo lo dicho, lastima. El amor, a veces lastima.
- Dame otro –pide Funes.
- Tomá.
Fernández apoya su espalda en el sillón, resignado al silencio. Sabe que está a punto de llorar, pero no lo va a hacer; se está jurando, en sucesivos diálogos en su cabeza, que no va a derramar lágrima alguna, que esta vez no.
- ¿Para qué, decime vos, para qué querés…? –pregunta Funes en un arranque sorpresivo, como soltando un globo al aire.
El Flaco lo quema con su mirada y se levanta con violencia y lo agarra con ambas manos de los brazos:
- ¡Es ahora, Carlos, es ahora! ¡¿Cuántas veces hablamos esto, cuántas veces soñamos esto?!
Fernández lo sacudió con las palabras. Y siguió:
- No te digo que seamos los primeros, ni los segundos, pero esto es nuestro, Funes, es nuestro, somos vos y yo, vos y yo.
Funes empieza a quebrarse:
- Ya sé, ya sé –dice sollozando- Yo también quiero, Flaco, yo también… pero.
Fernández no deja que los miedos avancen y besa a su compañero.
Lloran.
Juntos.
Hasta que la muerte los separe.

viernes, febrero 11, 2011

Los años dorados

Dedicado al Drés.


Este país está hecho bosta. Si todo anduviera mejor, no te digo excelente, sólo un poco mejor, yo no tendría que hacer estas cosas que hago. No es que me disguste, no, no es eso; creo, inclusive, que ha sido un grato descubrimiento el de la escritura. Yo era un tipo común, un par de libros al año y ya. A veces una revista y el diario de los domingos. Pero cuando el negocio empezó a ir mal me encontré con mucho tiempo libre. Un amigo me recomendó un libro. Lo leí, me gustó y así empecé. Hasta encontré libros sobre mi rubro; muy interesantes la verdad. Y así fui leyendo hasta que un día me picó el bichito, me animé y me senté en la computadora a escribir. Cosas sencillas, cuentos, historias y esas cosas. Eso que odio las computadoras. No sé usarlas, no las entiendo y la Internet… la Internet es la culpable de tantas cosas. Las tecnologías nos cagaron la vida pibe. Por eso, a pesar de que me guste escribir, cambiaría todo por laburar como hace unos años. Las décadas de oro del cine. Arte puro, arte puro.
Toda esta zona estaba repleta de salas. Desde la Avenida Colón, hasta el río. Y desde General Paz hasta el Boulevard Perón, que en aquel entonces tenía otro nombre que ahora no recuerdo. Se había armado un grupo macanudo. Nos juntábamos los jueves a las siete, ocho de la tarde en el bar del Gallego, que quedaba acá a la vuelta. Ya no está más el bar. Una lástima. Cuando se murió el Gallego todo se fue a la mierda. Nos enteramos que no tenía hijos, y la mina con la que andaba, Sandra, se quedó en bolas. Convivieron unos diez años juntos, pero no había un solo papel firmado, nada. No había título de propiedad, recibos de sueldo, testamento ni hablar. Yo te estoy hablando de los ochentas. En aquel entonces las cosas eran distintas. Con los muchachos juntamos unos mangos, le conseguimos un abogado amigo para que la ayudara a pasar a su nombre el local del bar. Ahora se lo alquila a unos tipos que venden descartables, todo tipo de plásticos. Ella sigue viviendo en la piecita de arriba. Pobre. Después de eso la vimos muy poco a la Sandra.
Siento que la historia va toda pegada. Que las cosas empiezan a caerse todas juntas, como un dominó. Porque cuando se murió el Gallego nosotros estábamos bien, no te miento. El negocio funcionaba, habíamos pasado la etapa de los milicos, donde la mano se puso difícil, vivíamos una censura constante y gastábamos mucha guita pagando cometas. Algunos amigos se esfumaron, no se los vio más. Pero a pesar de eso pudimos seguir adelante. A mediados de los ochentas el negocio volvió a andar bien. Vino lo del Gallego, que nos pegó muy mal a toda la banda; lo lloramos, lo lamentamos, pero seguimos adelante. Cambiamos de bar y de día de juntada. Al poco tiempo, algunos dejaron de venir. No nos dimos cuenta, creeme, no nos dimos cuenta. Lo que fue una banda de más de quince personas terminó siendo cuatro o cinco. Uno piensa que somos todos amigos, pero con el tiempo te vas dando cuenta que solamente éramos compañeros de rubro, que no sabíamos casi nada de la vida del otro. Ojo, algunos de nosotros sí fuimos amigos. Al colorado Casas lo conozco hace una ponchada de años; conozco a la mujer y a los chicos, nos llamamos para los cumpleaños y esas cosas. Después están el Oso, el rulo Jiménez, el Polo. De ese grupo, esos se convirtieron en amigos. Me dieron una mano cuando la cosa se puso fea. Me prestaron guita y jamás, sentime, jamás me pidieron un centavo. Eso que en el ’89 la guita valía una cosa un día y al otro no era nada. No, si yo no te miento cuando te digo que este país no tiene remedio. Argentina es una mujer que te enamora, una mujer hermosa. A veces te abre la puerta, te la presta, te deja probar la miel y al año siguiente se esfuma, cambia de teléfono, de dirección y se te he visto no te conozco. Argentina es hija de puta. Pero la amo. Te darás cuenta que el uso de metáforas va siempre en una misma dirección. Y sí, son muchos años.
Uno de los primeros en abrir un cine, de animarse, fue el Gordo Salinas. Un hijo de españoles. Una leyenda en la ciudad y un manual en vida sobre cómo manejarse en el ambiente. Digamos que el Gordo Salinas inventó el ambiente en Córdoba. Abrir un cine condicionado en una ciudad tan católica, tan tradicional como es esta… Había que estar muy convencido y había que tener mucho coraje. No me acuerdo la verdad en qué año fue eso. Creo que… No, para qué te voy a mentir. Parece que el Gordo había visitado Estados Unidos y allá ya estaba muy de moda. Pero acá, nada. El cine porno, las películas, existen desde principio de siglo, eso lo saben todos. Y bueno, no conozco mucho los detalles, pero así fue como el Gordo Salinas abrió una puerta, corrió la cortinita, y empezó todo.
Yo entré al rubro de casualidad, como tantos otros. Había venido a la Córdoba a estudiar Medicina. En aquel entonces todos, o casi todos, los que venían a la Universidad tenían que trabajar, no es como ahora, ahora es más fácil. Entonces me puse a buscar laburo. Estuve unos meses en una zapatería, en el centro. Después probé repartiendo diarios: muy cansador y te pagaban muy poco. A finales de los sesentas, habrá sido en el ’69, sí, porque yo entré a laburar después del quilombo del cordobazo. Bueno, justo había dejado lo de los diarios y me salió una posibilidad de entrar a una de las automotrices que se estaban instalando en Córdoba. Hice la prueba y todo pero no me llamaban. Pasaban los días y nada. Y yo no tenía un mango. Deambulaba en lo de algunos conocidos de mi pueblo. Me daban de comer y nada más porque ninguno era millonario, todos laburantes. Un día caigo a la casa de Enrique, un chango que vivía a unas cuadras de la casa de mis viejos, que también había venido a estudiar a Córdoba. Me cuenta que había visto un cartel en un cine, necesitaban boletero para el turno de la noche. Yo pensé “bueno, agarro esto y cuando me salga lo de la fábrica lo dejo”. Resulta que era para un cine condicionado. No pagaban mal y el horario me venía bien para seguir estudiando. Acepté. De la fábrica nunca me llamaron, terminé dejando la carrera en tercer año y acá estoy.
Hice muchos conocidos, gente bien. Conocí muchas mujeres. En los ochentas, como te contaba, esto era increíble. Había más de 50 salas. Algunos tipos eran unos comerciantes; vieron la veta del negocio y se mandaron, y bueno, así terminaron. Se pensaban que esto era fácil, que vos ponías una película con un par de minas en bolas y ya estaba. Y no, esto es un arte, hermano. Nosotros, los que lo sentíamos así nos juntábamos siempre para darnos una mano, recomendarnos películas, pedir todos juntos las cintas así nos salía más barato; porque la mayoría de los rollos venían desde afuera, desde Estados Unidos. Entonces nos poníamos de acuerdo entre los muchachos y pedíamos una que nos interesara mucho y nos la íbamos prestando una semana cada uno. O sino, cuando se podía, se la dábamos a un tipo que nos hacía unas copias truchas. Eran de menor calidad pero cuando la mano se ponía fulera recurríamos a ese tipo de cosas.
Nunca me casé. Creo que mi estilo de vida no iba con el matrimonio. Al contrario de lo que muchos piensan la mayoría se calzó el anillo. En un mundo como este se habla mucho y se conoce poco. Se piensan que porque uno está en este rubro es un enfermo o un maniático del sexo. Dicen demasiadas cosas. Yo puedo poner las manos en el fuego por muchos de estos muchachos, toda gente de familia, gente bien. Lo que pasa es que acá son católicos los domingos a la mañana y los sábados a la noche tienen la cola más larga que el diablo. Y no hablo sólo de los hombres.
Estuve, eso sí, con muchas mujeres. Conviví con dos nomás. Norma, la primera, vivió conmigo los primeros años, a mediados de los setentas cuando pude juntar unos mangos y abrir mi propia sala. Estuvimos siete años y medio. Tuvimos un hijo, Manuel, y nos separamos. Ahora viven en Corrientes. Ella se casó un tipo de allá. A Manuel lo veo muy poco, las veces que viene a Córdoba de visita o cuando necesita plata, para eso sí. Un par de años después estuve con Alicia. Una piba que era más chica que yo. Empezó como secretaría, aunque hacía de todo, desde limpiar los baños hasta cobrar entradas. Anduvimos un tiempo juntos, me la llevé a vivir a mi departamento. Después la cosa se enfrió y nos separamos. No sé, creo que al final pesó mucho la diferencia de edad.
Cada vez que me siento a escribir termino hablando de tiempos pasados. No hay caso. Con Menem empezó la debacle. No fue el culpable directo, pero con eso del uno a uno empezaron a venir tipos de todos lados, con ideas nuevas y nos reventaron. Muchos se fundieron y se tuvieron que dedicar a otra cosa.
Y lo de la Internet fue el golpe de gracia. Por culpa de esa mierda perdimos muchísimos clientes. En Internet no hay arte, viejo. Acá nosotros te traemos lo mejor de lo mejor. Las mejores producciones de la industria. Gastamos un dineral. Cuando viene la gente y le cobrás quince pesos de entrada algunos te miran con cara de orto, otros pegan la vuelta y se van. Claro, pero para ver una película de Stallone pagan como veinticinco mangos en cualquiera de esos cines yanquis. Hoy por hoy cualquier pendejo se sienta en una máquina, aprende a usarla y a los quince minutos está bajando un video porno que subió otro pendejo en Noruega. ¡No hay control! Esa es una ventaja de los cines; hoy los pibes reciben influencias de todos lados y nadie lo puede controlar. No, si yo te digo, con este país…
Pero por suerte, a pesar de todo, sigo acá. La cartelera no será del mismo nivel que hace una década; ya no se pasan películas a sala llena y sólo abro desde las seis de la tarde hasta las cuatro de la mañana. Sin embargo no paso hambre, vivo bien e incluso me sobra un poquito de tiempo para escribir estas historias.
Creo que estoy en uno de esos años en los que Argentina me abre las piernas y me acepta como soy.

miércoles, enero 26, 2011

Convivencias





Camino
cuento las rayitas de las baldosas de casa
riego las plantas
apoyo los codos en la mesa
sostengo mi pera con ambas manos
alimento a los perros
miro por la ventana
veo la tele apagada
escribo
cuando tengo fuerzas me cocino
cuando no
me cocino
Es lo mismo que hago
cuando están ustedes
sólo que ahora
estoy solo.



domingo, enero 23, 2011

Poemita II

La vuelta de tuerca


Yo trabajo.

Transpiro, me canso.

Pero la inspiración

existe.

martes, enero 18, 2011

Poemita

Tuve una imagen de caballos sueltos
de ríos duros
de algunas libertades de viento.
Eran brazos abiertos al estallido de una red,
eran abrazos cerrados
eran corazones sueltos.

Tuve un sueño
y luego desperté.

sábado, enero 01, 2011

Comportamientos en lluvia


Al salir de casa me aferré al picaporte con fuerza, lo acaricié como lámpara mágica para que me diera respuestas. En la mano izquierda tenía el manojo de llaves. Lo hice girar un par de veces con mi dedo índice en una de las argollas. Dudé. Levanté los hombros, cerré y me fui.

Caminando por el barrio, auriculares en los oídos, las cuatro cuadras que me separan de la parada, el cielo celeste por un lado, más blanco por otro, más gris más allá. Córdoba arde y se podrían cocinar huevos fritos en el asfalto. En el colectivo hace unos 50 grados y se me pega la camisa al cuerpo.

Hay situaciones con las que (casi siempre) uno queda en off-side. Mal parado, por no saber cómo jugar, por no prestar atención, por simple boludo o vago. La misma sensación de elegir entre esta o la otra caja en el supermercado. Uno ya se la jugó y se va a aferrar a muerte. Parados, con cara de embole, vemos cómo, mágicamente, la cola de al lado empieza a avanzar y avanzar y avanzar y ese que tenía las cocas llegó después que yo y ya está pagando. Lo mismo con la decisión (generalmente económica) de optar por el colectivo y no por el taxi. Uno se sienta a ver el desfile de coches amarillos y de todas las otras líneas de bondis. Y yo a cinco metros de un paraguas, aferrado al picaporte, pensando en que no, qué va a llover justo hoy.

En el centro, con apenas la mitad de los trámites hechos, se larga la lluvia. Corro (no sé porqué, pero corro). Voy haciendo rayuela en las veredas rotísimas de la peatonal. Las viejas avanzan lentas con sus paraguas, esas potenciales armas punzantes que pegan a la altura de la cara. La gente pide bolsas y se las pone en la cabeza o haciendo pecheras, o guardan carteras, bolsos, el bulto importante que no se debe mojar. En los portales de los edificios se acodan como pueden, tratando de no pisarle la cola al perro, porque él llegó antes de la lluvia. Fuman, acurrucados. El clima les sirve para olvidarse de la ciudad por un rato y charlar entre desconocidos.

La ciudad llueve. El centro y la periferia, las mujeres y los hombres, los viejos y los niños, todos son regados por las mismas gotas. Todos iguales, todos mojados. Hay un par de nenes corren desesperados y sonrientes y una madre grita, grita y grita, que esperen, no se mojen, esperen o sino… Un caminador sereno resalta entre tanto trote. Ahí va el tipo, sin ninguna protección, caminando lentamente, dejando que la lluvia lo moje todo. Es la imagen de la libertad. Un pibe con uniforme de colegio abre su paraguas y le dice a la chica que le gusta vení, no te mojes, compartamos. La piba duda un segundo, alimenta el ruego y va. Antes que los pierda de vista alcanzo a ver que ella pasa su brazo por la espalda y lo abraza. No lo veo, pero seguro que ese pibe ya está sonriendo. Unas viejas tardan media hora en subirse a un remis. Les cuesta meterse sin mandar la pata al charco; el colectivo que viene atrás, siempre comprensivo, empieza a tocar bocinazos. Dele doña que se me moja el tapizado. Salen vendedores de paraguas por cualquier lado; juntan la moneda, paran la olla, quizás así el año nuevo les arranque mejor.

Córdoba y su gente bailan, como las gotas con el viento.

Corro el colectivo y me subo. Adentro es un sauna. Algunos vamos mojados otros secos. Empiezo a alejarme del centro y queda claro que Córdoba es una ciudad parejita: todo se inunda. Pero los barrios un poco más.

Me acerco al colectivero, me burlo del “prohibido hablar –distraer- al chofer”. El bólido atraviesa el río generando olas gigantes. El año pasado llegaba hasta acá, le digo al guaso y me señalo las rodillas. El tipo me contesta algo de la falta de desagües.

Me bajo del colectivo, cruzo el río con el agua arriba de los tobillos. Finalmente llego a casa, a salvo.

La imagen se completa conmigo fumando un cigarro, calentando la garganta con el humo del tabaco, sentado en la ventana enorme, viendo el transcurrir del agua por las calles. Pero como no fumo mi ideal se queda en esa imagen de cine, con un actor que no soy yo. Me quedan, eso sí, las palabras y las lluvias que vendrán.



martes, diciembre 28, 2010

Adelanto...

Este es un capítulo que me gusta de un cuento que estoy escribiendo... que no sé si me gusta tanto, pero bueno........
Ahí va.
Abrazo!

Ese miércoles había partido por Copa Libertadores. Vélez contra el Once Caldas, en Colombia. Una mierda. Pero cualquier partido superaba la incertidumbre de estar viendo una película mala y darse cuenta demasiado tarde. El fútbol era otra cosa, más inexplicable, más sincera.
Santiago tomaba cerveza y se mandaba unos maníes a la boca.
Mensaje de texto:
Tas viendo el partido? Tomamo birra? Dale. Puto.
Era su amigo, su gran amigo, el Perro.
Lee el mensaje dos veces.
Piensa.
Con la lengua y el dedo índice se saca un obstinado pedazo de maní de entre las muelas y escribe: estoy en el bar. Caete. Primer tiempo 0 a 0. Partido feo.
Cuando el árbitro pitó el final de la primera parte el Perro entró al bar cabeceando, buscando la cabellera de Santiago. Lo divisó perdido entre publicidades malas y una promesa de repetición de las mejores jugadas de los primeros cuarenta y cinco minutos, que habían sido pocas y malas.
- Perdón señor ¿Está ocupada esta silla? –el Perro siempre tenía algún chiste, malo o bueno, para saludar.
- No, señor, lleve nomás. Estoy esperando a un amigo, pero el muy puto parece que no va a venir.
Santiago se levantó y se dieron un abrazo. Hacía varios días que no se veían.
El Perro levantó la mano varias veces hasta que la moza lo vio. Pidió dos Branca. A los dos les encantaba ese bar porque te daban el fernet como dios y la tradición mandaban: un vaso de vidrio lleno de líquido negro amargo, una hielera y una coca en botella para que cada uno mezclara la medida como se le antojara. Las jarras de fernet preparado son para los giles, decía el Perro.
El partido fue una excusa para ponerse al día desde la sinceridad directa de la noche. Al final ganó el Once Caldas uno a cero, con gol de cabeza de un negro de apellido colombiano y nombre sajón, como Wilson o Edwin.
Pisaron la calle con las manos en los bolsillos.
Se había levantado una brisa fresca que obligaba a los cuerpos al resguardo de las paredes. Caminaron dos cuadras hasta que sus rutas se bifurcaron. Se saludaron con otro abrazo y la promesa de verse pronto.
- No te cortés, puto. –lo retó el Perro. Siempre lo retaba.
- No, hermano. Te prometo que la próxima te aviso yo.
Santiago caminó, sacó su celular, tiró un mensaje de texto al mar, y antes de recibir respuestas pasó por el kiosco de siempre y compró preservativos.

jueves, diciembre 09, 2010

Independiente Campeón

Hacía muchísimo que no escribía una crónica futbolera. En este caso no busqué de ningún modo ser imparcial, ni decir lo correcto. Son un montón de párrafos irónicos y sinceros. Seguramente enojará al hincha de Independiente, pero creo que el verdadero hincha reconocerá un poquito de verdad en la moraleja que quiero plantear.
p.d: no vale la chicana de "callate, si vos sos de Belgrano".
p.d: felicito a Independiente, pero hasta ahí nomás.



Independiente salió campeón. Siento que eso no le importa a nadie o a casi nadie. Levantó la copa de un torneo berreta como es la Copa Sudamericana. Seguramente, a dos renglones de haber comenzado este texto ya me gané el rechazo de todos los hinchas de Independiente (los cuatro o cinco).

Ayer volvía caminando a mi casa y me detuve en el bar Blender’s, ubicado en la esquina de las calles Caseros y Belgrano. Allí funciona, entre otras cosas, un bar-filial de Independiente. Su dueño es hincha fanático y el puñado de seguidores se suele juntar allí cada vez que el rojo juega por algo importante, o sea casi nunca. Me asomé por el ventanal y vi en uno de los 5 televisores que el partido estaba 3 a 1. En casa no tenía nada para hacer, así que acá me quedo, dije.

Bien, desde el minuto 73 del partido hasta el final (con sus dos alargues) Independiente jugó y demostró la misma falta de respeto a ese título que alguna vez tuvieron bien merecidos: Rey de Copas. Se dedicaron a patearla para adelante con un cagazo vergonzoso. Repito que sólo vi esa parte del partido, pero nadie se puede enojar si digo que Goiás (que descendió a la B en Brasil) mereció ganar; y si no lo hizo fue porque es un equipo limitado (como el rojo) y porque Navarro atajó casi todo lo que le tiraron.

Después vinieron los penales y el diablo pateó los suyos muy bien y fin (y comienzo) de la historia. Dale campeón, dale campeón, y no me importa lo que digan las crónicas. Es cierto, a nadie le interesa leer a un pelotudo diciendo que casi no tiene relevancia el título obtenido.

Adentro del bar (no sé cómo) había como 70 personas. Afuera, otras 20 y yo. Un viejito con una radio mató toda la emoción de los penales a los que estábamos viendo la definición desde afuera porque los hechos le llegaban como 8 segundos antes. Entonces cuando Tuzzio acomodaba la pelota el viejito empezó a gritar y a llorar y todo el mundo se abrazaba, y adentro había 70 pares de ojos que ni se dieron cuenta que en la calle la gente gritaba dale campeón. Se gritó una vez, y a los pocos segundos otra vez. Salieron a la calle muchos pibes de mi edad que, salvo el título conseguido con Gallego, sólo recordaban unas tapas de El Gráfico en la que Gustavito López, el Palomo Usuriaga y Pascualito Rambert salían campeones en 1994. Luego vendría otra copa (pero mucho más copa que esta), la supercopa de 1995, con victoria ante el Flamengo de Romario en Brasil (un equipo en serio, no como este Goiás).

Esta Copa (Nissan) Sudamericana es un chamuyo. Es un combo trucho entre la Conmebol y la Supercopa (más cerca de la primera que de la segunda, ya que a la supercopa la jugaban sólo los campeones de la Libertadores, o sea, casi todos clubes grandes) El rojo le ganó a equipos fuertísimos como Argentinos Juniors, Defensor Sporting de Uruguay, el poderoso Tolima colombiano, y al nuevo “grande” de Sudamérica: La Liga Universitaria de Quito. Y en la final, al mencionado equipo de segunda, el Goiás brasilero. Ahora, el rojo luce en vitrinas la misma copa que otro equipo con gran tradición copera, San Lorenzo.

En Córdoba hubo una época en la que muchos jóvenes universitarios eran hinchas de Independiente. Fieles a esa pelotudez de ser de dos clubes, uno de Córdoba y otro de Buenos Aires, había bastantes simpatizantes del rojo. Sumado a que venían oleadas de guasos del interior del país, lo cual ayudaba a que el tráfico de hinchas se hiciera mayor. Si Argentina es/era el famoso crisol de razas, Córdoba es/era el crisol de hinchas.

Hoy, con una noche de descanso, veo algunos videos de los festejos de los jugadores. Siento que no tienen ni derecho de gritar y reivindicar lo de Rey de Copas, que no lo merecen. Creo, que Independiente no merece reivindicar su propia historia hasta que pueda hacer de una vez por todas un presente acorde a su pasado.

lunes, diciembre 06, 2010

Ira(s)

Hay cosas, en ciertos momentos.
Hay otras que siempre o casi siempre.
Lo difícil de medir es la reacción y, por supuesto, la acción.
Poniendo las palabras en las palabras es más claro, más entendible.
Sencillo.
Hay ciertas imbecilidades que me hacen hervir por dentro. Es como un fuego. Es el diablito rojo (en contraposición con el angelito), el mismo que aparece, chiquitito, sobre mi hombro izquierdo. Esta vez, el diablito, está adentro de mi cuerpo. Lleva consigo una cantidad importante de fósforos, papeles de diarios y revistas, un cartoncito para avivar las llamas que amagan con apagarse. Además de tener unos pulmones, sin dudas mejores que los míos, muy capaces de soplar las brisas necesarias.
Si se pudiera explicar en una ecuación no-matemática, expresable en ideas o palabras, sería algo así: imbécil (o imbecilidad) + reacción = diablito que se pone los guantes y dice “bueno, es hora de prender un fueguito”.
Me violenta. Mucho.
Me pasa eso de hacerme mala sangre. Malísima la sangre.
Me estoy poniendo viejo, a pesar de mi no-vejez. Siento que hay muchos pibes que son unos pelotudos. Cuando pienso esto y, peor aun, cuando lo digo, me enciendo la alarma y me doy cuenta de ese estado. Y cada día me deja de importar un poquito menos sentir que hay mucha, muchísima gente muy pelotuda. El problema o los problemas son las consecuencias que su pelotudez me provoca.
Recién usaba la palabra imbécil; creo que es más ofensiva, así que me atendré a su utilización o la búsqueda de sinónimos igual de insultantes.
Mi gran problema, mi mala sangre, mi diablo, mi fuego, las llamas, la bronca que vomito, se debe, en gran medida, a una pasión.
¿Puede una pasión provocar/me tanta mierda?
Sí, puede.
Me fascina la lectura. No cualquier lectura. Me vuelve loco la historia.
Entonces (y no hace falta expresar la ecuación) leo.
Leo. Leo. Leo. Leo. Leo.
A veces bolu-leo, pero generalmente me sumerjo en un texto.
Lo hago porque me gusta pero, principalmente, para tratar de saber de qué hablo cuando hablo (en presente y futuro) y no ser un imbécil que dice imbecilidades, o un pajerito que apoya su culo en un cómodo asiento y escribe o, mejor dicho, postea imbecilidades propias de un imbécil.
A veces siento una gran vergüenza.
Siento que se le falta el respeto al sistema educativo que, con todas sus deudas (principalmente hacia aquellos a los que nunca buscó incluir) nos enseñó a todos a leer, escribir, hacer ecuaciones de cualquier tipo y otras cosas menos necesarias y más olvidables como la capital del departamento Pocho, la principal actividad económica de Chile, los ríos de Europa o la forma en la que se expresa en la tabla periódica el Cromo o el Zinc.
¿Cómo puede existir tanto insulto a la inteligencia? Hablo de inteligencia no como un acervo de conocimientos, no como una acumulación de saberes teóricos. Ni sé si puedo expresar lo que siento sobre la inteligencia. Creo que puedo definirla en contraposición con la ignorancia de sensaciones, con la mala leche que parte desde ciertos lugares muy, pero muy bien acomodados.
Releo: ignorancia de sensaciones.
Escribo: incapacidad de sentir al otro.

Hoy la tierra late.
Las pantallas brillan, día y noche. Siesta y madrugada. Mediodía y medianoche.
Casi todo es lo mismo.
Casi todo me duele.
Pero el dolor dura poco y viene el fuego.
Me ciega, me aparta el poquito de razón y lo vuelve instinto de supervivencia.
Con un imbécil no quiero juntarme ni…
1-¿en pedo?
2-¿a tomar un café?
3-¿a ver un partido de fútbol?
En pedo quizás termine a las piñas.
Café tomo poco, y además, ellos son expertos en tomar café y apuntar/nos todo lo que se debería hacer, quién tiene la culpa, a quiénes se debería matar y cuáles son las recetas para todo.
Y en fútbol, está más que claro, que nuestras camisetas son de distintos colores y jugamos en distintos equipos.

Mientras, el diablito tira unos troncos para que el fuego nunca se apague, se me viene al oído y me susurra las mejores y las peores ideas…
Según desde dónde se lo mire…

domingo, diciembre 05, 2010

sábado, noviembre 27, 2010

Las cosas de Barrio Las Flores VII: Lluvia

Hay una constante en esta serie (por ahora corta) de relatos: la lluvia. Recién hoy caigo en que mis ganas de escribir surgen, a veces, en momentos identificables y reconocibles con los del pasado. Para ahorrar renglones de metáforas bellas que no sabría escribir, lo digo a secas: es hermoso ver la lluvia desde esta ventana.

Hoy es sábado. El día arrancó tardísimo, mejor dicho mi día arrancó tardísimo. El cielo ya venía prometiendo joda desde la madrugada. Puse pava y me senté a esperar, que es una de las actividades más sinceras y repetitivas de la vida.

Tomé medio litro de agua verde caliente hasta que el cielo dejó de histeriquear y largó sus pesadas gotas.

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El espacio entre palabra y palabra está compuesto por todo eso que nos sucede y que rotulamos como “no existen palabras para describirlo”.

Lo que sí se puede decir es que la ventana es bien amplia, que el viento empieza a mover el aire caliente de noviembre, que se genera un micro clima que abraza.

Este texto nace varias horas después. Ya no llueve, ya no sopla viento.

Me levanto de la computadora a buscar algo en la pieza. La Negra Poli y Castelli me siguen. Los miro, les pregunto/los reto ¡qué hacen acá!. Los boludos mueven la cola, ponen cara de hambre; son los perros más culiados y más hermosos del mundo. Te piden comida como el rollinga el peso para la birra. Si pasa, pasa.

Los ayudo a irse de mi pieza con una patada bien colocada en el culo del más chiquito. La Negra (más vieja) la tiene clara y se toma el palo antes. Me siento de vuelta en la computadora y los perros vuelven a echarse. Y ahí viene el momento.

Sale de la nada, como sensación impredecible. Suspendo la lectura, le subo el volumen a Gardel y le doy una mirada al paisaje gris azulado. Hablo en voz alta como loco contento ¡cómo me gusta la lluvia en este barrio!

Tan gigante como eso.

domingo, noviembre 21, 2010

La verdad de la milanesa

Fantástico documental/entrevista al Bichi. También pueden encontrar este video en el blog buenísimo de Barnes ("El bichi explica cómo es la cosa en Córdoba").
Vean por favor.


miércoles, noviembre 17, 2010

Educación

Texto escrito para el programa de radio "Y viceversa". Aquí está minímamente "literalizado", por así decirlo. ¡Abrazo!



¿Qué es la educación?
¿Es lo mismo que aprender?
¿Es lo mismo que conocer?
¿Es lo mismo que saber?
¿Cómo es ser educado?
¿Cómo es ser maleducado?
Muchas preguntas. Muchas preguntas que quieren hurgar, buscar, encontrar, molestar a las afirmaciones dadas.
El tema de hoy es la (y abro comillas) la Educación. La educación oficial, institucional, el sistema educativo, las formas en las que el Estado va a permitir (prohibir) los contenidos, los “si” y los “no” y de toda la cuestión.
Entonces el quilombo.
Pero como esos son temas de mis compañeros periodistas, yo prefiero hablar de lo mismo, pero de otra cosa. Prefiero armar una cadena de momentos. Prefiero seguir con este hilo repetitivo, con esta forma que tengo de decir una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez………

La escolaridad es la bisagra fija de los primeros recuerdos. Desde que podemos recordar hasta la finalización, si es que eso sucede, de los estudios. Las experiencias se pegan con plasticola. Uno puede olvidar la edad se ciertas anécdotas, pero ahí viene el colegio, el secundario o la universidad a salvar a las papas, a ayudar a decir “di mi primer beso cuando iba a sexto grado”;
“casi me pisa un auto en segundo año”;
“Entre primero y tercer año de la facu me la pasé de joda”.

Y así…

Mi primera señorita se llamaba Mercedes, una vieja excepcional.
Mis amigos de primaria siguen formando parte de mi vida.
En quinto grado me saqué un par de malas notas.
Firmé el libro de disciplina alguna que otra vez.
Nunca fui candidato a ser abanderado.
Siempre tenía mi guardapolvo sucio y con algún botón salido.
En primero me gustaba Eliana Carrillo. De tercero a quinto Julia Pereyro, hasta que se cambió de turno y no la pude seguir viendo. En sexto y en séptimo todas y ninguna.

Vamo, dale que ahí arrancamos:

Las americanas, los chicos la bebida, las chicas la comida.
Las chupinas, las peleas, el “te agarro a la salida”.
El moquero, el gordo, la linda, la fea, el burro, el negro, el que jugaba bien a la pelota, el que no hablaba, el chupamedias, los putos del “b”, el gritón, el copión, el preferido, las ñoñas, los que repetían, los que nunca iban a los viajes, los que tenían todos los juguetes, el que llevaba cantimplora y no convidaba porque mi mamá no me deja, el mentiroso, el falso, el amigazo, el violento, la que nunca hablaba, Adrián Bazán, el gordo Cedano, Luisito Rodríguez, Daniela Arroyo, Pablo Paiva, la García, Betiana Moreno, la gangosa Cecilia, Juanca Teresín, … todos esos nenes de la foto… todos nosotros…

Todo está atado.

En el secundario los rótulos se hacen más fuertes y más violentos. Es una etapa dura para algunos y hermosa e insuperable para otros.
Los primeros granitos, los primeros pelos en la cara, la paja, las 12, 13, 14 y hasta 15 materias.
La corbata, la camisa y el pantalón.
Las amistades, el cambio de voz, los primeros amores, los segundos desamores. Matemática, Educación Cívica, contabilidad, gimnasia, el Técnico primero y el de barrio después.
Mis viejos, mi familia, las creencias, la religión, la rebelión, las dudas, las búsquedas, las rupturas, la inocencia, la inmadurez, las pendejadas.
Las historias, las cartitas, los machetes, las piñas, las amonestaciones, el fútbol, el himno, alta en el cielo un águila guerrera, la bandera, las lapiceras, el rock y el cuarteto.
Las minas, por dios las minas, las tetas de la Rodríguez, el culo de la Laura Posse, la profe de Química, la vieja culiada de Castellano.
Música, plástica, hora libre.
El escavio, la noche, las vacaciones, los repitentes, los putos del “b”, las minas del “b”, la reincorporación, Paco, las chicas, Ávila, Barrera y Pegoraro, los diplomas, fin de año, el viaje de estudios, una página que se termina y otra que empieza a escribirse.

La facu.
La joda, las experiencias, las rupturas con argumentos, la política, las mujeres, por todos lados mujeres, el fútbol, la cancha, el alcohol, las certezas y las dudas.
Los amigos, los compañeros, las noches, el mate amargo, el estudio, las fichas que caen una tras otra, la sensibilidad, la injusticia, las marchas.
Las notas, los bochazos, los finales, parciales y recuperatorios.
El sexo, el rock, las jodas, la mejor etapa de mi vida.
Los crónicos, los troscos, los reformistas, los chinos, las agrupaciones, los partidos, los independientes y los autoconvocados.
Los chamuyeros, los fachos, los copados, los hijos de puta.
Las miraditas, el filo, el sexo. Las novias, los huesos, el amor imposible, el chamuyo eterno, el éxito y el fracaso.
Las inscripciones, los expedientes, los trámites, secretaría de alumnos, centro de estudiantes, académica, extensión y secretaría de apuntes, regularización de analítico, timbrado y comprobante de pago.
La gente, toda la gente.
Los martes de vino tinto. Los sábados de fernet.
El tiempo que va rápido, despacio, monótono, fugaz o justo.
Los primeros en abandonar, los primeros en recibirse, los huevos la harina y la pintura. Las presiones, la militancia, la vida, la adolescencia, la despreocupación.
La transición, los años en la espalda, la barba, el trabajo, la adultez, las dudas, el sistema, los burgueses, los comprometidos, los progres, los caretas, los sinceros, los hijos de mamá, la empresa de papá, los rascas, los humildes y los tacaños.
El peronismo, las certezas, el fútbol, el título, la meta lejos, cerca, imposible, alcanzable, deseada o soñada.

Y el final, ese que parece imposible, pero llega, creeme que llega.
Con la lengua afuera, o con los pulmones llenos de aire, casi todos llegan a algún lado. Se multiplican los verbos, conocemos una cantidad increíble de sujetos y aceptamos con orgullo que no somos ni perfectos ni pluscuamperfectos.
Seremos lo que fuimos y las cosas que hicimos.

martes, noviembre 09, 2010

Hasta que la muerte

Funes se levanta, mira a la ventana.
Su compañero ceba un mate, se lo alcanza en silencio.
Toman. De a uno por vez.
Juntos.
El miedo era evidente, el salto parecía gigante y el precipicio los asustaba.
Funes devuelve el porongo y apenas cruza sus ojos con los de Fernández. El flaco lo recibe, hace una mueca de angustia y vuelve a cebar para él. Recuerda, con un sorbo corto, con una mirada perdida, los nerviosismos de las rupturas, de la ubicación por fuera de los lugares comunes:
- Cuando se enteren mis viejos –dice con desesperación Fernández.
- Tenés que decirles. Sos su hijo, si te quieren te van a entender –lo consolaba Funes.
No entendieron. Ni ellos ni tantos.
Apostaron juntos, hace muchos años, a una jugada difícil y poco ganadora en un tablero hostil. Vivieron el frenesí, la locura del amor, la real y única locura del amor. La ruleta giró sin parar para ellos.
- Hablame –suplica el Flaco a su compañero.
Funes no dice nada. Deja por un rato la falsa contemplación del paisaje de la ventana y lo mira. Sigue en su silencio y vuelve a la nada de la ventana.
Los minutos lastiman, la falta de palabras, la dificultad de tantos años, de todo lo dicho, lastima. El amor, a veces lastima.
- Dame otro –pide Funes.
- Tomá.
Fernández apoya su espalda en el sillón, resignado al silencio. Sabe que está a punto de llorar, pero no lo va a hacer; se está jurando, en sucesivos diálogos en su cabeza, que no va a derramar lágrima alguna, que esta vez no.
- ¿Para qué, decime vos, para qué querés…? –pregunta Funes en un arranque sorpresivo, como soltando un globo al aire.
El Flaco lo quema con su mirada y se levanta con violencia y lo agarra con ambas manos de los brazos:
- ¡Es ahora, Carlos, es ahora! ¡¿Cuántas veces hablamos esto, cuántas veces soñamos esto?!
Fernández lo sacudió con las palabras. Y siguió:
- No te digo que seamos los primeros, ni los segundos, pero esto es nuestro, Funes, es nuestro, somos vos y yo, vos y yo.
Funes empieza a quebrarse:
- Ya sé, ya sé –dice sollozando- Yo también quiero, Flaco, yo también… pero.
Fernández no deja que los miedos avancen y besa a su compañero.
Lloran.
Juntos.
Hasta que la muerte los separe.

sábado, noviembre 06, 2010

Perdón flaco

Excelente texto de Llonto; extraido del blog del Fer.


Por Pablo Llonto

Lo que te puteamos Flaco. Las cosas que dijimos de vos cuando en la imbécil tentación del engreído revolucionario decíamos de vos, el monigote de Duhalde. Las marchas que te hicimos. Queríamos decirles a los argentinos que estabas dilapidando nuestra plata dándosela en bandeja al FMI.
Cuántas palabras envueltas en desprecio y sorna. Instruidos en las sabias esgrimas marxistas, enumerábamos los siniestros enemigos de los que te rodeabas. Casi, casi, te ordenábamos que fueses puro. Como nosotros.
En los rudos textos, en las vehementes intervenciones radiales, despedazamos tus confusas relaciones con el poder. Claro que sí, qué otra cosa era un hombre saludando a Bush con una sonrisa. No prestabas atención a nuestra pedagógica manera de llevar adelante el protocolo.
El propósito era que nos escuchases. Que leyeras nuestros volantes, nuestros afiches, nuestras banderas. Tenías que hacerte, de un día para otro, justiciero expropiador de todos los sinvergüenzas.
Tenías que rendirte ante nuestras luchas.
Queríamos ser testigos de un milagro que honrara a nuestros santos leninistas: la conversión acelerada de un político burgués a tigre trotskista, como aquel que posa en nuestros posters. Queríamos verte echando a todo tu staff, tus ministros, tus amigos, tu familia, desprendiéndote de cuentas bancarias, bienes, alquileres. Si era posible Flaco, tenías que tirar los mocasines y la birome Bic. Y desafiliarte del PJ.
Un día, Flaco, nos enteramos que hablabas en la ESMA. Que entrabas allí con las viejas y con los hijos. Pedazo de oportunista, dijimos. Luego, procuramos escuchar bien aquello que decías. "Como presidente de Argentina, vengo a pedir perdón en nombre del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia tantas atrocidades".
Carajo. Exasperabas nuestra incredulidad eterna. De pronto, un presidente argentino, de la Casa Rosada, les pedía perdón a las Madres; a las mismas Madres que un tiempo atrás (diciembre 2001) habían sido gaseadas, mojadas, arrojadas a caballos por los infames de la Casa Rosada.
Ebrios de indiferencia, pensamos que debíamos aplaudir ese gesto, no más de 24 horas. No podíamos ser aventurados en el elogio. No tolerábamos que no cumplieras, una a una, todas nuestras utopías.
Ni cuando aprobaste la jubilación para los que no tenían aportes. Incluida nuestra vieja, y nuestra suegra.
Ni cuando le brindaste a Chávez, y a otros, el escenario adecuado para mandar a la misma mierda, el asesino ALCA. Ni cuando le sacaste el fútbol de las manos al pulpo eterno. Ni cuando quisiste poner un poco de justicia con la 125 cumpliendo tu máxima peronista de llegar al fifty fifty. Ni cuando desafiaste a Clarín y sus tentáculos. Ni cuando ideaste el final del monopolio de Papel Prensa.
Ni cuando impulsaste el matrimonio igualitario. Ni cuando te enojaste con las claudicaciones de la ex intachable Corte. Ni cuando apagaste las privatizaciones de Aerolíneas, el saqueo de las AFJP, el choreo macrista del Correo.
Ni cuando te extenuaron los impostores, los Alberto Fernández, los Lavagna, los Solá, los Cobos, los Pedraza.
Ni cuando apoyabas una ley que resolviera un cacho de participación en las ganancias. Ni siquiera cuando tu última opinión sobre los burócratas sindicales contenía una frase premeditada: “hay que dar con el último de los autores intelectuales del crimen de Ferreyra”. Ahora que estás en Santa Cruz, rodeado de los combativos mineros de Río Turbio que adorábamos en los 90, ahora es como un poco tarde, Flaco.
Queríamos decirte simplemente que los anarquistas somos, a veces, muy de vez en cuando, un laberinto de contradicciones. Y que pensábamos votarte. Era nuestra mínima y secreta manera de pedirte perdón.

jueves, octubre 28, 2010

Aseveraciones lógico-políticas

De José Pablo Feinmann (Página 12. 26/10/10)

1. Néstor Kirchner no era Perón. 1.1. Perón dejó como sucesores a una Presidenta inepta y a un criminal paranoico. 1.2. Néstor Kirchner compartió su vida y deslizó la presidencia en manos de un valioso cuadro político, de una mujer fogueada y hecha en la gran política. De una mujer de excepcional inteligencia. Se me perdonará esto: pero estudié la carrera de Filosofía y ahí recibí mi título. Dediqué mi vida a la filosofía y a la literatura. Sé cuándo alguien sabe pensar. Ningún presidente de la historia argentina pensó con el rigor y la inteligencia de Cristina Fernández.

2. Perón, al regresar, dedicó sus mayores afanes a perseguir y aniquilar a los jóvenes del peronismo, armados o no. Evidentemente el padre Mugica, asesinado por Rodolfo Almirón de la Triple A, organización construida a la vista (aprobatoria) de Perón, no era un hombre armado ni clandestino. (Menos aún lo mataron los Montoneros, como dicen algunos pérfidos que buscan aliviar las culpas de la Triple A. ¡Valiente tarea, qué cercanos se sentirán a ella!) Tampoco lo era Enrique Grynberg, que manejaba un Ateneo en Saavedra. A Kirchner la muerte lo sorprende en pleno diálogo con la juventud. En plena construcción de una de las cosas que hoy más necesita el justicialismo: la construcción de la militancia territorial. 2.1. Cuando murió Perón, el establishment se asustó, y mucho. Porque el tercer Perón era un guerrero del establishment que, para beneficio y alegría de ese sector con el que tan bien negoció, le estaba haciendo la tarea sucia. 2.2. Con Néstor Kirchner, buena parte del establishment y las clases altas y las clases medias altas festejan jubilosos. Hubo censistas que ya hoy llegaron a casas que estaban con las puertas abiertas y festejando. En muchos hogares, hoy, ya hoy, con el cadáver del ex presidente aún tibio, se festejó con champagne. 2.3. Seguramente también en muchas editoriales. Se podrían dar nombres, pero no es el momento y –además– todos los conocen.

3. El vicepresidente de Perón era su esposa, sumisa, a él y al monje umbandista Daniel, asesinos ambos. La sucesora y compañera de vida de Kirchner es Cristina Fernández. Su vicepresidente es un traidor y ayer le añadió a la traición la mentira, que son hermanas de sangre, que van juntas porque traicionar es mentir y gravemente. Tuvo ayer el exasperado caradurismo de decir que había muerto un gran presidente. ¿Por qué le clavaste un cuchillo en la espalda al proyecto de un gran presidente, Cobos? ¿También esa crueldad, esa torpeza, esa traición al país le hiciste? 3.1. Cristina Fernández es de esos seres humanos que se agrandan ante la adversidad. La verán llorar. ¿Cómo no va a llorar al compañero de una vida? Y como una mujer. O como cualquiera. Cualquier ser sensible lloraría en una circunstancia semejante. Yo, ni lo duden. Lágrimas lacerantes. Pero Cristina es notoriamente fuerte. La desdicha le dará poder. La desdicha la hará todavía más dura en la lucha. No festejen tanto, señores. Acaso ni sospechen lo que tendrán que enfrentar de aquí en más. Por otra parte, si Cristina (se decía insistentemente) carecía de carisma, conseguía adhesiones por su inteligencia pero no por su ternura o por su feminidad o lo que sea. (No creo en esto, pero aceptémoslo.) Ahora, el pueblo verá en ella a la mujer que se quedó sin su hombre. A la mujer sola. A la que sola se las tiene que arreglar. A la que hay que seguir, querer y respaldar para que el país conserve su rumbo. “No se nos puede quebrar”, dirán muchos. “Pobre, qué mala suerte. Perder a un marido tan joven. Tan necesario para ella. Un marido al que tanto quería.” Lloverán las flores y las adhesiones emocionales. Pero hay que transformarlas en militancia. 3.2. Hoy, más que nunca, la militancia juvenil tiene un papel esencial. Al que aparezca con alguna teoría que recuerde a la lucha armada y al foco insurreccional de los ’70 échenlo a patadas. Esas posiciones llevaron a la muerte a una generación entera de militantes a lo largo y a lo ancho de América latina. La lucha militante (la única) es de superficie, de cara al sol, como quería morir José Martí y también como quería vivir y vivió (era porque sabía la belleza de vivir de cara al sol que así quería morir). De cara al sol significa: nada de clandestinidad, nada de armas, se triunfa cuando se transforma el número en fuerza, pero no en fuerza armada. En fuerza militante, territorial, cuando se habla con la gente, cuando hay un proyecto para ser comunicado, un proyecto que convenza al militante y le dé fuerzas para convencer a los demás. Lo esencial del proyecto sigue siendo: la unidad de América latina (el Mercosur, no el ALCA). El fortalecimiento del Estado para que defienda a los débiles ante la voracidad de los monopolios. La diseminación de lo mediático. Lo que significa –tanto aquí como en Estados Unidos y en cualquier país que luche por la democracia de la información– muchas voces que hablen, que tomen la palabra, que informen diferenciadamente si es necesario de la uniformización de la palabra de la unicidad monopólica, que informa desde una sola verdad, la propia. O sea, no informa. Difunde sus intereses. El Banco Central para los intereses argentinos. Orgullo y poder y ni un atisbo de sometimiento ante el FMI y cualquier entidad de la prepotente banca extranjera que busque utilizar al país en la timba de sus intereses. Diálogo a fondo con todos los que quieran dialogar. Unidad nacional en medio de la diversidad. Que esa diversidad no se transforme en antagonismo. O, al menos, que exprese el razonable disenso de la democracia. Basta de odios. Basta de libracos difamatorios. Basta de tapas insultantes. Respeto de las Madres y a las Abuelas de la Plaza de Mayo, que nadie más tenga la inmoralidad de siquiera sugerir que una mujer como Estela de Carlotto (que recuperó para la vida verdadera 102 nietos apropiados por el poder desaparecedor) sea tildada desde una revista hipercomercial de hacer lobby para ganarse el Premio Nobel. Esa es una mentira y una falta de respeto. ¿Rescataron ustedes 102 niños? ¿Qué hicieron ustedes además de querer vender revistas a cualquier precio, aun al precio vil de injuriar a las Abuelas de Plaza de Mayo y a Estela de Carlotto? 3.3. Cristina Fernández no queda sola. Tiene a su alrededor cuadros de gran valía. De gran inteligencia. Voy a dar algunos (sólo algunos nombres): Juan Manuel Abal Medina (h), Marcos Zanini (¡vamos, negro!, ¡respalde a la Presidenta con todo lo que usted tiene y sabe: lucidez política amasada a lo largo de años y polenta), Daniel Filmus, brillante intelectual, Aníbal Fernández, el político jauretchiano: nadie desde Jauretche usaba el humor en la política como él lo hace (y no me vengan con los chismes de letrina de lo que fue o lo que no fue: los hombres, en esta Argentina dramática, importan por lo que son y por lo que hoy están dispuestos a hacer). Y muchos más. Y todos los pibes, que cada vez son más. Y que –contrariamente a lo que les ocurría a los jóvenes desde el ’80 hasta el 2000– hoy le encuentran un sentido a su vida en la militancia, en la política.

4. Todo esto y más también tiene usted, Presidenta, para gobernar este país y llevarlo a buen puerto. No es poco. Eso, unido a su talento, a su fortaleza duplicada por la mala mano que Dios (que, de argentino, disculpen, pero: nada) otra vez nos ha dado, le otorgará a los que ya la apoyaban y a los que de aquí en más verán que apoyarla es la única salida para el país y que, por otra parte, usted lo merece, la decisión de estar a su lado, en esta hora amarga pero también en esta impecable coyuntura en que los bravos, los que no bajan los brazos, los que no se dejan vencer por las adversidades que el destino siempre trae, duplicarán sus fuerzas para tratar, al menos, de estar a la altura de las suyas.

miércoles, octubre 27, 2010

Devuelvan la pelota estará unos días de luto.

Un abrazo

miércoles, octubre 20, 2010

El mejor del mundo

Cuando era chico el universo empezaba y terminaba en el barrio. No había mucha televisión por aquellos tiempos y las novedades circulaban en la cola del almacén o en la parada del colectivo.
Jugábamos a la pelota todo el día y en aquel entonces el mejor jugador de nuestro mundo era el Negro Franco.
Maradona, además de ser mejor que Pelé por frase aprendida, era una leyenda. Un jugador en la boca de los viejos. Una foto en el álbum de figuritas o el relato de un gol grandioso. Pero al Diego no lo podíamos ver nunca. En cambio el negro… el negro regaba las canchas con gambetas imposibles y goles mágicos. Las hacía todas: tiraba el centro y metía el gol de cabeza.
Aparecía de la nada, saltaba una tapia, caía en la cancha y se ponía a jugar con nosotros. Nos trataba a todos por el nombre y a los más chicos nos enseñaba a jugar. Íbamos todos detrás de él, esperando que nos salpicara con algo de su magia.
El negro jugaba en las inferiores de Racing de Nueva Italia y era nuestro ídolo. La esperanza asegurada para los que lo conocíamos.
Imaginábamos un futuro de gloria para él, una trayectoria intachable. Lo creímos en la selección, tirando paredes con los grandes, haciendo los mismos goles que en el potrero de la esquina. Si el negro llegaba, llegábamos todos. Toda la cuadra.
Sin que nos diéramos cuenta, el negro, de a poco, dejó de aparecer por detrás de la tapia. Un día lo vi sentado en una esquina con sus amigos. Estaba desparramado en una verja, riéndose bien fuerte, con un cartón de vino tinto en la mano.
No lo podía creer: un jugador de la selección argentina no podía tomar vino. En la selección en la que él era la estrella.

Qué temprano que se hace tarde a veces…

El negro franco es la patria de mi país. Y el mejor jugador del mundo, del barrio universo de casi todos los tiempos.
Es que de chico, uno va por ahí, por allá y por acá. Nombrando las cosas, bautizando las esquinas, fundando cada centímetro de calle. Todo es nuevo o a punto de conocer. De a poco vas guardando anécdotas y experiencias en los bolsillos junto con el paquete de figuritas, un billete de un austral, un chicle ya sin gusto y un tornillo encontrado en el suelo (Viejo consejo del abuelo).
Al medio, medio que nos olvidamos y dejamos al barrio en banda. Corremos una pelota incierta, un pase en profundidad que difícilmente podremos alcanzar. Pagamos, quizás, la experiencia de un futuro con más claridad.
Finalmente, de viejo, el barrio se vuelve la frontera de espacio y tiempo. Y de vuelta el universo. Metiendo las manos en los mismos bolsillos, buscando encontrar las casas, los almacenes, los baldíos y la cancha de fútbol que ya no está.

Ahora, cierro los ojos, trato de escuchar los sonidos. El griterío de los chicos que fuimos.
A veces, por las noches, se escucha el pique de una pelota.
Tranquilo, es el negro franco haciendo jueguitos.

jueves, octubre 14, 2010

.................

no pasa nada con este blog................

jueves, septiembre 16, 2010

Al día de hoy

Pa Barnes



Hoy siento pocas ganas de leer.
Hoy siento ganas de contar.
Hoy siento pocas ganas de escribir.
Hoy siento ganas de decir.

Hoy las tengo esquivas
las palabras.
Hoy tengo esquivas las obligaciones, las urgencias, las sentencias
poéticas o no,
del tema de la semana
como si un tema fuese de la semana
o la semana fuese el tema.

Hoy no consigo dar dos pasos seguidos
entonces tiro la piedra
rayuela
mi rumbo azaroso
mi juego
mis posibles destinos
mi forma de divertirme
mi forma de excusarme
por los caminos que elijo no elegir
mi forma, como dije
mi juego
la piedra que alzo en el camino.

Hoy prefiero mirar la calle
que cerrar los ojos e imaginarla.
Hoy me mojo en cueros
de tanta sequía, de tanta histeria, del calor de la ciudad
de la sensación térmica que estalla
que parece que arde
que ardimos
y en la tele dale que dale
que si no… te quemás, que estás a punto, que cuidado, que estalla,
estalla
Y dormir
Y despertar
Para volver a estallar
aunque sea la sensación inflada de los que no paran de soplar el fuego.

Hoy
Bolsillos en las manos
Palabras en la lengua
En tu parlante, en mi voz
Trabajo
Violencia
Policía
Violencia
Comida
Violencia
Literatura
Violencia
Fútbol
Violencia
Latinoamérica
Violencia
Amor
Violencia
Justicia
Violencia
Violencia
Silencia

¿Callamos o hablamos?
¿Hablamos o gritamos?
¿Gritamos o escuchamos?
¿Escuchamos y gritamos?
¿Gritamos y nos conformamos?
¿Gritamos y hacemos?
¿Gritamos y destruimos?
¿Gritamos y proponemos?

¿Dónde apoyamos las suelas? ¿Adónde nos paramos? ¿De que lugar de la línea nos ponemos? ¿De qué lugar de la línea te ponés? ¿En qué bando de la delgada y pesada línea se ubican tus palabras cotidianas?


El dilema de tantos
de tantos que al pedo dicen, que al pedo estudian, que nada proponen, que de nada escriben,
que temen que todo,
que temen que todo pueda poner el guiño, girar un poco y cambiar algo, un poco, sólo un poco.
Temen, la condena, el archivo de las palabras, de lo que alguna vez quisieron decir. Temen quedarse sin el quincho, la quintita, la cuna, el lugar natural que les tocó.

Hoy siento pocas ganas de leer.
Hoy siento ganas de contar.
Hoy siento pocas ganas de escribir.
Hoy siento ganas de decir.

Vuelvo
como en una rotonda llena de hormigas
como un estribillo sin rima
como el palo que me pega
y aguardo
que el tiempo
que no vuelve
me de la posibilidad
de devolver.

martes, agosto 31, 2010

Las cosas de Barrio Las Flores VI

Residentes y visitantes se prestan las experiencias. En un dar y tomar se intercambian sus respectivos pasados en las veredas del barrio. Apoyan las espaldas en las verjas, reposeras, sillones o en el respaldar del aire y hablan. Intercambian sus lugares comunes acerca de las mujeres, de los hombres, el cuarteto, los autos, el tráfico, la presidente, Tinelli, Talleres, Belgrano, Instituto, Racing, Las Flores o San Lorenzo.

Parece que los Sánchez se van a ir de vacaciones a las sierras este año.

Al viejo de la esquina se le murió un perro. Sí, pobrecito, está destruido. Lo pisó un auto. Pobre. Encima que la mujer… Sí, cáncer. Y… estaba viejita. Pobre, Victor, pobre. Es que por esta calle pasan echando puta. Sí…

La Romina se ha recibido de enfermera ¿te enteraste? Le hubieras visto la cara a la madre. Orgullosa estaba…

Los de la esquina van al Sargento Cabral esta noche. Se juntan en el kiosco a chupar algo, después buscan a las minas y salen nomás.

Escuché que lo asaltaron al Daniel; sí, el de la verdulería. Eran dos. Quince años habrá tenido el más grande. Ya no se puede vivir…

¡Es un varón! ¡La Claudia tuvo un varoncito!

Las mujeres, las niñas adelantadas caminan con los pantalones ajustados. Atraen los pares de ojos, se llevan los silbidos y los piropos para su casa. En la soledad de sus habitaciones, tratan de entender todo lo que recibieron. Tienen edad de muñecas pero ya quieren jugar a la realidad. La doña barre la vereda por no llorar. Otras planchan, lavan, retan a los críos, se preocupan por todo, escriben el pizarrón con tiza, ven la novela, discuten la novela, sufren la novela, juegan a la novela. Juegan a la canasta, toman vino blanco, hacen el amor, culean, laburan, duermen y despiertan.

Los guasos atienden las despensas, patean una pelota en la plaza, andan en bici, se escavian en la esquina, aprietan con las guachas, hacen los deberes, pizzas y lomitos, lavan el fiat uno y el 147. Comparan celulares, se acomodan la gorrita, chorean zapatillas, manejan bondis, silban una de La Mona, van a la facultad, cambian el cuerito de la canilla, miran cualquier partido, escriben textos para radio, hacen el amor, culean, laburan, duermen y despiertan.

Acá pasan cosas. A ver, el tiempo pasa, eso es innegable. Se nota en los codos de las viejas, en las arrugas del Quique, en la pintura de las paredes, en los perros que ladran afónicos. Pasa. Transcurre. Al calendario no se lo puede detener. Las hojas se caen todos los días y la gente se acomoda como puede.
Pero el tiempo, o mejor dichos LOS tiempos van en otra velocidad. Es como que el barrio tiró el ancla en su tierra. El suelo, a veces blando como la arena, otras duro como la arcilla, juega con la barriada, estirando el paréntesis del tiempo.
¿¡Cómo les puedo explicar que acá todavía hay reposeras en las veredas?! Que los viejos de Ejército juegan al tejo en un pedacito de jardín. Que los vecinos me miran a los ojos y me saludan, levantan la mano o mueven la cabeza, me dicen "eh, qué hacé? Cómo andá?" Que a las compras las hacemos en René, o en Walter, o en Los Lentos, o en lo de la Estrella o en donde antes tenían la despensa Los Chicos. Que cuando caen dos gotas el barrio se inunda todo y hay que ver cómo sube el agua. Que los pendejos andan en bici y juegan a la pelota. Que esto no es un paraíso, no es lo ideal, no es un el sueño dorado de casi nadie. Es lo que es y con eso basta. Porque los falsos castillitos de naipes se derrumban con el primer estornudo.

Yo vine y me quedé.
Todavía no soy uno más pero sin dudas no soy uno menos.
No hay moraleja… la historia empieza y termina todos los días.

sábado, agosto 21, 2010

La fuerza de las evidencias

Y sí...
Domingo 20 de agosto.
Invierno.
Un sol precioso que nos permite el coraje de andar de mangas cortas.
Juega Belgrano de local.
El asado y el fernet aguardan su lugar en los estómagos...

Y sí... Es un día peronista...

lunes, julio 12, 2010

Ella

Ella lee, yo escribo.
El sol la pone contenta, la hace sonreír y con eso a mí me sobra.
Adentro de casa transcurre un tango. Me recuerda una época de películas, un estilo de vida. El bandoneón suena en el volumen justo y acompaña un mate recién cebado. Afuera vive el barrio. Bufanda al cuello, carrito de compras, escoba, cospel, bicicletas, pelota, la gente y sus cosas. Los perros trotan como siempre; para ellos no hubo viejos tiempos.
Le extiendo un mate, me dice que no, que ya me levanto yo. Me sonríe cuando me ve venir, me besa mucho, nos mostramos los dientes y vuelvo a las letras.
Ilumina todo, esta mujer ilumina todo.
Me devuelve el mate, me besa, me ama y todo vuelve a empezar.

martes, julio 06, 2010

Nota

Columna de opinión/color semanal que estoy escribiendo para el diario Comercio y Justicia. Esta fue la de ayer.
Abrazo.

No cuenten conmigo


En la frente no caben más arrugas. La palma de la mano sosteniendo una cabeza que da vueltas, que no lo puede creer, que no lo quiere creer. Quedar afuera, que no salga una, ligar cuatro golpes en la red, ver los festejos ajenos. No, esto no pasó; que el sueño siga, por favor que siga.
Ahí estamos todos preguntándonos qué carajo hacemos ahora, quién tiene la culpa, a quién vamos a castigar, qué vamos a hacer con tanto asado, con tanta alegría planificada, con tanto futuro feliz trunco. El fútbol en estas tierras es todo y es nada. Hoy quedamos con la amarga sensación de vacío. Hoy somos un puñado de nada en una historia que nos contó que éramos mucho. Lamentablemente el tiempo se nos pasa y se acumulan generación que heredan una serie de alegrías futbolísticas de las que muchos no fuimos parte. Una gran mayoría de la población jamás fue campeón, jamás vio al equipo patrio en una final, levantar la copa, sentirse único. Y como estas son cosas que pasan cada cuatro años la espera se torna insoportable.
Imagino el paisaje repetido de críticas. Más que críticas acusaciones, dedos señalando a diestra y siniestra y un coro de "yo les dije". La figura de Maradona, tan fácil para cargarla de culpas, recibirá munición gruesa. En este caso prefiero quedarme con las palabras de un Osvaldo Soriano que nunca muere, en aquel Mundial del ‘94: "Maradona es el gran relato de este país. Un gran relato que todavía no terminó. Nosotros estamos viéndolo ahora en la inmediatez. El tipo que tiraba balines a los periodistas hace tres meses, el que la estaba rompiendo y ahora quedó fuera del Mundial. Pero el problema no es sólo Maradona. Porque lo que le pasa al sujeto de nuestro amor no puede sernos ajeno. Por eso no cuenten conmigo para crucificar a Diego."
Los partidos son películas tensas, dramáticas, con inicio, nudo y desenlace. Argentina estuvo ajeno y peleado con las dos primeras partes y fue todo lo segundo. Ahora, a esperar el siguiente estreno.
Hasta la próxima. Abrazo de consuelo.


p.d: la nota salió con otro título. Hoy, luego de unos días, sentí que este era el título que me convencía.

lunes, junio 28, 2010

La concha de su madre

Me tiene podrido Brasil.
Son la mejor selección y la más puta.
Son un montón de jugadorazos detestables, llorones y cagones. Y el ícono de todo ese rejunte de mamitas es el putazo de Robinho. Cada roce parece ser un escopetazo al pecho. Se tiran como si la muerte los estuviera empujando. Ay, qué bronca que me da.
Me molesta verlos festejar.
Me molesta verlos ganar.
Me molesta el color de la camiseta.
Me molesta sus sonrisas.
Me mo-les-tan.

Eso.
Quería desquitarme mientras veo estos octavos de final entre Chile y Brasil.
Eso.
Abrazo.


Y encima los putos acaban de meter el tercero................. Con una contra de un guaso que se llama Ramires y un gol del hijo de re mil puta de Robinho.

miércoles, junio 23, 2010

Idolo



¡PA-LEEER-MOOOOOO / PA-LEEER-MOOOOOO!


viernes, junio 04, 2010

Cuento

Hace unos días terminé un cuento. Un cuento viejo, viejísimo. Hace más de un año puse la palabra fundacional. Escribí unas páginas. Lo dejé. Al mes lo agarré, escribí otras páginas y lo dejé Y ahí quedó, lleno de telarañas. Hoy, después de 10 meses, abrí el archivo respiré hondo y lo terminé.
Lo había abandonado porque pensaba que era una mierda. Ahora que lo terminé estoy contento pero sigo pensando que no está bueno. Que no me convence. Igual quería compartirlo pa ver que piensan. Así que mandaré por mail el texto a quien quiera así me da su crítica.
Un abrazo:



gringo

jueves, mayo 20, 2010

Las cosas de Barrio Las Flores V

René

Domingo de estos inviernos cordobeses, con sol y mangas cortas. El reloj descansaba sobre el mediodía y en la calle el olor a asado tumbaba las amarguras y despertaba los estómagos. Los autos en la calle, las familias visitando a las familias, las risitas, las guitarras, los gritos de alegría, que suben desde los patios y bajan a la vereda.
Yo, solo en casa. Cerca de las dos de la tarde agarro la bici y voy a visitar a mi familia del barrio: los guasos de la pizzería. Cargo un envase de cerveza en la mochila y me voy a lo de René a comprar la birra para no caer con las manos vacías.
Pedaleo los treinta segundos, las dos cuadras que me separan del almacén. En la heladera hay Quilmes (a priori mi primera elección), Brahma y Budweiser, en mi bolsillo $4.75. Pregunto los precios:
- La Quilmes está a $5.25 y la Brahma a $4.75.
- Dame la Brahma nomás.
René busca la más fría y yo, como para cumplir un ritual de charla de almacén, le comento que la otra vez compré en General Bustos, la Brahma a $3.25. Y ahí René empieza su historia, su parte en el asunto, su codo de amigo a amigo:
- Sí, yo voy a bajar los precios la semana que viene. Resulta que viene el preventista, el que me trae las cervezas y me dice "ojo que la cerveza va a aumentar". Entonces yo le digo que bueno, que me deje diez cajones. Ves vos lo que me hace después el hijo de puta, viene a la otra semana con carteles de precio sugerido y me dice que la cerveza va a bajar. ¡Qué guanacos que son estos culiados! Yo le dije que ni mierda voy a bajar el precio, que cuando se me terminen los diez cajones que compré más caros, después voy a bajar yo. ¿Podés creer lo que son estos tipos? Te vienen con el verso del aumento para venderte más y después te caen con otra.
Yo asiento con la cabeza y le digo algo como qué barbaridad. Con el envase lleno en la mano, saludo, agarro la bici y sigo.
Mientras, René nos transfiere a todos su pelea con Brahma y seguiremos pagando más caros los porrones. Habrá que esperar una semana más para beber cerveza a unas monedas más baratas. Igual, la anécdota provocó unas buenas risas entre los guasos de la pizzería. Y la vida es un poco más importante que cincuenta centavos. Por lo menos garpé las carcajadas y comí en familia.

domingo, mayo 02, 2010

Los locos archivos olvidados

Otro pedazo de cuento que nunca continué. Arranco este estracto de eso que jamás será concluido. A verrrr...



A Manuel Ituxberría, de chico le decían "manu". Hijo de dos anarquistas exagerados, manu creció en un suburbio de la ciudad, un barrio que se venía abajo junto con el país. Sus padres decidieron en un momento de éxtasis ideológico que no mandarían a su hijo a la escuela primaria, ya que el estado tiene como núcleo dominador del hombre a todo el aparato educativo. Y ellos no iban a dejar que los tentáculos de la represión le alienaran la cabeza a su pequeño con lógicas liberales, occidentales y cristianas.
Los vecinos advirtieron que manu deambulaba todo el día en la calle, y que sus pantalones estaban rotos y sucios. Tres viejas que se habían aburrido de barrer la vereda, consideraron que esto no podía ser, que el niño sufriría, que no es posible, que tiene que ir al colegio, que por favor alguien le parche esos pantalones al nene, que mi hijo no se va a juntar más con el tuyo. Los padres de manu escucharon todo el discurso de pseudo preocupación por el prójimo y los mandaron al carajo. "El chico va ser y hacer con su vida lo que le plazca". Con tajo en la cara y orgullo tirado al piso, las viejas se fueron hasta la policía a denunciar maltrato infantil, abuso de menores, falta de responsabilidad paterna, veredas sucias, y mal aspecto. Los canas, con tal de sacarse a las viejas de encima, hablaron con un juez de menores. Amenazaron a los anarquistas con quitarles a manu si no lo mandaban al colegio, cosían esos pantalones negros, y barrían la vereda. Manuel en un reformatorio hubiera sido un triunfo de la hegemonía que ostentaba el poder. Resignados, Manuel Ituxberría, empezó el primer grado a los ocho años de edad.
Manuel, igualmente, no corría con desventaja: ya sabía sumar, restar y hacer multiplicaciones simples. Desde los cuatro años había empezado a agarrar los libros. Recitaba en voz alta los "Anarquistas Expropiadores", de Osvaldo Bayer, para delirio de sus padres. El chico no entendía nada, pero el hábito de lectura se hizo cada día más intenso y profundo.
Cuando estaba en 3er grado le dijo a la señorita que era una mentirosa, que a los nenes no los trae ni una cigüeña de París, ni vienen en un repollo, ni nada de eso, que las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer son algo hermoso, que le daba bronca escuchar semejantes mentiras de la boca de la que se supone es la que les tendría que enseñar la verdad, que no iba a venir más a clases hasta que las cosas no fueran claras, y que los compañeros merecían saber la verdad y no mentiras pintadas con crayones de colores. La Señorita Mirta Angioletti, llamó a la directora de inmediato. Ninguna de las dos oligofrénicas sabía qué carajo hacer con "este pendejo de mierda que nos está cagando la vida desde que entró al colegio". Llamar a los padres hubiera sido inútil. Hacerlo repetir de grado hubiera causado una mala impresión y un deterioro de la imagen del colegio; además, el pibe seguiría estando en el colegio. El problema (para las viejas) era que manu tenía excelentes notas, sus compañeros lo querían y lo respetaban (recordemos los años de más) y había logrado que varias Señoritas lo valoraran y hasta consiguió que algunas volvieran a los libros para capacitarse pedagógicamente: "cuando uno se dedica a la docencia tiene un arma fundamental en su poder, si esa arma cae en manos equivocadas, o se utiliza incorrectamente, el pueblo pierde su capacidad de lucha". Esta reflexión salió de la boca de Manuel Ituxberría a los doce años de edad.

domingo, abril 25, 2010

Como pa postear algo..........................

Esto será algo más similar a esos diarios íntimos que tanto polulan en los blogs. Eso que tanto aborresco pero que ahora voy a acercarme porque sí.
Esto será algo raro por la hora y el día. Hoy, domingo, tuve la rara sensación de vivirlo desde las nueve de la mañana. Es que ayer fuimos a la cancha; y el asado previo; y los estimulantes previos; y lo previo; y la previa; y el durante, uff, el durante...; y el después (el post). Y a las nueve de la noche me morí, en el entretiempo de Huracán - Independiente.


Domingo. Mañana de sol.
Barrio Las Flores.


El problema de empezar a limpiar algo es que hay que terminarlo.
Me desperecé y meé y lavé dientes y miré al espejo y acomodé con las manos el poco pelo y salí del baño para volver al rato. Puse la pava, tomé mate, intenté escribir una buena historia con meses de abandono. No, no hubo caso. Seguí tomando mate y pasé ese rato que anticipé para visitar el baño y dejar el asado de ayer, el fernet y los mates.
Más liviano y más despierto puse algo de Trula para amenizar la mañana que ya empezaba a mirar con cariño al mediodía. Calenté más agua para seguir mateando. Vi la cocina (las hornallas y sus alrededores). Un asco. Hace mucho que no hago nada en la casa, pensé. Voy a limpiar la cocina (el artefacto, no el espacio). Empecé. Me cansé rápidamente. La espontánea acción me llenó de regocijo pero estaba agotado. Contemplo mi obra con orgullo. Los chicos van a estar chochos cuando lo vean, pienso. ¿Se darán cuenta que lo limpié?, vuelvo a pensar. Miro hacia la izquierda, al lado del artefacto llamado cocina. Ahí está, casi como un objeto decorativo, el microondas que me regaló mi vieja cuando nos fuimos a vivir con los muchachos. Un cuadrado gigante, de los viejos, de los que sólo le anda una función, pero todavía anda. Como los equipitos de música que van muriendo de a poco; primero el cd, después las caseteras, el volumen, un parlante, para quedar en terapia intensiva agonizando con una AM a todo lo que da, escuchando el partido de visitante.
Me fui para volver. El microondas vive al lado de la cocina. Se chupa todo el aceite, la salsa, todo tipo de salpicaduras. Le voy a pasar un trapo ahí arribita pa sacarle la tierra pegada, dije. Y lo hice. Y acá es donde viene el problema. Porque cuando abrí el coso para limpiar un poco mejor la superficie a la vista, metí la mirada en el interior y observé toda esa grasa pegada, toda la suciedad de color marrón claro, oscuro, mezclado. Y la puta madre que lo parió. Agarré el Cif (sí, el Cif) y me puse a sacarle toda la porquería al maldito microondas. Esponja, trapo, servilletas de papel, la otra, también, la de alambre. Todo el circo de la limpieza. Treinta minutos para limpiar una superficie de un metro en una casa gigante. ¡Más de media hora, más!
Pienso en las amas de casa. O en los histéricos de la limpieza. Pienso en esa gente que tiene un día al mes o a la semana para limpiar, ponele, las ventanas o el horno o la biblioteca o la heladera o ... (completen ustedes esta lista de limpiezas que NUNCA se realizan)
Este texto no tiene moraleja, creo. No tiene un remate que deje en claro alguna sensación fuerte. No. Pero voy a incluirlo en una serie de textos etiquetados bajo el nombre convivencias.

No sé.
¿Termina?
Sí.
¡Un abrazo!

lunes, abril 19, 2010

Recuerdos

Primero, feliz cumpleaños.
Segundo, felicidades, en serio.
Tercero, recordarte.
Fue algo así: me trajiste la posta, me ayudaste a esto que soy. Me trajiste con una anécdota de viaje una verdad gigante.
Fue algo así: viajando, haciendo dedo, yendo de Córdoba a Montevideo, charlando con el camionero, y éste que dice, me contás, "yo la verdad que no entiendo... cómo van a andar diciendo 'che, chabón, che, chabona'; ¡carajo!, los cordobeses dicen 'guaso'; es así; nada de usar esas boludeces".
Fue algo así: el camionero, vos, tu dedo levantado, tus vacaciones, la casualidad gigante que decidas contar eso y no otras cosas, o eso y otras tantas cosas.
Es así: acá somos guasos, y vos sos guasa para mí. Para algunos serás la seño, para otros hija, hermana, novia, amiga o compañera, el apocalipsis o la víbora (según elijamos los recuerdos).
Ya. No me hace ni falta decir tu nombre.
Te quiero, guasa.
Feliz cumple.

viernes, abril 09, 2010

Invitación

El Club Atlético Belgrano invita, este viernes:

lunes, abril 05, 2010

Brujas




Brujas.
Ciudad de canales. De agua por todos lados.
Ciudad Medieval. De historias.
Al parecer
todo puede suceder.


Un abrazo a mi niñéz:

Me dijeron que en el reino del revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.

VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS…

Me dijeron que en el reino del revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.

VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...

Me dijeron que en el reino del revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.

VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...

Me dijeron que en el reino del revés
hay un perro pequinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.

VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...

Me dijeron que en el reino del revés
un señor llamado Andrés
tiene mil quinientos treinta chimpancés
que si miras no los ves.

VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...

Y me dijeron que en el reino del revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.

VAMOS A VER CÓMO ES EL REINO DEL REVÉS...

M.E.Walsh.

Otro mundo

Me llega un mail de un conocido.
Título del asunto: "vendo notebook".
Abro.
No hay caso, el mail viene escrito en chino:


"Gente,

Vendo la siguiente notebook:

Características

Marca: Asus
Modelo: UX50v
Peso: 2,6Kg. Ultradegada.
Procesador: Intel Centrino Core2 solo SU3500.
Memoria Cache: 3Mb L2.
Memoria RAM: 4GB. (max 8 GB).
Dos Placas de video incluidas: nVidia GeForce G105M/Intel GMA 3500.
Memoria de Video: 512 MB dedicados (no compartidos con la RAM).
Disco Duro: 500GB SATA.
Sistema operativo: Windows Vista 64 bits Home Premium Original
Unidad de Disco: DVD+/-RW CD-RW doble capa
Display: 15,6'' LED de alta definición (1366x768)
Placa de red: 10/100/1000 Mbps Athereos
Paca de red inalámbrica: Intel 5100 802.11a/b/g/n
Placa de sonido: Altec Lansing con SRS Premium Sound y Subwoofer.
Teclado: 101 teclas inglés con teclado numérico. Retroiluminado.
Dispositivo señalador: Touchpad con scroll up y down dedicado.
PC card slots: ExpressCard/54 compatible con ExpressCard/34
Batería: 2800mAh.
Puertos:
1 Lector de tarjetas 5 en 1.
1 puerto eSATA
1 puerto HDMI
1 puerto Infrarojo
1 puerto de expasión de notebook
3 puertos USB
1 puerto RJ45
1 puerto VGA
1 puerto Auriculares
1 puerto Micrófono"

Qué lejos estoy de algunos mundos...

jueves, marzo 11, 2010

Palabra mayor



"No creo que sea lo mismo la soledad en Dinamarca que la soledad en Argentina. No es que descalifique la soledad del pobre dinamarqués. Una persona se puede sentir como la mierda en cualquier país, pero el dinamarqués va y se suicida; en cambio aquí la soledad nos acompaña desde el nacimiento, junto con la idea de que hay pocas maneras de incidir en el curso de nuestras vidas, porque estamos más expuestos a vicisitudes del país que a las propias. Un argentino, en lugar de suicidarse, deambula, deambula. O se mete en problemas. Si pienso ahora en los personajes de No habrá más penas ni olvido, esos peronistas que se pelean a muerte, hasta el día anterior en que empieza estaban lo más bien, no pasaba un carajo, todos amigos en el pueblo. Ningúno de ellos podía prever que tendría un destino histórico. Son de una clase social muy precisa, tipos que nunca serán ricos ni aspiran a serlo, y de prontola historia los alcanza y los arrastra, porque así es la historia argentina. Uno da un paso y lo arrastraban cinco pasos más y ya estás en el medio del mar y hay que nada o te hundís."


Osvaldo Soriano