domingo, junio 29, 2008
¡ Lo que viene, lo que viene !
DEVUELVAN LA PELOTA en formato radial.
Estamos pateando para adelante..., esperamos que la pelota no pegue en el poste y se vaya al diablo... de lo contrario tendremos que vender nuestra hipotecada alma... y ahí te quiero ver...
Si la radio vuelve a funcionar será por 88.7, Radio Reves...
A preparar la Spica.
Esta abierto el espacio para todo aquel que quiera colaborar. Ya adelantaré el contenido del programa. Igual, si alguno tiene una receta de cocina..., será bien recibida.
martes, junio 17, 2008
¿Escribir? ...
Hoy, que todos hablan, todos gritan, muchos escriben y escriben y ocultan y escriben, sentí ganas de postear esto. Guardo dentro mío la esperanza de que alguno sienta lo que yo siento sobre ciertas cosas. O no. O que cada uno piense lo que quiera y sienta lo que quiera, y me lo diga, y discutamos, y creemos, y transformemos... ............... o inventamos o erramos.....
Abrazo.
p.d: el texto está como salió. Sin correcciones, sin censura; así tal cual como fue escupido.
¿Qué es escribir? ¿Por qué escribo? ¿Qué tengo de distinto para decir? ¿Por qué empuño un lápiz? Demasiadas preguntas. Siempre necesarias. Sin preguntas no habría porqué buscar respuestas, no habría razón para cuestionar, no habría razón para reflexionar, no habría razón, por lo tanto, para escribir. Escribo por todo lo que callo, por lo que tendría que gritar, porque lo que veo no me gusta y no lo puedo asimilar y, también, porque lo que veo, a veces, me gusta demasiado y las hojas, lapiceras y demases me ayudan a expresar todo eso. Escribo para ser alguien, para ser yo, tan sólo yo. Me encuentro en las palabras escritas; algunas veces, las menos, me encuentro en lo que hablo, pero es en ese momento hermoso en el que siento que mis manos crean, que mis manos piensan y sienten, en el que logro una síntesis que, lejos de ser perfecta, resume el sentimiento que quiero expresar, el sentimiento que quiero ser.
Escribo, repito, y no me canso de repetir. Y si me canso de repetir es porque me cansé de escribir y hoy, más que nunca, no necesitamos personas cansadas.
El tiempo pasa, los renglones se acumulan y no encuentro respuesta de diccionario a las preguntas que abrieron este texto. Quizá esa sea mi forma de escribir (creo que es esa) En todo este tiempo acumulo más fracasos (producto de una vida improductiva, involuntaria y haragana) que victorias. Stop. Leo estas palabras. Quizá no se trate de victorias y derrotas. No, no es eso. Pero algo es; lo siento, me recorre las venas, pero no está saliendo. A lo mejor, dentro de diez, quince o treinta renglones, pueda encontrar la forma de decirlo. Sigo. Punto y aparte, mejor así.
Necesito, necesitamos escribir. Gente: escribamos. De la bohemia, los momentos de inspiración, la iluminación anual de nuestras vidas, no se hace mucho. Quizá, a algunos le funcione, pero creo que todo eso revela nuestro miedo a mostrarnos, a crecer, a ir más allá de dos cervezas, un cigarro y algunos garabatos en un papel. ¡Escribamos, mierda! Trabajemos, probemos, salgamos allá, adonde no todos tienen palabras para decir, donde casi nadie puede decir porque no nos dejan. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Una decepción, una tristeza, una susceptibilidad herida…, sí, todo eso y más; pero lo que hay que tener en claro es que le ponemos tanto, pero tanto corazón a lo que hacemos, que no queremos que la crítica (la tan mencionada y venerada crítica que esquivamos) nos diga “macho, creo que le pifiaste a la idea, pero laburala así o asá que va a ir bien”. ¡Mierda! ¡Cómo si fuera el fin del mundo! Arriesguémonos. Salgamos. Mostremos. Repartamos. Basta de llenar nuestros oídos con halagos; halagos que vienen del fondo del corazón de la gente que nos quiere, pero que no sirven para crecer. ¿Para qué escribimos? ¿Para quiénes escribimos? El dínamo tiene que girar, necesitamos hacerlo girar para que salga la luz. De otro modo no funciona. Trabajar, trabajar y trabajar. Si no le ponemos, pilas, huevos (u ovarios en su defecto) vamos a ser los mejores casi escritores del mundo. Todo se va a morir adentro de un baúl, de una carpeta o disquete. Este es el camino que elegimos; esto es lo que nos gusta; esto es lo que más nos gusta. ¿Lo hacemos bien? No lo sé. NO NOS CONSTA A NOSOTROS ESOS CALIFICATIVOS. PERO SI NO HACEMOS GANAN ELLOS. Y YO ESTOY PODRIDO DE ESTAR SIEMPRE DEL LADO DE LOS QUE PIERDEN. SE LAS DEMOS POR EL CULO. AGARREMOS LAS LAPICERAS Y DEJÉMONOS DE JODER.
Los quiero mucho compañeros. No voy a releer esto hasta el día en que se los lea. Creo que uno necesita estos momentos de descarga, donde fluye lo profundo. Espero que compartan estas ideas aquí escritas, todas las otras que no salieron y las miles que van a salir y que van a tener que soportar de mí. Prefiero no estar solo en esto.
Un abrazo: elgringo
miércoles, junio 11, 2008
13/06/82 - 08
PIZARRO 1170 (casi esquina Cacheuta) , Barrio: ALTOS DE VELEZ SARSFIELD.
yo que ustedes....... aprovecho.
Va a haber de todo.
domingo, mayo 25, 2008
Crónica Porteña
Una crónica, si se puede arriesgar el género.
En fin...
Buenos Aires te advierte que estás llegando. No por los carteles, las fronteras, las autopistas. De lejos el cielo se pone gris, el sol explota y el aire no se siente como el nombre lo dice. El cemento gana protagonismo en el paisaje y uno penetra en el corazón del país. Todas los caminos conducen a Roma; todas las venas llevan la sangre para el mismo lado, y la General Paz, aorta principal, bombea miles de autos a gran velocidad. Llegué a media mañana y me tomó un par de horas atravesar la ciudad y llegar hasta la Avenida Córdoba al 600, donde me hospedaba. Todo parece funcionar a un ritmo frenético, veloz, avasallante para un cordobés demasiado arraigado a su lugar. Después de registrarme en el hotel, intercambié comentarios con el conserje sobre el clima, el viaje y los cortes de ruta que no cortaron. Escuché mi voz al rebotar con la tonada porteña, y noté cómo mis vocales se estiraban a más no poder. Decidí salir a caminar para perder el tiempo en el que nada tenía por ganar. Busqué un bar para tomar un café, leer el diario y charlar con algún histórico mozo. Capital Federal conserva esa tradición de cortado en jarrito, cigarrillos fuertes, noticias comentadas de mesa en mesa, el matutino bajo el brazo y la certeza de que en el café se (re)construye constantemente la historia de la ciudad. Pienso en Arlt, vagando día y noche por esos lugares; retratando a los cotidianos. O en Scalabrini Ortiz observando en detalle a ese triste hombre de Corrientes y Esmeralda. Termino mi café y lo llamo al mozo con una seña; pago y me voy. Me quedan dos horas hasta mi próximo compromiso entonces sigo caminando por las calles buscando perderme para encontrarme en la esquina siguiente. El cielo se espesa y unas finas gotas empiezan a golpear primero los edificios, después el asfalto ardiente. Los vendedores ambulantes, rápidos para el negocio, empiezan a guardar las billeteras, los muñecos, los pares de media y los llaveros luminosos, y de la nada, cual si fueran magos, sacan paraguas. La llovizna se convierte en lluvia y compro un paraguas negro a diez pesos. Al principio me siento satisfecho por mi decisión ya que me protejo del agua y sigo caminando con cierta egoísta alegría al ver al resto de la gente apurando el paso. De la nada la lluvia cesa; miro para arriba y sonrío irónicamente. A los pocos minutos todo se pone gris, azul y después negro. El agua vuelve a caer sobre la ciudad con una violencia inesperada. Mi paraguas no resiste el viento y me meto en el palier de un edifico a esperar que termine el temporal. A mi lado hay dos mujeres mojadas, un hombre viejo, dos chicas fumando un pucho, un señor con un paraguas verde y un morocho que me llama la atención porque parece extranjero pero su tonada es bien porteña. Todos ahí, esperando un signo de piedad del cielo. En cinco minutos las calles se inundan, el tráfico se atasca, y la gente corre buscando refugio. Me apoyo contra la pared y observo todo el escenario como si fuera invisible en una ciudad llena de anónimos. No sé cuánto tiempo pasó pero la lluvia fue parando. El hombre del paraguas verde, el extranjero porteño y una de las que fumaba, nos abandonaron. Yo me quedé un rato más. Ya sabía de las traiciones climáticas. Cuando cesó el viento volví a confiar en mi protector de lluvia y salí a enfrentar a las gotas que aún seguían cayendo. Llegué a la esquina y ahí estaba, el porteño tirado en el piso, el del paraguas verde hablando por celular pidiendo una ambulancia, el taxi que lo embistió en el medio de la calle y un policía de la federal haciendo que hacía algo. Era el tercer accidente que veía en el día. Motociclistas y peatones eran, generalmente, las víctimas. Buenos Aires es todo ruido. Puteadas, gritos, bocinazos, sirenas, bombas de estruendo de los pocos de siempre reclamando la atención que nunca llega. Buenos Aires es todo gente. Los locales corren caminando y los extranjeros pasean maravillados por la locura cotidiana. Y todo es un barullo acostumbrado. Buenos Aires son las mujeres de la pequeña Europa. Caminan diez años adelante que el resto, moviendo el culo, con la cabeza gacha para controlar que su figura sigue en orden, presumiendo constantemente como si todos las estuviéramos viendo (y lo estamos) Las mujeres de Capital Federal son todas distintas, pero todas iguales; homogeneizadas por la moda: acá no se envejece. En Buenos Aires viven demasiados, y mueren demasiados. Los trenes y los subtes: toda una aventura para los que venimos de otros lados. Los colectivos silbando, los autos, los camiones, todos parecen tener vida propia y uno olvida que hay alguien detrás de los volantes. Buenos Aires escupe gente, mantiene ricos a los ricos, y agrega pobres a los pobres. Miro para los costados y todos siguen caminando. Resignado, me uno a ellos, y apuro el paso porque empiezo a sentir que llego tarde a todo.Las horas transcurren y lo único que me hace sonreír es la certeza de saber que mañana volveré a Córdoba, donde casi todos nos conocemos o estamos próximos a hacerlo.
lunes, mayo 19, 2008
Diálogo
- ¿Pudiste dormir algo?
- Casi nada, ¿vos?
- Tampoco.
- Aunque creo que soñé un poco.
- ¿Sí? ¿Qué soñaste?
- No sé, no me acuerdo.
- Entonces cómo sabés que soñaste.
- Porque lo siento, porque simplemente lo sé.
- Mirá vos.
- Sí.
- A lo mejor es sólo una sensación y en realidad no soñaste nada.
- Eso es una ridiculez. Uno siempre sueña algo solamente que a veces lo recuerda y la gran mayoría de las veces no.
- No sé. Yo no sueño nunca.
- No te creo.
- En serio; nunca sueño, o nunca me acuerdo de los sueños, si quisiera validar tu teoría.
- No es mi teoría, es la teoría de los psicólogos. Hay tipos que pasaron toda una vida investigando los sueños.
- ¿Y cómo hacían?
- No lo sé.
- No me resulta creíble.
- Vos no creés nada de lo que yo te digo. Vos nunca creés nada de lo que la gente te dice. Siempre querés tener la razón.
- ¡Eso no es cierto!
- Sí, es cierto. Cien por ciento cierto.
- ¡No te lo permito!
- No hace falta que me permitas nada, te lo digo y te lo digo.
- Bueno, estoy en desacuerdo con tu apreciación. Yo soy una persona abierta que siempre…
- … lo mismo me hiciste con el tema del mate amargo y…
- … ¡vos siempre me interrumpís! Como ahora, sos un irrespetuoso. Y lo del mate amargo…, ¡qué querés que te diga! No me gusta el mate amargo. Por ahí me calenté un poco, te pido disculpas si te ofendí o si ofendí a tu pequeña tribu de tomadores de mate amargo.
- …
- Era un chiste, no te enojes.
- Sí, sí, seguí haciendo chistes vos.
- Che, y volviendo a lo de recién, ¿cómo me dijiste que hacían los tipos estos para analizar los sueños de la gente?
- La verdad que no lo sé. Pero deben haber laburado como negros ¿no? Décadas y décadas de investigaciones.
- Sí, me imagino…
- Sí…
- Che…
- ¿Qué?
- Tengo hambre.
- Yo también.
- …
- No nos vamos más de acá.
- Parece que no.
- O sí, no sé.
- Puede ser.
- Che, me gusta la chica esa.
- ¿Cuál?
- La piba, la que está leyendo el libro de tapas azules.
- Es linda.
- Sí, muy linda.
- Bueno, para tanto…
- ¡Vos estás loco! Esa chica es hermosa.
- Lo que pasa es que vos te enamorás de la primera que pasa. A vos te gustan todas. Todos los lunes me venís con que conociste al amor de tu vida, ¿y después? ¿qué? No pasa nada.
- Yo soy un romántico y eso no lo podés entender; mucho menos alguien como vos: un a-m-a-r-g-o. Sos un amargo tomador de mates dulces ¿qué parece?
- Me parece que vos sos un farsante y que todas esas cosas que vos decís son ridiculeces que no existen.
- ¿Por qué decís eso?
- Porque creo que es así.
- Para mí estás totalmente equivocado, hermano.
- ¿Sí?
- Sí. Y te digo más, creo, también, que en algún punto te estás mintiendo.
- A ver…
- Te mentís porque no querés arriesgarte a la posibilidad de encontrar algo tan bello, tan lindo, algo soñado, por el miedo a perderlo. Es típico. Todos vivimos la vida llevando ese miedo como una mochila pesada.
- Es cierto que estamos llenos de miedo. Estamos hasta acá de tanto dudar y dudar, pero yo creo firmemente que el romance es sólo un momento, una etapa pasajera que no vale por sí misma sino como un medio para llegar a. Sería casi como una actuación, como una obra que se despliega, que se representa en un momento dado para conseguir eso que ambos buscan.
- ¿Y qué es eso que ambos buscan?
- El sexo, por supuesto.
- Estás hablando boludeces.
- Y vos te comiste la pastilla del amor y no me querés reconocer que tengo razón.
- Es verdad, no quiero reconocer que tenés razón y tampoco pienso que la tengas. ¡Cómo me vas a decir que no existe el romance! Es una reverenda estupidez. El romance, lo romántico, el momento en el que dura todo ese aire, esa conexión, tiene una existencia por sí mismo. No es un medio para, como decís vos. Es algo, existe, es una totalidad.
- Creo que es todo un gran mito. Una de las tantas mentiras del llamado Amor.
- ¿En serio me decís eso?
- Sí.
- A ver, para aclarar un poco el panorama ¿creés en el amor? ¿Creés que existe, creés que dos personas se pueden enamorar?
- Y…, sí. Sería un mentiroso, o una piedra si te dijera que no creo en la posibilidad del amor.
- Bueno, ahí nos vamos entendiendo. Lo que yo te quiero decir es que creo en el romance, en lo platónico, en el, y no te rías, amor a primera vista. Sí, la frase es muy cursi, pero sí creo en que puede haber una mujer a miles de kilómetros de acá que puede encajar conmigo, como una pieza de rompecabezas y que…
- ¿Te salió el Neruda de adentro a vos?
- No te me burlés, pelotudo. Te estoy hablando abiertamente y me venís a gastar. Andá a cagar.
- No, eu, no te me enojés…
- En serio, sos un boludo, si querés seguimos discutiendo sobre fútbol porque con vos no se puede hablar de otra cosa.
- Perdón, che, era una broma. Seguime contando, dale. No nos vamos a pelear ahora ¿no? Te pido perdón de vuelta. Entendé que hace mil horas que estamos acá y bueno los ánimos y la paciencia se quiebran un poco ¿no?
- …tenés razón.
- ¿Todo bien entonces? ¿Vas a seguir contándome?
- Sí, todo bien. ¿Por dónde iba? Ya me cagué olvidando.
- Eeeh, no sé. Algo del amor a primera vista.
- Ah, cierto. Bueno, sí, eso, que creo en el amor a primera vista. A ver, no tan así. Desearía encontrar otra palabra para explicarlo mejor. Creo en las posibilidades ¿me entendés? En la posibilidad de toparme con alguien desconocido y que de ese encuentro se genere una gran explosión. Una relación, que no importa el tiempo que dure; puede ser una noche, unas cuantas horas, dos días o una semana. Pero cuando uno conoce una persona que lo vuelve loco, una mina que te vuelve loco el mundo se te amplía y se abre paso a algo nuevo, algo único.
- ¿Y eso te pasó alguna vez, cruzarte con una mina desconocida y sentir todo eso?
- Bueno, no, pero es algo a lo que no cierro mi cabeza. Creo que me puede suceder en algún momento. No reniego de esa posibilidad.
- El problema está, creo yo, si me permitís opinar, en que nunca vas a encontrar eso si lo andás buscando ¿me explico? Creo que esos “momentos”, como vos decís, llegan solos y que uno sólo se percata de ellos cuando ya se encuentra adentro ¿entendés? Si vos estás con las antenas paradas tratando de que te pase eso que vos querés, probablemente nunca te va a pasar. Si intentas predecir eso generás un montón de expectativas que ante el primer desencuentro se cae todo. Es como un castillo de naipes. Hermoso, pero ante la más pequeña de las brisas ¡puf! Se va todo al diablo.
- Realmente me sorprende tu capacidad de expresarte. No te tenía así.
- Ja, gracias…
- Quiero que sigamos esta charla, pero me vas a tener que aguantar porque me estoy re meando.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Haceme campana…
domingo, mayo 04, 2008
Camisas (mejor si están desprendidas)
La camisa es un símbolo de la vida de los hombres argentinos. ¿Qué hay en esa panza al aire qué tanto me llama la atención? Sin ánimo de meterme en el tema de las modas, puedo afirmar que la camisa rompió todas las barreras del tiempo y se instaló en el cultura de de los hombres de este país. La camisa del chofer del colectivo. La azul, toda transpirada por los 40 grados de sensación térmica dentro de ese ruidoso colectivo. La camisa blanca de los heladeros. Esos si que trabajaban. En plena siesta, arriba de una bicicleta y meta el grito de “heeeeeeeeeeeeeeelaadoooo, heeeeeladooooooooooo- Palito bombón heladoooooooooou” Y todos los que podíamos escaparnos y robar alguna que otra moneda de las livianas billeteras, disfrutábamos de ese helado de chocolate y crema o del helado de agua, que de tan frío que estaba a veces se te pegaba en la lengua. Las camisas metidas adentro del pantalón de los sindicalistas; los “gordos”. Los pesados (literal y metafóricamente) de la política argentina. “Con esos no se jode”, “con los de camisa a cuadros, no.” Las camisas de Perón. Sentado el viejo en una reposera, opinando desde Puerta de Hierro, sobre el futuro del país, y manejando las masas sin necesidad de estar en el balcón. Las camisas naranjas de los naranjitas de Córdoba o de los “atrapa taxis”, que se pasan todo el día laburando. Las excéntricas camisas de “La Mona”. Todas de colores, siempre las mismas. A la mona no le importa una mierda la moda, y está bien. Hace veinte años que se viste igual. Y le queda bien. Las camisas de los uniformes escolares. Las odié mucho, pero después me di cuenta que era mejor así. Uno ya sabía lo que se iba a poner en toda la semana. Camisa blanca o celeste, y a otra cosa. El camionero con su camisa desprendida. Con una panza que crece día a día. Con la etiqueta de puchos en el bolsillo superior izquierdo. Los mozos de los viejos bares de Córdoba con sus camisas con bolsillos a los costados para guardar la libretita.
Y están las otras, las que no son consideradas camisas (quizás en otra lengua si lo sean) Las chaquetas verdes de Fidel Castro, de Chávez, del Che. El overol de Agustín Tosco. Mucho más que un simple mameluco de trabajo. Los guardapolvos (camisas largas) de las maestras, de mis maestras. El de mi señorita Mercedes, la de primer grado “C”, que tanto me enseñó. Los guardapolvos de los médicos de los tristes hospitales públicos. Uniforme siempre blanco al servicio de quién lo necesite.
Las camisas de mi abuelo. La blanca, Pierre Cardin que se trajo de uno de sus viajes. Esa que tanto me gusta y que usé y sigo usando a pesar de sus veinticinco años de antigüedad. Las camisas de mi viejo, las que tanto vergüenza me daban. No por la ropa en si, sino porque el tipo caía a buscarme a la casa de mis amigos con sus chancletas azules Adidas, su malla amarilla y su camisa manga cortas a cuadros siempre desprendida. Siempre dejando en libertad su enorme panza. Su panza peluda. Su panza fea. Y ahora me doy cuenta que todo eso era una enorme estupidez. Que no tenía nada de que avergonzarme. Que está bien. Que la camisa es la mejor vestimenta. Que en verano el aire circula con total libertad por tu cuerpo. Que en invierno hay lindas camisas gruesas para usar. Que hoy hace calor y estoy en calzoncillos y tengo puesta una camisa; una camisa a mangas cortas, desprendida, dejando mostrar una panza que no es grande pero promete serlo.
lunes, abril 28, 2008
Feliz cumple, vieja.
Espero sepan entender el amor que mueve en un hijo la existencia de una madre.
Acá va...
¿Me querés? –pregunta la vieja.
¡Por Dios! Yo no sé si esas ridiculeces se le ocurren ahora, que los años se empiezan a notar en el espejo de sus hijos. Mi mamá tiene esas cosas. Con una pregunta directa, de obvia respuesta, trata de lograr una expresión en mí, un gesto que tape mis dos décadas y media de silencios, mutismos, esporádicos gestos. Stop. Corrijo. Suponiendo que aprendí a hablar a los…, no sé, ¿dos? ¿tres años? (¿cuándo fue, mamá? Vos seguro que sabés) Y que mis primeras palabras no deben haber sido demasiado razonadas. Bueno, cierro en una década y media. Prosigo.
¿Me querés? –pregunta la vieja.
Lo que pasa, mamá, es que yo no funciono así. Ni siquiera sé muy bien cómo carajo funciono. Sé que tu pregunta esconde el deseo que yo venga, de la nada, y te diga que te quiero mucho, y vos me vas a preguntar “¿hasta dónde?”, hasta el cielo, mamá; como cuando era chico ¿te acordás? Siempre me decías que era un chico muy cariñoso con la gente y que de un momento a otro dejé de serlo. ¿Por qué pasó eso, mami? Vos me conocés de arriba abajo, de izquierda a derecha. Y a veces nos separa un mar, o un arroyito que parece minúsculo pero imposible de cruzar. Vieja, te quiero hasta el cielo. “¿Hasta dónde?”, le preguntás a ese rubio flaquito que soy yo hace muchos años. Hasta el cielo. “¿Hasta el cielo nomás?” Bueno, hasta las estrellas. Y mucho más. Lo sabés. Pero querés que te lo diga.
¿Me querés? –pregunta mi mamá.
Me hacías la leche en el jarrito de loza azul, ese que era chiquitito y que alcanzaba para dos tazas nomás. ¿Te acordás? A mí me gustaba la taza amarilla, y a la Luciana también. Y vos nos arreglaste a los dos y conseguiste que cada uno tuviera una amarilla. Y fin del asunto. Ojalá. Después quería la verde. Y de vuelta a recuperar la verde. Me curaste las rodillas mil veces. Esa bici roja me acompañó hasta el final de mi infancia, y vos también, y mucho más. Los años pasan. Y no te das cuenta que de un día para el otro tus hijos, el fruto del amor, tienen que volar, hacer sus vidas. Y las cosas, vieja, no van a ser como vos querías, porque ahora decidimos nosotros ¿entendés? Pero creeme, mami, que ponemos todo para que vos estés orgullosa de nosotros. Porque nos pone feliz verte sonreír. Porque tu felicidad es nuestra vida. Y vos sos mi orgullo porque sos mi mamá, mi vieja.
¿Me querés? –pregunta la gorda.
Y todavía no entiendo, hoy que han pasado años de ese apodo, que te siga molestando tanto. ¿No ves que te lo decimos, en parte, por cariño, y en otra porque nos encanta hacerte enojar? ¡Es que es tan fácil! Y a vos gritar no te cuesta mucho. Pero no te preocupes porque para mí siempre vas a ser mamá, mami, o má. Y esas dos letras bastan nomás para que vos vengas corriendo a mi socorro cuando vuelo de fiebre y me caigo al piso porque deliraba con la temperatura ¿Te acordás, vieja? Maaaaaaaa, gritaba desde la pieza, quiero esto, aquello, y eso otro; y vos dejás todo para que yo tenga una sonrisa en mi cara, para que yo no me enoje, porque a vos te brillan los ojos cuando yo estoy feliz, lo sé, lo veo, lo siento. Y hoy, todavía, a pesar de que ya soy grandote de cuerpo, pero niño en tantas cosas, seguís detrás de mí, en silencio, tratando de no decirme lo que tenés ganas de decirme porque yo, al igual que antes, me enojo. Y a veces parece que mis momentos de felicidad se agotan y que no tengo nada para darte. Con una sonrisa vos estás hecha y yo tantas veces ni siquiera puedo dártela. Y a vos no te importa porque a pesar de todo, vos estás orgullosa de mí, de tus hijos. Y sé que quisieras que fuéramos el uno para el otro pero antes de eso tenemos que ser el uno para el uno y superar tantas cosas, tantos silencios.
¿Me querés? –pregunta la mami.
Me enseñaste a cruzar la calle, a sumar y a restar, a comer helado, a rezar, a atender el teléfono, a sonreír, a ser lo que soy, a andar en bicicleta, a no faltar el respeto, a comer con la boca cerrada, a no limpiarme la boca con el mantel, a no eructar en la mesa, a leer y escribir, a soñar y miles de cosas más que no me alcanzarían las palabras para nombrar. Muchas las lograste a pesar de que siga eructando y que vos me grites. Mami: me enseñaste a ser lo que soy. Sos mi vida. Con mis fallas, mis defectos, y las virtudes que tengo y que tantas veces niego, por miedo, por timidez, soy esto que ves. Mi corazón tiene mucho que ver con el tuyo. ¿Entendés? Y vos me preguntás si te quiero… y me doy cuenta que tendría que decirlo más seguido.
¿Me querés? –pregunta la mamá.
Y a esa pregunta desesperada que me tirás muchas veces las respondo con frialdad. Perdón. De vuelta, perdón. Mamá, por supuesto que te quiero. Hoy más que nunca. Hoy que ando a los tumbos por mis días. Hoy que ya no compartimos el mismo techo. Hoy que lloro, en parte por dolor, y en parte por felicidad, por saber que también puedo amar, que no soy una piedra, como en algún momento pensé. Estas lágrimas, las mías, y las tuyas, son el reflejo de todo lo que siento, lo que sentimos. Si vos no estuvieras yo no sé que haría. No quiero ni pensarlo. Te quiero tanto, tanto, tanto. Feliz día mamá. Hoy, y mañana, y pasado. Todos los días de tu vida, que es la mía.
¿Me querés?
Sí, mami, hasta el cielo. Y si me olvido de decirlo nunca dejes de preguntarme.
Feliz Día de la Madre.
lunes, abril 21, 2008
Maullando por ahí
Nunca fui muy amigo de los gatos. Desde chico me gustaron los perros, los perros grandes, amigotes, siempre dispuestos a jugar.
Hasta que un día apareció "mancha", y la hija de puta se metió en el corazón de todos los que vivimos en casa. Se hizo amiga de la "negra poli", nuestra perra y tenía entrada libre en el hogar.
Tristemente tuve que presenciar el paso del puto colectivo... y se la llevó.
A ella, este pequeño homenaje. La más grossa, y la más linda gata que tuve.
Seguí maullando por ahí...
Era bien linda la guacha
viernes, abril 04, 2008
Ruidos cotidianos
- Ruidos de autos (motores, bocinas, frenadas, etc)
- Los frenos de las bicis mojados.
- Ladridos de perros (ha sido progresivo. Con el paso de los años me molestan más y más los perros que ladran a todo y a nada. Pero creo que lo que me violenta son los pelotudos de los dueños)
- Los gatos cogiendo (hacen ruidos como llanto de bebé... no está bueno eso) (y siempre de noche)
- Los bebés/niños llorando (yo sé que a veces pueden ser tiernos, pero esos llantos incomprensibles, o esos gritos sin lágrimas..., me superan, y a veces me irritan)
- Una canilla goteando (¡¡¡callateeeee!!!)
- Unanimidad: el despertador (pi-pi-piiiiii.... pi-pi-piiiii.... ¡aaaaaaaaaaaaah! ¡callate!)
- Las madres gritando
- Chirridos: la tiza en el pizarrón, un tenedor contra un plato, etc. (destruyen los dientes)
- Los caños de escape de mierda de las motos (encima están de moda...)
- Las impresoras viejas, esas que estaban antes en todas las oficinas (chiiiiic, chiiiiiiic, creo que se llaman impresoras con cinta de tinta)
- El torno del dentista (HIJO DE PUTA)
- Tus viejos cogiendo en la pieza de al lado.
uuuuuuuuuuuuuuuuh, hay como pa tirar manteca al techo.
Espero los suyos (estos son más jodidos que los anteriores)
jueves, marzo 27, 2008
Apuntes sobre la ausencia
me queman las manos un viento de sal
Y hacheros de la memoria me talan la gloria de verte llegar.
Viento que sopla en la siesta
prepara su fiesta la ausencia al pasar
donde altares de olvido me sirven el vino de la soledad.
Me robaran la mirada los pájaros tiernos que amasan el altar.
Y en los retazos del alma será una guirnalda tu risa frutal.
Cuando regrese en silencio mi aliento en tu cuerpo será un animal
que a orillas de la ternura descubre la altura de tu libertad.
Voy enhebrando distancias, siguiendo esperanzas, cuerpeando el dolor
Asombrando la tristeza con pura tibieza de mi corazón
y al golpe de la nostalgia le quiebro la gracia cuando pienso en vos
y arrimo un trago al destino, le muestro el camino y después me voy
y arrimo un trago al destino, le muestro el camino y después me voy.
Me robaran la mirada los pájaros tiernos que amasan el altar.
Y en los retazos del alma será una guirnalda tu risa frutal.
Cuando regrese en silencio mi viento en tu cuerpo será un animal
que a orillas de la ternura descubre la altura de tu libertad.
Hermosa canción (si no me equivoco una zamba) de Luna Monti (o por lo menos yo la escuché por ella) Si supiera cómo, pondría el tema para escucharlo; pero eso es para los que saben mucho y no para los que tienen un discreto blog. Disfruten, y si pueden consigan el tema porque es muy muy lindo.
Abrazo.
domingo, marzo 23, 2008
martes, marzo 18, 2008
Músicas cotidianas
- El agua (las olas del mar, y el fluir en libertad de los ríos)
- Los sapos antes de llover.
- El motor de los Citroën viejos.
- Las espadas de los Jedis. (Luke, Darth Vader, y los otros muchachos)
- El papel de regalo al romperse
- Los cierres "relámpago" de las carpas (son increíbles)
- Un tiro en el palo (a veces decepcionante, otras veces milagroso, otras veces esperanzador)
- Las baquetas antes de empezar un tema
- Las reversas de los autos
- Pisar las ojas secas en otoño
- La rasuradora de pelo pasando cerca de la oreja
- La música de Gativideo (el que no se acuerda que le saque el polvillo a algún VHS)
- Los globitos que protejen las cosas frágiles (hay algo de placer extraño en eso)
- Un GOL (con todas sus músicas..., y las sensaciones que les produce a c/u de nosotros)
siempre hay más...
domingo, febrero 24, 2008
Reflexión con delay
14 de febrero: ¿Colonizados, pelotudos o enamorados?
(¿O un poco de cada cosa?)
Creo que es un poco de cada cosa. Aunque mi sorete interno sienta que son todos unos imbéciles, cuando puedo pensar con la cabeza en frío (dentro de ciertos límites) puedo llegar a conceder algunas opciones.
Qué se yo qué mierda es el 14 de febrero. Algo de San Valentín. Primero: yo no festejo santos (hago uso de ellos y de sus católicos feriados: semana santa, navidad, etc.) Segundo: ¡quién es ese tal san Valentín! Claro que ahora va a venir algún zarpado que sepa exactamente toda la vida y obra de este fulano. Bueno, se la morfan, porque estoy yendo ahorita mismo a buscar la enciclopedia Salvat (porque yo todavía leo y se la doy a Google por el culo: “¡buscador muerto, no existís!”)
(5 minutos después) Evidentemente la enciclopedia no contiene información inútil. No encontré nada ni en la lista de santos, ni en este tal Valentín, ni en ninguna otra palabra clave. Igual, no viene al caso. Ya me ayudará mi amigo sabelotodos; ese que tiene (como se dice) “cultura general”, que para mí no es que un enorme acervo de pelotudeces.
La cosa es que en este día que pasó (14/02) se “festeja” el día de los enamorados. A mi me parece que es (siguiendo el vocabulario popular) un “invento yanqui”. De un día para el otro se llenó de imbéciles que celebraban ese día con sus parejas. Lo peor de todo es que esa celebración implica gasto (o malgasto) de dinero. Merchandaising de color rojo o rosa. Flores y claveles. Corazones por todos lados, flechitas de amor que vuelan de un lado para el otro. Eso sí, los fabricantes de bombones y chocolates están chochos. Se deben vender un millón bonobon ese día. Creo que es eso lo que me irrita, la capacidad que tienen para venderles estupideces a todos (nótese la conjugación del verbo; queda claro que no me hago cargo de este día. A mi no me lo venden. Soy, lo que se dice, un superado en esta materia) Meten un “día de los enamorados” de prepo, de la noche a la mañana y fiesta consumista para todos.
Ahora, bien, seguro que alguno pensará: “y bueno, macho, todos los días festivos fueron inventados.” Sí, todo bien, pero hay algunos que son una vergüenza. Lo de Hallowen, o noche de brujas, ¡por Dios, es el colmo! Tampoco me voy a los extremos (no soy tan trosco) de cuestionar el día del amigo: 20 de julio, un tipo pisa la luna (o una escenografía bastante parecida) y ¡pam!, nace el día del amigo. Fue hace como cuatro décadas. Mi lucha abarca dos y media.
En fin, esos son algunos argumentos que podrían servir para dar respuesta a los que piensan que somos unos estúpidos colonizados (casi siempre por los yanquis) (noten que ahí sí me incluyo: la coca cola es lo más)
Y bueno, va de la mano con casi todo lo anterior. Es como que no puedo entender como una persona puede tener tan poco cabeza para prenderse en semejantes giladas. Maestro/a: si querés a tu pareja, o si estás enamorado, no necesitás comprar nada (mucho menos en el ahora odiado 14 de febrero) ¡Vamos, che, un poco de sentido común! Los mejores gestos de amor son aquellos que vienen cuando uno menos los espera. Son un “cross a la mandíbula” (gracias Arlt por la frase) de cualquier persona. Es por eso que pelotudos o colonizados, en este caso, son casi la misma cosa.
Todo esto me ha removido muchas cosas. Yo también iría corriendo a abrazar a la chica que me gusta, sólo que ella parece no saber quién soy. Además, está el tema de la edad. Y en esta sociedad esas son cosas un poco difíciles. La chica (que algunos ridículos llaman “señora”) es una persona conocida en el ambiente televisivo y cinematográfico. Es obvio que todos ya lo sospechan, y seguro que ya saben de quién estoy hablando porque es la más linda de todas: MERCEDES MORÁN SI LEÉS ESTO POR FAVOR DAME UNA OPORTUNIDAD. No quiero que ningún imbécil juzgue mis sentimientos hacia este pedazo de mujer. Sólo sé que merezco una chance (como todos)
Imagino que con tremendo despliegue teórico y literario, Mercedes se dará de cuenta de lo interesante que soy como persona. Por si acaso, mi número es (0351) 461-2975. Si no estoy por favor dejá un mensaje y yo me comunico con vos en la brevedad. No sé si estás casada, o en situación de pareja. No quisiera provocarte un malestar, Mercedes. Espero tu llamado.
Al resto (los lectores que continúan aquí): miren a sus parejas a los ojos e intenten decirles cosas lindas de la forma que sea. Yo sólo sé que no hay nada más lindo que los ojos de una mujer enamorada. Y eso es algo que no se olvida jamás (lamentablemente)
Hasta la próxima.
viernes, febrero 22, 2008
Aguanten un cacho
Por último les digo a todos que este sábado 23, a las 17:10 se reeditará este viejo y desparejo clásico entre BELGRANO e Instituto. Unos luchan por el ascenso y los otros, bueno, por seguir ahí. Que gane el mejor o el que meta más hinchas en la cancha. Ah, cierto..., bueno. Que gane Belgrano así estoy mejor de humor,............de lo contrario estaré más insoportable que de costumbre.
Ya se viene el posteo. Les adelanto el tema: 14 de febrero.
Abrazo de gol:
ió
lunes, febrero 04, 2008
Chantada
1) ¿Quién va a ser el campeón en 1ra?
2) ¿Quién va a ascender segundo detrás del poderoso Belgrano?
3) ¿Por qué no sale el hipopótamo en los palitos de la selva?
4) ¿Quiénes se acuerdan las sumas, restas, etc, de fracciones? (posta, no mientan)
5) Nombrar por lo menos 2 jugadores que hayan jugado en Boca, River, Indep'te.
6) Nombrar por lo menos 2 jugadores que hayan judado en Belg, Taller, Iaac.
Listo, tienen para hacer pan dulce. Y como somos todos cordobeses...
domingo, enero 27, 2008
Pedacitos no más...
Marcos saboreaba, quizá, el último pucho de su vida. Las indicaciones del doctor habían sonado más a amenaza que a consejo. Quería seguir viviendo, por lo menos unos años más, por sus hijos, su mujer. Fumó hasta las últimas consecuencias, hasta el último gramo de tabaco. Apagó la colilla contra la pared y la tiró con un tincazo al basurero. Ahora empezaba lo jodido.
Las primeras horas de ese martes transcurrieron en tranquilidad. La nicotina todavía no ejercía su efecto adictivo sobre la mente y el cuerpo de Marcos. Trabajó seis horas, almorzó, bebió dos tazas de café, deambuló por las mismas calles y luego tomó el 54 para volver a casa. No hubo cigarrillo después de comer, ni durante el café, ni en las plazas, ni en la espera eterna del colectivo. Al llegar a su casa notó algo extraño...
jueves, enero 24, 2008
Volver (con la frente...)
A ver....top 3 de años impares de mierda:
1-1955 (obvio)
2-2001 (mucho bardo)
3-2007 (personalmente una garcha)
................
Acabo de darme cuenta que los años pares tienen muchos hechos desagradables: los mundiales se juegan en años pares (últimamente ya sabemos cómo nos va); los golpes de estado fueron (generalmente) en años pares (1930, 1962, 1966, 1976) Malvinas: 1982. Los descensos de Belgrano (1996, 2002, 2006)
Bueno, espero que todo vaya mejor...
Ya postearé algo que valga la pena leer.
martes, enero 01, 2008
Me voy de la ciudad. Acá van las últimas 3
El árbitro-juez pegó un silbido y arrancó el juego. Los primeros instantes se dieron como yo lo predije. Nosotros atacando y teniendo posesión del balón y de la cancha, y Arsenal metido en el arco, colgado del travesaño (porque a esa altura, ya habían dejado de ser “los de camisa blanca” o “los del Monse”. Ahora eran Arsenal) Conseguimos el uno a cero rápidamente, luego de que el de la cubana rematara violentamente al arco, y bajara de un solo saque a dos que se habían colgado del travesaño. El rebote le quedó al de alpargatas y la mandó adentro. Yo me comía las uñas que no tenía y, de tanto en tanto, lo miraba a Burruchaga para ver los gestos. Y el tipo nada. Tranquilo como un rey. Como si fuera un técnico campeón del mundo. Como si hubiera ganado la Copa Intercontinental hacía dos años. Pensar en todo eso me dio tanta bronca, que me mordí los labios muy fuerte y me empezaron a sangrar.
La cosa se puso peor cuando nos empataron. Y ahí nomás nos metieron otro. Ambos de pelota parada. Yo estaba al lado de la línea y los arengaba constantemente. Me di vuelta y le pregunté a los que estaban atrás mío si alguno tenía hora, pero nadie me respondió. Pies descalzos metió el dos a dos de cabeza y el tres a dos lo convirtió con un certero remate con su rodilla izquierda.
El sol empezó a esconderse. El partido iba seis a seis y no nos daba respiro. El árbitro-juez silbó y dijo que era momento del entretiempo. El gordo sudaba bulucas y parecía que se iba a desmayar. Sacó el celular y le ordenó a su secretaria que le trajera una gaseosa y otro choripan.
De la Sota y Juez, entre tanto, no paraban de hacer campaña. Ambos querían asegurarse de quedar bien con el que ganara el partido. El Gobernador se acercó a los de Arsenal y les prometió que iba a mover cielo y tierra para rebajar las tarifas de los celulares y que iba a contratar más policías para erradicar la inseguridad en Córdoba. También habló de arancelar la Universidad y de privatizar EPEC y agregó que iba a hacer lo posible por legalizar las prácticas sectarias del G.A.R.C.A. (Grupo Aristocrático Racista Cristiano Argentino). Juez se acercó hacia donde estábamos nosotros y nos dijo que les rompiéramos el orto a estos chetos culeados y que iba a lograr la autorización para realizar bailes de cuarteto los días miércoles y jueves. Luego se acercó De la Sota y prometió más planes trabajar y más viviendas. Juez, en tanto, fue a hablar con los de Arsenal y les dijo que los del otro equipo eran todos bolivianos e hinchas de Belgrano. Prometió, a cambio de votos, colectivos con aire acondicionado y la segunda bandeja en el Chateau Carreras.
El Presidente Kirchner tampoco se perdió la oportunidad de hacer cartel. Desde una pantalla gigante colocada detrás de uno de los arcos, felicitó a los dos equipos. Habló de las verdades del Justicialismo, de la patria, de que Perón estaría orgulloso y de que si Evita viviera sería como Cristina. Dijo que el Fondo Monetario Internacional no lo intimidaba y que necesitaba el apoyo de todos los argentinos y argentinas para derrotar al imperialismo que no se qué y que no le iban a ganar y otras cosas más. La gente le dejó de prestar atención a la pantalla y se metió de vuelta en el partido. El gordo, ahora más descansado, volvió a silbar y la pelota se puso en movimiento. Los cagábamos a pelotazos pero no podíamos romper la barrera de seis hombres que Burruchaga había parado en la línea del arco. Kirchner seguía hablando pero nadie le daba pelota y alguien agarró el control remoto y le bajó el volumen a la pantalla. Mejor así.
El partido estaba nueve a ocho a favor nuestro. El sol ya casi no iluminaba y se instalaron dos torres de iluminación para continuar el partido. Esto era más que un partido. Yo caminaba nervioso y me fumaba el penúltimo pucho de la etiqueta que me había comprado el pocho, hace no se cuantas horas atrás. Parecía que lo ganábamos, pero alguno de los fallos del árbitro no me dejaban tranquilos. El gordo venía bien, pero sospeché algo raro cuando el cuatro de Arsenal le pegó una patada voladora a uno de mis jugadores y el obeso solo se limitó a decir “siga, siga.” Después nos cobró un penal en contra cuando le pegaron un pelotazo en la cabeza al del tatuaje de La mona. El pibe se desmayó y cuando estaba cayendo al piso, la pelota le rozó la mano. El gordo silbó fuerte y decretó la pena máxima. Yo salí corriendo a increparlo y la policía se metió a la cancha para proteger al árbitro-juez. Los familiares también invadieron y por unos instantes todo fue un caos. Los canas aprovecharon para llevarse presos a muchos de nuestra hinchada. A mi me pegaron un palo en la cabeza y me mandaron de vuelta a mi lugar. Pocho (que era mi ayudante de campo) me dio una botella de agua y me consoló diciendo que las injusticias se repetían a toda escala. Como era de esperarse, el penal fue ejecutado brillantemente. A lo Burruchaga. A lo Arsenal de Sarandí. El partido estaba nueve a nueve.
Pusimos la pelota en el medio y volvimos a intentarlo. Dos tiros en los palos nos ahogaron el grito de victoria. Ellos también tuvieron las suyas con dos tiros libres que inventó el gordo y que pasaron muy cerca. Ya se estaba haciendo de noche y la gente empezó a perder interés en el partido. Los pibes seguían jugando, pero la pelota no quería entrar. La gente de T y C se acercó a hablar con el juez. Estuvieron algunos segundos o minutos, no lo sé, deliberando. El gordo dijo que, ante la falta del décimo gol, el equipo que pegue dos tiros en los palos, sería el ganador. Los del canal porteño perdían rating y eso les preocupaba.
El juego siguió pero ya casi no había llegadas a los arcos. Las piernas no daban más. Encima se me habían agotado los cambios. La luna se hizo presente. Los que ya se habían ido eran el Gobernador de la Sota y el Intendente Luis Juez. Yo no los vi, pero algunos dicen que se fueron los dos juntos y que entraron a un bar a tomar Fernet con Coca. La presión de T y C era enrome y esto obligó al gordo a determinar que el partido se resolvería con tiros desde el punto del penal. Eso fue un alivio porque mi equipo estaba demasiado cansado.
Se acercaron todos con caras transpiradas y con piernas lastimadas. Yo pregunté quiénes se tenían confianza para patear y fui anotando en un papel a todos los que levantaban las manos.
10
Kirchner seguía hablando. En la plaza quedaban algo así como cien personas. Una docena de policías se juntaron alrededor del carrito de choripanes y aumentaron su gordura. De los canales de aire, sólo quedaban los de Canal 10 que todavía estaban esperando que les trajeran un casete virgen y una batería nueva. Los del “canal número uno de deportes en la Argentina” se resistían a irse. Querían aprovechar al máximo las horas de transmisión en vivo.
Empezamos tirando nosotros. El de alpargatas le pegó fuerte y la clavó al ángulo. El siete de ellos, toque y a la red. El de cubana, puntín al medio y gol. El diez de arsenal, amague para un lado, arquero para el otro y dos a dos. Así se sucedieron. Pateamos no se cuántos penales y ninguno de los dos equipos podía sacar ventaja. Metía el gol uno y el otro también. Atajaba nuestro arquero uno y después pies descalzos la mandaba a la mierda. Pateamos y pateamos.
Burruchaga alegó que su contrato terminaba cuando saliera la luna y se las tomó. Yo le grité que era un cagón y sentí que había ganado una pequeña disputa personal. El gordo también se fue y nos dejó librado a la suerte. Cómo no podíamos definir el partido, empezamos a patear los que estábamos afuera. Los padres, los vecinos, pocho, yo, todos. Así y todo, no había caso. Parecía como si el destino quisiera un empate.
Las nubes cubrían el cielo de la ciudad de Córdoba. Se habían llevado la pantalla gigante, pero algunos aseguran de que Kirchner seguía hablando. Las torres de iluminación se apagaron y sólo la luna alumbraba la cancha. Cuando me di cuenta, me encontré pateándole un penal a pocho. A media carrera me frené y miré para los costados. “Che, pero acá no queda nadie”, le dije. Pocho se encogió de hombros y me preguntó si iba a patear o qué. Volví a tomar carrera y se la puse abajo, en la ratonera, donde los arqueros nunca pueden llegar. “En mi barrio jugaba de cinco”, le conté. El me dijo que no jugaba mucho al fútbol por un problema de asma, pero que nunca se perdía de ir a ver un partido en al villa. Nos quedamos charlando un largo rato.
En la plaza no quedaba un alma y la ciudad parecía que había vuelto a su ritmo normal. Pocho se despidió y me dijo que nos veríamos pronto. Que Córdoba es un pueblo grande, que uno siempre se vuelve a cruzar por las calles de la docta. Lo saludé y le di mi último cigarrillo. Se lo puso en la oreja y se fue caminando, lentamente, hasta que lo perdí de vista en la noche cerrada.
Me sentí solo y no entendía muy bien todo lo que había ocurrido. Necesitaba descansar y pensar en todo esto. Divisé un banco de la plaza. Me desabroché la camisa y quedé en cuero. Me saqué los zapatos, las medias y me arremangué los pantalones. Cerré los ojos y creo que me dormí.
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El sol me despertó. Abrí los ojos y vi a unos pibes que estaban organizando un partido de fútbol en la plaza. Miré la hora: dos de la tarde. Me levanté y prendí un pucho. “Esto yo ya lo vi”, dije en voz baja. Y me fui caminando a casa, con la tranquilidad de haber tenido un día normal.
domingo, diciembre 30, 2007
Séptima y Octava parte
Los dos equipos pidieron un descanso de quince minutos y el Juez (que ahora hacía las veces del árbitro) se los concedió. En esa especie de entretiempo, algunos de los padres de los jugadores del Monserrat, llegaron con cajas que traían indumentaria completa. Botines, medias grises, pantalones grises y…y ahí me enojé. Toda la furia que tenía guardada en mi cuerpo, volvió como un huracán. Empecé a transpirar y mis ojos se pusieron rojos. Los padres de los pendejos de mierda, todos chochos, repartiendo camisetas azules con una banda roja: la camiseta de Arsenal de Sarandí. Encima, de una limusina, se bajó Jorge Burruchaga. Cuando los periodistas se acercaron con los micrófonos, éste se sacó los lentes oscuros y respondió: “me ofrecieron un contrato para dirigir estos diez goles que nos quedan. Tenemos un buen equipo así que creo que todo va a salir bien.” Yo corrí y lo increpé. Le dije que era un hijo de puta. Que él era mi ídolo en los mundiales de Méjico y de Italia, pero que era un pichón de Grondona. Burruchaga no me respondió y la seguridad personal del ahora técnico de los del Monse me sacó a patadas. Yo volví a mi lugar con más bronca aún. Me acerqué a los descamisados y les pregunté si tenían técnico. Me dijeron que no y me preguntaron quién carajo era yo. Les dije que yo me ofrecía a dirigirlos. Que conocía muy bien el juego de Burruchaga. Que confiaran en mí. Que esto era más que un partido de fútbol. Y otras tantas cosas más. Los pibes me miraron con desconfianza y uno de ellos agregó que habían venido muchos como yo, con los mismos versos de siempre. En medio de la charla apareció el pocho y les dijo que yo era confiable, que sabía muchísimo de fútbol y que les iba a comprar un choripan a cada uno si ganábamos el partido. Yo lo miré de reojo, desde mi metro ochenta, al petiso. El subió la mirada y me guiñó su ojo cómplice. Al final, después de debatir, los pibes aceptaron que los dirija tácticamente.
Les pregunté si tenían remeras, para no confundirse. Se miraron y se empezaron a cagar de risa. No se cómo, pero los partidos de izquierda se enteraron y empezaron a caer con camisetas de los partidos y agrupaciones. Los pibes ya estaban acostumbrados al chamuyo y no les dieron pelota. Liliana Olivero se acercó a hablar de la heroica lucha de los más necesitados y yo la mandé a la mierda y le tiré con un balde de uno de los chicos. Al final, decidieron usar los chalecos de los naranjitas, que se estaban haciendo la guita por tantos autos estacionados. Entre todos eligieron el nombre del equipo. Se barajaron muchos: “los guardianes de la mona”, “herederos del Luifa”, “cachi gol”, “la gloria”, etc. Pero todos tenían connotaciones con los equipos de Córdoba, entonces siempre había alguno disconforme. Yo sugerí el nombre de “Revolución Teresín”. Todos se dieron vuelta y me dijeron de que, a pesar de que era el técnico, eso no me autorizaba a hablar pelotudeces. “Además, ¿qué carajo significa revolución teresín?”, preguntó uno. Yo tampoco sabía, pero el nombre saltó a mi cabeza y lo dije sin pensarlo. Creo que lo traje desde lo más profundo de mi inconsciente. Al final, eligieron el nombre de: “Los limpia-vidrios”, ya que la mayoría laburaba de eso.
De reojo lo veía al técnico de los del Monse. Daba indicaciones moviendo las manos, señalando un pizarrón que no sé de dónde lo sacó. Yo agarré un palito y dibujé un cuadrado con dos arcos y dos áreas en la tierra para tratar de preparar alguna jugada. Preparé la alineación titular. Al arco, el de remera de Talleres. Y el resto, por toda la cancha. “Esto es fútbol total”, les dije. El Pies descalzos, el de remera roja, el de la cubana y el de alpargatas, eran la alineación inicial. En tanto que Burruchaga paró un arquero y el resto, todos defensores. Todos con la camiseta de Arsenal, con la propaganda que decía “Grondona, por otros 10 años más.”
Otros dos que se levantaron de su siesta diaria fueron el Gobernador de la Provincia, José Manuel de la Sota y el Intendente de la Ciudad, Luis Juez. El gallego llegó a la plaza de la intendencia en helicóptero, con la custodia de quince guardaespaldas y un asistente personal que le apoyaba la mano en el quincho para que no se volara. Luis Juez llegó, también, casi en el mismo instante. Se bajó de un taxi puteando, diciendo que eran todos unos culeados, que nadie le avisaba nunca nada, que por ser honesto siempre lo cagan. Los guardaespaldas de De la Sota corrieron a algunas personas y desplegaron unas reposeras para que el Gobernador pudiera ver el partido cómodo. Juez, en cambio, se sentó en el piso y le dio diez pesos a un pibe para que comprara un vino y una Pritty Limón. “Sangrión, papá”, gritó el Intendente.
A los pibes parecía no importarles nada de lo que estaba sucediendo afuera de la cancha. Seguían jugando y metiendo goles. A esta altura ya se podían distinguir dos hinchadas. Los de camisa blanca contaban con el apoyo de todo el Colegio Nacional del Monserrat. Estaban, también, algunos integrantes de la U.C.R., muchos promotores y promotoras de productos de última moda y la comunidad de tomadores de cervezas en los portales de los edificios de Nueva Córdoba (la C.T.C.P.E.N.C., en la jerga, conocidos como los “se te pencan”). Los descamisados eran alentados por el sindicato de limpiadores de vidrios, por algunos representantes oportunistas de los partidos de izquierda, por algunos estudiantes universitarios (muy pocos), por alumnos del Colegio Carbó, que nunca perdían la oportunidad de rivalizar con los del Monse, por los vendedores de La Luciérnaga, y por los familiares de los jugadores. De Villa Richardson había varios. De la Villa los cuarenta guasos, había veinte, aproximadamente, porque los otros estaban laburando. Yo no podía decidirme por ninguno de los dos equipos. Me caían bien los descamisados, pero los de camisa blanca practicaban un fútbol más colectivo, compacto, como me gusta a mí.
Las personalidades seguían llegando al lugar y los pibes seguían disputando el partido como si nada. De vez en cuando se quejaban porque la pelota se iba lejos y nadie la buscaba. Yo no podía creer todo esto. Parecía que hacía horas que estaba allí, pero el sol seguía igual de radiante que cuando me senté a descansar en aquel banco, que ya no distinguía por la cantidad de gente que había. El de alpargatas hizo una jugada sensacional que incluía algunas piruetas como saltos mortales y tumbas carneras. Fue un golazo y los descamisados se abrazaban porque decían que, con ese gol, iban ganando 112 a 111. Los del Monse se quejaron y alegaron de que iban empatados. Se armó un barullo tremendo. La cosa se estaba poniendo áspera porque ninguno de los dos equipos aflojaba. De repente apareció otro Juez, con un choripan en la mano, limpiándose el enchastre de mayonesa de con una hoja de la Constitución. Éste determinó de que el partido estaba empatado (que extraña decisión, pensé) y que se jugaría hasta que uno de los dos equipos marcara diez goles más. El fallo fue protestado, pero los descamisados tampoco estaban muy seguros de cuánto iban.