Estaba sentado en mi silla de siempre, al frente del televisor de siempre. Un jugador con cualquier camiseta la revienta a cualquier lado, tira uno de esos centros que se van al lateral y yo estallo en grito, como tantas veces: “¡nooooooo, nooooooooooo, la puta que te parió, estás jugando un Mundial, muerto!” Me despertó mi grito. Abrí los ojos desorientados. Finito dormía, los pajaritos pajareaban, perros y gatos dormían, los monitos boludeaban en las copas de los árboles. Parecía todo normal. Me dolía un poco la cabeza. ¿Será que tengo la fiebre del mundial? No me vacuné contra eso, pensé. Tengo 10 años de inmunidad contra la fiebre amarilla pero nadie me advirtió de la fiebre mundialista.
Cepillándome los dientes caigo en que era viernes: no hay partidos. “No hay partidos” digo en voz alta y me miro al espejo, con el cepillo en la jeta. Meto una cepillada veloz, escupo, me enjuago, me seco con el brazo y salgo corriendo.
- Finito, despertate, es una emergencia.
Finito duerme. Siempre se levanta más tarde.
- Finito la puta madre: hoy no hay partidos –ahí reaccionó y se enderezó de golpe.
- ¿No hay partidos? –preguntó con difícil lucidez del recién despertado.
- No hay partidos –confirmo y le muestro el fixture.
- ¿Y ahora qué hacemos? –me dice.
- ¿Y ahora qué hacemos? –vuelvo a preguntar yo.
Podría ser una buena oportunidad de conocer la ciudad o el pueblo. No sabemos qué es lo que es. Cargamos el mate y salimos a explorar el territorio. Sabíamos que podíamos cruzarnos con cualquier cosa: hinchas de otras selecciones, camisetas de otros países e incluso con brasileros.
El trayecto hasta el centro es largo y pudimos charlar un poco de todo lo que viene sucediendo. Esta es una de las Copas más locas de los últimos tiempos. Inglaterra, España, Portugal e Italia eliminados. Grecia y Costa Rica jugarán en octavos, o sea que uno de esos dos va a pisar el suelo de cuartos de final. ¡Qué maestros estos de Costa Rica, ganando el grupo y dejando afuera a los europeos! Tres equipos históricamente fuertes siguen en carrera: Argentina, Brasil y Alemania. A ellos se le suman, un escalón más abajo, Francia y Holanda. Y el resto: Suiza, Chile, Racing de Avellaneda (perdón, Uruguay), Colombia, Argelia, México, Bélgica, Estados Unidos y Nigeria.
- ¡Esta copa es un éxito! –exclamé.-Deberían jugarse siempre en Latinoamerica –agregué.
Para qué. Nos pasamos varias cuadras ideando un Mundial latino. Por primera vez, desde que tengo uso de razón, se juega un torneo con hinchas más o menos decentes en las tribunas, hinchas latinos, aunque la televisión siga enfocando a estúpidos disfrazados de no sé qué. Las selecciones americanas han jugado un torneo increíble, metiendo el pecho, jugando con el aliento de la gente y los europeos han mostrado la hilacha, peor que riBer. Además de todo eso: se viene jugando buen fútbol. Es por el calor de este continente, por el samba y el cuarteto, la cumbia favelera y el merengue.
Dos cuadras más y ya teníamos todo ideado, ya estaba todo dado pero de repente nos cruzamos con un grupo de hinchas suizos. Me paré y les grité: “¡suizos de mierda, van a pagar por todo el daño que le han hecho al mundo!” Y Finito agregó con grito de guerra: “¡lo vamo a matá, putos!” Por esas cosas del lenguaje terminamos sacándonos todos una foto, nos invitaron a tomar unas cervezas y nos regalaron un reloj a cada uno. La puta madre. La próxima no fallaremos.
Miré la hora, se hacía tarde. Rápido, que nos va a cerrar el consulado. Corrimos por el empedrado desparejo, nos tropezamos, puteamos pero llegamos. Ahí estábamos, en el Consulado de la FIFA en Paraty. Entramos corriendo, pateando puertas. Una morena hermosa estaba en la mesa de entradas.
- ¿¡Quién está a cargo acá!? Queremos hablar con alguien importante. Tenemos una idea y no nos vamos a ir hasta que seamos escuchados –dijimos con autoridad.
- ¿De parte de quién? –preguntó ella en portugués.
- Gringo y Finito.
No sé cómo hizo la morena pero nos pasamos una hora llenando unos formularios. El tiempo corría. No faltaba mucho para que empezaran los partidos, teníamos que aprovechar nuestro momento. Después de una larga espera se abrió una puerta; un tipo en ojotas hawaianas nos atendió. Todo el mundo anda en patas en este país.
(el siguiente diálogo será traducido al castellano para una mejor comprensión de los lectores latinos)
- Bom día. Mi nombre es Gerson ¿En qué puedo ayudarlos? –dijo, amable.
- Basta de pelotudeces: el próximo Mundial se tiene que jugar en Bolivia.
- ¿Bolivia? ¿Eso a dónde queda? –preguntó y se dio vuelta para ver un planisferio gigante que colgaba en la pared.
- Hijo de puta, Bolivia limita con Brasil.
- Ah, sí, sí, Bolivia, montañas, mar, bellas mujeres.
- No, hijo de puta, dejá de mentir –le grité- No importa que no sepas, nosotros sí sabemos y el Mundial que viene se hace en Bolivia –concluí.
- ¿Y tiene suficientes estadios Bolivia?
- Creo que sí, sino lo hacemos conjunto con Perú o Ecuador. Va a ser épico.
- ¿Ustedes dicen?
- Sí. Ya lo quiero ver a Robben corriendo en el contraataque a 7000 metros de altura. Se van a cagar todos. Las selecciones van a tener que llegar dos meses antes para aclimatarse. Va a crecer el consumo de hoja de coca y la industria de tubos de oxígeno. ¿Cuánto gana la FIFA en tubos de oxígeno hoy por hoy? ¿Nada, verdad? Ahí hay un negocio.
- Mmmm –pensó Gerson- Coca Cola paga bien, eh.
- Bueno, no importa –grité y golpeé con mi puño la mesa- A lo de las publicidades lo verán ustedes más tarde. El Mundial se hace en Bolivia sí o sí.
- Yo los entiendo, muchachos –dijo comprensivo- Pero el Mundial que viene se realizará en en Rusia y el otro en Qatar, la FIFA tiene muchísimos compromisos económicos asumidos.
- ¿Qatar? ¿Qué mierda es Qatar? –pregunté.
- Es uno de los países más ricos del mundo –respondió como si fuera algo obvio.
- A Qatar no lo conoce nadie. ¿Cómo le van a dar el Mundial a un país que jamás clasificó a nada? Qatar no existe. Empiezo a pensar que la FIFA es un gran negocio –dije.
- Y… -Gerson pensó un poco, pareció que iba a decir algo y se arrepintió. Finalmente largó un: el Mundial del 2018 se hará en Rusia y el del 22 en Qatar. No hay vuelta atrás.
- ¡Esto no va a quedar así, Gerson! –gritó Finito, que se había mantenido en silencio todo este tiempo.
- ¿¡De quién fue la idea!? Quiero saber de quién fue la idea –la oficina ya era un griterío de varios idiomas.
- De Joseph, todas las grandes ideas son de Joseph –dijo Gerson.
- Hitler, maldita sea, cómo no me di cuenta antes –dije apretando mis puños y mordiéndome los labios.
- ¿Hitler? No, Blatter, Joseph Blatter. Además Hitler es Adolf. Deberían estudiar un poco más de historia.
- ¡Callate Gerson! –volvió a Gritar Finito- ¡Comunicanos ya con ese tal Blatter!
En ese preciso instante sonó una chicharra. Era la hora del almuerzo. Los brasileros dejan todo a la mitad cuando hay que almorzar. Gerson se levantó de su silla como eyectado. Nos dijo que era hora de comer. Nos recomendó que fuéramos a comer unos choclos y un salgado en un puesto de lata en la esquina. Amablemente nos acompañó hasta la puerta.
Salimos. Había sol y teníamos hambre.
- En la carpa hay un par de latas de picadillo y galletitas de agua –dijo Finito, apoyando su mano en mi hombro.
- ¿Compramos una coca para el fernet? –agregué.
- Dale, y nos quedamos esperando a que arranquen los octavos.
Caminamos sin hablar hasta el camping. Pateando piedritas pensé que a las ideas no hace falta matarlas, tan sólo basta con ignorarlas.
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