Río de Janeiro
Jugamos al fútbol al costado de la ruta, terminamos el
salame, preparamos un fernet, bailamos cuarteto y armamos nuestro Gauchito Gil
para que proteja a todos los cordobeses que viajan a Brasil a ver Mundiales,
como nosotros. Faltaban todavía unos 200km para llegar pero ya empezábamos a
sentir esa emoción el pecho de estar haciendo algo hermoso e histórico.
Gauchito Gil de los viajeros cordobeses
La ruta hasta Río es increíble, paisajes montañosos, selva y más selva que brota por donde pueda. Da la sensación que casi todo Brasil es así, por lo menos la parte que llevamos recorrido. Llegamos a la inmensa ciudad a la siesta y programamos el GPS para ir hasta el Maracaná. Ahí había cientos de miles de argentinos, argentinos con plata, mucha suerte y entradas. Quisimos estacionar para ambientar un rato pero 100 reales por dejar el auto en una estación de servicio era más que una estafa, un delito asqueroso. Enfilamos hacia Copacabana, donde van los más pobres como nosotros (?) Milagrosamente pudimos estacionar el auto y enfilar hacia el fun fest.
La ruta hasta Río es increíble, paisajes montañosos, selva y más selva que brota por donde pueda. Da la sensación que casi todo Brasil es así, por lo menos la parte que llevamos recorrido. Llegamos a la inmensa ciudad a la siesta y programamos el GPS para ir hasta el Maracaná. Ahí había cientos de miles de argentinos, argentinos con plata, mucha suerte y entradas. Quisimos estacionar para ambientar un rato pero 100 reales por dejar el auto en una estación de servicio era más que una estafa, un delito asqueroso. Enfilamos hacia Copacabana, donde van los más pobres como nosotros (?) Milagrosamente pudimos estacionar el auto y enfilar hacia el fun fest.
Era la primera vez en cuatro días que podíamos relajarnos si
sentir que teníamos que correr una pelota que siempre se nos iba larga. Nos
pudimos sacar el calzado y sentir la arena. Preparamos un fernet tras otro.
Miles de argentinos y miles de brasileros hinchando por Bosnia, claro. Al fun
fest no se podía ingresar con ningún tipo de bebida pero como somos lo más
grande que hay vencimos la férrea seguridad: tres postas de guardias de
seguridad y un detector de metales. Así y todo ingresamos al predio, no con una
sino con dos botellas de fernet, y un jarrito de metal por si las moscas. El
partido ya estaba ganado.
Sentí muchas cosas estando ahí adentro. También estaba,
estábamos, muy ebrios. Grité el gol de Messi como nunca, se lo grité a un grupo
de brasileros que estaba detrás nuestro meta cagarse de risa alentando por
Bosnia. Les tiré el vaso de fernet casi vacío que tenía. Grité tanto que cuando
dejé de gritar pensé que me iba a desmayar. Mucha tensión acumulada.
Desde aquí se vio lo mismo que desde cualquier parte del
mundo: jugamos horrible, MUY horrible. No sé si los jugadores estaban cagados o
qué, pero parecíamos un equipo chico. Decí que está Messi. Festejamos, nos
abrazamos, y nos agarramos las bolas. También tuvimos tiempo para una breve
aparición en los medios venezolanos: Globovisión, cadena de tv nos agarró para
preguntarnos por el partido y terminamos diciendo cualquier cosa, que se lo
dedico a los brasileros que hincharon por Bosnia, que aguante Chávez, que un
saludito para mis hijas y luego bailando un cuarteto atrás del entrevistador.
Un desastre. Se lo tienen merecido por gorilas.
Después del partido subió a tocar una vieja, una especie de
Mercedes Sosa brasilera que cantaba sentada pero que al parecer es una artista
muy popular porque todos sabían sus canciones. Se armó un lindo bailongo.
Nosotros somos muy horribles y la verdad que uno se siente intimidado al ver
cómo se mueven los brasileros y las brasileras.
Terminamos con un estado impresentable. Buscamos las bolsas
de dormir y nos tiramos en las playas de Copacabana, algo que sólo hace la
gente con mucho estilo como nosotros.
Lunes: Mucha resaca. Pudimos cambiar nuestro dinero por dinero de ellos. Nos cuesta comprar comida, nos cuesta porque es cara. Estamos en Copacabana, que es como estar en Punta del Este, Pinamar o Cruz del Eje, así de top. Nos subimos de vuelta al auto para huir de la ciudad.
Ahora nos vinimos para Angra dos Reis, un pueblo o ciudad
montañoso, con mar y todo. Oscurece muy rápido, a las 6 ya está de noche y eso
te mata. Escribo esto en una pieza de un hotel bastante croto. Los muchachos
duermen. Tenemos ganas de encontrar algún lugar para armar campamento y dejar
de viajar un rato. No hay internet donde estamos y en algún momento subiré todas estas palabras tan
desordenadas y caóticas.
Ya se vienen más crónicas. Ahora que estamos más tranquilos.
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