martes, junio 17, 2014

Diario Mundial: día 3 y 4.


Ha pasado mucho y tanto. El sábado arrancamos la jornada a eso de las 8 de la mañana. Desayunamos y partimos. Fino viene pagando todo porque nosotros no hemos cambiado nuestro dinero. Es un placer estar subvencionado. A los 30 kilómetros paramos en una estación de servicio a parchar la cubierta de ayer. El arreglo nos pareció por lo menos sorprendente, culturalmente hablando. Uno esperaba que sacaran la llanta, que le pusieran un parche a la cubierta, que siguieran el procedimiento de un simple arreglo. El tipo en cambio le hizo un hueco, mandó el clavo para adentro y le puso un pedacito de cuero. Listo, son 20 reales. La puta madre, unos 100 mangos para arreglar una neumático.
El paisaje es increíble. Tierra roja, sierra, selva, verde, miles de tonalidades de verde, humedad, barro, son miles de postales que uno quiere retener, apretarlas con el puño de las manos mis ojos. Mientras viajábamos pude escribir algo: Es nuestra tarea evangelizadora, que se den cuenta que en Córdoba está el carnaval, algo que el periodismo y la policía no entienden. Es muy placentero estar escribiendo en este momento. El auto va sereno por una ruta muy verde, con vegetación explosiva, con un paisaje hermoso que parece que se te viene encima, te baña. Siento como si viniéramos adentro de una cápsula, el aliento todavía presente de los últimos mates, la musiquita al volumen justo, la mirada placentera y tranquila del disfrute. Y la posibilidad de que los dedos se muevan solos, las manos como continuación de la mirada.
Es imposible retener todas las cosas y cositas que van pasando, todo lo que de una manera u otra nos llama la atención.
Almorzamos el salame revolucionario con un poco de pan y queso untable y cambiamos el volante. Kero se pudo relajar, Finito durmió y yo manejé como cinco horas. La ruta es hermosa y larga e interminable y en constante obra. Los camiones manejan con todos los códigos, se tiran a la derecha, te indican cuando pasar con los guiños, se tiran a la banquina si es necesario, igualito a los camioneros nuestros. En cambio los automovilistas manejan para la re mierda, hacen maniobras horribles todo el tiempo, todo-el-tiempo.
Escuchamos el triunfo de nuestros hermanos  costarricenses ante Uruguay por radio. Fue una experiencia culturalmente enriquecedora. Al principio no entendíamos nada pero a medida que el partido progresaba le íbamos agarrando la mano al idioma.
Hemos comenzado un ProDe interno. Finito, rememorando su vieja organización de ProDeCoop. Y mirá lo que es el fútbol, su magia, lo impredecible, lo sorprendente y la posibilidad siempre latente que el más débil o el más muerto pueda ganar: va puntero el Kero con 4 puntos (metió un pleno en Italia 2 – 1 Inglaterra y el triunfo colombiano) Fino y yo sólo sumamos 1 punto con Colombia. No sabemos cuánto salió Costa de Marfil, lo cual podría mover la tabla. Ahora nos aprestamos a llenar una nueva fecha. Hoy tenemos Suiza-Ecuador, Francia-Honduras y Nosotros-Bosnia.
Nos perdimos en Curitiba pero finalmente encontramos nuestro rumbo. Oscurece muy rápido, a las 6 de la tarde ya es de noche y la jornada empieza a pesar el doble. A las 7 hicimos nuestra parada estratégica a ver el triunfo italiano ante los piratas saqueadores. ¡Lo que juega Pirlo, por dios! El viejo la rompió, manejó los hilos del partido a su antojo. En la estación cenamos algo y nos cruzamos con chilenos y argentinos. Produce mucha emoción ver las patentes argentinas en todos lados, cruzarse con guasos que están haciendo la misma locura que nosotros, viajando hace varios días para cumplir su sueño. Bocinazos, aliento, cantitos y nos vemos en Río.
Después del partido el Kero metió un tirón impresionante de casi 3 horas con la infaltable lluvia y su correspondiente neblina para dejarnos a un pasito de San Pablo. Dormimos en un hotel al costado de la ruta y hoy a la mañana nos despertamos a las 7.30, salimos a la ruta, llegamos a San Pablo y, por supuesto, nos perdimos. Todavía estaban latentes las palabras del Fino: “esta vez no nos podemos perder, apenas veamos una estación de servicio nos paramos y preguntamos”. Con GPS y todo nos perdimos. Hasta que apareció un guaso del cielo que nos dijo “voy para aquel lado, ¡síganme!”. Nos metió en la ruta, hizo un par de kilómetros con nosotros y luego, en el medio de la autopista bajó la ventanilla, nos dio una última indicación y nos dijo “ojo con Río, muito peligroso”. Gracias, papá. Somos cordobeses, de la ciudad del cuarteto, de la tierra del tunga-tunga, y el martes encaravanados otra vez, hay que lustrar los pepés porque a Río nos vamos. Eso.

Estamos arriba del auto, suena La Mona, Río está cada vez más cerca. Aguante Argentina la puta madre que los parió. 

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