Ha pasado mucho y tanto. El sábado arrancamos la jornada a
eso de las 8 de la mañana. Desayunamos y partimos. Fino viene pagando todo
porque nosotros no hemos cambiado nuestro dinero. Es un placer estar
subvencionado. A los 30 kilómetros paramos en una estación de servicio a
parchar la cubierta de ayer. El arreglo nos pareció por lo menos sorprendente,
culturalmente hablando. Uno esperaba que sacaran la llanta, que le pusieran un
parche a la cubierta, que siguieran el procedimiento de un simple arreglo. El tipo
en cambio le hizo un hueco, mandó el clavo para adentro y le puso un pedacito
de cuero. Listo, son 20 reales. La puta madre, unos 100 mangos para arreglar
una neumático.
El paisaje es increíble. Tierra roja, sierra, selva, verde,
miles de tonalidades de verde, humedad, barro, son miles de postales que uno
quiere retener, apretarlas con el puño de las manos mis ojos. Mientras
viajábamos pude escribir algo: Es nuestra tarea evangelizadora, que se den
cuenta que en Córdoba está el carnaval, algo que el periodismo y la policía no
entienden. Es muy placentero estar escribiendo en este momento. El auto va
sereno por una ruta muy verde, con vegetación explosiva, con un paisaje hermoso
que parece que se te viene encima, te baña. Siento como si viniéramos adentro
de una cápsula, el aliento todavía presente de los últimos mates, la musiquita
al volumen justo, la mirada placentera y tranquila del disfrute. Y la
posibilidad de que los dedos se muevan solos, las manos como continuación de la
mirada.
Es imposible retener todas las cosas y cositas que van
pasando, todo lo que de una manera u otra nos llama la atención.
Almorzamos el salame revolucionario con un poco de pan y
queso untable y cambiamos el volante. Kero se pudo relajar, Finito durmió y yo
manejé como cinco horas. La ruta es hermosa y larga e interminable y en
constante obra. Los camiones manejan con todos los códigos, se tiran a la
derecha, te indican cuando pasar con los guiños, se tiran a la banquina si es
necesario, igualito a los camioneros nuestros. En cambio los automovilistas
manejan para la re mierda, hacen maniobras horribles todo el tiempo,
todo-el-tiempo.
Escuchamos el triunfo de nuestros hermanos costarricenses ante Uruguay por radio. Fue
una experiencia culturalmente enriquecedora. Al principio no entendíamos nada
pero a medida que el partido progresaba le íbamos agarrando la mano al idioma.
Hemos comenzado un ProDe interno. Finito, rememorando su
vieja organización de ProDeCoop. Y mirá lo que es el fútbol, su magia, lo
impredecible, lo sorprendente y la posibilidad siempre latente que el más débil
o el más muerto pueda ganar: va puntero el Kero con 4 puntos (metió un pleno en
Italia 2 – 1 Inglaterra y el triunfo colombiano) Fino y yo sólo sumamos 1 punto
con Colombia. No sabemos cuánto salió Costa de Marfil, lo cual podría mover la
tabla. Ahora nos aprestamos a llenar una nueva fecha. Hoy tenemos
Suiza-Ecuador, Francia-Honduras y Nosotros-Bosnia.
Nos perdimos en Curitiba pero finalmente encontramos nuestro
rumbo. Oscurece muy rápido, a las 6 de la tarde ya es de noche y la jornada
empieza a pesar el doble. A las 7 hicimos nuestra parada estratégica a ver el
triunfo italiano ante los piratas saqueadores. ¡Lo que juega Pirlo, por dios!
El viejo la rompió, manejó los hilos del partido a su antojo. En la estación
cenamos algo y nos cruzamos con chilenos y argentinos. Produce mucha emoción
ver las patentes argentinas en todos lados, cruzarse con guasos que están
haciendo la misma locura que nosotros, viajando hace varios días para cumplir
su sueño. Bocinazos, aliento, cantitos y nos vemos en Río.
Después del partido el Kero metió un tirón impresionante de
casi 3 horas con la infaltable lluvia y su correspondiente neblina para
dejarnos a un pasito de San Pablo. Dormimos en un hotel al costado de la ruta y
hoy a la mañana nos despertamos a las 7.30, salimos a la ruta, llegamos a San
Pablo y, por supuesto, nos perdimos. Todavía estaban latentes las palabras del
Fino: “esta vez no nos podemos perder, apenas veamos una estación de servicio
nos paramos y preguntamos”. Con GPS y todo nos perdimos. Hasta que apareció un
guaso del cielo que nos dijo “voy para aquel lado, ¡síganme!”. Nos metió en la
ruta, hizo un par de kilómetros con nosotros y luego, en el medio de la
autopista bajó la ventanilla, nos dio una última indicación y nos dijo “ojo con
Río, muito peligroso”. Gracias, papá. Somos cordobeses, de la ciudad del
cuarteto, de la tierra del tunga-tunga, y el martes encaravanados otra vez, hay
que lustrar los pepés porque a Río nos vamos. Eso.
Estamos arriba del auto, suena La Mona, Río está cada vez
más cerca. Aguante Argentina la puta madre que los parió.
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